Los cuentos de mi autoría que aquí podrás encontrar son los siguientes:
UNA CORTA FELICIDAD: Raúl Alvarez era la típica persona a la que la suerte lo había golpeado desde antes de nacer. Primero en el vientre de su madre estuvo a punto de ser abortado debido a un fuerte golpe que sufrió ésta cuando chocó su automóvil, muriendo en este accidente el padre de la criatura. Cuando nació presentó complicaciones, ya que padecía una cardiopatía congénita de la cual se pudo recuperar a medias. Debido a la muerte de su padre y los gastos ocasionados con su funeral, así como la cuenta de la clínica, su condición económica era precaria y con lo poco que ganaba su madre en su trabajo como mesera sólo le alcanzaba para sobrevivir, pasando hambre muchas veces, sufriendo los estragos de la desnutrición.Pasó el tiempo y Raúl se hizo hombre viviendo prácticamente en la calle, donde desde la edad de cinco años vendía catalinas, alfeñiques, conservas de leche, de coco y otros dulces criollos que preparaba su mamá, la señora Carmen, para con estos ingresos poder comprar los libros necesarios para la escuela. Raúl en lo relacionado a su educación no tuvo muchos problemas. La primaria la estudió en una pequeña escuela cercana a su casa y los estudios de bachillerato los realizó en tres liceos diferentes ubicados en el centro de la ciudad. Era inteligente y muy aplicado, pudiéndose medir con facilidad a cualquier muchacho egresado de cualquier colegio privado. Lastimosamente nada de lo anterior le valió cuando quiso entrar en la Universidad. Concursó tres años seguidos y aunque presentaba las mejores pruebas de admisión, nunca fue seleccionado ya que los hijos de los personajes importantes de la ciudad se quedaban con todos los cupos. Ya desilusionado decidió olvidarse de aquel sueño tan tonto como lo era eso de ser un profesional universitario y así comenzó a buscar trabajo. Visitó tiendas, agencias de empleo, restaurantes, museos, empresas constructoras, pero en todos los sitios donde fue le dijeron que no necesitaban de sus servicios y que estaban copados de personal. Entonces pensó que no tenía chance alguno de encontrar trabajo, ya que había visitado casi toda la ciudad, revisado todos los periódicos y hablado con todas las personas que conocía y nada. Decidió entonces quedarse en casa ayudando a su madre en los quehaceres hogareños y esperar a que el destino le tendiera su mano y que le llegara su oportunidad. Para empeorar las cosas un mes más tarde su madre entró en un coma diabético y murió pronto, dejándolo sólo en este cruel mundo. La desesperación lo llevó a pensar en suicidarse, pero una noche tuvo un sueño que fue una especie de revelación. En ese sueño aparecían su mamá y un señor desconocido que el subconsciente le decía que era su padre. Estas personas le decían al unísono que se quedara tranquilo, que comprara la lotería que de seguro esto aliviaría su situación. Aquella mañana Raúl se despertó exaltado, recordando perfectamente aquel extraño sueño, pero se decía a sí mismo que nada tenía sentido. Por qué sus padres le recomendaban comprar la lotería, cuando una de las enseñanzas de su madre fue la de que el dinero fácil sólo podía llevar a una persona a un desagradable final. Pensaba, pensaba y pensaba que si compraba la lotería desperdiciaba un dinero necesario para comer, por lo que debía quedarse tranquilo, seguir buscando trabajo o quizás suicidarse y acabar con la vida de alguien que sólo estorbaba y sufría por llevar una vida vacía y carente de importancia. Se hizo de noche y Raúl había tomado su decisión. La idea del suicidio le parecía exagerada e iba en contra de sus creencias y forma de ser. Entonces lo mejor era comprar un boleto de lotería y esperar a ver si por primera vez en su vida la suerte le sonreía, y, en caso de que esto no sucediera, seguiría buscando trabajo hasta que en algún sitio lo aceptaran y con los ingresos que obtuviera poder sobrevivir medianamente bien. Muy temprano se levantó, se encomendó a Dios y a todos los santos; le rezó un rosario a la memoria de sus padres, se vistió con la primera ropa que encontró y se fue directo al kiosco de la esquina de su casa decidido a comprar un billete de lotería, el billete que cambiaría todo o que sería una pérdida innecesaria de tiempo y dinero. Preguntó al dueño del kiosco por la lotería que más pagaba y éste le dijo que el Loto de Canadá pagaba un premio único de cien millones de dólares, pero que las posibilidades de acertar eran casi inexistentes, eso apartando que el costo de cada boleto era altísimo. Raúl se detuvo a meditar por unos minutos que no había casi ningún chance de ganar y el costo de este capricho era exactamente todo lo que le quedaba. Entonces escuchó unas voces que le decían "cómpralo que te ayudaremos", por lo que no lo dudó más. Sacó el dinero de su bolsillo y lo compró. Los resultados del sorteo salían publicados dos días después, y mientras ese tiempo pasaba Raúl rezaba y rezaba. Rezó todas las oraciones que conocía e inventó otras más. Llegado tan esperado momento Raúl corrió a revisar todos los periódicos hasta que por fin encontró los resultados. Comparó su boleto con los números que aparecían bajo el título de "Gran Loto de Canadá" y se dio cuenta de que eran los mismos números. No lo podía creer, así que comenzó a llorar y a dar gracias a Dios y a todos los santos, así como a sus padres y entonces se fue corriendo a la sucursal de la lotería de Canadá que había en el centro de la ciudad. Al llegar a las oficinas de la lotería lo recibieron muy amablemente. Le explicaron que tenía que entregar una porcentaje mínimo de su premio al fisco y que todos los trámites los realizarían ellos; que él sólo tenía que montarse en el avión rumbo a Ottawa y cumplir con los compromisos que se referían a la prensa y que en un máximo de una semana tendría sus noventa y cinco millones de dólares para utilizarlos como le pareciera conveniente. Así sucedió todo. Le explicaron todos los detalles, lo llevaron al aeropuerto, se montó en el avión, le brindaron una atención de primera clase, lo trasladaron a las oficinas principales en Ottawa, se tomó fotos con el presidente de la lotería, fue hospedado en un hotel de cinco estrellas y el lunes siguiente por la mañana estaba recibiendo su premio en las oficinas del más prestigioso banco del mundo, el European Royal Bank. Allí le explicaron que lo más conveniente era que depositara la mayor parte de su dinero en varias cuentas dentro de la misma institución y que se quedara con un poco de efectivo, una chequera, una tarjeta de débito y sus respectivas libretas, para que en caso de necesitar efectivo con sólo ir a cualquier oficina del Banco en el mundo pudiera realizar sus retiros. Aceptó todo lo anterior y decidió comenzar a disfrutar de las ventajas de su nueva posición. Al regresar a Venezuela decidió donar algo de su dinero a dos causas que se relacionaban con él. Donó tres millones de dólares a una asociación benéfica dedicada a ayudar a los diabéticos de bajos recursos y otros tres millones al Ministerio de la Familia para que construyeran algunas casas y centros de acopio para desamparados. Pensó un poco sobre su nueva situación y se dio cuenta de que no tenía nada que hacer en su vieja casa; con todo el dinero que había ganado por fin tenía un chance de alcanzar la tan ansiada felicidad que nunca había tenido. Así que se decidió por intentar cumplir todos los sueños que tenía. Lo primero fue comprarse un apartamento en la mejor urbanización de la ciudad y abandonar la que fue su residencia desde su nacimiento, esto como una forma de olvidar todo su pasado y comenzar desde cero una nueva vida. Una vez instalado en su nuevo hogar, comenzó a contactar agencias de bienes raíces internacionales para comprar dos majestuosas propiedades, una en Miami y otra en Madrid. Especificó a éstas todo lo que quería que tuvieran sus nuevas casas y muy pronto ya estaba viajando a esas ciudades para supervisar el proceso de selección. A las dos semanas ya tenía sus dos casas, amobladas y repletas de todas las comodidades que había exigido. Decidió vivir un mes en cada una y ya al año era amiguísimo de sus nuevos vecinos, conociendo casi a la perfección tanto Madrid como Miami. Meditando un día se dio cuenta de que tenía que invertir su dinero en algo que lo reprodujera para así asegurarse un buen futuro, por lo que llamó a los mejores corredores de la Bolsa de Wall Street, y colocó en sus manos casi treinta millones de dólares para trabajarlos, eso sí firmando todos los papeles que sus tantos abogados le habían indicado para asegurar que ese dinero fuera multiplicado y que no tuviera ningún problema en disponer de ellos cuando los quisiera. Ya tenía casi todo lo que siempre había soñado: tres espectaculares residencias, una posición muy buena dentro de las diferentes sociedades; era todo un hombre de negocios, se sentía bien consigo mismo por las diferentes donaciones que hacía, poseía los mejores carros y motocicletas del mercado; podía viajar cuando quisiera y no preocuparse por los gastos; tenía todas las mujeres que cualquier hombre no pudiera siquiera imaginar; consumía solo los mejores platos y licores, pero aún con todo esto le faltaba algo, ese algo tan necesario para poseer una completa felicidad, ese algo llamado amor. Tenía que encontrar el amor, no importaba de que forma, pero cómo si casi todas las mujeres que conocía se interesaban simplemente por su dinero y no por él. Raúl decidió conseguir el amor a toda costa y para esto se trazó un plan excelente. Básicamente el plan se trataba de que debía aparentar ser un muchacho sencillo, sin ropa costosa ni carros espectaculares, ni mucho dinero en sus bolsillos. Tenía que ser sólo él y su personalidad. La mujer que de verdad lo amara lo tenía que aceptar como se le presentaba, sin dinero, pero con mucha gracia e inteligencia. Le dijo a todas sus amistades de Miami que se iba de viaje por unos meses y comenzó a poner en marcha su inteligente estrategia. Lo primero fue alquilar una habitación en uno de los barrios más pobres de la ciudad, comprar ropa usada y que se notara vieja, deshacerse de sus guardaespaldas y teñirse el pelo de un color más claro para que nadie lo reconociera. Comenzó a visitar diferentes sitios, restaurantes, clubes, cafés, etc. y nada que encontraba lo que andaba buscando. Ya cuando había perdido casi todas sus esperanzas y como un milagro divino, mientras se tomaba un café y leía el periódico en medio de una plaza vio casi por casualidad a la mujer de sus sueños. Era una verdadera Venus; su cabello por los hombros color castaño claro, esos ojos verdes espectaculares, con unos labios carnosos y del tamaño perfecto, nariz perfilada, con un cutis angelical y con un cuerpo de diosa. Esa era la que tenía que ser su esposa, pero sólo si pasaba lo que él llamaba la prueba de la personalidad. Raúl dejó a un lado el café y el periódico y salió corriendo a seguirla; tenía que conocerla personalmente de una u otra forma. Estuvo tras ella casi media hora hasta que la vio entrar por la parte trasera de un pequeño bar de mala muerte. Lo único que tenía que hacer era entrar al bar, sentarse en una mesa, pedir algo barato y esperar a que su Venus apareciera. Y efectivamente así lo hizo; entró, pidió una cerveza y se sentó a esperar, cuando a los pocos minutos y por la puerta de servicio la vio entrar; le parecía aún más perfecta con el pequeño traje de mesera que se ceñía perfectamente a su increíble figura. Sin pensarlo dos veces la llamó sin siquiera saber con cual excusa, iniciando de esta poco común forma el idilio que tanto había buscado. Se llamaba Susan; era hija de un americano y una cubana; había nacido allí en Miami, tenía veintitrés años y según Raúl era la chica más educada y trabajadora que había conocido en su vida. Nunca había tenido un novio formal y poseía, como ella misma lo decía, la inteligencia y los ojos de su padre y el cuerpo de su madre. Desde el primer momento se había sentido cómoda con Raúl y aunque no había aceptado las primeras invitaciones que le había hecho para pasear por el barrio, al final terminó saliendo con él. Raúl sentía que Susan era su alma gemela y lo mismo pensaba Susan, quien hasta ese momento no tenía ni la menor idea de la verdadera situación de Raúl, ella simplemente creía en lo que él le había dicho, lo cual era la verdad pero solo hasta antes de ganar la lotería. Raúl pensó en decirle toda la verdad pero se dio cuenta de que quizás era muy temprano y que tenía que probarla un poco más antes de cometer el error de precipitarse y cambiar toda la situación. Después de salir por seis meses, Raúl y Susan ya eran novios formales. El le había caído muy bien a los padres de ella, mientras que ella se había enamorado de él de una forma inimaginable. Entonces Raúl se decidió, después de preparar a Susan como si fuese una pequeña niña a la que le van a decir algo muy complejo, a explicarle pausadamente todo. Le dijo que todo lo que ella sabía de él era verdad, pero sólo hasta la muerte de su madre, ya que en realidad lo que sucedió después de eso fue que ganó la lotería y que era un millonario poseedor de distintas propiedades, decidido a convertirla en la mujer más feliz del mundo debido al gran amor que le profesaba. Al principio a Susan le costó un poco entender aquello; no era capaz siquiera de imaginarlo. Cómo ese muchacho tan sencillo podía ser en realidad un potentado millonario; por qué no le había dicho nada de su verdadera posición antes; qué hacía viviendo en ese barrio tan pobre, vistiendo tan sencillo y gastando sólo lo necesario, cuando podía estar disfrutando de todas las comodidades que era capaz de costearse. Pensaba entonces que quizás era un enfermo mental que se había inventado toda aquella historia en una crisis depresiva, o que, quizás, era un muchacho malcriado y rico que la enamoró, para luego burlarse de ella como un simple capricho. Todas las anteriores cuestiones fueron bien explicadas por Raúl días después, ya que al enterarse de la verdad Susan se sintió tan confundida y burlada que dijo que no hablaría con él más nunca, sólo que los insistentes ruegos de éste y el amor que ella sentía por ese "loco" la hicieron flaquear a último momento, concediéndole así un chance al pobre Raúl que ya se estaba desesperando. Una vez resuelto todo y con las debidas justificaciones ante Susan y sus padres, Raúl de forma sorpresiva y muy original pidió la mano de Susan a sus emocionados padres, quienes muy rápidamente y previa consulta con su hija, aprobaron esta unión, brindando con la única champaña que poseían y que guardaban para una ocasión tan especial como aquella. Durante el siguiente mes Raúl y Susan se acomodaron en la mansión de éste y comenzaron con los preparativos de su boda que prometía ser una de las más apoteósicas de los últimos tiempos. Ya Susan había elegido con su madre el vestido de novia, mientras que su padre y su futuro esposo habían terminado con los arreglos de la fiesta. Sólo quedaba esperar hasta el domingo. Ese día la felicidad de Raúl habría de completarse y Susan y él serían los esposos más dichosos del mundo. Parecía que el destino después de tantas cosas malas por fin le iba a permitir a Raúl el disfrute máximo del placer. Llegó el domingo y todos los acontecimientos previos a la misa se habían dado. Todo estaba listo; la iglesia no podía estar más llena; había un grueso murmullo por toda la ciudad; ya la novia estaba lista en la puerta, mientras sus pajes le sostenían la cola del vestido y tomaban las arras y los anillos. Mas adelante, al fondo de la iglesia, el cura y Raúl en su elegantísimo frac esperaban. Era el día más feliz de los novios. La famosa marcha nupcial dio comienzo a la misa. Las mujeres lloraban, los hombres reían y Raúl y Susan escuchaban con atención lo que les decía el sacerdote. Cuarenta y cinco minutos más tarde ya se escuchaban las palabras: "puede besar usted a la novia" y se veía como Raúl levantaba el velo de la novia y le daba a su adorada Susan el beso más apasionado del mundo. Se escuchaban los aplausos y de nuevo la música, mientras los nuevos esposos se disponían a salir de la iglesia. Entonces Raúl acercó su cara al oído de Susan y le dijo "por fin he completado mi felicidad y nadie me la va arrebatar". Eso era lo que él creía. Súbitamente y antes de abandonar la casa de Dios Raúl se detuvo, colocó su mano derecha en el corazón, respiró profundo y con nuevas fuerzas caminó otro par de pasos, pero ya en la puerta no pudo más; el dolor en el pecho lo estaba venciendo. La sudoración y las náuseas también habían hecho estragos, por lo que cayó en el suelo y comprendió que había sufrido un infarto. En menos de diez segundos se despidió de Susan, diciéndole "me concediste unos últimos momentos muy felices y fuiste la que completó mi felicidad; recuérdame por siempre ya que algún día nos volveremos a ver". Y expiró. Así terminó la vida de un hombre desdichado, al que el destino le jugó una mala pasada y le permitió disfrutar sólo de una corta felicidad. UNA TRISTE HISTORIA DE AMOR: Esta relación era típica si se quiere. El siempre llevando el rumbo, como el capitán de un barco, daba las órdenes en un tono que sonaba un poco pretencioso, pero en el fondo, muy en el fondo, él no era más que un muchacho sencillo que disfrutaba de la grata compañía de su novia Janet. Ella, jovial y con una amplia belleza tanto interna como externa siempre seguía a su novio Víctor Manuel, no importaba lo que él hiciera o su forma de ser, ella siempre lo amaría, desde niños siempre habían estado juntos, compartiendo las mejores cosas de la vida, cosas como la alegría de las fiestas, la amistad siempre necesaria y los sueños, esos sueños que los llevarían de la mayor felicidad hasta situaciones caóticas en las cuales se evidenciaba su inexperiencia en un mundo tan peligroso y cambiante como lo es el que vivimos. Largos años de estudio y de esfuerzo se vieron retribuidos cuando Janet y Víctor Manuel al salir de la secundaria consiguieron varias becas en universidades de renombre, siendo algunas de éstas en el exterior. A los pocos meses de haber salido de la escuela y después de pensarlo muy bien, la pareja decidió aceptar la beca ofrecida por la Universidad de Los Angeles. Se comenzó la preparación para el tan esperado viaje. La familia de Víctor Manuel se encargó de arreglar lo concerniente a las visas y al papeleo, mientras que la familia de Janet planeó el viaje y arregló los últimos detalles sobre el sitio donde vivirían su hija y su futuro yerno. El tiempo pasó y ya la feliz pareja se había establecido en una residencia cercana a la universidad. No tuvieron problemas con el idioma pues la educación extra recibida años atrás les posibilitó esto. Los estudios iban muy bien. Ella se había decidido por las leyes y él comenzó sus estudios de medicina. Ambas facultades se encontraban relativamente cerca y ellos se encontraban en el campus universitario casi a diario durante sus recesos matinales. Por las noches compartían una habitación y se podría decir que para estos momentos ellos eran en extremo felices. Los planes para la boda ya estaban hechos, ambos tenían claro que al regresar a Venezuela se casarían por la iglesia, esperaban tener una fiesta fabulosa en uno de los mejores salones de Caracas. Siempre quisieron tener dos hijos, un varón y una hembra. Estos recibirían los nombres de sus padres, lástima que debido a circunstancias que se presentarían más tarde nada de lo anterior se cumpliría. Por los momentos seguirían viviendo como lo hacían pues no tenían problemas de ningún tipo. Las amistades hay que saberlas elegir, pero en el caso de Janet y Víctor Manuel el destino fue cruel, los "amigos" que tenían era de todo menos lo que podrían considerarse. Muchos de estos eran conocidos alcohólicos y drogadictos que gracias a la gran influencia de sus padres y al dinero que poseían seguían en la universidad, pasando la mayor parte del tiempo en fiestas salvajes y resacas que consumían lo poco que tenían de vida. Janet y Víctor Manuel fueron invitados durante su segundo año en la universidad a una de las fiestas ofrecidas por sus amigos, no esperando nada de lo que allí encontraron. La fiesta se dio en la casa de una de las fraternidades de mayor trascendencia dentro de la universidad, lo que allí se presentaba era digno de una película, cocaína servida en diferentes mesas, pequeños cigarros de marihuana esparcidos por todo el lugar, botellas de whisky y otros licores en cada rincón, en las esquinas habían varios grupos fumando grandes pipas de hachís y cosas por el estilo. Lo primero que pensó Janet al ver esto fue salir corriendo inmediatamente de aquel lugar, pero debido a la insistencia de Víctor Manuel de saludar a quienes tan gentilmente los habían invitado tuvo que resignarse y pasar de la mano de su novio entre la muchedumbre que allí se presentaba. Víctor Manuel y Janet, ya habiendo entrado un poco más en confianza con aquel lugar, decidieron sentarse, charlar un poco y salir lo más pronto posible de aquella incómoda situación, pero debido a la insistencia de uno de los anfitriones tuvieron que quedarse más tiempo del que pensaban, tomando varias copas pero sin probar ninguna droga. No muchos minutos tuvieron que pasar para que el débil Víctor Manuel probara un poco de marihuana y por consiguiente también lo hiciera Janet, quien sin deseos propios de hacer esto se sintió obligada al ver a su novio consumir. De ese momento en adelante comenzaron los problemas de la pareja, pasando de un simple cigarro o porro de marihuana a constantes inyecciones de heroína, una de las drogas más fuertes que existen. Las notas bajaron. Víctor Manuel y Janet lucían demacrados debido al excesivo consumo de drogas. Fueron expulsados de la residencia donde vivían debido a su constante estado de drogadicción. Sus familias se preguntaban por qué no habrían recibido más noticias de sus hijos y el dinero ya se estaba acabando. Decidieron buscar trabajos nocturnos y se mudaron a la casa de uno de sus compañeros de estudio. Víctor Manuel un día notó que el ánimo de su novia estaba mal, ya casi ni le hablaba y era común encontrarla drogada a cualquier hora. Él por su parte seguía consumiendo, pero en menor cantidad que Janet, por lo que todavía era capaz de manejar el rumbo de sus inciertas vidas. Específicamente el día del cumpleaños de ella salieron a pasear por la playa. Víctor Manuel la dejó tendida en la arena tomando el sol mientras iba a comprar una botella de tequila. Al regresar se dio cuenta de que Janet estaba como dormida y pensó que quizás estaba drogada. Intentó sacarla de su estado de inconsciencia diciendo su nombre en voz alta, pero esto no resultó. Luego intentó moverla, pero muy pronto se dio cuenta de que no respiraba. Desesperado comenzó a gritar pidiendo ayuda. A pocos metros vio una jeringa y una bolsa de heroína casi vacía. Pensó por unos segundos en la cantidad normal que trae una bolsa de ese tamaño y se dio cuenta de que su novia quizás tuvo una sobredosis. Intentó tomarle el pulso dándose cuenta de que éste era inexistente. Pronto llegó una ambulancia y se llevó al cadáver de Janet, Víctor Manuel quedó desecho y tomó la decisión de no consumir drogas más nunca, sabiendo que esto era difícil pero no imposible. Víctor Manuel alquiló una habitación en una residencia para estudiantes en las afueras de la ciudad, llenando su refrigerador personal con todo lo que necesitaría para sobrevivir dos semanas. Se encerró en su cuarto y le pidió a la dueña de la casa que cerrara con llave la habitación, diciéndole también que por más insistencia que él pusiera para salir no le abriera en dos semanas. Los cuatro primeros días los pasó Víctor Manuel sin ningún contratiempo, pero el quinto día fue diferente. El síndrome de abstinencia, tan característico en las personas que deciden dejar de consumir drogas hizo su aparición. Víctor Manuel pensó que moriría allí, aunque en realidad esto era lo mejor que le podía ocurrir. Era el primer signo de que su adicción a las drogas estaba desapareciendo. Desesperadamente comenzó a golpear la puerta del cuarto, pidiendo que por favor le abrieran. La dueña de la casa en ese momento recordó lo que él mismo le había dicho días atrás e hizo caso omiso a la insistencia de Víctor Manuel. Los tres días siguientes al acontecimiento antes narrado fueron muy parecidos. El síndrome de abstinencia estaba a punto de terminar, aunque los dolores que sentía Víctor Manuel eran espantosos. Dos días antes de terminar el plazo de las dos semanas todo terminó, los dolores desaparecieron y Víctor Manuel no sentía aquella necesidad de consumir drogas, es más, se podría decir que repudiaba las drogas. Víctor Manuel continuó su vida normalmente en los Estados Unidos, mejoró sus calificaciones y terminó su carrera graduándose con honores. Viajó de regreso a Venezuela lo más pronto posible con la esperanza de algún día olvidar todo lo sucedido en los últimos años. Pasaron los años y con el esfuerzo conjunto de Víctor Manuel y la familia de Janet, se creó el centro de rehabilitación "Janet Márquez" en la ciudad de Caracas. Hasta el día de hoy Víctor Manuel no ha podido superar enteramente el trauma que le causó la muerte de su querida novia, pero le queda la satisfacción que el centro de rehabilitación que fundó ha ayudado a muchos jóvenes a salir del mundo de las drogas. REALIDAD SOÑADA: Estoy sentado en mi mesa degustando los más finos licores y saboreando los platos mejor elaborados cuando de repente, al levantar la mirada, noto que las mesas que me rodean están vacías. Me sorprendo y llamo al mesonero, quien acude rápidamente a donde yo me encuentro, y sin decirle nada me comenta: "Luce usted sorprendido, me imagino que se preguntará qué ha pasado con los otros clientes". Pienso por unos momentos qué está sucediendo realmente, y cuando tengo una breve idea de lo que pasa me doy cuenta que el mesonero se ha ido y de que todo está igual a como se encontraba cuando llegué al restaurante. Pido la cuenta, pago y rápidamente salgo del local. Mientras camino por las calles del centro de la ciudad me pongo a recordar los hechos del restaurante y a los pocos minutos y sin encontrar otra explicación más lógica que la de que tuve un lapsus mental en ese momento, me doy cuenta de algo extraño. Todo se encontraba como detenido en el tiempo, las personas que se veían en la calle estaban congeladas en una posición nada común y yo seguía allí, capaz de moverme y con todos mis sentidos en perfecto funcionamiento. Cierro los ojos por unos segundos y me pregunto: "¿Qué es esto?". Al abrir de nuevo los ojos todo está normal, las personas caminan por la acera y el tráfico avanza. Me asusto y decido irme a descansar, con la idea de visitar a mi psiquiatra al día siguiente. Despierto con un fuerte dolor de cabeza y rápidamente me preparo para ir al consultorio de mi médico y amigo el Dr. Cruz. Al llegar, Cruz me saluda y me pregunta la razón de mi rara visita, ya que siempre me había burlado de su profesión, habiendo dicho que era algo estúpido el visitar a un psiquiatra. Me río y cuando voy a dirigirle la palabra veo que él está desmayado, me alarmo y corro por los pasillos del hospital, dándome cuenta que todas las personas que allí se encontraban estaban en el mismo estado que el Dr. Cruz. Al salir de la institución médica todo está normal, así que vuelvo a entrar, sorprendiéndome al notar que todo lo que había visto adentro se encuentra tal y como debería estar y no como yo lo aprecié momentos antes. Pasado un tiempo y después de haberme sucedido hechos como los anteriores en muchas otras ocasiones, llego a la conclusión de estoy loco o en términos más apropiados, de que sufro algún tipo de enfermedad mental, por lo que decido ingresar a una institución para enfermos mentales. Después de muchas averiguaciones me doy cuenta de que el sitio más adecuado al que debo ir para mi curación es el Sanatorio Los Ángeles. A las pocas horas de haber hecho mi elección, llego a ese sitio y ya en la puerta escucho un ruido entrecortado y de tono agudo que después de unos segundos me hace encontrarme en otra situación. Estoy en mi cama, me acabo de despertar y ahora me encuentro más tranquilo, puesto que me he dado cuenta de que lo anterior fue sólo otro de mis extraños sueños. MI MEJOR AMIGO: Era una noche vacía, una de esas en las cuales no tienes nada que hacer, a excepción de dormir temprano o quedarte viendo programas aburridos en la televisión. Nada anormal en el ambiente. En mi casa todos charlaban en la sala, mientras que yo estaba en mi cama acostado pensando en la vida, lo injusta que es, los problemas que se presentan y que quizás, siendo de fácil solución, interfieren en tus decisiones y en tu forma de actuar, mientras su efecto te acongoja. Una frase que inventé yo mismo un tiempo atrás rondaba mis pensamientos, me entorpecía la concentración y lo único que lograba oír de mi yo interior era “el mundo es malo, sé peor”. De pronto suena el irritante ruido del teléfono y éste me saca de mi estado de meditación, a la vez que contestaba con voz de aburrimiento la llamada de mi mejor amigo que me decía: “ven, ven rápido por favor, me siento terrible”. Sin esperar a que colgara tomé mi chaqueta y salí como un bólido por la puerta principal de mi casa, a la vez que me imaginaba cosas espantosas. Habiendo caminado dos cuadras y a punto de llegar a casa de mi amigo, me detuve a reflexionar sobre las palabras que mi compañero me había dicho minutos antes. ¿Qué querría decir con aquello? ¿se sentía mal físicamente o estaba preocupado por algo?. Seguí hacia mi destino y al llegar al portón de la casa me di cuenta de que todas las luces se encontraban apagadas, excepto la del cuarto donde dormía mi amigo, a lo qué pensé ¿dónde estarán sus padres?. Encontré que la puerta estaba abierta y rápidamente pasé y subí las escaleras hacia la habitación. La puerta estaba cerrada y en ella había un papel que decía en letras deformes y de color negro, “el mundo es malo, sé peor”. Pensé unos breves instantes antes de abrir la puerta en lo que podría encontrarme, me armé de valor y decidí pasar. Al entrar vi algo que me dejó marcado por el resto de mi vida. El espectáculo que allí se observaba era algo mórbido y sin sentido alguno para mi mentalidad en esa época. Mi amigo yacía inerte en su cama, con una expresión de asombro en su pálida cara y con una especie de navaja clavada en su corazón. En el suelo, al lado de la cama, encontré una ensangrentada nota que decía: “no pude ser peor que el mundo, los problemas me agobiaron y ésta es la única solución que encontré. Perdóname por hacerte pasar por esto”. Muchos años tuvieron que pasar para que yo superara el trauma que este hecho me dejó. Muchas terapias y muchas horas de llanto pasé, pensando siempre que si no hubiese inventado aquella maldita frase, quizás mi amigo estuviese vivo hoy en día. Desde hoy he decidido olvidar todo este asunto y escribir los hechos como una forma de desahogarme ante los problemas que se fueron acumulando en mi vida desde aquél momento. LOS FANTASMAS DE MI PADRE: Los fantasmas de mi padre son muchos; podríamos decir que cada uno tiene sus características propias que lo definen y muestran diversas facetas de la vida de una persona mayor. Por ejemplo, tenemos al militar, el más conocido; sus apariciones son muy comunes y aunque nunca dice nada, ni tampoco se ha podido ver su rostro, mi padre lo ha catalogado como uno de sus mejores amigos. Después tenemos al duende, pequeño individuo que viste de verde, usa escarpines y tiene pelo rojo, quien es hartamente conocido por sus travesuras en los estantes de la habitación de papá. Otro que no podemos dejar de nombrar es a la señorita Dukakis, quien murió hace mucho tiempo cuando mi padre era joven y quien fue su primer amor, apareciendo mensualmente para contarse lo ocurrido en los últimos días en la vida de cada uno de ellos. Así como los anteriores hay muchos extraños seres que pasan por la habitación de mi padre sin razón alguna, aunque algunos de ellos en las ocasiones menos propicias traen mensajes del más allá que alborotan de una forma nunca vista la mentalidad de mi padre, quien se desespera buscándoles un significado razonable. Quizás no entiendan muy bien lo anterior o les parezca raro, extraño o bizarro, pero les aseguro que si analizamos bien todo, las piezas de este singular rompecabezas de ideas encajan perfectamente. Para empezar les digo que mi padre cuenta con noventa y cinco años de edad, tiempo suficiente para que en una persona aparezcan males como la arterioesclerosis y las lagunas mentales que alteran la percepción del individuo en cuanto a situaciones complejas. Entonces, razonando y con un amplio conocimiento de la vida de mi padre, podemos darnos cuenta de que el militar es quizás el recuerdo trastornado de uno de sus compañeros de la infantería de marina, quien influyó en gran manera en una etapa fundamental en su desarrollo psicosocial. El duende podría ser la expresión juguetona de su infancia en Irlanda, mientras que los desordenes encontrados en los estantes son hechos por mi padre en estado de inconsciencia. Las apariciones del fantasma de la señorita Dukakis, su primer y gran amor, se deben muy posiblemente al recuerdo de la traumática muerte que ésta sufrió cuando era joven, el día en que viajando en un vehículo a alta velocidad decidió estrellarse contra un gran roble, para encontrar así el descanso eterno y una salida fácil a su gran cantidad de problemas. Vemos entonces el por qué de los fantasmas de mi padre y nos damos cuenta de lo que la mente humana es capaz de hacer creer. Esto lo evidencié y lo vengo evidenciando desde hace 5 años, pero he decidido no comentarle nada a mi padre ya que después de todo el sólo es un pobre viejo que sufre de una forma sana las consecuencias de su insólita vida. UN ENCUENTRO MUY ESPECIAL: Estaba con unos amigos tomando cerveza a la orilla de la carretera, todos montados en la camioneta de Juan, cuando de repente se vio en la lejanía una luz muy brillante y sin un color definido que parecía ser irradiada por un gran cuerpo de forma redonda, la cual poco a poco se acercaba hacia nosotros. Todos nos quedamos por unos segundos como paralizados presenciando aquel asombroso acontecimiento, cuando de repente Juan intentó encender el motor de la camioneta, dándose cuenta que ésto no era posible. Asustados y con aquel extraño objeto cada vez más cerca, decidimos bajarnos de la camioneta y esperar afuera para ver qué sucedía. Ya casi sobre nuestras cabezas y como flotando pudimos apreciar mejor el raro aparato. Tenía una forma redonda casi perfecta y sus dimensiones eran inmensas. La luz que emitía ya había disminuido su intensidad y pudimos notar que todos sus lados estaban cubiertos con especies de grabados que representaban escenas inexplicables, ya que las formas expresadas en éstos eran desconocidas para nosotros. Entonces recordé los platillos voladores que siempre había visto en las películas de ciencia-ficción y les dije a mis compañeros: "Hey, definitivamente esto es una nave espacial, no creen ustedes?". Pasados unos segundos después de que hablé y sin recibir ninguna respuesta pensé en cuan asustados estarían que ni siquiera pudieron pronunciar una palabra tan simple como un sí o un no. Ya a los pocos minutos y sin quitar la mirada del extraño artefacto notamos como se abría un pequeño orificio en el centro de la parte inferior del mismo, a la vez que un tenue haz de luz salía e iluminaba la superficie. Con algo de valentía me acerqué al reflejo que producía esta luz, sintiendo como alguna extraña fuerza me succionaba por entero llevándome hacia el interior de la nave, perdiendo el conocimiento al llegar. Poco a poco cada uno de mis amigos pasó por la misma situación hasta que todos estuvimos dentro de una pequeña habitación. Pasados cinco minutos despertamos uno a uno hasta que todos estuvimos lúcidos y haciéndonos preguntas sin sentido nos dimos cuenta que en el techo de la habitación aparecían, como si de una pantalla de cine se tratara, unos seres de mediana estatura, de color grisáceo y con grandes y ovalados ojos negros que emitían sonidos que no podíamos entender, pero que al escucharlos nos hacían pensar en temas tan diferentes como una gran guerra hasta una relación amistosa entre las diferentes razas del planeta. Muy pronto desaparecieron estas figuras del techo y se abrió una puerta en el extremo derecho de la habitación, a través de la cual pasamos y nos encontramos en otro cuarto mucho más grande que el anterior y en el que había una gran mesa donde se encontraban sentados los seres que habíamos visto antes. Estos adoptaron un lenguaje que nos resultó familiar, indicándonos tomar asiento y servirnos con toda confianza de los manjares que sobre la mesa habían. Muy pronto nos comenzaron a preguntar nuestros datos personales, mientras que uno de ellos sentado en una pequeña mesa aparte de la nuestra ingresaba estas informaciones en una especie de computadora. Pasamos muchas horas dialogando con los extraños seres, tiempo durante el cual nos hicieron infinidad de preguntas, sin dejarnos a nosotros hacer lo mismo y limitándonos a responder. Cuando el que ocupaba el extremo superior de la mesa dio la orden de cesar con las preguntas, nosotros nos sentimos aliviados y solicitamos permiso al que creíamos era el jefe para poder ahora presentar nuestras interrogantes acerca de ellos. Yo fui el que comenzó haciendo las preguntas. La primera fue: ¿Por qué nos eligieron a nosotros para interrogarnos cuando pudieron haber escogido a grandes personalidades del ámbito internacional?. La respuesta que obtuve fue demasiado simple y quizás hasta un poco estúpida, vista desde el ángulo de la lógica. Sólo se limitaron a decirnos que ya que nosotros éramos los primeros que encontraron decidieron elegirnos, a lo que pensé yo: "Estos dentro de poco van a pensar que somos una raza muy inferior, ya que los que me acompañaban eran sólo campesinos y además algunos se encontraban un poco ebrios". No conforme con la respuesta que me dieron y esperando ver las idioteces que preguntarían mis amigos, me senté y guardé silencio. Juan y los otros fueron los siguientes en preguntar, demostrando su ignorancia al preguntar cosas tales como qué comían, por qué eran calvos, si cumplían las típicas funciones biológicas de los humanos y si no necesitaban lentes de sol debido al tamaño y color de sus ojos. Yo, casi deprimido viendo cómo la oportunidad del planeta de conocer a seres de una inteligencia interestelar se iba perdiendo, decidí quedarme callado hasta que nuestros anfitriones decidieran hacer otra cosa que no fuera escuchar las preguntas de mis incultos amigos. Pasadas otras dos horas se me acercó uno de los que comencé a llamar "aliens" y me dijo en un tono de voz baja: "Yo poseo lo que en este planeta es conocido como poderes psíquicos y soy capaz de leer la mente de los demás seres que me rodean. Por ello me he dado cuenta que tú eres un ser culto que se encuentra fascinado con este encuentro y que eres superior en muchos aspectos a tus compañeros, por lo que he decidido preguntarte a tí y al jefe si puedes quedarte en la nave con nosotros, viviendo aquí y acompañándonos en nuestros viajes espaciales, para que así puedas hablarnos un poco más de tu planeta, a la vez que aprendes sobre nuestra cultura y la cultura del universo". Por unos segundos no podía creer lo que me estaba ofreciendo este pequeño ente de otro planeta, y le respondí: "Ve y habla con tu jefe, que yo mientras pensaré bien en la decisión que debo tomar". Pensé unos minutos en mis dos opciones, quedarme con estos seres y tener la oportunidad de ser un viajero espacial, conocer otras galaxias y otras culturas, además de tener una mayor longevidad, puesto que según lo que había leído en los libros hay una teoría que dice que en el espacio se envejece diez veces más lento que en la Tierra, o quedarme en mi planeta, vivir con los riesgos de muerte normales, sin familia, con nadie que me creyera la historia de este encuentro y lamentándome siempre por haber rechazado esta opción. Así que cuando mi pequeño nuevo amigo vino y me dijo que a su jefe le gustaba la idea y que sólo faltaba mi decisión, le dije que aceptaba y que no podía esperar a que partiéramos. Ya muy pronto Juan y los demás pasaron a una habitación donde se les colocó una inyección con la cual los "aliens" serían capaces de monitorear sus acciones cuando quisieran, aunque a mis ingenuos compañeros se les dijo que esa inyección era para mejorar en un cien por ciento su estado físico. Después de la sesión de inyecciones se les dijo a mis amigos que debían irse a sus casas de uno en uno y que no deberían contar esta experiencia a nadie. Cuando se fue el último, despegamos a la velocidad de la luz, encontrándonos al poco tiempo en pleno espacio sideral. Muchos años pasé en aquella nave y pude visitar varios planetas. La convivencia con los "aliens" fue de lo mejor y me enteré gracias a avanzados sistemas de monitoreo que mis viejos amigos hicieron mucho dinero vendiendo su historia a diferentes publicaciones amarillistas. Nunca me arrepentí de mi decisión y hoy vivo feliz aquí en el planeta Gragon con muchos amigos y otros humanos que tuvieron la misma oportunidad que yo. MI VIDA EN CASA: Mi vida en casa es algo insoportable, por lo menos para mí, mi papá se la pasa todo el día obstinado, como si el mundo tuviera la culpa de sus problemas personales, se levanta tarde por la mañana y pobres los que en esas horas estén cerca de él, al mediodía cuando llego del colegio tengo que soportar sus regaños por tonterías tales como el que no me cambie el uniforme para sentarme en la mesa. Temprano por la tarde se va para el trabajo, y es uno de los pocos momentos cuando se puede respirar algo de paz en mi morada. En la noche, prefiero realizar todas mis tareas hogareñas antes de que mi papá llegue, para no tener así que aguantar de nuevo sus sermones. Ahora llegó el turno de hablar de mi mamá, liberal y necia como ninguna, cuando tiene algo en la cabeza nadie se lo puede sacar, aún cuando tengas la razón, ella no dará su brazo a torcer y persistirá hasta el final con su idea. Otro consejo que te doy, es que nunca le prestes dinero, ya que no lo verás de nuevo. Mi hermano menor, tiene una cara de ángel que no se la quita nadie, pero en realidad, es para mí, el ser más fastidioso de la tierra, no hagas nunca nada delante de él o comenzará a molestarte, haciéndote imposible cumplir tu cometido. Siempre consigue lo que quiere, no importa que se le prohiba, él utilizará todos sus recursos desde llorar fingidamente por horas hasta buscar que otros le ayuden sin saber. Quizás todo lo anterior no lo haga con mala intención, pero sus impertinencias te harán sufrir. La muchacha de servicio de mi casa es muy joven, lleva ocho años con nosotros y por tanto la confianza que ha obtenido es muy grande. Ella es muy buena como amiga, y aconsejando es la mejor, pero como todos en mi casa, ella tiene sus defectos. Es la persona más metida y chismosa que conozco, espero que siempre estés en gracia con ella porque cuando dejes de estarlo hablará mal de ti hasta por los codos. Se mete en la resolución de todos los problemas de la familia, aún cuando no se haya pedido su opinión. Bueno, básicamente esa es la vida que se lleva en mi casa, a mi forma de ver cada uno de los miembros de mi familia son ligeramente fastidiosos, pero una vez reunidos son como una bomba que estalla en el justo momento en que me presento yo. Es estresante tener que convivir a diario con ellos, pero no me queda otra salida, porque apenas tengo trece años y no tengo ninguna entrada económica. La forma que utilizo para poder descansar de ellos aunque sea un día a la semana es quedarme a dormir en casa de mis abuelos, de mis tíos o de mis amigos. Espero que en unos pocos años, mis familiares más cercanos cambien su forma de ser, o de lo contrario tendré que mudarme a otra ciudad a iniciar mis estudios universitarios. LA CORRIDA DEL SIGLO: Un día domingo, como cualquier otro, pero con un gran ambiente de expectativa, todos en el pueblo se preparaban. Algunos llenaban sus botas con los licores más comunes y muchos otros hacían largas filas para comprar a los revendedores las entradas de la que se le llamó "la corrida del siglo". Al llegar el mediodía, en el mejor hotel del pueblo se encuentran los toreros, comiendo algo ligero que los mantendrá durante la tarde. Muy pronto los matadores suben a sus habitaciones junto a sus mozos de espada, dispuestos a colocarse sus trajes de torear y a rezarle a sus santos pidiendo la protección necesaria para salir con vida del compromiso que en pocas horas enfrentarán. Cerca de las tres de la tarde se ve llegar a los toreros al coliseo, donde ya el público colma las gradas esperando con ansiedad el inicio del espectáculo. Los haces de luz emitidos por el sol y reflejados en la arena del ruedo son algo increíble. Los toros en los chiqueros caminan de un lado a otro como si estuviesen impacientes por salir a demostrar su bravura y cumplir el cometido para el cual nacieron: ser toreados por grandes figuras y permitir el lucimiento de las mismas. Todo está dispuesto para que ésta sea una tarde como ninguna otra en la historia del toreo. A las cuatro de la tarde se oyen los clarines y timbales, anunciando que el esperado acontecimiento está por comenzar. Los tres diestros salen haciendo el paseíllo con la cara muy en alto y con una expresión de valentía entrelazada con miedo que se nota con una simple ojeada. Los capotes de paseo adornan las barreras y los toreros realizan lances al aire de una forma en la que demuestran el arte que están a punto de brindar al público. Sale el primer astado de la tarde, negro como el azabache, con una cornamenta impresionante y una energía digna de los mejores atletas de la historia. El matador inicia con una serie de capotazos suaves, pero con mucho estilo, que hacen que el público de forma emocionada aplauda. En la pica se destaca el toro por la fuerza con que arremete hacia el caballo del picador, obligando a éste a realizar su mejor esfuerzo por aguantarlo. Muy pronto llega el turno de las banderillas, solicitando el torero colocarlas él mismo. Se le concede este permiso y de una forma clásica y magistral son colocados tres pares de garapullos en los lomos de la bestia, que algo cansada muestra una pequeña disminución en sus fuerzas. Llega la hora del toreo con la muleta y el brindis que hace el matador es para el público, quien lo acepta con un caluroso aplauso. El toro durante toda la faena demuestra que es noble, que es capaz de pasar bien por ambos pitones y que es merecedor del indulto, premio que se le concede tras largas discusiones entre los miembros de la comisión taurina. El toro va vivo a los corrales y en un futuro será llevado a su ganadería de origen para cumplir las tareas de un semental. El torero es premiado con dos orejas simbólicas y se va emocionado hacia el callejón. Para resumir un poco esta historia les diré que con los cinco toros restantes se dieron casi las mismas acciones, siendo todos merecedores del indulto por su bravura, su casta y su trapío. Al final de la tarde, los toreros, sus apoderados y las personas más relacionadas con el medio taurino que se encontraban en el pueblo se dieron cita en el hotel, donde tras largas tertulias entre aficionados se procedió a la premiación. Y así termina una de las tardes más importantes en la historia del toreo en nuestro país y el mundo, siempre esperando que en un futuro se repitan estos hechos.
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