Vicente Muñoz Puelles

Juegos de prendas


Poco a poco, con repentinas excitaciones y risas, ella le fue vistiendo con sus propias prendas, redujo bajo las bragas el pene palpitante y le abrochó los botones laterales de la combinación hasta donde pudo. Con similar lentitud iba él enfundándola en su slip y en sus pantalones. Para ponerle las medias, ella le hizo sentarse. Por fin, él le anudó la corbata y ella le maquilló ojos y labios y le peinó de forma que su cabello, que en los últimos meses se había dejado crecer, pareciese más largo y femenino. Luego se inspeccionaron mutuamente, divertidos, y de pronto se quedaron serios e inmóviles, como si les costase imaginar que aquel cambio había afectado sólo a sus ropas.

Y fue ella quien le empujó al lecho y se arrojó como un hombre contra él, restregándose contra un cuerpo que, en aquel momento de intensa excitación, confundía con el suyo. Su primer orgasmo sobrevino como un exquisito tormento: tanto gozaba que le brotaron lágrimas. El, sin embargo, necesitó levantarse las faldas y penetrarla; en los espejos se veía a sí mismo ondulando el cuerpo bajo el de la mujer. Ella se observaba como si estuviera haciendo el amor a sí misma, y pudo sentir el orgasmo ajeno como propio. Ambos se miraron en el otro, transfigurados por el goce, y casi creyeron ser uno solo cuando se derrumbaron en todos los cristales que rodeaban el lecho.

Vicente Muñoz Puelles, “Amor burgués”


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