De Mempo Giardinelli



Ella reclinó su asiento...


Ella reclinó su asiento y extendió las piernas, dejando que el vestido, una minifalda, se trepara aún más sobre los muslos. Era una invitación, carajo, qué descaro, qué hembra, debe saber que la estoy mirando, cómo no va a saberlo, si lo hace a propósito, hija de puta, me calienta impunemente. Y no podía dejar de mirar, siempre de reojo, las piernas enfundadas y la mini que parecía querer seguir subiéndose y Dios mío cómo será esa vaginita, toda mojada, me tienta, me tienta, y ahora se me para, ay carajo es incómodo viajar así, tengo que hacer algo. Pero en realidad no dejaba de pensar que lo que tenía que hacer era metérsela, negra linda vas a ver lo que te doy. Y ella, como respondiendo a sus pensamientos, con los ojos cerrados inclinó la cabeza hacia él y pareció que sonreía de pura placidez, como disponiéndose a dormitar recordando la última vez que le habían hecho el amor, acaso una hora antes, o como una niña que se duerme sabiendo que al día siguiente su tío más querido la llevará al zoológico. Y miró su boca semiabierta, de labios perfectamente delineados, de una carnosidad que invitaba a beber de ellos, húmedos como una pera jugosa pero del color de una cereza pálida. Y la miró con descaro, jurándose que si ella abría los ojos no desviaría la mirada; le sonreiría y diría algo en su chapucero inglés a ver qué pasaba. La observó respirar por la boca, que se empeñaba en resecársele, y metió su vista en el valle de esos pechos soberbios, increíblemente grandes y firmes, y se imaginó acariciándolos. No cabrían en sus manos, sobraría tersura por los cuatro costados. Y los pezones, ay, se notaban bajo el satén y parecían champiñones colocados al revés, así de carnosos, así de morenos. Y cuando ella pestañeó sin abrir los ojos todavía, pero anunciando que los abriría, él desvió los suyos rápida, vergonzantemente, hasta clavarlos en el respaldo del asiento de adelante, sintiéndose ruborizado, cobarde como el Henry de Crane antes de Chancellorsville.

Mempo Giardinelli, Sentimental Journey

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