''El arte y la sexualidad son la misma cosa'', convicción de Picasso al crear su obra erótica

(Nota tomada de la página de internet del periódico La Jornada -www.jornada.unam.mx-, correspondiente al 2 de noviembre del 2001)

VIERNES ¤ 2 ¤ NOVIEMBRE ¤ 2001

¤ La exposición itinerante del pintor malagueño hace escala en Barcelona

''El arte y la sexualidad son la misma cosa'', convicción de Picasso al crear su obra erótica

¤ A los 12 años plasmó sus primeras interrogantes y afirmaciones sobre el tema

¤ Incluye 290 piezas entre dibujos, pinturas, cerámicas y esculturas

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 1o. de noviembre. El Picasso de 12 años que pintaba con lápices de colores un falo erecto, sonriente y extasiado, hasta el Picasso en el ocaso de la vida, voyeurista y siempre irreverente; son el principio y el final de la exposición que alberga el Museo Picasso de Barcelona, la primera que reúne de forma monográfica 290 obras que rezuman erotismo y transgresión, y que sacuden, sin tapujos, los cimientos del puritanismo.

Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881), uno de los pintores más fértiles e innovadores del siglo pasado, recurrió al mito del Minotauro y al torbellino de la pasión y el erotismo para violar la censura social y religiosa respecto de una faceta nodal del artista, la sexualidad, vista desde diversos ángulos estéticos y morales y siempre esencial en el fulgor creativo del pintor malagueño.

Picasso tenía 12 años cuando plasmó, con una mezcla de inocencia y precocidad, sus primeras interrogantes y afirmaciones acerca de la sexualidad. Eran los primeros años del siglo pasado cuando el genial y controvertido artista establecía una relación, a la postre incestuosa, entre la creación artística y los entresijos de la pasión humana. El mismo, antes de morir, afirmó tajante lo que quizá sea una de las constantes más irrefutables de su obra: ''El arte y la sexualidad son la misma cosa''.

Testimonios autobiográficos

La obra erótica de Picasso, que según los especialistas es ''toda'', no se había podido contemplar jamás como en esta exposición monográfica, que logró recuperar de las bodegas polvorientas de algunos museos y colecciones privadas, cuadros y esculturas que expuestos de manera cronológica ofrecen un sentido histórico y biográfico a la trayectoria artística y humana del autor del Gernika: la ''época azul'', el ''periodo rosa'', el cubismo, el neoclasicismo, el surrealismo y sus ''obras de madurez".

Estas 290 piezas, desde dibujos en cuadernos escolares hasta cerámicas y esculturas hechas entre 1894 y 1972 (un año antes de su muerte), son al mismo tiempo testimonios autobiográficos del propio Picasso, que siempre elevó hasta el misterio de la pintura su propia vida: sus amantes, sus esposas, sus novias, sus incesantes visitas a los burdeles de la beata Barcelona de antes de la Guerra Civil o del París revolucionario de finales de los años sesenta.

Picasso convierte al Minotauro -mitad humano, mitad animal- en su alter ego en esta búsqueda perpetua, por medio de la plástica, del erotismo. Con él recorre asuntos tan nobles como controvertidos: el beso, el abrazo, la caricia, la felación, la ''bestialidad'', el ''exhibicionismo'', el voyeurismo y, por qué no, el priapismo de su adolescencia precoz.

Cuando Picasso tenía 26 años pintó lo que después se convertiría en uno de los cuadros fundacionales del arte moderno: Las señoritas de Aviñón, inspirado en el burdel barcelonés de la calle de Avinyo, que no de la ciudad francesa, al que Picasso y sus contertulios eran asiduos y desde donde Pablo Ruiz continuó durante unos años su diálogo individual con el erotismo, el sexo, la pasión.

En los años treinta, Picasso inicia otra pulsión erótica, la del pintor y su modelo, que recupera de Rembrandt y que retomaría dos décadas después para nunca dejarlo. ''La relación entre el pintor, la modelo y la pintura, la tensión latente entre ellos, la resolución de esta a nivel plástico y también a nivel humano, es uno de los grandes temas recurrentes en la obra de Picasso. El abrazo apasionado de la modelo y el pintor es una metáfora de la posesión, no sólo sexual, sino también pictórica'', reseñó J. Navarro Arisa en una crítica publicada en la revista Arte.

Ese leitmotiv, en perpetuo cambio, no fue obstáculo para que Picasso plasmara con nitidez sus demás obsesiones en los últimos años de su prolífica vida, entre los que destacan las últimas series de grabados del pintor: La Maison Tellier, inspirada en los monotipos de Degas, en los que el artista es al mismo tiempo el creador y el voyeur.

Muestra itinerante

Picasso erótico es una exposición que ha logrado ver la luz gracias a dos personas, ambos franceses: Jean-Jacques Lebel, escritor y periodista que levantó la voz ante la sistemática postergación del Picasso irreverente y sexualmente displiscente ante los ojos de la moral social y religiosa; y Gerard Regnier, el comisario general y experto en la obra de Picasso, que recogió el desafío y se concentró los últimos dos años en darle forma y contenido a esta ''afrenta al puritanismo''.

La exposición, que concluirá el 20 de enero, se ha visto en París, donde tuvo cerca de 200 mil visitantes; en Montreal, la cifra alcanzó 240 mil y en la instalación se recreó, como recibimiento, un burdel de la Barcelona de los años treinta.

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