Herencia Cristiana
UN POLEMICO LIBRO
REVELA DOCUMENTOS DEL VATICANO SOBRE EL ANTISEMITISMO DE PIO XII
En
los Estados Unidos acaba de aparecer El Papa de Hitler: la historia secreta de
Pio XII, un libro donde el investigador John Cornwell habla del antisemitismo y
el silencio ante el Holocausto de un Papa al que el Vaticano está a punto de
canonizar.
Siempre
estuve convencido de que la evidente santidad de Eugenio Pacelli era una prueba
de su buena fe. ¿Cómo prodría haber traicionado a los judios un Papa tan
Santo?. Pedí acceso a documentos cruciales, asegurándoles a sus custodios que
estaba del lado de mi investigado: en un libro titulado Un ladrón en la Noche, yo había defendido al Vaticano contra
cargos del asesinato del Papa Juan Pablo I por sus pares.
Dos
oficiales me permitieron acceder al material secreto: declaraciones bajo
juramento que se juntaron hace treinta años para avalar el proceso de
canonización de Pacelli y el archivo de la Secretaría de Estado del Vaticano.
También recurrí a fuentes alemanas en relación con las actividades de Pacelli
en Alemania durante las décadas del ´20 y del ´30, incluídos sus contactos
con Adolf Hitler.
A
mediados de 1997 me encontré en un estado de shock moral. El material que había
juntado no apuntaba a una exoneración sino a una acusación aún más
escandalosa.
La
evidencia era explosiva, Mostraba por primera vez que Pacelli era abiertamente,
y según sus propias palabras, antisemita.
Pacelli
llegó al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse
en cuestiones internacionales y derecho canónico. Colaboró con su superior,
Pietro Gasparri, en la reformulación del Código de Derecho Canónico que se
distribuyó en 1917 a los obispos católicos de todo el mundo.
A
la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio
papal para comenzar el proceso de eliminar los desafíos legales a la nueva
autocracia papal y procurar un tratado entre el papado y Alemania como un todo,
que reemplazará todos los arreglos locales y se convirtiera en un modelo de las
relaciones entre la Iglesia Católica y los Estados.
En
mayo de 1917 recorrió Alemania, destruída por la guerra, ofreciéndo su
caridad a gente de todas las religiones. Sin embargo, en una carta al Vaticano,
reveló tener menos amor por los judíos. El 4 de septiembre le informó a
Gasparri, que era cardenal secretario de estado en el Vaticano, que un doctor
Werner, el rabino jefe de Munich, se había acercado a la nunciatura para rogar
un favor. Con el fin de celebrar Succoth,
los judíos necesitaban hojas de palmeras, que normalmente llegaban de Italia.
Pero el gobierno italiano había prohibido la exportación, vía Suiza, de unas
palmeras que los judíos habían comprado y que estaban retenidas en Como. “La
comunidad israelita – continuaba Pacelli – busca la intervención del Papa
con la esperanza de que abogue a favor de los miles de judíos alemanes”.
Pacelli
le dijo a Gasparri que no le parecía apropiado que el Vaticano “los ayudara
en la práctica de su culto judío”. Gasparri respondió que confiaba
completamente en la “astucia” de Pacelli, coincidiendo con que no sería
apropiado ayudar al rabino Werner.
Dieciocho
meses mas tarde reveló su antipatía por los judíos de una manera más
abiertamente antisemita, cuando estuvo en el centro de una revuelta bolchevique
en Munich. En una carta a Gasparri, Pacelli describió a los revolucionarios y a
su líder, Eugenio Levien: “Un ejército de trabajadores corría de un lado a
otro, dándo órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de
dudosa apariencia, judías como todos los demás”, daba vueltas por las salas
con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas.
La
jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien, una jóven mujer rusa,
judía y divorciada. (…..) Este Levien es un hombre jóven, de unos 30 o 35 años,
también ruso y judío. Pálido sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar
repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada”.
Hitler
que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, quería un
trato con el Vaticano porque estaba convencido de que su movimiento sólo podía
tener éxito si se eliminaba al catolicismo político y sus redes democráticas.
Luego de su ascenso al poder en enero de 1933, Hitler hizo una prioridad de su
negociación con Pacelli.
El
Concordato del reich le garantizó a Pacelli el derecho a imponer un nuevo Código
de Leyes Canónicas sobre los católicos de Alemania. A cambio, Pacelli colaboró
en el retiro de los católicos de la actividad política y social. Luego Hitler
insistió en la disolución “voluntaria” del Partido Central Católico Alemán”.
Los
judios fueron las primeras víctimas del Concordato: luego de su firma , el 14
de julio de 1933, Hitler dijo a su gabinete que el tratado había creado una atmósfera
de confianza “especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo
internacional”. Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición
pública, en el país y afuera, al nacional – socialismo, incluída su posición
antisemita.
Durante
los años ´30, a medida que el antisemitismo nazi crecía en Alemania, Pacelli
no se quejó ni siquiera en nombre de los judios convertidos al catolicismo:
para él, era cuestión de política interna.
En
enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para
pedir una vigorosa protesta contra la persecución nazi de la Iglesia Católica,
a la que se le habían suprimido todas las formas de actividad con excepción de
los servicios religiosos. Finalmente, Pío XII decidió lanzar una encíclica,
escrita bajo la dirección de Pacelli, donde no había ninguna condena explícita
al antisemitismo.
En
el verano de 1938, mientras agonizaba, Pio XII se preocupó por el antisemitismo
en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. El texto
que nunca vió la luz del día, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres
jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. Se iba a
llamar Humani Generis Unitas (La unión de las raza humana) y, a pesar de sus
buenas intenciones, está lleno de una antisemitismo que Pacelli había mostrado
en su primer estadía en Alemania. Los Judios, dice el texto, eran responsables
de su destino, Dios los había elegido, pero ellos negaron y mataron a Cristo. Y
“cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista” se merecían
“la ruina material y espiritual” que se habían echado sobre sí mismos.
El
documento advierte que defender a los judíos como exígen “los principios de
humanidad cristianos” podría conllevar el riesgo inaceptable de caer en la
trampa de la política secular. La encíclica llegó a los jesuitas de Roma a
fines de 1938; hasta el día de hoy, no se sabe por qué no fue elevada a Pío
XII, Pacelli, convertido en Papa el 12 de marzo de 1939, sepultó el documento
en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener
relaciones diplomáticas normales con Hitler.
Pacelli
conoció los planes nazis para exterminar a los judíos de Europa en enero de
1942. Las deportaciones a campos de exterminio habían comenzado en diciembre de
1941. A lo largo de 1942, Pacelli recibió información confiable sobre los
detalles de la solución final provista por los británicos, franceses y
norteamericanos en el Vaticano.
El
17 de marzo de 1942, representantes de las organizaciones judías reunidos en
Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde
detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania, en sus territorios
aliados y en zonas conquistadas. El memo fue excluído de los documentos de la
época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.
En
septiembre de 1942, el presidente norteamericano Franklin Roosevelt envió a su
representante personal, Mylon Taylor, a que le pediera a Pacelli una declaración
contra el exterminio de los judíos. Pacelli se negó a hablar porque debía
elevarse sobre las partes beligerantes.
El
24 de diciembre de 1942, finalmente, Pacelli habló de “aquellos cientos de
miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben
la marca de la muerte o la extinción gradual”. Esa fue su denuncia pública
mas fuerte de la solución final.
Pero
hay algo peor. Luego de la liberación de Roma, Pio XII pronunció su
superioridad moral retrospectiva por haber hablado y actuado a favor de los judíos.
Ante un grupo de palestinos, dijo el 3 de agosto de 1946:
“Desaprobamos
todo uso de fuerza (….) como en el pasado condenamos en varias ocasiones las
persecuciones que el fanatismo antisemita infligió al pueblo hebreo”. Su
autoexculpación grandilocuente un año después del fin de la guerra demostró
que no sólo fue Papa ideal para la solución final nazi, sino que también un
hipócrita.
Por
J.C.
La
nueva evidencia que recopilé muestra que:
La
asombrosa antipatía de Pacelli por los judíos venía de 1917, lo cual
contradice que sus omisiones fueron hechas de buena fe y que “amaba” a los
judíos y respetaba su religión.
Pacelli
le reconoció al Tercer Reich que sus políticas antisemítas eran asuntos
internos de Alemania. El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima
ideal para la persecución de los judíos.
Pacelli
no avaló la protesta de los obispos católicos alemanes contra el
antisemitismo.
Pacelli
intentó mitigar el efecto de las encíclicas de Pío XII al darle garantías
diplomáticas privadas a Berlín, a pesar de conocer la abierta persecución de
los judíos.
Pacelli
estaba convencido de que los judíos se habían procurado su suerte: intervenir
a su favor sólo podía llevar a la Iglesia hácia alianzas con fuerzas hostiles
al catolicismo.
FUENTE: NOTA PUBLICADA EN LA REVISTA “VEINTIDOS” EL DÍA JUEVES 30 DE SEPTIEMBRE DE 1999./
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