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Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
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MANUEL DEL PALACIO.
(1832-1906)


AMOR OCULTO.

Ya de mi amor la confesión sincera
oyeron tus calladas celosías,
y fué testigo de las ansias mías
la luna, de los tristes compañera.
Tu nombre dice el ave placentera
a quien visito yo todos los días,
y alegran mis soñadas alegrías
el valle, el monte, la comarca entera.
Sólo tú mi secreto no conoces,
por más que el alma con latido ardiente,
sin yo quererlo, te lo diga a voces;
y acaso has de ignorarlo eternamente,
como las ondas de la mar veloces
la ofrenda ignoran que les da la fuente.




Sin rumbo ya, desarbolada y rota,
vas, pobre nave, al ignorado puerto,
perdido en ese piélago desierto
que parece gemir cuando te azota.
Aún por escarnio entre tus vergas flota,
del antiguo poder símbolo cierto,
el pabellón en que se envuelve al muerto
y hace menos amarga la derrota.
Lo conozco muy bien, ¡bendito sea!
Pues soñando en sus glorias todavía
mi espíritu se anima y se recrea.
Cubra mi cuerpo en el tremendo dí,
y a la vez que de escudo en la pelea
sirva a los buenos de esperanza y guía.18




PAZ A LOS MUERTOS

Si el odio alguna vez te desconcierta
y ver anhelas de un cruel testigo
el cadáver pasar de tu enemigo,
espérale sentado ante su puerta.
Así lo dice el árabe y acierta;
mas yo, que otro ideal amo y persigo,
de las malas pasiones al abrigo
jamás tuve al rencor el alma abierta.
Prefiero lo que alumbra a lo que abrasa,
me parece un cadáver un misterio
que una noche sin fin cubre de gasa,
y trocando en elogio el vituperio
miro siempre un amigo en el que pasa
y le saludo reverente y serio.




EN UN CALABOZO

¡Cuán triste debe ser y cuán amargo
vivir en este sucio asilo estrecho,
sintiendo sin cesar dentro del pecho
de la airada conciencia el justo cargo!
¡Cuántas horas de angustia y de letargo
ofrecerá al culpable el duro lecho,
y cuántas, ¡ay! en lágrimas deshecho
de su existencia el fin hallará largo!
Pero a mí, ¿qué me importa tu tristeza?
Como en almohada de caliente pluma
reclino en tu tarima mi cabeza:
la culpa, no el castigo, es lo que abruma,
y rompe mi virtud toda vileza
como el alto bajel rompe la espuma.




LA LIBERTAD

¡Celeste libertad! ¡Astro fecundo,
que triste a veces su fulgor derrama,
cuando al mirar su luz trocada en llama,
major destruye que ilumina al mundo!
Ya hundida del abismo en lo profundo,
ya rica de poder, de gloria y fama,
rival del hijo que su madre aclama,
aclamo yo tu imperio sin segundo.
Dentro del corazón tu nombre leo;
antes que ausente de mi hogar te llore,
antes que el hierro del esclavo muerda,
de mi existencia el fin hallar deseo.
¡Maldito aquél que hipócrita te adore!
¡Maldito aquél que estúpido te pierda!




AL BORDE DE LA TUMBA

Pequé, Señor, mas no porque he pecado
de vuestra alta clemencia me despido,
que cuanto más hubiese delinquido
os tengo a perdonar más empeñado.
Si verme pecador os ha indignado
cederéis al mirarme arrepentido;
la misma culpa con que os he ofendido
os tiene a la indulgencia preparado.
Cuando vuelve al redil de sus amores
una oveja perdida y recobrada
en júbilo se inundan los pastores.
Yo soy, Señor, oveja descarriada,
mirad, Pastor divino, mis dolores,
y recobradme al fin de la jornada.24




Al principio

La Palestra de Euterpe.