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Ancash  Perú

Visite Pallasca, cuando quiera. Pero le recomendamos, cariñosamente, hacerlo en los días de fiesta: Mayo (Fiesta de las cruces y del       "Toro de Trapo") y Junio (Fiesta Patronal de San Juan Bautista); son días       primaverales. Pero si lo que busca es la emoción inigualable que provocan       las lluvias más o menos torrenciales, con rayos, truenos y granizo, entonces prepare       sus chivas y, desde Fiori (en Lima), haga el viaje entre diciembre y marzo. No le       irá bien, le irá de maravillas. Porque Pallasca, es decir, Pallasquita       Linda (como la llamaba don "Moshe" Huerta, es parte insustituible, casi principal, del       Paraíso.  

   

B                                                                                                                                                    

                    PALLASQUITA LINDA

POETAS PALLASQUINOS

VICTOR H.  ACOSTA

 

Víctor H. Acosta, nació en la ciudad de Pallasca pero hasta su muerte vivió en Cabana. Muy joven publicó “Sentidas” (Lima, 1929), poemario que llevaba el prólogo de Teófilo Porturas, con quien compartió experiencias de aprendizaje y creación en Trujillo, frecuentando en su adolescencia a poetas y escritores del Grupo Norte, como Antenor Orrego. Su poesía se caracteriza por una extraordinaria riqueza expresiva, además de musicalidad y ternura. “Ave que muere” es, quizás, el poema más recordado, celebrado y recitado, especialmente por las damas pallasquinas.

 

 

Ave que muere

(A Eduardo Gonzalez L.)

 

Callado estaba el campo...De la fuente escondida

Por los juntos jugaban traviesas mariposas

Cual una blanca lluvia de pétalos de rosas

Desgranada entre aromas sobre el agua dormida.

 

Ensartada vi al ave en el zarzal umbroso:

Destrozadas las alas gimiendo lastimera.

Agonizante, triste, con la visión postrera

Del bosque, del collado, del valle silencioso.

 

Parece que aún la veo allá en la espesa fronda,

Retorcerse agitada, tendiendo un ala herida;

Y en la hierba tupida

En do su sangre esconde

Llorar parece el resto de otra ala desprendida.

 

Parece que aún distingo al cazador cobarde

De la tapia ruinosa apuntar al ramaje,

Cuando al morir la tarde

Puso fin a sus días

Del ave alegre, tierna, que con sus melodías

Animaba el paisaje.

 

¡No más esa ave infausta sacudirá el plumaje!

No más enternecida revolará en el paraje;

No más trinando alegre regresará al boscaje

No más volverá al campo ni al nido abandonado

 

 

 

En las orillas del Tablachaca

A mi amigo Artemio Bocanegra

 

¡Detente un momento río torrentoso!

Para en tu carrera

Río caudaloso.

Que aquí en tu ribera

Con arma sonora

Te canta y llora

Un poeta de amor.

 

No espantes a las aves con tu ronco bramido

Déjalas que escuchen de mi arpa el sonar,

Como soy andante tal vez su tañido

Por otros lugares he de ir a dejar.

 

Qué bello te arrastras por entre esas flores

De tantos colores, y el grato vadear

De vacas agrestes y rudos pastores

Que pasan y pasan la tarde al fugar.

 

¡Qué alegre es el valle! ¡Qué dulce tu vida!

Qué grato es ¡oh río! Tu sordo gemir;

Tu música vaga hoy a mi alma convida

Por estos instantes contigo a reír.

 

 

 

Amigos, cuando yo muera...

 

 

Amigos, cuando yo muera

Os ruego que me entierren allá en nuestro cementerio;

Quiero que caven mi fosa

Por el lado del camino,

En aquel rincón florido

Donde pueda oír el canto

Del zorzal y del jilguero

Canto que me arrulló tanto

Cuando iba en tardes de enero

A cazar trovas al campo

 

Donde escuche por la lomas

Las canciones del viajero,

El ladrar del perdiguero

Y el llanto de la paloma;

 

Donde me canten las aguas

De la plácida quebrada,

El hato, la descuidada

Laguna verdeazulada

Y el ábrego de las pampas

Rondador del camposanto,

 

Donde yo atienda a las quejas

De la tórtola agorero;

Al búho sobre las tejas

Olfateando misereres...

Y después...quiero que solo,

Solo conforme he vivido

Me abandonen y me hundan

Lejos de toda tumba;

¡Lo más cerca del olvido!

 

Leerán mis poemas cuando lleguen las sombras

De la muerte a cubrirme en mi negro aposento!

Los pedazos de mi alma! Los vestigios de un hombre

Andariego que daba sus quejidos al viento...

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Las hermosas vistas fotográficas que aquí se muestran se las debemos a Elvia Benavente e Ireno Aguilar.  El bello paisaje musical que sirve de fondo-"Tren andino"-,  pertenece al talento y la sensibilidad de Carlos Carty Maraví.  A ellos nuestra gratitud.

 © Cactus/ Cultura contra el desierto. Lima, Perú, 2005.