Duendecillos malévolos que vagan por los bosques y que suelen penetrar en las casas de los campesinos por las noches. Entre sus travesuras están: sacudir las hamacas de los durmientes para despertarlos y lanzar piedras y maltratar a los perros. Provocan fuertes calenturas y vómitos en las personas con sólo pasarles la mano suavemente por la cara. Sólo se compadecen de quienes les regalan comida o les hacen ofrendas. En compensación, los protegen, y cuidan de sus casas y sus milpas. A quienes atrapen robando los frutos de los huertos ajenos le propinarán una paliza y, por último, acabarán pegando en los gajos los frutos arrancados por el ladrón. Los aluxes nunca duermen o, si lo hacen, mantienen los ojos abiertos.
Un campesino maya describió a un antropólogo, lo que es un alux: Es como un niño. Anda con alpargatas y sombrero, tiene también escopeta y perro. Este último es muy pequeño.
En ocasiones, cuando un hombre va por el monte, suele oír disparos del alux y los ladridos de su perro. Esto indica que está de caza. Los animales que mata son de "puro aire" como él y su perro. Existe la creencia de que los aluxes no son otra cosa que los antiguos ídolos de barro esparcidos por los sitios arqueológicos que, de tiempo en tiempo, cobran vida para llevar al cabo sus trastadas. Los informantes de otro antropólogo, Robert Redfield, aseguran que antiguamente eran los propios hombres quienes volvían a los aluxes a la vida.
Esto lo lograban quemando copal en uno de los mismos aluxes de barro durante nueve días y nueve noches, sin conciliar el sueño. Agradecidos, los aluxes guardaban las milpas de sus bienhechores y los defendían de las fieras noctívagas. Sin embargo, los actuales campesinos procuran destruir estos ídolos para evitar la ocurrencia de supuestos desaguisados. Otras teorías afirman que los aluxes desaparecieron para siempre cuando les cayó un rayo mientras se bañaban en la lluvia.
- "Por las noches, cuanto todos duermen, ellos dejan sus escondites y recorren los campos; son seres de estatura baja, muy niños, pequeños, pequeñitos, que suben, bajan, tiran piedras, hacen maldades, se roban el fuego y molestan con sus pisadas y juegos. Cuando el humano despierta y trata de salir, ellos se alejan, unas veces por pares, otras en tropel. Pero cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le forman rueda y bailan en su derredor; un pequeño ruido les hace huir y esconderse, para salir luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien, corresponden.
- ¿Qué beneficio hacen?
- Alejan los malos vientos y persiguen las plagas. Si se les trata mal, tratan mal, y la milpa no da nada, pues por las noches roban la semilla que se esparce de día, o bailan sobre las matitas que comienzan a salir. Nosotros les queremos bien y les regalamos con comida y cigarrillos."
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