El mejor afrodisíaco

La ingenuidad de la naturaleza humana es tal, que todo lo que puede comerse o beberse sin que revista algo de muerte – e incluso sustancias que entrañan ese riesgo – se han utilizadocomo afrodisíaco para azuzar el deseo. Como bien se sabe y está documentado, en tiempos remotos la nobleza se beneficiaba de los testículos de ciervos y toros para este propósito, sin duda en rodajas y ligeramente asados a la parrilla y rebozados con pan rallado.

En tiempos más recientes, el apio y los espárragos se consideraron eficaces, en razón de su forma similar al órgano masculino en estado de erección. Poco hay que decir de las costosas pociones y polvos que pueden conseguirse de dudosos farmacéuticos, pues, mientas algunos remedios sólo consisten en azúcar teñido, otros son altamente inflamatorios y encierran un peligro de muerte proporcional al de su poder de excitación. Hace menos de treinta, el presidente de la República francesa, Félix Faure, murió desnudo en brazos de su joven querida, debido a una sobredosis de píldoras especiales, que había tomado para estimular sus apetitos. En esta triste ocasión, fue difícil evitar el escándalo público.

Y, sin embargo, existe un afrodisíaco que nunca falla, que no presenta una toxicidad peligrosa y que no cuesta nada: la imaginación.


Anne-Marie Villefranche, “Locuras de amor”




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