¿Alguien me quiere matar?
Una puta vida, por Joseph Gelman
¿Cómo le cuento oficial?, sí, no se preocupe, tenga paciencia y no desespere, no importa que sean las tres de la mañana, usted siga trayéndome té tras té, si, ya sé que aquí lo que toman es café, pero mande a alguno de sus subalternos a que recorra toda la ciudad, con la guardia nacional inclusive, hasta que consiga un lugar donde haya té para mantenerme despierto, Lipton está bien, y de paso, par de cajas de cigarros, que ésta va por la mitad, y el cuento como que va a ser largo.
Sí, ya sé que lo desea por orden cronológico, va a ser difícil, pero bueno, trataré. Creo que a pesar de que vivía en mi mismo edificio, no, mis padres vivían en Maracaibo en esa época, yo me vivía en Caracas con mi hermano, como le decía, aunque éramos vecinos, la primera vez que recuerdo haberlo notado fue en la Universidad, estaba con unos amigos y de pronto lo vi, la figura era patética, un muchacho gordo, con una barriga prominente, de una piel tan blanca y lampiño, recuerdo que yo lo jodía, discúlpeme la palabra oficial, le decía que parecía un lechón, usted sabe, por lo blanco casi rosado y lo lampiño. La cara la tuvo siempre llena de pepas, desde los 18 hasta los 25, a veces menos y a veces más, pero siempre se veían a simple vista unas pepas rojas gigantescas, con unos puntos blancos de pus en el centro, recuerdo que una de mis novias no soportaba tener que saludarlo, y si él llegaba y no le daba un beso, yo decía por joderla "José María, y nos vas a saludar a Mónica", se lo decía con voz de ofendido, que a él lo hacía sentir importante, se levantaba y le daba el beso, pegándole las pepas y babeándole la mejilla.
Bueno, con eso creo que se hace un idea de cómo era él, si, ya se que lo vio en las fotos, si me tardo mucho me dice y resumimos, está bien, en ese caso páseme el encendedor. Así mismo lo vi aquella tarde de octubre, hace como diez años, recostado contra la pared del cafetín, siempre comiendo o bebiendo algo, tratando de parecer lo más natural posible, no, no lograba de ningún modo pasar desapercibido, déjeme explicarle, llevaba una mochila colgando de un solo brazo, tal y como estaba de moda, el reproductor en el estuche colgando del otro hombro, y los lentes Bolle, oscurísimos, y allí es que yo digo, ¿cómo coño no va a llamar la atención un idiota con lentes oscuros en la oscuridad del cafetín?, ¿comprende?, trataba tan duro que terminaba cagándola. Su problema en esos días era uno solo, en la universidad había un grupo grande que habían estudiado con él en el colegio, eso no le convenía, para una persona así lo mejor es el anonimato, su oportunidad estaba en dejar el pasado atrás, pero era demasiado obvio, es que hay que ser rehuevete para andar con lentes oscuros en el cafetín de la universidad.
Un día tocó la puerta de mi casa, un sábado en la noche en el que yo no había salido, y me disponía a revelar unas fotos en mi baño, para hacer eso, hay una parte del proceso que consiste en hacer la ampliación., luego, se toma el papel y se pasa por químicos, lo que resulta muy incómodo cuando se hace de manera rudimentaria, como en mi baño. Pues yo, en parte por esa compasión y curiosidad que siempre le he tenido a los locos, y por no dañarme las manos de químico, lo invité a que me ayudara. Así empezó nuestra relación, cada día que yo entraba me llamaba por el intercomunicador, tardé par de años en darme cuenta que le pedía a los vigilantes que le avisaran cuando yo llegara, para estar seguro de conseguirme.
Al principio él podía despistar, tenía conocimiento de gran diversidad de temas, pero nada profundo, se preocupaba demasiado por los detalles que a nadie le interesaban, y podía lanzarle a cualquiera, ¿Perro caliente?, bueno, para mí dos con todo, sí, en Plaza Venezuela seguro consiguen varios carritos abiertos. Le decía, José María conocía los detalles íntimos de la investigación del asesinato de Kennedy, el color de los interiores de Napoleón, fechas por coñazo, pero nunca hubiese podido hacer un análisis histórico, no podía centrarse en nada, todo su conocimiento era de idioteces, la bomba de hidrógeno, los espías rusos, los submarinistas alemanes, tanto así, que mi hermano y yo lo llamábamos "Trivialidades José María", por el juego aquél de las millones de preguntas, ya que todo lo que tenía en la cabeza era trivial. De esto que le digo estoy seguro, y la mejor prueba es el 05 que le pegaron en Humanidades II, que era paradójicamente Historia Universal.
No sé si me sigue oficial, para decírselo claro y raspao, tenía la cabeza llena de mierda. Hablando del 05 en humanidades II, eso fue lo que cuadró los números para que lo botaran de la universidad, en aquel momento, pensé que sería lo mejor para él, irse a un instituto técnico de menor exigencia, y comenzar de nuevo, sin ningún pasado, sin que nadie lo conociese, con la misma oportunidad que todos los demás. Claro que me equivoqué, si bien en la universidad no hizo amigos reales, la gente era de humor fino, se bromeaban con él sin malicia, no trataban de dañarlo, y de vez en cuando lo invitaban a alguna fiesta o reunión. En el instituto, se vio rodeado de brutos que no tardaron en darse cuenta de que era un imbécil, aquí los ataques eran de frente, las humillaciones constantes, supe que una vez le envolvieron todo el carro de papel de baño, otra, le amarraron palos y latas del parachoque trasero, y José María se iba manejando por la autopista, kilómetros sin darse cuenta. Si en la universidad sintió soledad, en el instituto conoció la humillación.
Sin embargo ésa fue su mejor época, la diferencia se veía poco, éramos todos estudiantes, la verdad es que lo invitaban a las fiestas grupales, y vivía metido en mi casa. Entraba y se iba directo a la nevera, arrasaba con todo lo que encontraba, comía dulce como un desaforado, aprovechaba ya que en su casa lo tenían siempre a dieta. Estamos hablando de la época de los 18 a los 22, mis años universitarios, sí, a esa edad y mucho después le controlaban la comida. Es que no le he hablado de la relación odio-amor con su madre, ella, a mi parecer tan desquiciada como él, es quizá el principal factor del fracaso de su hijo, yo creo que él la odiaba, y yo le echaba unas bromas super pesadas, por ejemplo, le preguntaba: "José María, tu hermano está en tu casa", y él que no, "Y tu hermana", y él que no, "Y la servicio" y él que no, "Y tú te vas a quedar aquí mucho tiempo" y él que por qué, y yo que para ir y echarle un polvito a tu madre. Otra de mis favoritas era llegar, contarle que había conocido a una mujer, describirle nuestro encuentro sexual, mientras veía en su cara la excitación, y finalmente le soltaba que era divorciada, y que vivía en este edificio, en el apartamento tal, era su madre.
La relación entre ellos era destructiva, él disfrutaba con mis bromas, y cuando yo le contaba esto, se debatía entre la humillación y ofensa que sabía que debía sentir pero que no sentía, y entre la risa que esto le causaba. Su madre nunca lo entendió, en vez de atacar el fondo de los problemas de su hijo, se concentró en las formas, la gordura, el acné, los estudios, su comportamiento social, en vez de darse cuenta que era un desequilibrado y que debía de mandarlo inmediatamente al psiquiatra.
Algo que me llama la atención, es que no tenía un deseo sexual proporcional a sus frustraciones, más que eso, lo que parecía necesitar en realidad era afecto. Pensaba 24 horas al día en que tenía que conseguir una novia, pero no para cogérsela, más bien desde un aspecto idílico, quería vivir una relación, quizás buscando estatus dentro de los jóvenes. Se que estuvo un par de veces con putas, pero nunca me habló en detalle de ello, instantes después de perder la virginidad vino a mi casa, asaltó la nevera y habló de las misma huevonadas de siempre, lo que me hizo pensar que para él no fue la mejor de las experiencias.
Recuerde que estos fueron sus años buenos, vivía metido en mi casa, y mi hermano y yo nos ocupábamos de él. Lo llevábamos a almorzar en su cumpleaños, y en esas ocasiones casi se comía la mesa del restaurant de turno, incluso, recuerdo que una vez pidió un postre, y el mesonero le dijo que ese era para dos personas, y el respondió: "No importa, me lo voy a comer con mi doble personalidad". A mi hermano y a mí nos divertía, le traíamos regalos de nuestros viajes, lo invitábamos a nuestras fiestas y lo sacábamos de vez en cuando, páseme el cenicero por favor, éste ya está lleno.
La diferencia entre él y nosotros podía ser disimulada, nosotros éramos estudiantes, él también, no tenía novia, yo tampoco tenía pareja estable, en esa edad luego de estudiar la principal preocupación es divertirse y pensar en idioteces, perfecto para él, nadie sabía que en ese instituto de mierda donde estudiaba, avanzaba un año cada dos. El acabóse de José María fue cuando terminaron los años universitarios de mi hermano y luego los míos, nos enfluzamos, conseguimos novias, nos mudamos, nos casamos. Él seguía en lo mismo, pero lo más terrible es que se daba cuenta. Ya no estaba a su disposición en su edificio, trabajaba todo el día y no podía atenderlo, en la noche llegaba cansado, incluso, a veces llegué a negármele, el se daba cuenta de que yo había crecido en la vida, mi hermano ya andaba de Post Grado en N.Y., y él luchando seis años para terminar una carrera técnica de tres y medio.
A partir de entonces pasaron largos períodos sin vernos, no sé que fue haciendo, pero se resignó a la idea de que yo ya no estaba disponible. Una de las últimas veces que lo vi fue en la boda de mi hermano, esos sí eran años amargos para él, todos con nuestras prometidas, trabajando, y él en lo mismo, de office boy en la fábrica del abuelo, viviendo con su madre, tratando de acercarse a cada muchacha, invitándolas al cine, un no tras un no, así fue que me di cuenta que estaba peor que antes, sabía de la mierda que era su vida, me lo imagino, solo todos los sábados en la noche muriéndose por hacer algo, y cuando finalmente lo invitan, digamos a la boda de mi hermano, se da cuenta que no encaja en ningún lugar y se siente peor todavía.
La última vez que supe de él fue hace como tres meses, me llamó que quería verme, nos citamos en un café, comió como un animal y se tomó dos merengadas, estaba deprimido, fue la primera vez en su vida que logró centrarse y hablar conmigo seriamente, me contó de cómo se daba cuenta que todos prosperábamos y que él seguía igual, básicamente lo mismo de antes, no tenía novia, y yo ya me iba a casar. ¿Qué le puedes decir a un perdedor así?, cuando yo pienso que lo mejor es que se vaya del país, o en su defecto que se pegue un tiro, dígame usted señor oficial, ¡Carajo me quemé!, no se preocupe, déjeme seguir, ¿Qué se le puede decir?, pues pura paja, que busque ayuda profesional, que se esfuerce en su trabajo, como si él pudiese en realidad trabajar, que la pareja llega sola, y todos esos consejos generales. Pues bien, eso fue lo que le dije.
Ya va a amanecer, permítame usted, señor oficial, una reflexión. Imagínese vivir dentro de José María, 27 años, sin ninguna habilidad, feo con bolas, sin amigos, sin pareja, sin independencia económica, sometido por una madre implacable. Se debe sentir un nudo constante en el pecho, una desesperación como el despecho, una privación de la libertad, una angustia constante un sábado en la noche, dando vueltas en el cuarto, cambiando los canales de televisión, toda la vida esperando la acción que nunca llega.
Bueno, ya se me acabaron los cigarros, ahora dígame usted oficial, ¿Que coño hizo José María ?