Udana Power




La tentación


Ella se llevó los dedos a la boca para jugar con la húmeda saliva de la lengua, mientras con los dedos de la mano izquierda trazaba ligeros círculos en la parte interior de los muslos y sobre el suave montículo de pelo oscuro. En la base de la columna sentía corrientes eléctricas que se expandían y vibraban por todo su cuerpo. Se sentía libre y dichosa de jugar con su cuerpo delante de su marido, sobre todo cuando él estaba atrapado en una conversación telefónica. Sintió una oleada de poder cuando se dio cuenta de lo hipnotizado que lo tenía.

- ¿Amy? – repetía él al teléfono -. Ah, sí, tiene que estar por aquí. – Seguía mirándola, atónito. Fingiendo que la llamaba a la otra habitación, gritó -: ¡Amy! – Luego la miró con ojos vacíos, esperando algún tipo de señal. Amy bajó los dos dedos mojados entre sus piernas, muy abiertas. La pierna izquierda, apoyada en la mesa, sostenía todo su cuerpo de modo que ella podía subir las caderas para que él pudiese ver con claridad lo que estaba ocurriendo. Abrió los pliegues de los labios y deslizó los dedos en la humedad de los pliegues interiores de su vulva. Oh, Dios, aquello era maravilloso. Húmedo y cálido. Apartó los labios para que Mac pudiera ver la hermosa carne roja, llena de pasión.

Mac, atónito, se llevó el auricular a la oreja y dijo:

- No sé dónde está. No puede ponerse ahora. Llame más tarde.

Tanteó hasta que encontró el teléfono, y colgó.

- Quédate ahí, ordenó ella con voz ronca antes de que él pudiera hacer un ademán.

No quería que la tocase. Todavía no. Sólo que mirara. Se sentía tan hermosa, tan sensual, tan feliz y tan libre… Mientras seguía extendiendo la humedad por la abertura de su vagina, vio el bulto que crecía en bajo sus pantalones.

Udana Power: “La vida privada de la señora Herman.”

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