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ANECDOCRONICAS DE PALLASCA/ Bernardo Rafael Alvarez
Wednesday, 27 February 2008
LA DIFTERIA LLEGO A PALLASCA...
LA DIFTERIA LLEGÓ A PALLASCA Bernardo Rafael Álvarez Probablemente ya nadie recuerda –y, tal vez, Juan Saavedra menos-, una de las etapas difíciles que le tocó vivir a Pallasca: aquella que significó el haber tenido que enfrentar a la epidemia de difteria que, en 1964, castigó sensiblemente a las familias más pobres de algunos barrios y caseríos (¡como siempre, las familias más pobres!). Gracias a Dios y a la oportuna atención que el gobierno de entonces puso en el hecho, movido por la campaña periodística que en gran medida activó María Cristina Nadramia -hermana del “Chucro” Raúl-, el número de las víctimas mortales (¡niños todos!) no fue excesivo. Llegaron varios médicos del Ministerio de Salud, incluso el ministro mismo, en atronadores helicópteros; también, por propia cuenta y empujado por su proverbial bondad y cariño por los paisanos, arribó –conmoviendo a todos- el inolvidable doctor Justiniano Murphy Bocanegra. La presencia de los reporteros gráficos de algunos diarios fue algo sumamente novedoso: se metían por todas partes con sus gigantescas cámaras fotográficas, en busca de la noticia. En honor a la verdad, debo decir que no les fue fácil encontrarla. No es que la geografía fuese adversa, escabrosa, inaccesible; tampoco que la gente se mostrara huidiza, huraña, poco colaboradora. Nada de eso. Es que, no obstante lo delicado y grave de la situación, el drama no fue tan desmedido como para generar noticias periodísticas, digamos, vendibles. Hay que agradecer que no haya sido así. La tarea de la prensa, por ello, tuvo que llevarse a cabo echando mano a la imaginación. Ingresaban a los locales escolares, mientras los profesionales de la salud -auxiliados por don Jesús Álvarez, sanitario del pueblo, y también por nuestros paisanos Tomás Zúñiga y Mario Vidal- revisaban los ojos de los niños, en busca de los síntomas o indicios de la enfermedad; y ahí, ellos, los fotógrafos, tomaban fotos a diestra y siniestra. Puedo adivinar que el mayor número de imágenes que saturaron sus rollos debió haber sido de paisajes y caritas sonrosadas y “pispadas”. Entre los que acudieron a Pallasca se encontraba, con cámara y maletín en mano, un señor apellidado Miró Quesada que decía estar impresionado por la belleza de la ciudad, por la armonía estética de su Plaza de Armas y el valor histórico y artístico del templo de San Juan Bautista; era lo que podríamos llamar “un turista humanitario”, o algo por el estilo. Por cierto, su apellido dio lugar a que los “togados” –hospitalarios como todos los pallasquinos- le brindaran una atención especial. Aun a pesar de lo penoso que pueden ser ciertas circunstancias, los hechos pintorescos y anecdóticos se dan en todas partes; y, en efecto, eso también pasó en Pallasca: mi prima Flor Vidal recuerda que mientras se celebraba un matrimonio, todos -excepto los novios- abruptamente abandonaron la ceremonia y, empujados por la curiosidad, corrieron al estadio para ver al primer helicóptero que aterrizaba trayendo ayuda. Como dije al principio, los muertos no fueron muchos. Los periódicos capitalinos se encargaron de dar cuenta de ello; uno, El Correo, contaba que, por falta de ataúdes, a los niños fallecidos se les velaba en sus propias camas, cubiertos por frazadas de bayeta, y daba fe de su afirmación con una medio convincente imagen fotográfica de primera plana. Efectivamente, allí se veía a dos criaturas de espaldas (a uno de ellos lo reconocí al toque: era Juan Saavedra Urbano, hijo de don Amelio), acostados sobre una tarima y alumbrados por una vela que su padre llevaba en la mano. Muchos años después, en Lima, cuando en medio de una conversación surgió el nombre de Pallasca, alguien que inmediatamente se convirtió en mi amigo, me dijo, emocionado: yo estuve allí. Era, precisamente, el autor de aquella irrepetible foto necrológica; y me confirmó que, como dije antes, fue Nadramia Murphy la que procuró el viaje de los periodistas. Es posible, como lo expresé antes, que Juan –ya no dormido como entonces- no se acuerde, o que nunca haya sabido lo que ocurrió, debido a que la epidemia jamás llamó a su puerta; pero de que está vivo, así como su hermano, nadie puede negarlo. Claro que, naturalmente, no voy a darle las señas de mi amigo de la prensa escrita, para evitar, por si acaso, que lo maldigan (uno nunca sabe). Aquella cruel y al mismo tiempo piadosa invención periodística sirvió para que la ayuda del Estado no fuese tardía. A veces –ahora lo confirmo- las mentiras, antes que reprobación, merecen una entusiasta gratitud.
Tuesday, 7 July 2009 - 1:15 PM EDT
Name:
manuel-torres
Home Page:
http://manuel-torres.angelfire.com
PARA EL SEñOR BERNARDO RAFAEL ALVAREZ, DE SU TIO MANUEL TORRES PEREDA, DESDE NEW JERSEY, A LIMA PERú. Desde esta hermosa y ahora calurosa tierra de las industrias y de los dólares, colindante de la Capital del Mundo, New York, me complasco en dirigirte esta modesta misiva que porta mi afectuoso saludos, mi fraternal abrazo y mis mejores deseos por tu bien estar, los mismos que te agradeceré hacerlos extensivos a mis queridas sobrinas tus hermanitas y tu caballeroso hijito, a todos quienes deseo lo mejor de la vida en este mundo, nuestra posada. Espero, que como lo mereces, estés disfrutando de la felicidad y los progresos que te ofrece tu calidad de escritor, poeta y buen pariente y amigo, haciendo honor a tus dignos ancestros que dejaron una hermosa huella en nuestro rincón andino, nuestro querido y jamás olvidado Pallasca, mi adorado "Balcón fel Cielo". Gracias a este importante medio de comunicación, el Internet, y con el auxilio de mis nietecitas, he llegado aquí, a informarme de tus exquisitas crónicas sobre nuestra tierra y su gente: crónicas que con su calidad literaria y la calidad propia de un valioso hijo de nuestro "Balcó del Cielo", con nostalgia, pero también con alegría, he vuelto mis pasos a nuestro amado rinconcito andino, a recorrer mi infancia, cuando, con mis parientes vecinos, compañeros de estudios, nos escapábamos a bañarnos en los barrales de la lagunita insignificante donde se bañban sus chanchas de doñ María Shullca en las fontanas de Chugaymaca, propiedad de la misma señora. Recuerdo de las llegadas a mi casa con las orejas llenas de caca de sapo a recibir las cuerizas de mi querida madre -mi padre no lo sabía felizmente-; más tarde, ya maltoncito, a bañarme con Cushurito Pedro y otros, en la pequeña laguna de cungules de la Pampa del Cura: más adelante en la peuqeña posa de La Soccha, al pié de Chucana, luego, ya casi jovencito, siempre con los cumpas, en la romántica laguna de Tambamba de los Tejeros. lugar donde se hacían presentes las lavanderas de frazadas de lana, ponchos y ropa de color y las polleras: finalmente, ya jovencitos enamorados, nos ibamos a desafiar la profundidad y las aguas frías de la gran represa de agua de regadío, de la laguna de Pashtaca, camino a Conchucos y otro lugares. También, como nó, a mi edad de niño, cuando escondido de mi padre me acomedía a asisitr en la misa como acólito del Sacerdote. También en la crucificción y la bajada para el anda del Señor de Vierne; a novelerear en las confecciones de las andas y, naturalmente, con el pan de boda (raíz de palma) en las prcesiones y, finalmente, a las noches de serenatas, con las que conquisté a mi adorada esposa que me acompaña hasta mis ochentisiete años. Bueno, si tuviera que relatar mi vida, reventaría la capacidad de cualquier computadora, tanto por los largos años vividos, como por haber recorrido, como trotamundo, las tres regiones de nuestro país: costa, sierra y selva, como otros paises del globo. en múltiples ocupaciones y trabajos, como paseos tambien. Pero gracias a tus valiosas crónicas que me llenan de satisfacción y alegría, por sus contenidos cargados de sabiduría, expresados con la verdadera técnica que la dominas a perfección; gracias, a ellas, me siento desde este monstruoso Estados Unidos, como en mi verdadera edad y los parajes y rincones, donde jugueteé, con el trompo de naranjo, con los negros chanos de Arapamba, elevaba la cometa desde el alto de don Julio Valverde en el Tambo, también en los lugares, cualquier sitio, que lo convertíamos en cancha de futbol, jugábamos con la pelota de bejiga de chancho, de carnero o de terneros , enjiladas con los hilos de colores robados de los obillos de nustras madres. También, nos hacen volver a la dulce vida de la niñez, a la juventud y la adultéz, a cuando solíamos agarrar las patas de los chnchos para pelarlos,y luego, saborear los exquisitos platos de pecho con arbeja remojada, arroz amarillo y papa, con su vasaso de chicha de jora y chancaca; y al día siguiente, los chicharrones que trascendían a lejos, y qué, con las empanadas fritas y cachangas fritas y su buena fuente de mote reventado de maíz blanco, se repartía con níveos manteles almidonados y brillantes azafates, a los parientres cervcanos y algunas amistades, correspondiendo lo que ellos también hacían. Bendita la hora en que tuviste el acierto de abrir con tanta visión, la interesante y útil ventana o página en el Internet, para que puedan enterarse de lo que mucha gente que vivió en el tiempo de nuestro mayores y el mío, del que muy pocos podemos dar fe, no pueden hacerlo, pues, la mayoría se ha ausentado a lejanas tierras o al más allá, pero que , bendita sea lo comunicació, se traslada en el tiempo por los descendientes, como una tradición, porque desdichadamente, habremos muy pocos para expresar lo vivido y las bonitas costumbres de nuestra amado "Balcón del Cielo", nuestro querido Pallasca. En Lima, antes de partir a ésta, dejé , un modesto trabajo aclaratorio sobre la plantaión de eucaliptos en nuestra tierra, para que nuestro común amigo, mi yerno Lucho te alcanzara y tengas la amabilidad de insertarlo en tus valiosas péginas. No se si lo ha hecho, pero pronto lo sabré. De llegar a tus manos, te gradeceré mi querido sobrino, insertalo para conocimiento de nuestros paisanos y se enteren de la realidad, pues, muchos ingoran y hasta quizá piensen que tan útil planta crece expontáneamente, como mala yerba. No lo hago por ganar aplausos; lo hago, porque este tesora de nuestro pueblo, forma parte de su patrimonio y de nuestra propia historia. Más adelante, cuando me familiarice con el Internet, contribuiré con otras novedades, todas propias de nuestra relidad y nuestras costumbres, como de algunas personas que hicieron tanto por nustro pueblo, pero que vivrn rn rl snonimato o el olvido, cuando la hisoria se escribe por sus hijos y no por las suposiciones y o delicada literatura. Con la esperanza de que esta casi misiva llegue a tu poder, me complasco en abrazarte muy cariñosmente, reiterándote mis felicitaciones, por tu página y tus educativas crónicas, y, nuevamente te deséo el mayor de los exitos en tu cotiada ocupación, tan digna de admiración, y en todas las acciones que emprendas querido sobrino Un abrazo muy fuerte. Manuel Torres Pereda.
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