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La derrota del proletariado
 

JC Delmas

La clase obrera, ¿ha desaparecido?

Hasta los años 70, la clase obrera tenía su estima. Para los estudiantes de la Sorbona, era algo bien visto ir a trabajar a la fábrica durante las vacaciones de verano, y para sus profesores, ocasión de exaltar lo que más o menos equivalía al proletariado ("obrerismo"). Sartre vendía "La Causa de los Pueblos" en París y hacía reír enormemente a los hombres de Billancourt desde el momento en que tomaba la palabra. Era la época en que Bernard Lavilliers, con su voz viril, cantaba a la vasija minera y a las máquinas laminadoras sobre temas de ritmo latino. ("¡es realmente magnifica una fábrica!"). El proletariado imponía respeto, con carné de afiliado sindical en el bolsillo de su camisa, mandíbula crispada por la lucha de clases, y mirada azul-acero que dirigía sin pestañear al patrón.

Lo que sigue es de todos conocido: crisis, reestructuraciones, cierres de fábricas, terciarización masiva del empleo. Los mineros ni se salieron de su carril. La industria pesada desengrasaba sin ofrecer gran resistencia. Sangría de grandes efectivos del Norte y la Lorena. Manto de plomo sobre la clase obrera...

Sin embargo, el proletariado no se ha evaporado. Siempre hace falta gente para llevar cajas, incluso si dentro esconden el último grito en ordenadores portátiles; y las cadenas de montaje no han sido tampoco todas llevadas en volandas hasta el sudeste asiático, solo faltaría...No ha desaparecido, pero, la clase obrera, ha sido atomizada. Geográficamente dispersa en los barrios residenciales, esparcida en pequeñas estructuras de producción (ya se cerraron las grandes industrias de la era decimonónica), fue después laminada moralmente. Flotando sobre la exclusión, rozando siempre la base del Salario Mínimo, sus valores tradicionales (abnegación, frugalidad, solidaridad de clase) fueron pulverizados contra los nuevos muros de la mundialización y la modernidad (consumismo, hedonismo, individualismo). Además ninguna estructura digna de ese nombre nos devuelve una imagen positiva de sí misma: un Partido a la cola, unos sindicatos inexistente entre la miríada de unidades de trabajo reducidas a un puñado de operarios. Al interior de ciertas "fortalezas" milagrosamente salvadas (Michelín, Moulinex), se trabaja sin rechistar, con la navaja de la reestructuración sobre la garganta, los ojos bajos esperando el veredicto de los pequeños accionistas de lo más soberbio, siendo ellos mismos obreros que han prosperado.

Ya no hay más clase obrera, ya solo hay obreros...

Culpable de haberse hecho "populista", el proletariado ha desaparecido también de los guiones de nuestros mejores moralistas que pueden probar al sentimentalismo y a la vaga compasión por los bosnios, por los sin-techo, por los "jóvenes" de los barrios necesitados e incluso por las vacas (Finkielkraut dixit)...Pero el obrero, él, no es la tendencia a seguir de absolutamente nada. Apenas descubrimos que existe todavía a la vuelta de un reciente sufragio electoral. ¿Por qué este desamor?.

Algunas razones objetivas para desconfiar de los obreros...

Para empezar, los obreros son incultos: podemos pensar razonablemente que la mayoría de ellos no ha leído a Maurice G.Dantec y su "Laboratorio de catástrofe general", ediciones Galliard, 756 páginas.

Su sexualidad es lamentable, por no decir más. Piercings, bondage, gang-bang, etc son practicas totalmente desconocidas para ellos. Hay que reconocer que después de una jornada laboral transcurrida porteando cajas, no se tienen ganas de ponerse a realizar fantasías de las que, por añadidura, ni tan siquiera se ha oído hablar. Incluso las mujeres de los obreros se divorcian voluntariamente de sus cónyuges si tienen la fortuna de toparse con un joven cuadro de la nueva economía. Para el obrero, comienza entonces la vida aún más dura, porque encontrar una joven con el mismo turno de 3 por 8 (1), es todo un calvario.

No escuchan hip-hop ni rap; ni se defiende con el cuerpo, delante del supermercado, grandes puertas abiertas de un 206, al atravesar a una pandilla de jóvenes bárbaros rapados y jocosos, a quienes el obrero no deja de encontrar inquietantes, en voz baja claro. Los obreros tampoco "surfean" en la web. Están totalmente desfasados.

En el jardín de su pisito de barrio, han colocado algunos enanitos y un falso pozo fabricado con neumáticos pintados color ladrillo. Este gusto natural por el "kitch" de piso de barriada les convierte en incapaces de apreciar toda forma de expresión artística algo elevada. Por ejemplo, ignoran que en Paris, las autoridades animan a los jóvenes parados, autoproclamados "vanguardia artística", a ocupar gratuitamente un inmueble entero para enseñar el fruto de su esfuerzo creativo. ¿A quién le puede dar envidia tener que irse a ganar su pan trabajando lo más esforzadamente posible?

Además, los obreros tienen mala salud y parecen quejarse continuamente de su estado. Es por eso que niegan los esfuerzos físicos nobles (squash, patinaje, esquí) y se empeñan en tirar, portear y trasladar pesadas cargas, de mantenerse muchas horas a la fila en las estaciones de trabajo totalmente dañinos para el organismo y los nervios. Además, tienen problemas de espalda, y caen a menudo enfermos o depresivos, en una actitud del todo soviética de evitar la tarea pendiente. Además, son verdaderamente ingratos y no han llegado a entender la filosofía de las 35 horas, e insisten en protestar contra la desaparición de sus horas extras y crecientes ritmos de trabajo.

¿A qué esperamos para retirarles el derecho a voto?

Y como si lo hicieran adrede para aparecer todavía más mezquinos a nuestros ojos, los obreros votan masivamente a Le Pen (30% y los desechos). Alexandra, 26 años, es obrera. Es empleada en una fábrica de ensamblaje, en alguna parte de los confines del valle parisino. Trabaja en una cadena, vamos, por si alguno duda que esas cosas todavía existen. Alexandra hace turnos de 3 por 8...Ella sola levanta a su pequeña hija y busca al hombre de su vida por el chat. Ha quedado ya con alguno que otro, me confesó, que incluso viajaron para verla. Café, cama y vuelta. Se encuentra triste, desengañada por los hombres, asfixiada por sus dificultades financieras. Estuve a punto de preguntarla sobre esos hombres. Pero no me atreví a indagar. Todos los sábados por la tarde, Alexandra sale a dar una vuelta con sus amigas. Se emborracha a cerveza, que la hace engordar, pero ha descubierto recientemente el hachis, que la hace volar. A las presidenciales, Alexandra a votado al Frente Nacional. En las dos vueltas. Porque "ya estoy harta", no acabo de comprender de qué exactamente.

A Jean-Luc, me lo encuentro en el cercanías, línea A, sirve comidas en el cinturón de la ciudad. Vive con sus padres, en un pisito de barrio. Tiene verdadero pánico a que le destrocen de nuevo su coche. Ha votado comunistas en la primera vuelta, Chirac en la segunda. Le pregunté qué pensaba del Frente Nacional. "Tuve la ida de votar Le Pen, pero pensé en mi padre, no podía hacerle esa jugarreta...". Tuvo la idea...será hijo de p...

Todo porque la clase "laboriosa" ya no es más la clase peligrosa. Actúa a la defensiva, en el más completo de los desórdenes, excluida de entre los propios excluidos, no forma parte ni de las minorías de moda: ¿quién va a ir a aplaudir una manifestación "Working Pride" en las calles de la capital, en un domingo soleado del bonito mes de mayo?. ¿En qué se han convertido estas antaño gentes de coraje? ¿en pequeño-obreritos?(2). Etiquetarlos de nuevos "Torrentes"(3) se me queda corto. Claro que serán capaces de vengarse, ya veréis...votando, por ejemplo.

 

(1) El horario 3 por 8 permite cubrir las 24 horas del dia los 7 dias de la semana sin que las unidades de producción paren, gracias a tres turnos diarios y rotatorios de 8 horas.

(2) Juego de palabras, del descalificativo "pequeño-burgués" a este nuevo de "pequeño-obrerito"

(3) Famoso protagonista de película española de ficción conocido por su espíritu mezquino y machista. Es lo más parecido a la expresión francesa "beauf".

 

 

 

 

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