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LA COLUMNA DE MENA MENA

¿El triste espectáculo de la desinstitucionalización del Chocó?

De ello hemos sido los quibdoseños cómplices necesarios

Desde cuando pasó la época de los
buenos gobiernos, que han sido pocos en el Chocó, comenzó para nosotros, a falta de materia, una larga etapa contemplativa de ver pasar los días y los años donde se fue destruyendo lo que se logró, en momentos felices, de la vida administrativa del departamento. Ya había comenzado la decadencia física y moral que nos tiene postrados. En esta etapa desgraciada son muchos los prestigios, esperanzas y anhelos frustrados.

Nosotros, unas veces gobierno y otras espectadores, somos testigos vergonzantes del fracaso repetitivo de la gestión pública. El Chocó se quedó sin nada que hacer y no se volvió a ver el esfuerzo reflejado en una obra de aliento para las comunidades. No ha habido con qué. Ahora somos tan pobres, que después de todas las directivas y reducciones de empleo, cirugías para posibilitar la gestión de gobernar, no hay siquiera cómo

pagar a los privilegiados funcionarios que quedan. Mientras tanto, el hambre cruel ronda las casas de los miserables desocupados, quienes venden el voto por el mercadito de una semana. Consecuencias de las medidas milagrosas del establecimiento en su fe neoliberal "por la reivindicación de los pueblos" (?).

Hubo un día, en épocas menos recientes, que Quibdó tuvo una empresa de licores, con sus obreros bien y cumplidamente pagos. Una beneficencia del Chocó, con su lotería, que construyó edificios (los tres más grandes del departamento). Ayudaba auxiliando a los pobres, becaba a los estudiantes de medicina y paramédicos. Trataba a los enfermos mentales en centros asistenciales del interior del país especializados y tantas otras cosas de alivio a la comunidad. Hoy su lotería tambalea y "El ocho pisos" –símbolo otrora del progreso ar

quitectónico de Quibdó–, es una vergonzante ruina. Los directivos y el gobierno de esos días prefirieron costosamente emprender la remodelación del edificio de la carrera 2a –según se dice por intereses individuales–, a un costo de un mil millones de pesos de entonces, mientras su sede se abandona a su suerte. Triste destino. Esa obra, producto de la eficacia y pulcritud de los funcionarios de ayer, sin tanta academia y postgrado, es como un gigante en el espacio vencido por la corrupción.

Después, cuando apareció la moda oficial de las "Corporaciones de Desarrollo Regional", surgió la del Chocó como una esperanza de progreso en nuestro vasto mundo ecológico y rural. Tuvo épocas gloriosas y directivos de renombre nacional de la talla y genialidad de Mauricio Obregón. Alcanzamos a interesar al mundo entero

por nuestra nutrida y singular fauna vegetal. Fueron muchos de nuestra cosecha nativa quienes dirigieron a la atractiva y pomposa institución.

Pasaron los días de lustre, en donde hasta la categoría del gobernador de los chocoanos, se sentía bajo el rango del presidente de la "Corporación".

Brilló más el oro distintivo del auge económico y pelamos el cobre, mísero metal del deslumbramiento. Un célebre y locuaz personaje, producto de nuestra fauna, con ínfulas de reelección perpetua con canjes burocráticos llegó a la escena de la entidad, ya en decadencia operativa y económica, pero no pudo superar el cansancio oficial que produjo su gestión en el ámbito nacional y regional. De este y los anteriores episodios fuimos los quibdoseños espectadores cómplices silenciosos, como si no se tratara de la destrucción de las instituciones regionales. ¡Perdónanos Señor tanta indiferencia!

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