DPTO: FRANCISCO MORAZÅN
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MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA
... PUENTE MALLOL ...
A pie o en automóvil, al pasar sobre el Río Choluteca por el puente que une a Tegucigalpa con Comayagüela desde la vieja Casa Presidencial, hoy Museo de la República, hasta la Calle Real, muchos desconocen la historia de esta obra que se levantó en el siglo antepasado y que se bautizó con el apellido del último alcalde español de la Villa de San Miguel de Heredia.
El licenciado don Narciso Mallol, originario de Valencia, España, se hizo cargo de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa en 1817 y desde el inicio de su gestión, aún cuando encontró un ambiente desfavorable por parte de los criollos que ya profesaban ideas independendistas, esbozó planes progresistas para transformar a la población que el Rey le había confiado para gobernar. Una vez instalado, sus primeras acciones se encaminaron a remodelar la edificación donde se encontraba la Casa de Rescates, posteriormente Casa de la Moneda y que después sirvió para albergar la Tipografía Nacional, proponiéndose poner en marcha tres proyectos, el primero un edificio para sede de la Alcaldía que no pudo cristalizar, el segundo un puente que uniera a Tegucigalpa con Comayagüela utilizando uno de los pasos más secos del río Grande y muy cerca de la confluencia con el río Oro o Chiquito.
Hombre emprendedor y perseverante, logró obtener los fondos para iniciar los trabajos de este último proyecto, contratando los servicios de don José María Rojas para que elaborara los planos de conformidad al lugar seleccionado para construir el paso al final de la Cuesta del Río del lado de la Villa y con la Calle Real en Comayagüela.
No muy satisfecho con el diseño de don "Chema" Rojas, el licenciado Mallol que años antes de nombrársele Alcalde Mayor de Tegucigalpa había residido en Guatemala, llamó al ingeniero de esa nacionalidad don Juan Bautista Jáuregui para que hiciera los cambios que él creía necesarios a fin de iniciar la obra que el funcionario español acariciaba como un objetivo fundamental de su gobierno.
Un hermano de mi bisabuela paterna, el maestro constructor don Miguel Rafael Valladares, ascendiente directo del licenciado Olban Francisco Valladares Ordóñez, fue seleccionado para dirigir los trabajos y se le dio libertad para contratar albañiles, carpinteros y peones que levantarían el puente de diez arcos asentados en pilastras de piedra.
Ladrillos cocinados en los hornos de "Milpa Grande" (El Guanacaste), piedras de las canteras de la Villa, cal, arena, madera y otros materiales fueron acarreados para levantar la obra en una época donde no se conocían las varillas de hierro ni el cemento, ni máquinas para levantar las moles pétreas que se acomodaron desde el lecho del río.
Don Narciso Mallol se encargaba de supervisar personalmente los trabajos y hacía sentir su autoridad contra aquellos que obstaculizaban su acariciada obra porque no admitía que su puente se retrasara por ningún motivo y que se terminara en el período de dos años, salvando el tiempo perdido en las temporadas difíciles cuando las riadas del Choluteca en la época de invierno corrían con fuerza representando un peligro para la construcción.
El puente, se terminó en 1821, año en que falleció don Narciso y en el que Honduras junto a las demás provincias de Centro América proclamaron su Independencia del Reino de España. Originalmente su cuerpo central entre arco y arco, se encofró sólidamente para resistir el peso de más de veinte carretas en línea cargadas al máximo, dejándole a sus laterales protección con muros de metro y medio de alto.
Al inaugurarse, las autoridades de Tegucigalpa, cuando el noble Ayuntamiento ya fungía bajo la égida de hondureños, decidieron honrar la memoria del alcalde peninsular licenciado Narciso Mallol y lo bautizaron como EL PUENTE MALLOL.
Fuerte, desafiando a las embravecidas corrientes del otrora caudaloso Río Grande, EL MALLOL resistió por 85 años los golpes de las aguas que impetuosas se desplazaban bajo sus arcos, pero en octubre de 1906, una creciente sin precedentes que arrastraba árboles, enormes piedras y otros materiales pesados, impactó contra sus más bajos arcos recostados a la aproximación de Comayagüela destruyéndolos y dejando incomunicadas a las ciudades gemelas, cuyos vecinos tuvieron que ingeniárselas con garrochas y canastas para transportarse de lado a lado.
EL MALLOL, había sido herido, pero no así la voluntad de los habitantes de la ya entonces capital de la República quienes se dedicaron a restituir los arcos que colapsaron y el gobierno decidió en 1908 levantar frente al puente y tomando el centro del paso del río, un enorme diamante de piedra que sirviera para dividir las aguas y evitar que las fuerzas de las mismas volvieran a dañar su estructura, se habilitaron los pasamanos para el uso de peatones y se reforzó la aproximación de Comayagüela con un gran muro de piedra.
Copiosos inviernos demostraron después de 1906 que EL MALLOL, el más viejo de los puentes capitalinos, no era fácil de destruirlo y la prueba contundente de su fortaleza quedó demostrada 92 años después cuando la tormenta tropical Mitch desató su furia natural votando el Juan Ramón Molina, dañando el Soberanía Nacional, el San José, el del Chile y otros pasos, mientras EL MALLOL soportó nO sólo la embestida de las aguas sino el golpe de automóviles que fueron arrastrados, enormes bloques de edificaciones que el río se llevó en la primera avenida y hasta un enorme alambique que impactó en sus barandales y voló hasta incrustarse en la parte baja de uno de los torreones de la vieja Casa Presidencial.
El puente colonial, orgullo de los capitalinos es mudo testigo de las alegrías y tristezas de los habitantes de la vieja ciudad. Su altura, no dejó de ser en una época la atracción de muchos suicidas que se arrojaban al vacío para terminar con sus
vidas. Antes de existir el Puente Carías, fue el obligado paso de los cortejos fúnebres de los que fallecían en Tegucigalpa y eran conducidos al Cementerio General. Sobre su plataforma han marchado por muchos años estudiantes que han participado en desfiles cívicos en la conmemoración de las efemérides nacionales.
EL MALLOL se ha reformado en diferentes ocasiones; todavía en los años cincuenta para el rodaje de vehículos se utilizaba la parte central separada de los pasamanos por un muro de aproximadamente un metro de altura a todo lo largo de ambos costados. Para que los peatones circularan por los laterales existían unos salientes que soportaban a lo largo tablas de madera que por segmentos corrían de extremo a extremo, protegidos ambos corredores por barandas de metal. Quienes tomaban el puente de Tegucigalpa a Comayagüela lo hacían por el pasamano de la derecha en la continuación de la acera en pendiente desde la vieja Casa Presidencial y los que lo utilizaban desde Comayagüela a Tegucigalpa por el otro pasamano que arrancaba desde la vetusta edificación que ocupó la FECESITLIH a la banqueta del inmueble en el que funcionaba la Empresa Nacional de Agua, Luz y Fuerza.
Hoy el puente en la parte superior es distinto y resulta, a pesar de su importancia como vía comunicante entre las dos ciudades, un constante peligro porque las aceras están ocupadas por vendedores ambulantes que obstaculizan a los transeúntes su desplazamiento en ambos sentidos obligándolos a lanzarse a la calle por donde transitan los automóviles.
EL MALLOL es otra imponente joya arquitectónica que pertenece a ese rico tesoro colonial que testimonia el grandioso pasado de la Tegucigalpa de nuestros recuerdos.
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