Pedro de Silva
Enigma en mitad de la tarde
Después de un inicio apasionado, sin quitarse la ropa, ella, de pronto, le dice a Kurt que no desea seguir. Él piensa que con ello busca, conscientemente o no, ir componiendo una escena de resistencia que al fin sea vencida en un simulacro de violación, que siempre ha sido su gusto. Se desnudan, pese a todo, y ya, en la cama, Kurt va descubriendo que la inesperada actitud no es un juego, pues no se manifiesta en resistencia física, sino en renuencia y pasividad. Kurt logra encontrar otra vez en ella el hilo perdido de la pasión, tira con fuerza de él, y la desata, pero comprende que, aun sin violencia, ha forzado una puerta que en verdad se había cerrado. Aunque el encuentro está lleno de placer, no ha habido entrega por parte de ella, ni desmedimiento. Kurt especula. Piensa que ella guarda en sí algo que antes no estaba, y se resiste a que este fluido se mezcle con los del cuerpo, y vaya, con ellos, al sumidero final de una fornicación. Piensa, también, que puede haberse tropezado con una intuición: la dignidad de la renuncia, hecha del presentimiento de que la naturaleza es vulgar.
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