Gabriel García Márquez





Mientras el niño jugaba

Mientras el niño jugaba en el patio, él esperó en la hamaca, temblando de ansiedad, sabiendo que Pilar Ternera tenía que pasar por ahí. Llegó. Arcadio la agarró por la muñeca y trató de meterla en la hamaca. “No puedo, no puedo”, dijo Pilar Ternera horrorizada. “No te imaginas como quisiera complacerte, pero Dios es testigo que no puedo”. Arcadio la agarró por la cintura con su tremenda fuerza hereditaria, y sintió que el mundo se le borraba al contacto de su piel. “No te hagas santa”, decía. “Al fin, todo el mundo sabe que eres una puta”. Pilar se sobrepuso al asco que le inspiraba su miserable destino.
- Los niños se van a dar cuenta – murumuró -. Es mejor que esta noche dejes la puerta sin tranca.
Arcadio la esperó aquella noche titiritando de fiebre en la hamaca. Esperó sin dormir, oyendo los grillos alborotados de la madrugada in término y el horario implacable de los alcaravanes, cada vez más convencido de que lo habían engañado. De pronto, cuando la ansiedad se había descompuesto en rabia, la puerta se abrió. Pocos meses después, frente al pelotón de fusilamiento, Arcadio habría de revivir los pasos perdidos en el salón de clases, los tropiezos contra los escaños, y por último la densidad de un cuerpo en las tinieblas del cuarto y los latidos del aire bombeando por un corazón que no era suyo. Extendió la mano y encontró otra mano, con dos sortijas en un mismo dedo, que estaba a punto de naufragar en la oscuridad. Sintió la nervadura de sus venas, el pulso de su infortunio, y sintió la palma húmeda con la línea de la vida tronchada en la base del pulgar por el zarpazo de la muerte. Entonces comprendió que no era esa la mujer que esperaba, porque no olía a humo sino a brillantina de florecitas, y tenía los senos infladosy ciegos con pezones de hombre, y el sexo pétreo y redondo como una nuez, y la ternura caótica de la inexperiencia exaltada.

Gabriel García Márquez, colombiano, es autor de Cien años de soledad, Noticias de un secuestro, y El general no tiene quien le escriba.

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