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Ya ha habido quien me ha preguntado por qué escribo y pongo en Internet mis pensamientos, qué intento hacer con estas páginas, qué quiero transmitir. En parte lo he explicado en la página de inicio del sitio; pero el lector puede querer razones personales. En otro lugar ya explico por qué soy ateo. Se supone que el lector ya ha pasado por allí. Esta página explica por qué ser ateo me impulsa a hacer esto. Imaginemos un mundo como el de la Edad Media. La religión es ama y señora de los hombres. La ciencia ha caído en el estancamiento en toda Europa, y después de un corto florecimiento entre los árabes, otra religión la sepulta también en Oriente. Los hombres viven con temor de ser castigados por Dios, de pensar erróneamente y terminar en la cárcel, en la picota o en la hoguera. Más que nada, pasan sus pobres vidas trabajando para poder dar su producto a un señor que los sacerdotes le dicen fue puesto allí por Dios, al igual que el rey que los gobierna a todos, que a su vez está sometido al Papa. Cuando terminan su jornada, rezan, pensando que así se librarán de su miseria. Rezan para que Dios haga llover o evite el granizo, para que la peste no arrase con sus familias, para que la arbitrariedad del amo no los castigue. No entienden nada de esto; creen que la lluvia y el granizo son premio o castigo por sus acciones, y así temen actuar, no vaya a ser que enojen a Dios. Creen que el amo es superior a ellos, porque las Escrituras dicen que toda jerarquía humana es decreto de Dios, y así no se rebelan. Creen que la peste es un castigo. No saben que la lluvia y el granizo son fenómenos naturales, que se pueden predecir; no saben que la peste no es un soplo maléfico ni una plaga como las del Antiguo Testamento sino una enfermedad prevenible; no saben que los títulos nobiliarios no valen de nada, que todos los hombres y mujeres somos fundamentalmente iguales. Hoy sabemos todo esto, y sin embargo muchos siguen comportándose igual que aquellos siervos del feudo. Temen contradecir a sacerdotes y pastores, porque creen que son delegados de Dios. Escuchan el pronóstico del tiempo y sin embargo siguen creyendo que rezando pueden cambiarlo. Se enferman y, a la vez que van a un médico, piden a su Dios invisible que los ayude a sanar, y si se curan, insultan al médico agradeciéndole a Dios más que a él (o en vez de a él). Algunos ya no creemos en estas cosas, y no es que seamos unos adelantados, privilegiados o iluminados. Nuestras vidas son tan difíciles como las de cualquier otro, pero ya no nos reconforta creer en fábulas ni nos impresiona la autoridad que emana de los autonombrados portavoces de la divinidad. Creemos que las cosas no son buenas o malas porque sí o porque lo diga la sociedad o un libro viejo o un "pastor de almas", sino por sus consecuencias y por nuestro propio sentido moral. El propósito de este sitio, entre otros, es mostrar con ejemplos prácticos cómo la religión no tiene el monopolio de lo moral y sublime, y cómo no creer en Dios es semejante a sacarse unas lentes coloreadas y distorsionadas de adelante de los ojos, para llegar a ver las cosas con claridad. Que puede ser difícil, eso se da por descartado, pero quiero mostrar cómo la verdad cruda se ve más clara cuando no hay que meter a un Dios contradictorio en todos nuestros cálculos y visiones, y cómo esta verdad es un valor que supera a los demás. El ateísmo es un evangelio (literalmente del griego: una buena noticia). Es la noticia de que no hay que recurrir a la superstición y la fe, enemiga de la razón y el sentido común, para explicar el mundo y para vivirlo en plenitud. Es la noticia de que no hay premios y castigos divinos, y por lo tanto lo que es bueno tiene que ser bueno para el hombre, no para Dios, y lo mismo con lo malo, y ambos tienen que ser retribuidos justamente aquí, en la Tierra. Es un baldazo de agua fría para los que quieren confiar ciegamente en la Providencia, pero un buen baldazo despierta y vigoriza al que se ha entregado al conformismo de la fe, y vuelve a la realidad a los que creen ser el mejor o el peor de los hombres, elegidos de Dios o pecadores llenos de culpa sin sentido. El ateísmo es una idea cuyo momento está llegando. Esto sí es opinión y es casi un acto de fe por mi parte, con una diferencia: que yo no rezo por él; escribo y digo esto para ayudar, a mi manera, a que se haga realidad. |