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Los sonideros

 

Los sonideros (Pantoja,1998:89,90) en gran número se tomaron las colonias populares en diversas ciudades de México; sus sonidos se rentan para sonar en las calles y en algunos salones de fiestas. En los años 80’ se forma en Ciudad Nezahualcóyotl la unión de sonideros de Neza con fines gremiales. Estos sonideros se desplazan por las diversas colonias haciendo bailar entre mil y tres mil personas. Lo cierto de los sonideros es que siempre se han mantenido por fuera de la ley o por lo menos de la regularidad, aun cuando cuentan con permisos de las delegaciones para cerrar calles. Sus detractores argumentan que las autoridades delegacionales desconocen el reglamento de espectáculos al otorgar permisos a bailes con música grabada ya que argumentan que esto ocasiona el desempleo de los músicos mexicanos. Los músicos mexicanos desde los 60’ se han agremiado y han luchado contra la música grabada y los lugares donde se toca; pero ha sido una lucha perdida ya que sólo han logrado que se reglamenten estos sitios y que se introduzcan una o dos horas de música en vivo en su programación.  Sonideros reconocidos dicen que tienen más de treinta años en el trabajo, que al principio se realizaban en las vencidades de Tepito y el Peñón de los Baños y se cobraba a 5 pesos la hora con un mínimo de tres horas. Pero el negocio fuerte se ha desplazado y ya a muchos no les gustan las fiestas sino que se asocian con dueños de locales y se realiza el baile con permiso de la delegación y pago de impuestos por lo que casi nunca les suspenden las tocadas. Se organizan grandes bailes y por el precio de la entrada se dan saludos por los altavoces; antes los saludos no se acostumbraban pero los han institucionalizado poco a poco los sonideros. Muchos no van a estos sitios a bailar sino a que les manden un saludo a ellos, a sus amigos, o a sus bandas. El fenómeno de los sonideros en el D.F. es de tal magnitud que son unos de los grandes consumidores de discos de orquestas mexicanas. Se dan datos de que en la difusión de un disco en la zona metropolitana las emisoras ayudan con el 75% mientras los sonideros se encargan del 25%.

 

Los sonideros de Monterrey son los responsables de la aceptación y difusión de la música colombiana en la ciudad y aparecen en el escenario a partir de fines de los 50’. Entre ellos destaca la figura de Joel Luna López. El cuenta cómo Mike Laure conseguía novedades musicales colombianas desconocidas en México, las transformaba a su propio estilo y eran un completo éxito; pensando sus seguidores que eran composiciones originales suyas. Luna difundía estas producciones de Laure, junto  a las de Linda Vera. Más adelante la compañía Peerless compra los derechos de difusión de Discos Fuentes de Colombia y gracias a esto la música original comienza a llegar directamente a las tiendas de discos del D.F. y Monterrey. Gracias a la gran demanda de este tipo de material musical, este único canal de suministro fue insuficiente y se crearon nuevos por vías informales, como buscar personas conocidas en Colombia que pudieran mandar música a Monterrey. Pero principalmente los sonideros buscaron conexiones en Estados Unidos o viajaron algunos en busca de trabajo y al regreso traían material musical de las tiendas de discos de este país además de dejar contactos establecidos. A través de las portadas de los discos, que traían en aquella época una variada información, se fue generando de esta manera un ‘capital cultural’ en torno a  esta música, intérpretes, instrumentos e incluso un poco sobre la geografía gracias a las fotos de los discos. En este aspecto podemos resaltar cómo les llama poderosamente la atención a los regios estas imágenes de Colombia donde salen constantemente montañas y ríos, lo que los lleva  asociarla con su propio espacio geográfico y paisajes de la ciudad.

 

También los sonideros de Monterrey buscaron contactos con sus homólogos en el D.F., hicieron negocios con sonidos del D.F. como ‘La Changa’ y la ‘Conga’ de Tepito. Estos a su vez guardaban este tipo de música que no se vendía muy bien en el D.F. y la iban a vender a Monterrey realizando tan buen negocio que incluso hablan de que llegaban a viajar hasta Colombia para surtirse de material musical. Todo este ejercicio, que implicaba tiempo, esfuerzo y fuertes sumas de dinero se explica si entendemos que la clave del éxito de un sonido se encontraba en su capacidad para conseguir las novedades musicales. El poseer la música que aún no se encuentra comercializada en el ámbito local era de radical importancia ya que quienes los contrataban buscaban tener en sus bailes y fiestas los éxitos tropicales y colombianos más recientes. El comprar los discos colombianos para los sonideros representaba un gran sacrificio debido a sus elevados precios por ser material importado, pero lo hacían por encima de sus propias necesidades familiares ya que para ellos  representaba una inversión que hacía más atractivo su sonido y por lo tanto tendrían más contrataciones entre más ‘completa’ se encontrara su selección musical. (Olvera,1998:35).

 

Debido a la crisis en que entraron los sonidos con la introducción masiva de los casetes, entre otros factores como la violencia en los bailes de barrio que les imposibilitaba explotar este mercado, se llegó a una falta de trabajo para estos. La manera de compensar la falta de ingresos que experimentaron fue el vender la música que tenían grabada en acetatos, en casetes, resultando este un negocio próspero ya que existía una base firme de mercado. Seguidores de este género que querían tener sus propias grabaciones de la música que antes les era restringida a lo que les programaran mínimamente en la radio o a las ocasiones que podían ir a un baile con sonido. De esta manera al principio fueron unos pocos los sonideros que usaron esta estrategia de complementar sus ingresos y al ver el éxito del negocio se fueron sumando más y más. Aun cuando esta actividad se podría enmarcar como piratería los sonideros nunca consideraron que estuvieran realizando una actividad ilegal ya que argumentan que la música que ellos vendían no era comercializada legalmente en México y de esta manera no se estaba afectando a nadie. Dentro de la venta de estos casetes también ofrecen servicios especiales como las ‘listas’ donde el sonidero coloca su selección musical en una lista en papel y luego el cliente escoge las canciones que quiere que queden grabadas en su casete. Este servicio tiene un costo adicional para el cliente. Otra de las especialidades de los sonideros es la venta de música ‘rebajada’; ésta consiste en grabar las canciones con menores revoluciones de las normales y de esta manera se escucha la música más lenta (como si a una grabadora se le estuvieran acabando las pilas). Esta variación regia a la música colombiana posee gran aceptación ente los seguidores del género ya que argumentan que de esta manera se disfruta más la música y se evitan los rápidos ritmos provenientes del Caribe (Olvera,1998:36).

 

El trabajo de los sonideros hoy en día se ha desplazado marcadamente hacia la piratería (venta de casetes y discos piratas), ya que han surgido gran cantidad de grupos colombianos que tocan en vivo, desplazando a la música grabada en la amenización de fiestas y eventos. Adicionalmente los consumidores hoy en día tienen mayores posibilidades de establecer su propia selección musical y adquirir los éxitos del momento debido a los bajos costos de los casetes y discos piratas. Dentro de estos grupos actualmente el consumo de música pirata es generalizado, esto debido a los altos costos, a lo arbitrario y uni-direccional en la selección y elaboración de los productos de las empresas discográficas (Sánchez,2000:40). Aun cuando es claro que el problema de la piratería es muy importante en la industria de la música, ejemplos como éste nos muestran las razones del afianzamiento de esta práctica. Las disqueras no tuvieron presencia, por muchos años, dentro de este rubro musical en Monterrey dejando el comercio a los sonideros. Cuando se dan cuenta de su omisión y quieren vender sus productos se estrellan contra un muro por varias razones. Primero sus costos están por encima de lo que se pueden permitir estos grupos empobrecidos. Un disco original de esta música vale entre 10 y más de 25 dólares, dependiendo si es nacional o importado de Colombia, mientras que un disco pirata lo consiguen por 2 dólares. Adicionalmente estos grupos están acostumbrados a tener mayor interacción en la elaboración de sus productos musicales, como en la selección del tipo de melodías y ritmos que más les llaman la atención. Los sonideros elaboran casetes con las canciones elegidas por el cliente a partir de la amplia lista de su acervo musical; también elaboran un producto inédito dentro de la industria musical los llamados discos ‘rebajados’. Los regio-colombianos están acostumbrados a una relación directa con su música sin mayores intermediarios, transformándola y seleccionándola a su gusto; por esto hoy en día los sonideros y sus productos piratas son los reyes dentro del mercado de la música regio-colombiana. Adicionalmente la violencia entre las pandillas de los barrios les ha quitado a los sonideros la posibilidad de trabajar en la calle realizando fiestas, orillándolos a la piratería, debido a las grandes grescas que se arman en sus bailes, entre diferentes bandas, haciendo imposible que continuaran con su labor tradicional.