LA NAVIDAD
El leñador y los animales del bosque.
El cuento de Navidad de Hogol.
La puerta se abre despacio y Calixto asoma la nariz. El olor familiar de la habitación le da confianza, pero aún así, Calixto pega un salto y aterriza en el interior de una zapatilla. Éste es un escondrijo seguro. ¡Lo sabe bien!.Y desde ahí inspecciona la habitación hasta que lo ve.
Si, ve aquello que la niña de la casa ha estado preparando toda la tarde. El corazón empieza a palpitarle muy deprisa. ¿Será capaz de subirse hasta la mesa para verlo de cerca?. El es un ratón muy pequeño, nunca se ha atrevido a husmear más allá del suelo... Pero ahora la curiosidad lo rodea con sus finas alas y es más fuerte que el temor que siente. Silenciosamente sale del calzado, pasa veloz por debajo de la cama de la niña que duerme placidamente y llega a su objetivo. Y con cuatro saltos planta sus patitas en la superficie de la mesa. Encima de ella hay un pesebre. Pero Calixto no sabe que es. Y admira, fascinado, esas montañas nevadas, esos arbolillos que son tan altos como el, y esas figuras que, de pie en medio del camino, parecen que quieran echar a correr hacia el portal.
El ratón se ha quedado tan impresionado que no se atreve a moverse, además, si lo hace, sus patitas se hundirán en el musgo suave y aún húmedo. De pronto oye un ruido y sin detenerse a comprobar si encierra algún peligro o no, salta al suelo y sale disparado de la habitación. Al galope cruza el vestíbulo, trepa por las escaleras, llega a su escondrijo y no se detiene hasta que tropieza con el abuelo Pascual, que duerme cerca de la chimenea.
-Abuelo -dice Calixto jadeando-. ¿Qué es lo que ha hecho la niña de la casa? Hay montañas, árboles, muñecos...
El abuelo abre los ojos y lo mira con las cejas fruncidas hasta que, bajo el poblado bigote, nace una ancha sonrisa. -¡Ah!- exclama-. Es el pesebre. Las personas lo ponen cuando llega la Navidad.
Calixto abre los ojos de par en par.
-¿Por qué?.
Esta noche Calixto no ha querido acostarse hasta que el abuelo le ha explicado con todo detalle todo lo referente al pesebre y sus figuras. Lo que mas le ha emocionado ha sido lo de los Reyes Magos. Al final le ha preguntado al abuelo si el podía escribir les su carta y el le ha dicho que si.
Ahora el abuelo esta preocupado porque los Reyes nunca han traído juguetes a los ratones.
Por fin llega la noche de Reyes y el ratón esta tan excitado y feliz que no puede dormir, por fin cae rendido.
El abuelo se prepara para llevar a cabo su idea. Se pone una capa roja, una corona y coge el regalo que ha preparado para su nieto. Con el a cuestas sale por un agujerito para ir a ponérselo en la ventana a su nieto. Cuando pone sus patitas en la nieve del alfeizar, aparece ante sí el rey Baltasar en persona que le pega un buen susto.
El rey Baltasar se dirige a el amablemente y le pregunta:
-Buenas noches, ¿es aquí donde vive Calixto el ratón?
-Sss...sssi- tartamudea el abuelo.
El rey mira un pequeño papelito y le dice que han recibido su carta y le pregunta donde prefiere que dejen los juguetes de Calixto.
El abuelo le señala donde espera encontrarlos el ratoncito, el Rey los deposita con suavidad y se despide hasta el año siguiente. El abuelo le contesta emocionado y tembloroso.
Al día siguiente se puede ver a un ratón pequeño, pequeño, pequeño que, envuelto en una larga bufanda, chilla y brinca de alegría en medio de la nieve y los juguetes que hay en el vano de la ventana.
Mercè Company (Revista Parastú)
El leñador y los animales del bosque
Érase una vez un leñador que vivía con su mujer en una vieja cabaña en lo más profundo del bosque.
Era la víspera de Navidad y estaban muy tristes porque no tenían nada para comer y el tiempo era malísimo para salir a caza. Así que se tumbaron junto al fuego y se prepararon para dormir. De pronto alguien llamó a la puerta. El leñador, un poco asustado pregunto que quien era. Le contestó una liebre que estaba muerta de frío y quería pasar la noche dentro de la casa, al leñador no le gustaba dejar entrar a extraños en su cabaña pero le dio pena y la dejó pasar.
Al rato volvió a sonar la puerta, esta vez era un lobo y ahora el leñador se negó por miedo a que se los comiera, el lobo le rogó tanto y le prometió tan solemnemente que no les atacaría, que el leñador se ablandó y también le dejó entrar.
Cuando parecía que finalmente iban a poder dormir se oyeron unos fuertes golpes en la puerta. El leñador se acercó a ver quien era. Se encontró con un oso enorme que, muerto de frío, también quería entrar. El leñador, que tenía mucho miedo, le dijo que no. Pero el oso juro y perjuró que no les iba a hacer daño y al final le convenció.
Durmieron calientes toda la noche juntos alrededor del fuego. A la mañana siguiente los animales preguntaron al leñador como podían agradecérselo y el les explicó que era el día de Navidad y no tenían nada para comer. Los animales se comprometieron a traer algo cada uno y se fueron.
(Final 1)
Antes de la hora de comer se fueron presentando, la liebre trajo coles y zanahorias, el lobo tajo un carnero y el oso un cordero. La mujer del leñador lo guisó todo y se dieron una gran comilona. Desde entonces fueron muy amigos, de vez en cuando, en las noches mas frías del año, los animales dormían en la cabaña y todas las navidades comían juntos.
(Final 2. Tradicional).
La primera en llegar fue la liebre que traía coles y zanahorias, el leñador la invitó a tumbarse junto al fuego y cuando estaba descuidada le echo un puñado de brasas en la tripa y la liebre huyo chillando.
El siguiente fue el lobo con un carnero, al igual que a la liebre, el leñador le invitó a echar un sueñecito junto al fuego, en cuanto estuvo dormido, el leñador cogió un hacha y le cortó la cola. El lobo salió aullando tan deprisa como pudo.
Por último llegó el oso que traía un cordero, venía cansado, se sentó junto al fuego y cuando se durmió el leñador le dio con un mazo un fuerte golpe en la cabeza, el oso salió aturdido y haciendo eses.
El leñador se quedo con la comida y tranquilo ya que temía que si los animales seguían volviendo acabarían devorándolos. El leñador y su mujer pasaron una feliz Navidad y los animales nunca volvieron a acercarse a la casa.
Papá Noel miró por la ventana el paisaje nevado mientras oía silbar el aire helado y pensó lo estupendo que sería poder quedarse sentado junto al fuego mientras cenaba algo calentito. Pero no tenía mas remedio que salir, era la noche de Navidad y todo el mundo esperaba su regalo.
Se puso su ropa interior más caliente y luego un montón de prendas, unas sobre otras, para combatir el frío, para rematar se coloco sus pantalones y chaquetón rojos y se miró al espejo pensando que era normal que todo el mundo creyera que era muy gordo ¡con toda esa ropa!
Cuando salió, Rodolfo ya le estaba esperando, Papá Noel comprobó que los regalos estaban bien sujetos y arrancó a volar antes de que los patines se pegaran al suelo por culpa del hielo. Mientras iban hacia la primera casa comentó con el reno que cada vez lo pasaba peor y que estaba cansado de pasar frío, Rodolfo estuvo de acuerdo.
Se pararon en el primer tejado y Papá Noel casi no cabía por la chimenea, se quedo atascado y solo se libró cuando Rodolfo le echó el saco y este le empujo hacia abajo. Salió disparado y quedó en medio de la alfombra rodeado de juguetes y dulces. Dejó sus paquetes y subió gruñendo.
Rodolfo y el se pusieron de acuerdo en que al año siguiente el reparto lo harían en verano.
Cuando llegó el verano prepararon un carro, no hacia falta el trineo, Papá Noel se puso ropa fresquita, se afeito y allá se fueron volando con el carro. Los tejados estaban secos y era fácil trepar a ellos, bajar por la chimenea sin tanta ropa fue facilísimo... pero allí pasaba algo raro, no había copita de jerez, ni adornos, ni tarjetas, ni guirnaldas. Todo parecía un poco triste y solitario. Papá Noel entendió lo que pasaba ¡La familia se había ido de vacaciones! Como no había zapatos donde dejar los regalos tuvo que volver a subir con ellos por la chimenea. En casi todas las casas ocurrió igual, en algunas fue peor porque los niños estaban despiertos por el calor y casi le pillan, en una hasta llamaron a la policía al oir ruidos en la chimenea.
Papá Noel y Rodolfo salieron corriendo y totalmente convencidos de que el reparto nunca mas se haría en verano.
Cuando llegó Navidad se repitió el rito de siempre, Papá Noel se abrigó todo lo que pudo y Rodolfo y el salieron con su trineo sin hablar ni una palabra, disgustados por el frío y el fracaso de su anterior expedición. Cuando llegaron a la primera casa, Papá Noel bajo gruñendo y protestando pero cuando llegó al salón y vio todas las guirnaldas, el árbol adornado con montones de bombillas, los paquetes... y su vasito de jerez con un trozo de pastel con un cartel "Para Papá Noel". Comió y bebió muy emocionado. Fue a las habitaciones y vio a los niños durmiendo, puso sus regalos en todos los zapatos y recogió las tarjetas que los niños le habían escrito. Mientras iba pensando en lo maravillosa que era la Navidad. Iba tan entusiasmado que subió por la chimenea sin darse cuenta, cuando llego arriba vio a Rodolfo sonriendo y se dio cuenta de que el reno pensaba como el. El resto de la noche lo pasaron divertidos, hablando, recordando otras noches parecidas y sabiendo que nunca más se iban a quejar del frío ni de nada.
(Es un resumen de una obra de guiñol).
Cuando el rey Baltasar descubre la estrella que le llevará hasta el lugar donde ha nacido el niño Jesús su hijo Irenus esta con el y Baltasar le explica lo que significa la estrella. Irenus intenta convencerle de que le deje ir pero el Rey se niega.
Cuando Baltasar se ha ido con su regalo, Irenus piensa que el no va a ser menos y se prepara para hacer el también el viaje, cuando va a partir se da cuenta de que le falta algo fundamental: EL REGALO. Cogió la pelota que mas le gustaba y un libro de estampas precioso y salió siguiendo la estrella y esperando que su padre no se enfadara mucho con el.
Ya llevaba recorrido un buen trecho cuando se encontró con una niña que estaba llorando al lado del camino y que parecía estar muy triste. Le preguntó que le pasaba y ella le explicó que no tenía ningún juguete y que los demás niños no querían jugar con ella. En el momento en que Irenus le dijo que el era hijo de un rey fue todavía peor pues le hizo sentirse aun mas desgraciada. Irenus sacó su maravillosa pelota y la invito a jugar. Lo pasaron muy bien y se hicieron amigos, pero Irenus tenía que seguir su viaje y así se lo explicó a la niña que se puso inmediatamente a llorar. Irenus la regaló su pelota y ella se puso muy contenta porque los demás niños ya si jugarían con ella. Irenus siguió su camino detrás de la estrella.
Estaba muy cansado de tanto andar y a lo lejos vio una cabaña. Se acercó y llamó a la puerta. Le abrió un anciano muy amable que le invito a pasar y a cenar con el. Le contó que había sido marinero, pero que ahora no podía alejarse de su casa por motivo de su edad y se sentía muy mal ya que nunca podría visitar los lejanos lugares por donde tanto había viajado. Irenus sacó su libro de estampas y se pusieron a verlo juntos, el anciano conocía muchos de los lugares que aparecían y se fue entusiasmando mientras le contaba cosas a Irenus. Al final se fueron a dormir muy cansados. Al día siguiente Irenus le explicó que tenía que seguir su viaje , el anciano se puso muy triste y el niño le dio su libro de estampas para que se pudiera entretener mirándolas cuando se sintiera solo. El anciano se quedo mas conforme y se despidieron.
Tras mucho andar consiguió llegar a donde había nacido ese niño tan especial y se acercó a verle. A la Virgen María le hizo gracia verle tan pequeño y se acercó a preguntarle quien era, como había venido... Irenus le contó su historia y la razón por la cual no traía ningún regalo. La Virgen María se agacho a darle un beso y le dijo que el le había traído el regalo mas valioso con su generosidad.
La vida era tranquila para la araña que vivía en el techo del portal y que sólo tenía que preocuparse de poner su tela en algún sitio nuevo de vez en cuando para cazar su comida.
Una noche aparecieron, acompañados del dueño, un hombre con una gran barba y una mujer embarazada, parecían muy cansados y se acomodaron como pudieron para pasar la noche.
Cuando la araña se había quedado medio dormida empezaron a pasar cosas, la mujer dio a luz y el niño debía ser alguien muy especial porque una gran estrella con una cola resplandeciente estaba parada sobre el portal y de todas partes empezó a aparecer gente. Todos llevaban regalos, los del pueblo le llevaban ropa, mantas y toda clase de cosas útiles para un recién nacido, los pastores venían con leche, queso y contando que un ángel les había dicho lo del nacimiento del niño. Lo mas espectacular fue cuando aparecieron tres reyes venidos de lejanas tierras y que decían haber seguido a la estrella hasta allí, ellos le regalaron oro, incienso y mirra.
La araña estaba triste porque ella no tenía regalo. De pronto noto un gesto de preocupación en la cara de la madre, en una de las paredes había un agujero por el que entraba un chorro de aire frío que le daba al niño, intentó taparlo con un chal pero se resbalaba y el frío seguía entrando. La araña se puso a trabajar e hizo una tela tapando el agujero, sobre esa hizo otra y otra... hasta que no pudo entrar ni el más ligero soplo. La araña se columpió agotada pero contenta, se dio cuenta de que la madre la estaba mirando y le daba las gracias con una sonrisa, La araña supo que también ella había hecho su regalo a ese niño tan especial.
Cuando el Niño Jesús nació en Belén, el mundo se llenó de alegría y a Belén llegaban gentes de todas partes para ofrecer regalos al Niño.
Cerca del establo donde el Niño Dios descansaba, se dice que había tres árboles: una palmera, un olivo y un pino. Al ver tanta gente que iba y venía, ellos también sintieron deseos de ofrecer algo al Niño Jesús.
-Yo- dijo la palmera- voy a desgajar una de mis ramas. La voy a colocar cerca de la cuna y cuando el Niño Jesús tenga calor, yo, suavemente, dulcemente, le abanicaré. No puedo hacer otra cosa.
-Pues yo- dijo el olivo- pienso hacer aceite de mis olivas y ofrecérselo a su madre, la Virgen, para que haga comida y puede ungir los piececitos del Niño.
El pino estaba tristísimo. No sabía que ofrecer. Además, la palmera y el olivo se burlaban de el y le decían: -No, tu no tienes nada que regalar. Con tus hojas, que parecen agujas, pincharías al Niño. Nadie te quiere ni te querrá.
Y el pino tenía mucha pena.
Pero un ángel que contemplaba la escena, se compadeció de él y decidió ayudarle
-No tengas pena- le dijo- Yo te voy a ayudar. Pediré a las estrellas que bajen del cielo y se posen en tus ramas y con su luz alumbrarás al Niño y además servirás de guía a todos los caminantes que acudan a la cueva.
Así lo hizo, y al poco tiempo el pino se vio todo lleno de luces de colores, porque muchas estrellas bajaron del cielo y se posaron en sus ramas.
Y hasta el Niño Jesús desde su cunita se fijó en el pino. Sus ojitos brillaron al contemplar luces tan bellas. El pino se llenó de alegría.
La gente que llegaba a la cueva vio aquel pino tan adornado, tan lleno de luces, tan bonito... Y al llegar a sus casas ponían un pino tan bonito en recuerdo de la cueva de Belén. Desde entonces, el pino es elemento de adorno en todos los hogares del mundo en la época de Navidad, como recuerdo de aquel pino que un día brillo ante la cuna del Niño Jesús.
(Leyenda alemana)
La Estrella Juguetona (guiñol)
(Se les presentan a los niños los diferentes personajes y se les explica que Baltasar esta dormido en un rincón y que tienen que despertarlo).
NIÑOS: ¡Baltasar! ¡Baltasar!
BALTASAR: ¡Eh! ¿Quién me llama? ¡Ah! Sois vosotros. ¡Buenas tardes!
NIÑOS: ¡Buenas tardes!
BALTASAR: Me había quedado dormido cansado de tanto mirar al cielo esperando que aparezca la estrella. Porque estoy esperando que aparezca una estrella que me guíe... Bueno, luego os lo explico. Vamos a hacer una cosa para que pueda echar un sueñecito. Si aparece la estrella me llamáis ¿vale?. Me tenéis que decir ¡La estrella! ¡La estrella! Vamos a hacer un ensayo. Cuando yo diga tres melo decis ¡Una, dos y tres!
NIÑOS: ¡La estrella! ¡La estrella!
BALTASAR: ¿Dónde está? No la veo. ¡Ah, si era un ensayo! No me acordaba. Bueno voy a dormir y vosotros me avisáis. (Se duerme)
(Aparece la estrella juguetona)
NIÑOS: ¡La estrella! ¡La estrella!
BALTASAR: ¿Dónde? ¿Dónde? (Mira por todos lados menos donde está)
¡No la veo (Hacer que se callen). Yo os pregunto y vosotros me decís donde está.¿Abajo?
NIÑOS: ¡No!
BALTASAR: ¿Arriba?
NIÑOS: ¡Si!
BALTASAR: (Señalando mal) ¿Allí?
NIÑOS: ¡No!
BALTASAR: (Señalando bien) ¿Allí?
NIÑOS: ¡Si!
BALTASAR: ¡Ay, ay, ay...! Que esta no es la que esperaba. Esta es una estrella fugaz y juguetona que le gusta perseguirme y hacerme correr. ¡Ya viene! (La estrella le persigue y Baltasar corre) ¡Socorro! ¡Déjame en paz! ¡Vete de una vez! (La estrella se va) Menos mal. Voy a dormir y vosotros me avisáis. (Se duerme y aparece la estrella de verdad)
NIÑOS: ¡La estrella! ¡La estrella!
BALTASAR: ¿Dónde? ¿Dónde? ¡No la veo!. Vamos a hacer como antes. (Hacer que se callen). ¿Está ahí debajo?
NIÑOS: ¡No!
BALTASAR: (Señalando mal) ¿Está por allí?
NIÑOS: ¡No!
BALTASAR: (Señalando la estrella) ¿Está por allí?
NIÑOS: ¡Si!
BALTASAR: ¡Esta si que es! Vamos a saludarla. Decidla todos: ¡Buenas tardes estrella!
NIÑOS: ¡Buenas tardes estrella!
BALTASAR: Espera estrella que me voy contigo. (Echa a andar detrás de la estrella). ¡Adiós niños y niñas!
NIÑOS: ¡Adiós! (Desaparecen la estrella y el rey por un lado del escenario).
(Se les explica a los niños que va a aparecer Melchor, entra cantando)
MELCHOR: Soy Melchor, de los reyes el mejor. Soy Melchorcete, de los reyes el mas currete. (Se para y mira a los niños) ¡Buenas tardes!
NIÑOS: ¡Buenas tardes!
MELCHOR: ¿Me conocéis?
NIÑOS: ¡Si!
MELCHOR: ¿Quién soy?
NIÑOS: ¡Melchor!
MELCHOR: ¡Muy bien! Estoy buscando una estrella... ¿Habéis visto una estrella?
NIÑOS: ¡Si!
MELCHOR: ¿Por dónde se ha ido?
NIÑOS: ¡Por allí!
MELCHOR: (Señalando el extremo opuesto) ¿Por allí?
NIÑOS: ¡No!
MELCHOR: (Señalando bien) ¿Por allí?
NIÑOS: ¡Si!
(Va andando en esa dirección cuando aparece la estrella juguetona)
MELCHOR: ¿Es esa, verdad?.
NIÑOS: ¡No!
MELCHOR: Entonces ¿Quién es esa?
NIÑOS: ¡La estrella juguetona!
MELCHOR: ¿Porqué se llamará así? (La estrella baja y le persigue por todo el escenario) ¡Socorro! ¡Qué me pincha en el culo! ¡Ay! (Siguen un rato hasta que desaparecen por un lado)
(Aparece la estrella buena y después Baltasar, cuando van por el medio de la escena aparece Melchor)
MELCHOR: ¡Eh! ¡Tu! Si, no te hagas el tonto que te estoy llamando
BALTASAR: (Volviéndose a mirar a Melchor) ¿Quién eres tu?
MELCHOR: No lo sabe el tontorrón este. Decídselo niños. ¡Yo soy...!
NIÑOS: ¡Melchor!
BALTASAR: ¡Y qué quieres?
MELCHOR: Que dejes en paz a mi estrella.
BALTASAR: ¡Esa es mi estrella!
MELCHOR; ¡Es mía!
BALTASAR: ¡No! ¡Es mía!
(Siguen discutiendo y al final se pelean. Cuando están peleando aparece Gaspar)
GASPAR: ¡Alto! Por favor no discutáis mas! ¡Parad la pelea!
(Dejan de pelear y se le quedan mirando)
MELCHOR: ¿Y este de dónde ha salido?
BALTASAR: A este paso no vamos a caber en el escenario. ¿Quién eres tu?
GASPAR: Niños ¿vosotros lo sabéis?
NIÑOS: ¡Si!
GASPAR: ¿Quién soy?
NIÑOS: ¡Gaspar!
GASPAR: En lugar de discutir podíamos seguir el viaje los tres juntos detrás de la estrella. Sería más entretenido y podríamos hacernos muy amigos.
MELCHOR: Se lo podíamos preguntar a los niños. ¡Niños! ¿Seguimos juntos?
NIÑOS: ¡Si!
BALTASAR: Vale seguimos juntos y así entre los tres podemos vigilar mejor para que no nos pille descuidados la estrella juguetona.
MELCHOR: Avisadnos si la veis aparecer. ¿Vale?
NIÑOS: ¡Si!
(Salen los tres andando detrás de la estrella, enseguida aparece la juguetona por el extremo opuesto. Los niños chillan y la juguetona desaparece).
GASPAR: ¿Qué pasaba? No veo nada que me asuste.
NIÑOS: ¡La estrella juguetona!
BALTASAR: ¿Por dónde?
(Mientras están mirando a un extremo aparece por el otro y se repite el juego con los niños hasta que de pronto la ven y gritan).
MELCHOR: ¡Cuidado que viene! (Gritan y corren por el escenario uno detrás de otro perseguidos por la estrella hasta que uno tropieza y los otros le caen encima. La estrella juguetona se va y los reyes se levantan).
GASPAR: M e tiene harto. Esperad un momento que esto lo arreglo yo. (Se agacha y sale con una estaca bien grande). Cuando venga otra vez se va a llevar una sorpresa. Vamos a seguir.
(Siguen caminando y aparece la estrella juguetona. Melchor y Baltasar se ponen a gritar y a correr)
GASPAR: ¡Meteos detrás de mi! (Cuando la estrella llega a su altura le da un garrotazo y la persigue por todo el escenario). ¡Toma y toma y toma! (La estrella sube y se queda medio escondida)
MELCHOR Y BALTASAR: ¡Bien! ¡Bravo!
GASPAR: ¡Baja, vamos, atrévete! (La estrella se va)
MELCHOR: Ya podemos seguir tranquilos
BALTASAR: No me fío. La estrella juguetona igual nos hace una mala pasada. (Siguen caminando detrás de su estrella)
(De pronto aparece la juguetona con una cuerda, ata a la estrella buena y la obliga a ir en dirección contraria)
GASPAR: Me parece que vamos al revés... (La juguetona cambia de rumbo y los reyes van detrás)
MELCHOR: ¿Sabéis lo que os digo?. Yo me he cansado de dar vueltas, vamos a dormir un poco. (Los tres reyes se tumban y duermen, las estrellas se paran a esperar)
(Aparece el Angel)
ANGEL: ¿Que pasa aquí? ¿Qué hacen estos dormidos? Así como iban a llegar a Belén. Niños, ayudadme a despertarlos. Cuando yo diga tres, decimos ¡Gaspar, Melchor, Baltasar! Venga. ¡A la una, a las dos y a las tres!
NIÑOS: ¡Gaspar, Melchor, Baltasar! (No se despiertan)
ÁNGEL: Así no. Mucho más fuerte. ¡A la una, a las dos, a las tres!
NIÑOS: ¡Gaspar, Melchor, Baltasar! (Los reyes se despiertan).
GASPAR: ¿Qué pasa? ¿Porqué gritáis?
ÁNGEL: ¿Qué hacéis aquí y encima durmiendo? El Niño Jesús está esperando sus regalos y vosotros aquí dormidos. Pero...
MELCHOR: (Le interrumpe). ¡Espera, espera! No es culpa nuestra. La estrella se ha vuelto loca y no hace más que dar vueltas.
ÁNGEL: ¿La estrella se ha vuelto loca? Me extraña mucho, voy a ver que ha pasado. (Sube y ve lo que ha hecho la juguetona) Así que has sido tu otra vez, la estrella juguetona. ¿No te da vergüenza? Niños ¿esto está bien?
NIÑOS: ¡Nooo!
ÁNGEL: ¡Quita ahora mismo la cuerda a la pobre estrella y ayúdala a guiar a los Reyes al portal! (Le quita la cuerda, se pone a su lado y empiezan a moverse despacito en dirección correcta)
GASPAR: ¿Ya está todo arreglado?
MELCHOR: ¿Podemos seguir?
ÁNGEL: Si, podéis seguir, y más vale que vayáis deprisa, que estarán cansados de esperaros. Niños me han dicho que os sabéis un villancico de los Reyes, vamos a cantarlo mientras ellos siguen su camino.
(Los niños cantan y los Reyes y las estrellas salen del escenario).
Fernando Moreno
El cuento de Navidad de Hogol.
Cuenta una leyenda que hace ya mucho
tiempo un joven hogol llegó al mundo de los humanos, en busca de un nuevo lugar
donde vivir. Allí encontró ríos y lagos, montañas y llanuras, marismas y
desiertos, nieve, agua, nubes, y el mar... que bonito es el mar (pensaba el
hogol). Pero lo que más abundaba allí era la gente. El mundo de los humanos
está repleto de gente y la gran mayoría viven en pueblos y ciudades. A buen
seguro que son buenas personas para poder convivir todos juntos, y con este
pensamiento el hogol decidió quedarse a vivir con los humanos.
Pero rápidamente se dio cuenta que
las cosas no eran tan bonitas como él imaginaba. La gente que allí vivía era
físicamente igual que él y externamente no se podían diferenciar. Pero el
interior, la esencia de su ser tenía algo desconocido para él.
Se dio cuenta que los humanos no decían
lo que pensaban. Muchas veces incluso decían lo contrario de lo que pensaban.
Se enteró que muchas personas luchaban contra otras personas por motivos que él
no entendía, que la ignorancia y el desconocimiento provocaba el miedo y el
odio. El hogol no comprendía nada... allí nadie hacía nada por el mero placer
de hacerlo. Todas las cosas tenían un precio. Alguien le dijo que incluso la
amistad tenía un precio. ¿Como se pueden comprar los sentimientos, y con que
moneda se pueden pagar? Poco a poco, la pequeña lamparita que iluminaba su
corazón se fue apagando cada vez más. Aquello era muy diferente de lo que él
había imaginado y se sentía atrapado en un mundo cruel y despiadado. La gente
lo miraba de reojo y a veces podía sorprender a alguien que lo señalaba con el
dedo tras de si.
'Aquí el primero es uno mismo y el
resto importa poco', pensó Hogol mientras una lágrima se resistía a salir de
sus ojos
Aun así, había una cosa de aquel
mundo que él amaba: el mar. Era tan inmenso, tan misterioso, tan tranquilo
cuando estaba en calma, y tan poderoso cuando se enojaba... Siempre que se sentía
triste iba hasta la playa y allí, solo, mirando el horizonte a menudo lloraba
su tristeza.
Pero un día, mientras el hogol se
encontraba en la playa, repentinamente un viento suave y lejano acarició sus
mejillas. Y entre el rumor del viento pudo reconocer la voz del Hermano Árbol,
el árbol sabio que vive en Hogoland y gran amigo de todos los hogol.
- Hermano! Que alegría poder
escuchar tu voz!
- Hace tiempo que te veo en esta
playa, joven hogol. Y cada vez que lo hago te veo llorando. ¿Cual es el mal que
ha ahogado tu corazón?
- Tengo mucho miedo Gran Hermano...
- De que tienes miedo?
- La gente... aquí la gente es
diferente. No dicen lo que piensan y no hacen lo que sienten. Tengo miedo de
volverme como ellos, Hermano.
- No creas que son tan diferentes de
vosotros pero tienes razón: podrías convertirte en uno de ellos. Ten cuidado.
- ¿Quizás tú podrías ayudarme
Hermano?
- ¿Ayudarte como, joven hogol?
- Quizás podrías evitar que me
vuelva como ellos y hacer que sea feliz para siempre y que nunca más vuelva a
llorar. O aun mejor, ¿por que no los cambias a todos? Este mundo sería mucho
mejor, Gran Hermano!
- Sí, realmente seria un sitio
maravilloso para vivir, pero aunque tengo poderes mágicos, no son tan poderosos
como para conseguirlo.
La expresión de ilusión que por un
momento se había dibujado en la cara del Hogol se volvió a convertir en
tristeza y volvió a bajar su mirada.
- No llores, joven hogol. Así no
solucionarás tu problema.
-¿Yqué quieres que haga, Hermano?
Ni siquiera tú, con tus poderes puedes hacer nada! ¿Que puede hacer este pobre
Hogol?
- Puedes hacer muchas cosas (le
sonrió la voz). Tu mismo lo has dicho antes, piensalo un poco.
- ¿Qué es lo que he dicho antes?
- Que tenias miedo de volverte como
ellos. Si te puedes volver como ellos, no crees que ellos se pueden volver como
tú?
- ¿Como?
- Los humanos son como vosotros en
una cosa muy importante: no son malos por instinto. Los hacen volverse así. Por
los motivos que sean se vuelven así pero no lo son por naturaleza. Ahora piensa
un poco: si a ti te sorprende su manera de ser, de vivir, de sentir, no crees
que ellos también se sorprenden cuando te ven a ti? Quizás les puedas enseñar
a ver las cosas de otro modo, a hacer sonreír cuando alguien está triste, a
abrazar cuando alguien tiene miedo, a dar amor cuando encuentras un corazón
roto.
- ¿Crees que serviría de algo? Aquí
hay muchísima gente y yo conozco a muy pocas personas.
- No te preocupes por la cantidad,
lo importante es que contagies tu felicidad a la gente que conozcas. La
felicidad de uno mismo nunca lo es del todo si la gente que te rodea no es
feliz. Si haces lo que te pido Hogol, yo te concederé lo que me has pedido
antes.
- Hacer feliz todo este mundo?
- Hacer feliz todo este mundo, sí,
pero únicamente un día al año. Mis poderes no son tan grandes, pero puedo
hacer feliz a todos una vez al añol, siempre que tu cumplas tu parte del trato.
- Parece muy difícil eso que me
pides Hermano, los humanos tienen un mundo maravilloso pero viven de espaldas a
él. Pero lo intentaré, Gran Hermano.
- Has hablado con mucha sabiduría
joven hogol, recuerda: mientras tu hagas lo que has prometido yo cumpliré mi
parte, ¿de acuerdo?
- Sí, de acuerdo!
El hogol se descubrió de pié en la
playa con los brazos extendidos, igual que hacía cuando era pequeño allá en
Hogoland, junto al Gran Hermano cuando el viento soplaba.
Ya no lloraba, se sentía muy bien.
El Gran Hermano había venido de muy lejos para hablar con él. Esto no era muy
corriente... Quizás era una persona especialmente querida por el Gran Hermano.
Por primera vez en mucho tiempo el hogol sonrió mientras miraba como el sol se
hundía en el horizonte y la Luna empezaba a perseguirle.
¿Que le habrá hecho el Sol a la
Luna para que siempre lo esté persiguiendo? (se preguntaba el Hogol) Y con este
enigma en su cabeza volvió a casa para pasar la noche.
Al día siguiente por la mañana, el
hogol salió a la calle y se quedó maravillado. Había nevado! Todo era de
color blanco, que bonito! Pero algo extraño pasaba... todas las personas que
caminaban por la calle llevaban una sonrisa en su cara, y cuando se cruzaban se
saludaban. Y mirándolos a los ojos mientras lo hacían el hogol vio que esta
vez sí decían lo que pensaban y sí hacían lo que sentían. Las calles
estaban llenas de luces y colores y los niños corrían de un lugar a otro para
poder verlas todas, igual que las mariposas que vuelan hasta la luz de un farol.
- ¿Que sucede? (preguntó el hogol
a un hombre que paseaba por la calle)
- Hoy es Navidad!
- ¿Navidad?
- Claro! Hoy es un día de felicidad
para todos. Nos reunimos en nuestras casas y pasamos el día con la gente que
queremos y deseamos a todos que sean felices.
El hogol sonrió al darse cuenta que
el Gran Hermano había cumplido su palabra y que al menos, una vez al año aquel
mundo se parecía a Hogoland.
Y desde entonces aquel hogol ha
estado viajando por aquel mundo, siempre intentando compartir su felicidad con
la gente que ha ido conociendo. Haciendo sonreír al que está triste, abrazando
al que tiene miedo y dando amor al que tiene el corazón roto, tal como le pidió
el Gran Árbol. El Gran Hermano a cambio, cada año envía un día de felicidad
para todos. Y así será mientras el hogol cumpla su parte del trato.
Fin.