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Georg Friedrich Haendel

Cuando en 1792 Haydn escuchó en la abadía de Westminster el "Aleluya" de El Mesías de Haendel, se levantó entusiasmado y con él lo hicieron todos los demás oyentes; con lágrimas en los ojos exclamó: "Es el maestro de todos nosotros". Beethoven escribía en 1824: "Haendel es el más grande compositor que jamás haya existido. Quisiera arrodillarme ante su tumba". De su música decía que "era la verdad", y es bien sabido que, después de componer la Novena sinfonía, Beethoven proyectaba escribir grandes oratorios a la manera de Haendel. Por su parte, Mozart reorquestó "al gusto de la época" varios de los más famosos oratorios haendelianos, y en sus cartas no dejaba de reclamar a su padre que le enviara "las seis fugas de Haendel". En otra carta, dirigida a su hermana, le decía que "el barón van Swieten, a cuya casa voy todos los domingos, me ha dado para llevarme a casa todas las obras de "Händl"". Mozart escribió en este caso "Händl", y el propio nombre del compositor es tan proteico como su música. La familia llegó a escribirlo de quince maneras diferentes. El músico usó cuatro formas distintas, correspondientes a cuatro períodos de su vida: Händel, Haendel, Hendel y Handel. Adoptó esta última poco después de instalarse en Inglaterra, empleándola para firmar el acta de nacionalización como súbdito británico en 1726 (en la que también su segundo nombre de pila se enuncia como "Frideric"), y la conservó así desde entonces. De manera que en las islas Británicas el nombre del compositor se escribe George Frideric Handel. En cambio, en Europa se emplea el nombre alemán originario, a saber: Georg Friedrich Händel o Haendel; este último será el utilizado en la presente obra. Georg Friedrich Haendel vino al mundo en Halle, Sajonia, el 23 de febrero de 1685, un mes antes de que naciera Bach. Al igual que éste, procedía del mismo núcleo de la clase media del norte de Alemania, se educó en el mismo ambiente protestante y representó como él la culminación de la última escuela de contrapunto.

Sin embargo, la vida y el arte de Haendel siguieron unos derroteros muy diferentes de los de Bach. Los antepasados paternos de Haendel se ganaron la vida durante varias generaciones como caldereros en Silesia, pero su padre rompió la tradición y estudió medicina.Llegó a ser médico cirujano de los duques de Sajonia-Weissenfels y de los electores de Brandeburgo. De su primer matrimonio tuvo siete hijos y, una vez que enviudó, contrajo nuevas nupcias a los sesenta años con una mujer que era treinta años más joven que él. El primer fruto de este segundo matrimonio fue precisamente el músico. La madre, Dorothea Taust, procedía por línea materna de una familia de pastores luteranos.

Pero ni en los antepasados paternos ni en los maternos de Georg Friedrich Haendel aparece nadie que hubiera permitido predecir la genialidad musical del niño. Éste mostró desde muy temprana edad grandes dotes para el arte de los sonidos, pero parece que no fue la madre ni tampoco el padre, sino una tía la que animó al niño a cultivar sus talentos. Halle era entonces, como ahora, una ciudad universitaria llena de animación intelectual; era también un importante centro del comercio de la sal. Las dos iglesias principales de la ciudad pertenecían a dos ramas distintas del protestantismo; la catedral se había convertido en calvinista desde 1689; la otra iglesia, la Liebfrauenkirche o iglesia de Nuestra Señora, era luterana.

De los primeros años del niño se cuentan algunas anécdotas que probablemente son falsas. Así, se dice que por la noche, mientras su familia dormía, se levantaba e iba a practicar música en un clavicordio que había en el desván de la casa. El siguiente cuadro de Dickens que refleja esta anécdota, como ya hemos dicho posiblemente legendaria:

No se sabe con exactitud quién enseñó al niño los primeros rudimentos musicales. Lo cierto es que en una ocasión el padre fue a visitar al duque de Weissenfels y se llevó consigo a su pequeño hijo. El duque le oyó tocar el órgano y el clavicordio y aconsejó al padre que encaminase a su hijo hacia el estudio sistemático de la música. Esto ocurría en 1692, es decir, cuando Haendel contaba siete años. Las recomendaciones del duque eran, naturalmente órdenes, y así tenemos que el niño empezó a recibir muy pronto lecciones del mejor músico de Halle. Éste era Friedrich Wilhelm Zachow, el organista de la iglesia de Nuestra Señora. Con él aprendió el órgano, el clavicordio, el violín, el oboe y los fundamentos de la escritura armónica y contrapuntista. Zachow se distinguía por el profundo interés que mostraba por los estilos musicales extranjeros, particularmente por el italiano, que quería conciliar con el docto estilo alemán. Las enseñanzas de Zachow ejercieron en la formación de Haendel una influencia mayor que la reconocida normalmente. El maestro poseía además una importante colección de obras italianas y alemanas y, mediante el viejo método de sacar copias, dio a conocer a su alumno las composiciones de los músicos contemporáneos más importantes del país, entre los que no faltaban alumnos de los maestros italianos, así como rigurosos cultivadores del contrapunto alemán. En las copias y apuntes del joven estudiante se concedía una particular importancia a la música del compositor Georg Muffat, el cual ya anticipaba en cierta medida la fusión entre los estilos europeos realizada posteriormente por Haendel durante su madurez. Al cabo de tres años, Zachow pensó que su alumno había aprendido ya todo lo que él podía enseñarle. En 1696, al final de su etapa de estudios con Zachow, aparecen ya las primeras composiciones de Haendel. Éste tenía sólo once años y escribió varias Sonatas para dos oboes y bajo continuo. El oboe era entonces su instrumento favorito. También compuso una Cantata. Ese mismo año de 1696 realizó el primero de sus numerosísimos viajes, trasladándose a Berlín, a la Corte del príncipe elector Federico, para ampliar sus estudios. Berlín era entonces un floreciente foco de música italiana, promovida sobre todo por la esposa del príncipe elector, Sofia Carlota. En aquella ocasión Haendel escuchó, por tanto, mucha música italiana y conoció también a músicos italianos, entre los cuales destaca como figura de gran relieve Attilio Ariosti. Parece que el príncipe elector quiso enviar a Haendel a Italia, costeándole los estudios, para que perfeccionase allí su formación musical. Pero el padre del compositor no otorgó su consentimiento. Haendel regresó a Halle a la muerte de su padre, en 1697, y prosiguió sus estudios regulares. Probablemente por respeto a la voluntad de su progenitor, en 1702 se matriculó en la facultad de Derecho de la universidad de su ciudad natal; pero es posible que lo hiciera también por propio interés intelectual, pues Haendel fue un músico muy culto y lleno de curiosidad espiritual. Además, por aquella época brillaba en dicha facultad el gran Thomasius, un hombre liberal que protegía todas las ideas que eran objeto de persecución; así, el pietismo, expulsado de Leipzig, encontró refugio en la Universidad de Halle, y lo mismo les ocurrió a los calvinistas. Al mismo tiempo que estudiaba Derecho, Haendel comenzó a ejercer la profesión de músico. Primero fue nombrado organista suplente de la catedral, pero al poco tiempo llegó al puesto de titular y desempeñó brillantemente los múltiples trabajos que aquel cargo entrañaba.

Haendel siguió escribiendo música y haciendo que sus alumnos cantasen cada domingo sus composiciones. Por entonces gozaba ya de bastante fama. Telemann, cuatro años mayor que Haendel, y también estudiante de derecho, pero en Leipzig, estuvo de paso en Halle y allí conoció al joven organista; entonces nació entre ellos una profunda amistad que duró varios años.

Aprendiz en Hamburgo

Al poco tiempo de ser nombrado organista de la catedral de Halle, el compositor tomó una decisión sorprendente. Renunció a su puesto y se trasladó a vivir a Hamburgo, abandonando con ello una carrera segura y sin sobresaltos. Pero lo que parecía un capricho, tenía un sentido profundo: el joven músico decidía abandonar una carrera provinciana y monótona para ver mundo y aprender nuevas cosas en la ciudad musical más animada de toda Alemania. Al fin y al cabo sólo tenía dieciocho años.

Hamburgo era a la sazón el principal centro musical de Alemania; allí se desarrollaba, entre otras cosas, una intensa actividad teatral. Dicha actividad había surgido en 1678 con la fundación del primer teatro público de ópera de Alemania, situado en el Gánsemarkt. En él se pasó gradualmente de representaciones de carácter sacro a refundiciones de temas operísticos derivados del teatro musical francés e italiano, Desde 1694 estuvo al frente del teatro Johann Sigismund Kusser, que había sido alumno de Lully. Cuando Haendel llegó a Hamburgo en 1703 la dirección del teatro estaba en manos de Reinhard Keiser. Éste era un hombre disoluto y pendenciero, pero no cabe duda de que era también muy experto en lo que se refiere a componer y dirigir obras para el teatro. La ópera apasionaba a la ciudad entera, lo cual era algo excepcional en aquel tiempo. Se tocaba allí mucha música francesa, pero también se interpretaban obras italianas, entre otras las de Steffani. Haendel ingresó como músico en la orquesta del teatro. En comparación con el puesto que había abandonado en Halle, aquel nuevo trabajo era modestísimo, pero también un lugar óptimo para poder estudiar todo el engranaje operístico. Las relaciones entre Keiser y Haendel eran de amistad, pero también de celos. Dos años después de llegar a Hamburgo, el joven Haendel consiguió que se estrenara, en 1705, su primera ópera, Almira, que alcanzó cierto éxito; en cambio, su segunda ópera, Nero, representada ese mismo año, constituyó un fracaso. Entre las composiciones escritas en Hamburgo figura también una Pasión según San Juan, que fue interpretada durante la Semana Santa de 1704, con libreto de Postel, el célebre libretista de Keiser. Esta Pasión es el primer paso de Haendel hacia el género del oratorio. La seguridad y el dominio con que Haendel se lanza al mundo de la ópera no deja ningún resquicio para dudar de su genio. Con una extraña facultad de adaptación, compone su primera ópera en el estilo de Keiser. Hamburgo fue importante para Haendel por muchas razones, pero sobre todo porque allí hizo amistad con Johann Mattheson, un personaje muy original, que luego sería crítico y teórico de resonancia europea. Treinta años más tarde sería el primer biógrafo de Haendel en su obra Grundlage einer Ehrenpforte, antes de traducir en 1761, del inglés al alemán, el libro de John Mainwaring, que fue la primera biografía de un compositor editada en volumen.

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