CRECE LA SOMBRA OSCURA DEL NARCOTRÁFICO EN SAN LUIS POTOSÍ (Y EN EL PAÍS)
 

Carlos Guerrero

Con la evidente complicidad de las autoridades que aparentan combatirlo a partir de la persecución de pequeños vendedores y consumidores, pero que en realidad están siendo sobornadas, el narcotráfico ha extendido y afianzado sus redes en el Estado de San Luis Potosí y principalmente en la capital, provocando que el número de consumidores se incremente día con día y minuto a minuto, formando miles y miles de contribuyentes que entregan fuertes cantidades de dinero a grupos de la mafia organizada, dinero que escapa a todo control, que tiene un origen y un destino ilícito.

La reticencia del Gobierno federal a iniciar un proceso de legalización del consumo de las drogas, proviene de su participación en un negocio gigantesco que les reditúa cantidades desorbitadas de dinero a algunos de sus políticos y altos funcionarios públicos. El alto clero tampoco es ajeno al gran negocio de las drogas y a sus ganancias ilícitas.

De acuerdo a algunas informaciones confidenciales, a San Luis Potosí están llegando enormes bloques de cocaína y marihuana que sería imposible que llegaran si no fuera con la complicidad de las autoridades correspondientes. Estos gigantescos bloques se desmenuzan con cuidado y se distribuyen en un amplio sector social que abarca desde albañiles y lavacarros, hasta políticos, empresarios, funcionarios de gobierno, artistas, estudiantes, jóvenes, viejos, hombres y mujeres por igual, todos son atrapados en la red convirtiéndose en los nuevos miembros de un especie de sindicato de la mafia organizada. Cada adicto es fiel y cuidará con su silencio a quien le suministra las sustancias. Y cualquier adicto podría elaborar y publicar una inquietante lista de adictos y vendedores, pero no viviría mucho tiempo.

Con la protección de la autoridad, las drogas se extienden, envenenando la sociedad potosina, a sus hogares, a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos y amigos, llenando de infamia la vida cotidiana de San Luis en donde un nuevo dios, el dios de la muerte blanca, se ha apoderado de muchos espíritus que se han subordinado por completo a su influencia.

Es mentira que el gobierno y la policía combatan el narcotráfico, todo lo contrario, lo auspician, lo provocan, lo apoyan, lo impulsan, lo protegen, son parte de él.

Cada policía, cada funcionario público, busca su tajada. Se disputan la protección de los mafiosos.

Muchos potosinos de las distintas clases sociales han muerto por excesos en el consumo, porque desde Estados Unidos se exportaron a México nuevas formas de drogarse, mucho más potentes, y devastadoras, y la principal de ellas ha sido el crack, más nocivo, perverso y adictivo que la heroína.

El crack, modalidad exportada por los consumidores norteamericanos (hay quien afirma que lo inventó la CIA para combatir a las Panteras Negras), básicamente adopta dos formas: los comales y el bote. La primera son papeles aluminio sobre los que se extiende una mezcla de cocaína y bicarbonato de soda con un poco de agua, calentando con una flama por abajo e inhalando por encima el humo blanco que se desprende; la segunda se extrae una piedra de una cuchara con un procedimiento de cocimiento similar, la cual se quema sobre ceniza en una pipa improvisada con un bote de aluminio.

El impacto que tiene el crack sobre el cerebro, principalmente en las concentraciones de dopamina en las terminales neuronales, son las que producen el intenso deseo de continuar repitiendo incesantemente la experiencia, tanto así que en experimentos de laboratorio realizados con dos grupos de monos y ratones, suministrándoles a unos cocaína y a otros heroína, encontraron los científicos que los animales dopados con heroína encontraban el tiempo para comer y dormir, mientras que aquellos que lo hicieron con cocaína no lo hicieron, falleciendo antes de un mes.

El consumo reiterado lleva a la adicción, la cual se manifiesta por una obsesión al consumo por parte del adicto que no piensa en otra cosa que en ponerse la próxima dosis, a cualquier costo. Un adicto se junta con otro adicto, y alguien que no lo es será inevitablemente invitado a consumir y a ser parte del mercado de la esclavitud. Un adicto es un esclavo, es un ser humano que ha perdido la libertad de su espíritu, de su cuerpo y de su mente. Pero también cada adicto es un promotor activo de su enfermedad que buscara extenderla en su círculo inmediato de amistades.

Cuando varios adictos se juntan a consumir en la clandestinidad, lo que sucede con mucha frecuencia, no platican, no escuchan música, únicamente se dedican a consumir, escuchándose incesantemente el ruido de los encendedores, de los papeles aluminio, de los botes que crujen, de sus respiraciones agitadas, de sus suspiros de satisfacción, de sus ojos que miran enajenados el humo del polvo blanco y sus derivados, hasta que llega lo inevitable: la sustancia se acaba y un solo deseo surge en todos los consumidores: ir por más. Con sus corazones fuera de control, comienzan angustiados a sacar las carteras y a contar sus billetes... Más tarde llegarán a sus casas sin un centavo en la bolsa, con la conciencia de la culpa y prometiéndose de nuevo no caer en la tentación... hasta el día siguiente.

Cientos de pequeños distribuidores operan en la ciudad, muchos lo hacen en taxis, otros en centros nocturnos, otros desde sus celulares y a domicilio, otros más en sus casas, en sus centros de trabajo, en las escuelas, en el interior de las vecindades, en las zonas residenciales, en las colonias, por todas partes la actividad crece enfrente de la activa nariz de la policía.

La solución al problema sería otro tipo de gobernantes, muy distintos a los que tenemos y que representan los intereses de la ultra derecha local y nacional. De esa manera se podrían implementar leyes avanzadas de legalización, no represivas, organismos efectivos de apoyo a los adictos, programas diversos, reformas en los contenidos educativos en donde se despoje de toda magia el consumo de enervantes, pero que no se esconda ni se distorsione su existencia, pero sobre todo, que el ser humano revalore su condición como tal porque finalmente la adicción se produce en individuos con un alto grado de soledad y/o frustración, un vacío interno que se llena con una sustancia letal, como puede serlo el alcohol, el tabaco, la marihuana, las pastas, la coca. El adicto no es sino una persona que se menosprecia a si misma y es el resultado en gran parte, de una política de Estado dirigida a producir en los ciudadanos un sentimiento de inferioridad, como una manera de debilitarlos políticamente.

Una sociedad en donde las drogas estén legalizadas y paguen impuestos que se dediquen a fines sociales como la rehabilitación y la educación, es un golpe de muerte a las mafias organizadas del narcotráfico y al dinero ilegal, pero también implica una cultura de la revalorización en donde el individuo por el hecho de tomarse una copa en algún momento, no lo convierte en alcohólico, o fumar un poco de marihuana tampoco lo sujeta a su consumo consuetudinario y a la degradación moral y social.

El "padre de la Psicología" Sigmund Freud murió a avanzada a edad como consecuencia del pésimo hábito del tabaco, que nunca pudo dejar; pero es bien sabido acerca del consumo que hacía de otro tipo de sustancias, especialmente la cocaína de la que externó fuertes elogios, sin que cayera en la adicción y en la degradación. En Holanda la venta y el consumo de todo tipo de drogas está legalizada, y sus problemas derivados de las drogas son muy inferiores a Estados Unidos o México en donde se  estas "persiguen encarnizadamente".

Estamos lejos de esa sociedad libre y culta porque arrastramos un tremendo déficit, y entre ellos los más graves, el de la corrupción gubernamental por una parte, y el de la miseria, la ignorancia y sobre todo, la baja autoestima. Una persona que se estima es una persona con principios y con energía y convicción para combatir por lo que sabe que es justo.

El reto del nuevo gobierno ahora, es continuar validando el fraude electoral a partir de construir corrientes de opinión en el país mayoritariamente aplastantes, que lo reconozcan como tal y que voten en consecuencia. Que la nueva realidad política y social se consolide en la conciencia de los mexicanos y puedan, ahora si mayoritariamente, votar a favor de sus opresores, de quienes nos engañan, roban y asesinan, porque los medios informativos nos quieren confundir haciéndonos creer que el enemigo es nuestro amigo y que nuestro amigo es nuestro enemigo.

17.01.07