Felipe Varela y Alberto
Castellanos
La
dimensión estética
como política
y como poética
Entrevista con
Alberto Ruy
Sánchez
Revista La compañía de
los libros,
Editada por las Librerías Gandhi,
México, enero 2002
Felipe Varela: La primera
pregunta que yo te haría es ¿si Juan Amado, el protaginista de tu
libro En los labios del agua, visitara esta ciudad de México, dónde
encontraría el deseo?
Alberto Ruy Sánchez:
El deseo está en todas partes, está a la vuelta de la esquina,
está donde menos te lo esperes. El deseo no depende solamente de las
ciudades, pero las ciudades, con el azar de encuentros que provocan, hacen que
se multipliquen las posibilidades de reconocer a otros sonámbulos.
FV: En esta saga sobre
Mogador, ¿qué es lo que Los jardines secretos de Mogador le aporta a tus dos
anteriores libros sobre esa ciudad y qué le aporta a tu narrativa?
ARS: Cada volumen de este
ciclo sobre el deseo es un punto de vista distinto sobre un microcosmos, un
poco como un cubo cuyo interior se ha visto cada vez desde una ventana
diferente. Y en este sentido, en cada uno de los libros, hay diferentes
aportaciones, diferentes ángulos. En Los nombres del aire se habla del deseo
femenino. En Los labios del agua del deseo masculino. Y en Los
Jardines de Mogador hay una conjunción de deseos, hay un reto que impone la
mujer al hombre, hay una pregunta sobre las condiciones de encuentro de ambos
deseos.
Otra cosa presente en cada
uno de los volúmenes es que paulatinamente se va sabiendo quién
es el narrador, porque si tú recuerdas Los nombres del aire está escrito en
tercera persona, de ahí que no se sepa quién es el narrador. La
gente que lo lea puede pensar que fui yo. Pero en Los labios del agua, de alguna manera, se
desmiente que yo sea el narrador porque quién realmente lo está
narrando es Al Gazali, un hombre muy viejo y de otra época. Por otra
parte, Los labios del agua parece escrito por un hombre en primera persona, Juan
Amado, quien hace un retrato de todos sus deseos masculinos, incluyendo el deseo
de tener muchas mujeres. Y en Los Jardines secretos de Mogador se demuestra que no fue un
hombre el que escribió esa historia, sino una mujer, la abuela de la
protagonista de Los Jardines secretos de Mogador, que contó con
ironía la vida de su marido, Juan Amado, en primera persona.
Entonces hay una especie de
escalera de caracol y cada vez que avanzamos un escalón vemos hacia
abajo con una perspectiva más amplia. Así, esta estructura del
conjunto de las novelas va formando una espiral que nos permite ver diferentes
planos de la narración e ir viendo cómo cada narrador es siempre
una máscara. Y por lo tanto puede ser visto desde otro ángulo. No
porque “máscara” sea “ocultar” sino porque la
identidad misma es una máscara, incluso el deseo es también una
máscara, una representación, donde toda verdad es relativa.
FV: En este carácter
híbrido de los géneros literarios, si alguien te preguntara
qué es lo que escribes, poesía novelada, o novela poética,
¿qué responderías?
ARS: Yo te diría que
esa división es cultural. No es una división que esté
ahí, en la escritura misma. Por ejemplo, en Estados Unidos se hace una
distinción tajante entre lo que ellos llaman “no ficción”,
ficción y poesía. Y dentro de la ficción no admiten
fácilmente un tipo de escritura como la mía, que les resulta
demasiado poética. En la cultura francesa no tienes que explicarle a
nadie que esto es una novela porque están más acostumbrados a
esta escritura. En este sentido México tiene muchos más
vínculos con la cultura francesa que con la cultura anglosajona pues la
cultura francesa posee una literatura mucho más abierta y admite a los
géneros intermedios con mucha más facilidad.
Como quiera que sea, yo
primero escribo lo que necesito escribir y la clasificación
dependerá de quien lo lea. Hay quien ha querido clasificar mis libros
como poesía. Y hay quien los ha querido clasificar como novela. Y son
las dos cosas. A mi me gusta mucho una frase de Pier Paolo Pasolini cuando le
preguntaron qué era para él la prosa respondió que
“la prosa es la poesía que la poesía no es”.
¿Qué quiere decir? que es otro tipo de poesía. Por otra
parte, yo concibo mi labor como escritor no como la de alguien que está concluyendo
cada vez una novela o como la de un cineasta que terminó una
película. Emprenden una labor, la terminan y ya. Para mí, mis
novelas tienen más que ver con la labor del poeta. Se mete mi vida
personal, de diferentes maneras y con diferentes códigos, y mis libros
van nutriéndose de mi vida, y nunca terminan realmente: son libros de
poeta, aunque se presenten como novelas, en los cuales estoy yo y están
los instantes de lo que yo veo y de lo que estoy viviendo. Están llenos
de instantes con los cuales yo después hago una composición que
puede ser considerada una novela. Pero yo no me considero escritor de libros
aislados. Para mí la vida es eso, ir construyendo una obra general que
tiene sus canales secretos, que tiene sus maneras perversas de vincularse con
mi vida. Y en eso soy mucho más poeta que novelista.
FV: ¿Cuál es
el recuerdo más vivo que tienes de Octavio Paz?
ARS: Para mí Octavio
Paz fue una presencia afectiva muy importante. Los dos años y medio que
yo trabajé con él día a día fueron de una gran
enseñanza. Yo aprendí a admirarlo y a respetarlo cada vez más.
Yo había trabajado en Francia cerca de otros intelectuales que, en el
momento en que yo llegué a México, admiraba mucho más que
a Octavio, que fueron Michel Foucault, Jacques Ranciere y sobre todo Roland
Barthes. Pero a Octavio aprendí a admirarlo muy por encima de otras
personalidades.
FV: En este momento de tu vida, cara a tu
propia obra, ¿qué es lo que piensas cuando ves hacia
atrás?
ARS: Que apenas comienzo a
esbozar lo que quiero hacer como narrador. Que me falta mucho por escribir. Es
muy extraño porque yo tengo una obra de ensayista mucho más
amplia que mi obra narrativa y, por supuesto, como todo el mundo, he dedicado
muchas más horas de lectura a otras obras que a lo que yo he escrito.
Pero yo no soy alguien acumulativo, pues siempre he tenido mala memoria. Cuando
yo veo mis libros de ensayos me doy cuenta que yo pasé por los libros
que cito pero nunca le he dado un valor muy grande a la erudición. Por
lo tanto yo me siento como alguien que pasa por la cultura y la disfruta y la puede
usar para hacer ensayos, para presentarla a los demás, para pensar y difundir
una obra, pero yo no acumulo en mi memoria todo eso. Entonces todo el
conocimiento de Gide y de otros escritores sobre los que he escrito me ha
marcado, me ha dejado huellas profundas. Algunos han entrado en mi cuerpo hasta
después convertirse en obra mía, han alimentando con sus
preocupaciones mis propias preocupaciones, pero no es algo que yo acumule como
un erudito. Es más, te puedo decir que cada vez voy olvidando más
lo que he leído. E incluso voy olvidando mis propios libros.
FV: Y ahora que has
mencionado a Gide, ¿no se encuentra en tu obra, como herencia literaria,
el desencanto?
ARS: No porque en Francia yo
tuve una educación no sólo literaria sino también de
reflexión política y, necesariamente, toda reflexión
política tiene que ser crítica, porque en la política no
solamente está la
acción de los hombres por una sociedad mejor, sino que están
también todas las villanías y todas las atrocidades cometidas en
nombre de las utopías. Entonces, estudiar política implica
siempre una desilusión, pero no debe ser una desilusión vital,
sino que tiene que ser una desilusión que te permita ser crítico
ante cualquier utopía que se te presente. Entonces yo no me considero
alguien especialmente depresivo y sin embargo he escrito mucho sobre la
melancolía. Es un tema que me interesa y que he sentido como propio. No
tiene que ver solamente con la desilusión política, tiene que ver
con la melancolía casi como un método de conocimiento que nos
salva de los entusiasmos brutos. En Francia, también tuve una
educación filosófica y parte de la naturaleza de cualquier
reflexión es una buena dosis de escepticismo y de duda, lo cual no te
impide entusiasmarte por ciertas cosas, pero siempre hay que tener la duda en
la mano.
FV: ¿Y qué le
aportaría a un mexicano la lectura de tu obra en estos momentos en el
que el escepticismo parece ser la
atmósfera que nos invade?
ARS: Bueno, en Los
Jardines secretos de Mogador está, implícita y explícitamente, la
voluntad de algunos personajes por encontrar paraísos cotidianos.
Está la afirmación de que es posible encontrar paraísos
cotidianos sin una utopía permanente, porque son jardines móviles
que tienen la fragilidad del deseo y la fragilidad del encuentro amoroso. Es
una afirmación de la vida pero en la que se le dice a la gente
“Nada está adquirido para siempre, si quieres paraíso, lo
puedes encontrar, pero se acaba en un instante y tienes que volver a comenzar
inmediatamente para buscarlo y para tal vez volverlo a encontrar”.
Entonces hay escepticismo, pero al mismo tiempo hay una actitud positiva en el
sentido de que se afirma la posibilidad de ser feliz a pesar de todo. Pero
depende mucho de la imaginación que tengamos para abrir en este mundo
nuestra posibilidad de paraíso. Ahora, ¿qué le
aportará a la gente en concreto? No lo sé, porque todo libro es
una mano extendida que el lector toma o no toma y cuando tú extiendes la
mano la persona que toma tu mano lee en ella algo más o algo menos de lo
que tú escribiste ahí. Siempre hay un misterio en un libro que se
publica, nunca sabes cómo va a ser tomado. Para mí todavía
está abierta la gran curiosidad de ver qué pasará con este
nuevo libro y cómo será leído, tanto positiva como
negativamente. Se presentó en la feria de Guadalajara y ya empecé
a tener correspondencia de gente para la cual significa algo. Ya veremos
qué sucede.
Alberto Castellanos: Aparte
de tu obra literaria, tu presencia en esos círculos franceses tan
politizados contrastan mucho con lo que haces actualmente. No sé si
esté en lo correcto pero me parece observar un cierto denostamiento de
la acción política. Muy por el contrario, hoy propones una
vía estética.
ARS: Yo pienso que en
mí país, un país como el nuestro, la modernidad, que es
necesaria, muchas veces ha implicado la negación de la dimensión
estética de la vida. Es un acto político importante afirmar la
importancia de la dimensión estética y su recuperación.
Nosotros tenemos el gran privilegio de que está muy viva no solamente en
nuestros creadores contemporáneos, en nuestros artistas, sino en
nuestros creadores artesanales. Y es una dimensión que se ha perdido en
muchos lugares y que necesitamos reafirmar. Y sobre todo se está
transformando porque no está aislada del mundo contemporáneo. Es
muy importante que la transición a la modernidad de México no
olvide esta dimensión estética. Entonces más que una
denostación de la política, afirmar la estética que nos
rodea en la polis para mí es un reto, que todos tenemos. Yo quiero hacer la
afirmación de lo que en México va a perdurar a través de
los gobiernos, tengan la ideología que tengan. Y si está Fox, que
es un hombre inculto y dado a la barbarie de la modernidad, tenemos que luchar por
afirmar esta dimensión estética y cultural, porque dentro de su
equipo hay gente que sí es sensible a estas cosas. Y si viene
después un gobierno izquierdista, si viene también un
López Obrador, que también es un hombre inculto y enemigo de la
cultura, hay que afirmar a la gente que esté cerca de él para que
sea sensible a la dimensión estética de la vida. Afirmar la
dimensión estética de la vida es afirmar la vida en unos valores
que van más allá de la política y eso se convierte en una
afirmación política.
AC: ¿Pero cómo
es esa comunicación entre estética y política?
¿Cómo se establece?
ARS: Yo pienso que se establece a
través de la sensibilidad, de educar la sensibilidad, el gusto y el
deseo de una vida mejor en sus cualidades estéticas. Ya dijo Octavio Paz,
por ejemplo, que el surrealismo no sólo es un movimiento sino es una
sensibilidad. Es decir, una apertura de lo que vemos y cómo lo vemos
para entender que en la vida hay algo más. En este sentido Francisco
Toledo se ha convertido en una especie de ombudsman, es decir, una conciencia
cívica que ha defendido la dimensión estética de la ciudad
de Oaxaca y del estado mismo. Su sensibilidad estética se ha convertido
en una lucha política por la defensa de la ciudad y de la vida civil con
dimensión estética. Gracias a Francisco Toledo Oaxaca es una
ciudad excepcional, independientemente de la riqueza que ya tenía. En
México tenemos muchas ciudades como Oaxaca que no han tenido su
Francisco Toledo, otras que sí. Y eso es un acto político que le
da fuerza a la ciudad y a quien la gobierne, más allá de los
sindicatos y al partido al que pertenezca. Entonces, la sensibilidad transforma
las posibilidades de la política. Salinas utilizó a las artes
para atraer hacia México inversión extranjera. Fox, como es muy
pobre culturalmente, no se ha dado cuenta de que la cultura mexicana le
podría servir mucho a él y que, bien manejada, invirtiendo en
ella de una manera que él no sabe, podría ser uno de los puentes
de México hacia le mundo, mucho más fuerte que la
mitología del cambio democrático, porque esa es una
mitología que se gasta cuando se descubre la realidad de lo que
sí cambia y de lo que no cambia. Mientras que la verdad de la fuerza
cultural y de la dimensión estética de México, que no tiene
en la misma proporción ningún país de América
Latina y que no tienen en la misma dimensión ni los Estados Unidos ni
Canadá, pudiera ser un arma política y económica
impresionante que él no sabe usar. Y eso es muy importante. Hay cosas
que van a funcionar más a largo plazo. Los jardineros y otro
trabajadores que van a EU van a terminar diluyendo el imperio y muchos de ellos
sobreviven mucho mejor que la gente que se queda en México. Entonces, la
vida es todo el conjunto de todos los fenómenos que suceden, pero en la
afirmación estética hay una salida que no ha sido examinada por
nuestros planeadores económicos con la suficiente fuerza y sutileza.
AC: Y ¿qué
tanta apertura estética encuentras para sacar adelante este trabajo de Artes
de México y para la promoción de la experiencia estética?
ARS: Después de
tantos años tenemos afortunadamente una audiencia amplia y fiel, pero
por supuesto hay también muchísimas dificultades. Dependemos en
gran parte del medio publicitario que no siempre es sensible a publicaciones
como la nuestra. No siempre saben cómo usarnos yDependemos muchas veces
de empresarios que son muy sensibles a lo que hacemos y otros que no lo son.
Dependemos también de instancias oficiales que a veces son sensibles y
otras veces no lo son. Es decir, nosotros hemos establecido una
pluridependencia que es como un caleidoscopio donde a veces nuestros bonos suben
y bajan. Yo soy un ferviente optimista en el sentido de que la gente siempre te
puede sorprender positivamente y de que hasta el más cerrado puede de
pronto abrirse. Incluyendo a los políticos.