HISTORIA DE HONDURAS
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Los 16 Años
La década de los veinte no se distinguió precisamente por una práctica política democrática. La excepción no se hizo regla, y esta fue el traspaso de poder del Presidente del Partido Nacional, Miguel Paz Baraona, al triunfador del Partido Liberal, Vicente Mejía Colindres en 1928. En los otros procesos electorales, el de 1924 y el de 1932, el Partido Liberal en el poder desconoció los resultados de las urnas y precipitó al país a la guerra civil.
Lo que pudo ser un avance, en el juego democrático, fue la consolidación del otro Partido, el Partido Nacional, como una institución estable y no una agrupación circunstancial electorera para enfrentarse al único partido, el Partido Liberal, hasta entonces constituido.
Pero este juego de contrarios distó de ser una competencia cívica para convertirse en lucha visceral entre enemigos, que tenía que resolverse con la supresión del contrincante. Ambos partidos contaban con su organización armada, paramilitar. En la última guerra civil, la de 1932, la fuerza paramilitar de los nacionalistas derrotó a la fuerza paramilitar de los liberales y luego la persiguió y disolvió desde el gobierno de fuerza impuesto para garantizar la paz.
Tiburcio Carías gobernó diez y seis años, los primeros cuatro como resultado del sufragio popular, los otros doce sin consultar al pueblo.
Policarpista en su juventud, Manuel Bonilla, a quien muchos consideran fundador del Partido Nacional, lo mandó al exilio. El periodista Paulino Valladares lo relanzó a la arena presentándolo como un hombre trabajador y recio, que se había retirado de la política vernácula para dedicarse a cultivar su predio agrícola de Zambrano.
Medía dos metros, pesaba doscientas cincuenta libras y no tenía vicios. Sus partidarios le llamaron a la guerra del 32 "la revuelta de las traiciones". El que le hubieran querido arrebatar su segundo triunfo electoral ratificó a Carías en su convencimiento de que era imposible dialogar con los liberales. De ello dejó testimonio a lo largo de su prolongado mandato.
En muchos aspectos la dictadura de Carías fue la dictadura de la reforma liberal hondureña, aparecida con retraso. Carías era positivista y laico. Durante su regimen la sede arzobispal permaneció vacante por no satisfacerle el candidato propuesto por la Iglesia. Se mantuvo una estricta separación entre la Iglesia y el Estado.
No se resolvió a fortalecer un ejército nacional pues desconfiaba de los militares de escuela; para ejercer su poder le bastaba su fuerza partidaria paramilitar, repartida por los diferentes departamentos entre sus Comandantes de Armas y Gobernadores Políticos. Respetó la propiedad privada de las empresas norteamericanas, no así la de los comerciantes alemanes, cuyos bienes fueron expropiados siguiendo directrices panamericanas de tiempo de guerra.
Esta expropiación dio lugar a un escandaloso reparto de dichos bienes entre importantes personeros del regimen.
Este abogado del barrio de Los Dolores de Tegucigalpa tenía trazas de mediano propietario rural e implantó, de cara a sus seguidores, un gobierno de clientelismo paternalista.
Miles de esos seguidores, de su favoritismo político, le profesaban veneración. Fue duro con sus opositores y estos le tenían como un tirano sanguinario. En 1944 fueron derrocados Ubico de Guatemala y Martínez de El Salvador. Hubo amagos de invasión en la frontera y manifestaciones de la oposición en Tegucigalpa, el 4 de Julio, y en San Pedro Sula el 6 de Julio. La de San Pedro degeneró en una masacre. El regimen aguantó, pero quedó agrietado. Los tiempos de postguerra traían mejoría económica y Honduras empezó a salir de su postración.
El gobierno comenzó a disponer de ahorros y se emprendieron obras públicas más ambiciosas. La capital parecía querer dejar de ser un pueblo y modernizarse; el gobierno la dotó con un Estadio de apreciables proporciones y de un Aeropuerto Internacional.
Pero dentro de estos nuevos aires, aquel paternalismo rural intransigente, represivo, ya se había vuelto caduco. Los más acérrimos partidarios de Carías tuvieron que resignarse y aceptar que para 1948 el General no podía presentarse a una nueva "re-elección".
En los salones del aeropuerto de Toncontín, inaugurados para la ocasión, tuvieron lugar los actos sociales de la entrega de mando, el uno de Enero de 1949. Carías le dejó el poder a Juan Manuel Gálvez. La sustitución fue pacífica y, el nuevo mandatario, el seleccionado por el Partido Nacional.
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