1.2 Las Instituciones Militares en Bizancio
La revuelta de Nika, sacudió Constantinopla en el 532. Justiniano abdicó y huyó. Pero su esposa, Teodora, una bailarina de circo se convirtió en Emperatriz. Justiniano respondió con vigor, recobró su confianza, y distribuyó sobornos secretos rápidamente, llamó a dos generales de su confianza para dispersar a los alborotadores; estos sofocaron la revuelta con eficacia, dejando 30,000 muertos en el Hipódromo. Justiniano I reinó durante 33 años más como Emperador Bizantino (527-565) e influyó en el desarrollo de Bizancio más que cualquier otro emperador en los primeros 500 años del Imperio. Los episodios como la revuelta del 532; revuelta popular por la imposición de contribuciones, puso en énfasis a las muchas y variadas presiones internas y externas que amenazaban el Imperio. Durante su reinado, Justiniano buscó fortalecer el estado mejorando el código legal, con un mayor control de la iglesia, y una variedad de otras disposiciones designadas para producir un gobierno poderoso y sensible a sus necesidades.
La meta política de Justiniano era nada menos que el sueño constante de Bizancio: la restauración del Imperio Romano. Desde que el Imperio había sido dividido durante el reino de Diocleciano (284-305), la porción occidental centrada en Roma tuvo mayores dificultades que la parte oriental más alejada. Las migraciones germánicas que siguieron al desastre romano en Adrianópolis (378) presentaron un problema mayor a ambas mitades del Imperio. Los godos regresaban vencidos a las montañas balcánicas en el este, pero en el oeste el Imperio sucumbió a los invasores. En la primera mitad del siglo V, otra invasión por los visigodos bajo Alarico alcanzó las murallas de Constantinopla después de asolar la península balcánica, pero Alarico fue comprado por el gobierno bizantino con un título imperial, tierra, y dinero. Una política menos coyuntural en el oeste incentivó una invasión visigoda a Italia que culminó con él saqueó de Roma en el 410. Durante el mismo periodo, burugundios, vándalos, y otras tribus menores penetraron por la frontera del Rin y se establecieron en las Galias.
Otra crisis seria en la política extranjera agitó el Imperio cuando Atila llevó a los hunos a una correría y pillaje de la península balcánica y parte de Italia en la primera mitad del siglo V. Las tribus germánicas controlaron la mayoría de las provincias importantes fuera de Italia en la mitad occidental del Imperio; se formo un reino vándalo en Africa y un reino visigodo en España y las Galias. Además de las incursiones de las tribus bárbaras existieron diferencias religiosas que frecuentemente impidieron a las dos mitades del Imperio lograr un esfuerzo coordinado contra los invasores. Justiniano resolvió restaurar el fragmentado Imperio, pero en el proceso impondría contribuciones para obtener recursos militares y económicos.
Restablecer el Imperio, no era tarea fácil, Justiniano necesitaba un ejercito fuerte y hábilmente dirigido y los recursos financieros para mantenerlo. Las raíces de su ejercito pueden remontarse a los reinados de Diocleciano (284-305) y Constantino el Grande (306-337), ambos introdujeron los cambios fundamentales en la organización militar y política.
El ejército del Imperio consistió fundamentalmente en unidades militares establecidas a lo largo de las dilatadas fronteras romanas. No existió ningún cuerpo significante de tropas móviles, ni tuvo el Imperio reservas importantes. El cuerpo de la Guardia Pretoriana establecido en Roma era inestable y notorio por su tendencia a apoyar rivales al trono Imperial. Diocleciano desconfió de él y Constantino lo disolvió. En su reemplazo, Diocleciano organizó el "exercitus comitatensis" que sirvió al propósito dual de una reserva móvil que enfrentara las amenazas externas y un brazo armado de autoridad para proteger al Emperador de los usurpadores interiores. Constantino continuó el proceso fortaleciendo el comitatensis a costa de unidades de la frontera. El cambio de énfasis también permitió a las tropas fronterizas, o "limitanei", adquirir un lugar especial en la organización militar. Atados a la frontera, los limitanei recibieron a cambio de su servicio en él ejercito; tierras. Lo que fortaleció su resolución para realizar su papel primario como defensores de la frontera, al ligarlos a ésta.
Diocleciano y Constantino dejaron huellas también en la estructura del orden y distribución de las armas dentro del ejército. En cada capital, Roma y Constantinopla, el comando del ejército era dividido entre dos generales, uno al mando de la infantería y el otro de la caballería. Es significante que el comandante de la caballería, e inherentemente la propia caballería, estuviera equiparado a sus colegas de infantería. Pronto este arreglo se demostró pesado, y Constantino retuvo a dos generales simplemente en cada mitad del Imperio y los hizo responsables del ejército central, sin tener en cuenta la separación de armas. Además, Diocleciano designó a tres generales con autoridad por encima del comitatensis dentro de sus zonas respectivas en Bizancio, (en Tracia, Illiria, y la provincia del Este). Pueden adelantarse varios argumentos contra este control partido del ejercito; sin embargo, Diocleciano y Constantino eran suficientemente cautos en proveer a los generales demasiado poder, al confiarles el mando completo del ejército a cualquiera que no fuera el emperador.
Durante los reinos de Diocleciano y Constantino, la fuerza numérica y el estado de la caballería gradualmente aumentaron en el Ejército. Se adopto una armadura completa que protegieron tanto al jinete como al caballo. La infantería por el contrario desechó la armadura y el casco gradualmente para mejorar su movilidad. Al mismo tiempo, el número de arqueros en esta aumentó, probablemente como consecuencia de la táctica en que esta arma se encontró envuelta; él rechazando de invasores bárbaros montados de rápido movimiento.
El reinado de Teodosio I (379-395), fue significativo en la política y construcción y del ejercito. Convocado de retiro en España, Teodosio se puso primero a cargo del ejército del este, y después se convirtió en Emperador de Constantinopla. Presionado por las Invasiones Germánicas, decidió no luchar una guerra de dos frentes contra Persia al este y los germanos en el norte. Adoptando una política estratégica que se repetiría muchas veces en la historia bizantina, Teodosio buscó un compromiso con Persia, intercambiando cuatro quintos del estado vasallo de Armenia para establecer una frontera relativamente silenciosa. Fue una política extranjera realista, que le dio al Imperio Oriental un necesario respiro para lidiar con la amenaza germánica.
Después de rechazar a los godos detrás de las montañas balcánicas, Teodosio buscó un acuerdo también con ellos. Para entender por qué hizo lo que hizo, merece la pena recordar que su reino comenzó poco después de la derrota del ejército romano por los guerreros montados visigodos en Adrianópolis en el 378. La efectividad de la caballería bárbara seguía siendo recordada por el emperador. ¿Pero cómo podía él rápidamente construir en su propio ejercito una fuerza de caballería? Teodosio adoptó una política que tendrá profundas implicaciones durante el próximo siglo o más. Dándoles la autonomía completa a los visigodos en Tracia y excentuandolos de la imposición de contribuciones, Teodosio reclutó a los jinetes bárbaros en el servicio imperial como "foederati", o técnicamente, aliados del emperador. Cualquier jefe teutónico que podía ser comprado fue atraído al servicio, aunque su horda guerrera no estaba incorporada al ejército imperial, sino que retuvo su lealtad al comandante inmediato, absorbiendo poca o ninguna de la disciplina imperial. La preservación del Imperio vino a depender cada vez más de la lealtad incuestionable de los comandantes y tropas de estos "foederati".
El uso de los bárbaros en el Ejército tuvo otro efecto. Las tropas nativas no estuvieron de acuerdo con la incorporación del gran número de bárbaros al ejercito, sobre todo porque los foederati recibieron una paga más alta para animar su obediencia. Esto generó una facción anti - germánica dentro del estado bizantino y un prejuicio racial paralelo que continuaron con intensidad, mientras existió el Imperio.
Dos emperadores subsiguientes, Leo I (457-474) y Zeno el Isaurio (474-491), modificaron la tendencia creciente de incorporación de bárbaros en las filas del ejercito imperial. De los dos emperadores ninguno pudro lograr otra cosa que mantener las fronteras del imperio, y progresivamente redujeron el número de mercenarios germánicos contratados en el ejército. La nueva tendencia empezó durante el reino de Leo cuando este comenzó a reclutar un gran número de montañeses isaurios de Anatolia, en lugar de los bárbaros de origen germánico. Al mismo tiempo, Leo realizó un esfuerzo para fortalecer su armada y desafiar la creciente fuerza naval del reino vándalo africano, de Genserico. La expedición infructuosa de Leo en Africa era en parte una respuesta a una petición de la mitad occidental del imperio para aliviarla del pillaje y las correrías constantes de los bárbaros en Italia. Incapaz de afrontar los gastos de la marina y del ejército, necesarios para neutralizar la presión de los invasores germánicos en las Galias e Italia, Leo y sus sucesores no tuvieron otra opción más que mirar el colapso final de la mitad occidental del imperio romano. El último emperador fue reemplazado en el trono por Odoacro en el 476. Odoacro reconoció la autoridad del emperador del este fielmente y abiertamente, pero era de hecho un rey independiente en Italia.
Un imperio en decadencia y un ejército imperfecto, fueron el legado dejado a Justiniano. La habilidad, paciencia, y la selección de hábiles subordinados fueron las herramientas para revivir el imperio y el ejército, ganando para sí mismo el título de "El Emperador que Nunca Duerme".
El ejército de Justiniano era una fuerza desregionalizada que confió en el arma montada y pesadamente acorazada. La organización del ejército que Diocleciano y Constantino habían originado, había virtualmente desaparecido. Los cuerpos de la frontera, el limitanei, estaban o completamente ausentes, o constituían cuerpos insignificantes de tropas. Los comitatensis ya no eran la reserva móvil del ejercito o la fuerza de autoridad para su estabilidad interior que había sido en el reino de Constantino. En cambio, el ejército de Justiniano consistió en tres categorías de tropas. La primera de ellas, la conformaron los "numeri", tropas imperiales regulares, de caballería o infantería. La inclusión de esclavos en este cuerpo no había ayudado a sostener su reputación dentro del ejército. Un segundo grupo, los foederati, eran como vimos mercenarios, conteniendo una variedad de soldados de fortuna en sus líneas. La tercera categoría comprendió los ejércitos privados de los nobles bizantinos; el bucellarii, estas tropas normalmente realizaron un juramento de obediencia al emperador y a su jefe inmediato.
La tropa principal del ejército en tiempos de Justiniano era la caballería pesada, armado con arco y lanza. Totalmente cubierta con cota de malla, el soldado también podía llevar una espada y un escudo pequeño atado al en la parte superior del brazo izquierdo. Esta arma combinó poder de choque y potencia de fuego. Hubo además arqueros montados, sin armadura completa, que sirvieron de apoyo a la caballería pesada. La potencia de fuego contra el cuerpo principal del enemigo, y acciones de fatiga eran su contribución principal en la batalla. El ejército de Justiniano también encuadró a infantería pesadamente armada, pero esta raramente jugó un papel significativo en la batalla. Equipado con la pica y escudo, la infantería pesada normalmente formó una base segura, en línea o acampada de donde la caballería pesada operó.
El emperador consolidó su poder político dentro del imperio y fortaleció la base para la reconquista de occidente seleccionando personas de juicio, y capaces. Justiniano reconoció que él no era el mejor dotado para dirigir en el campo a sus ejércitos. Además, las agitaciones políticas e intrigas en Constantinopla demandaban su presencia. Para dirigir su ejercito, escogió a Belisario, y Narses. A través de sus esfuerzos, la amenaza persa se neutralizaría, Italia se conquistara, y las fronteras del Imperio se extendieron a Africa y España.
Los aspectos financieros de gobernar el imperio no fueron abandonados. Juan de Capadocia entró en la mirada de Justiniano de alguna manera, y fue transferido de una oficina provincial rápidamente a Constantinopla. La promoción acelerada siguió hasta que Juan fue designado en 531, Prefecto Pretoriano, responsable de la estructura de las contribuciones e impuestos necesarios para asegurar el mantenimiento financiero del ejército. Juan lanzó un vigoroso programa de reformas dirigido contra la compra de cargos públicos, la corrupción en las provisiones del ejército, las anomalías en el crecimiento de los patrimonios personales, y la colecta ineficaz de impuestos. Sus reformas y la opresiva imposición de contribuciones, lo hicieron ser detestado por las clases alta y baja, y brevemente se volvió la base para una de las demandas de la revuelta de Nika; que Juan fuera separado de su cargo. Justiniano se comprometió aunque sólo temporalmente, y unos meses más tarde lo devolvió a su puesto. Rapaz y cruel, Juan era no obstante fiel, incorruptible, y, sobre todo, eficaz. La imposición de contribuciones exhaustivas se sumaron a un energético pero inadecuado esfuerzos en financiar la ejecución de los planes de Justiniano de inmensos proyectos, que se centraban en la reconquista del Imperio.
1.2 Las Instituciones Militares en Bizancio
A pesar del rápido colapso del Imperio de Occidente después del reinado de Justiniano, el desarrollo sistemático del arte bizantino de guerra continuó. Dos Emperadores, Mauricio (582-602) y Leo VI (886-912), dio una progresiva dirección al desarrollo de las instituciones militares. Durante los reinos de Heraclio (610-641) y Basilo II (976-1025), la superioridad del arte de guerra bizantino inspiró una nueva expansión del imperio que rivalizó con, si no superó, las conquistas de Justiniano, y estableció la institución militar bizantina como la más progresiva y sofisticado en la edad media.
La presión tenaz de los vecinos del imperio y la escasez crónica de réditos estatales adecuados, manejó a los bizantinos para aumentar al máximo la eficacia del ejército. En su manual, "Strategicon", Mauricio perfiló las reformas necesarias y la reestructuración del ejercito. Justiniano había intentado dominar la influencia de los elementos extranjeros dentro del ejército, pero sin éxito. Las demandas de su política de conquista y expansión simplemente estaban más allá de los medios de contratación nativa. La lealtad incierta de los mercenarios, el foederati, se volvió un desafío siniestro a la coherencia del ejército. La lealtad del soldado era hacia el individuo con influencia directa sobre él, es decir su superior inmediato. Mauricio invirtió la tendencia; reservando para sí la autoridad de promover a todos los funcionarios por encima del grado de centurión. La disciplina y lealtad crecieron dentro del establecimiento militar; pero el cambio en la lealtad de las tropas no lo hizo popular entre aquéllos que fueron obligados a ceder una porción de su autoridad anterior.
En Strategicon Mauricio prescribió el cambio de una variedad de organizaciones interiores a una estructura estándar. La reducción de elementos extranjeros en el ejército disminuyó el peligro de tales tropas y dio origen a su asimilación en el ejército. Tanto en la caballería como en la infantería, la unidad básica se llamó banda y normalmente esta consistía de aproximadamente 400 efectivos. Dos o tres bandas formaron un drunge; tres drunges formaron la organización militar más grande desarrollada por Mauricio, la turma.
Mauricio también intentó encuadrar en su ejército elementos nativos, haciendo que la composición de este estuviera más estrechamente ligada con la sociedad que representaba. Anteriormente, la práctica común había sido emplear el dinero de los impuestos de ciertas clases sociales para pagarle a los soldados; reclutados de una parte mínima de la población o de fuera del imperio a tropas mercenarias. Mauricio intentó entrenar a todos los miembros libres y jóvenes del imperio en el uso del arco y jabalina, mientras elimaba la distinción anterior entre el contribuyente y el soldado potencial. Su meta nunca fue comprendida. Tres siglos después, otro emperador, Leo el Rey Mago, intentado imponer un programa muy similar de entrenamiento del ejército en la juventud masculina del Imperio, igualmente infructuoso. El Imperio bizantino no tuvo el sistema para proporcionar un entrenamiento universal entre la clase baja ni el apoyo de la aristocracia para extender el sistema a los hombres jóvenes de la clase privilegiada. El mayor obstáculo encontrado por Mauricio y Leo fue la influencia que la aristocracia ejerció para suprimir la iniciación del alistamiento general. Como la mayoría de los emperadores, se encontraron que la fortaleza financiera del Imperio dependía en un grado significante del apoyo de la clase alta, cuyos miembros se resistieron al esfuerzo estatal de entrenar a todos sus hijos como soldados. Al mismo tiempo, la carga logística y administrativa de entrenar a la juventud masculina de la clase baja combinado con una desaprobación de armar a una parte demasiado grande de la población potencialmente hostil. Estos factores negaron a Mauricio y Leo el apoyo popular necesario para imponer el entrenamiento militar universal.
La durabilidad del establecimiento militar descripto por Mauricio en su Strategicon; e institucionalizado durante su reino se subraya en alguna medida por la persistencia notable del sistema de armas, organización, y tácticas, empleados por el ejército entre 300 y 500 años después de su reinado.
El soldado de caballería pesada fue la columna vertebral del ejército bizantino. La cabeza de su caballo y pecho fueron protegidos por una armadura ligera, mientras el soldado llevó una cota de mallas en su tronco y brazos. Como armas tenía una daga y una espada, arco de caballería y una lanza larga, normalmente decoradas con un estandarte distintivo. El soldado ligero no utilizó el arco pero tenía un escudo para protección. El soldado de caballería ligera no poseía la protección del pesado y se encontraba armado de lanza y espada.
Los bizantinos también utilizaron infantería tanto pesada como ligera, aunque en un papel secundario. El soldado pesado estaba protegido por una cota de mallas y casco y un escudo para protección adicional, equipado con un hacha de batalla pesada, con filo en un lado y punta en el otro; una daga para el combate cuerpo a cuerpo. El arma primaria del soldado ligero era el arco, más poderoso que el arco llevado por el soldado pesado. Desprovisto armadura, estaba protegido por un escudo grande, redondo suspendido de su cintura. Para el combate cuerpo a cuerpo, usó un hacha de batalla. Los soldados ligeros de algunas de las provincias del imperio llevaron dos o tres jabalinas en lugar del arco debido a su desconocimiento del arma.
Un cuerpo de artillería acompañó al ejército bizantino al campo. Este estaba provisto de catapultas y ballista, para lanzar piedras, flechas, o bolas de fuego al enemigo. La artillería de este tipo, sin embargo, contribuyó poco a en la batalla y era a menudo de un valor limitado, incluso en los sitios.
Mauricio describió las tácticas meticulosamente para el apoyo entre las armas, pero el más típico fue el sistema sólo prescrito para una fuerza de caballería. Las disposiciones para una turma ilustran cómo fue empleada la caballería. La flexibilidad del sistema permitió usar las mismas tácticas tanto en los cuerpos más pequeños como en los más numerosos. Considerando una turma de 3,000 a 4,000 hombres, organizada en nueve bandas. En la primera línea se ubicaban tres bandas de cerca de 400-450 efectivos cada una, de entre cinco a siete hombres de profundidad. Las bandas estaban separadas por huecos. Detrás de la primera línea se encontraban cuatro medias bandas, pero no directamente detrás de las bandas de la primera línea, sino detrás de los intervalos. La segunda línea tenía la apariencia de una línea sólida porque una banda era fraccionada para ocupar los huecos de la segunda línea, con dos filas de fondo. Si la primera línea era obligada a retirarse, podría pasar por los huecos de la segunda línea mientras las bandas de relleno se retiraban a una posición predesignada en la retaguardia. Dos medias bandas, posesionadas en la retaguardia y en los flancos, comprendían la reserva. Dos medias bandas más ocupaban cada flanco con el fin de protegerlo. Los comandantes bizantinos normalmente dispusieron dos o más contingentes de caballería en los flancos, preferentemente en ocultos, para que pudieran caer sobre la retaguardia del enemigo o por lo menos atormentar su ataque.
Cuando la infantería acompañó a la caballería, esta formó con 16 hombres de fondo detrás de la caballería de la segunda línea y de las reservas. Los escudos de los hombres en la primera línea eran clavados en la tierra. Detrás de la infantería pesada se encontraba las tropas ligeras los cuales disparaban una ducha de flechas sobre la cabeza de la infantería pesada, hacia las líneas del enemigo. La infantería pesada normalmente arrojaba sus lanzas y combatía con el hacha y espada en la lucha cuerpo a cuerpo, mientras la infantería ligera disparaba flechas a la masa del enemigo. La formación, era igualmente útil en ataque o defensa, tuvo modificaciones para capitalizar las ventajas de un terreno particular o los hábitos de combate del enemigo.
Como apoyo a esta organización sofisticada, Mauricio especificó que un extenso número de no combatientes debía acompañar el ejército al campo. Incluido en este grupo estaban los pajes sirvientes para el equipaje y raciones, ingenieros, cirujanos, y un cuerpo de ambulancias. La minuciosidad de la preparación bizantina para la guerra explica la durabilidad de su superioridad sobre sus enemigos en el arte de guerra. Cuando los ejércitos bizantinos no eran derrotados, la causa de fracaso raramente era la inefectividad de las tropas o una táctica inadecuada, su equipo, o la organización. Más a menudo, los números insuficientes y los comandantes indiferentes, neutralizaron la disciplina profesional, armamento, y organización del ejército imperial.
Las reformas y reorganización instituidas por Mauricio no produjeron nuevas conquistas durante su reino. En primer lugar, Mauricio no era un buen militar como para dirigir su ejército en el campo, y no tenía a su disposición generales de la talla de Belisario o Narses. Además, la agresividad persa en el este y las incursiones de los eslavos por el Danubio, hizo que Mauricio se esforzara para mantener la integridad de Bizancio sin considerar una conquista o expansión. El instrumento que Mauricio forjó dio más tarde a Heraclio I, los medios con que restaurar parte de las fronteras anteriores del imperio.
Cuando Heraclio (610-641) arrebató el control del imperio a su incompetente predecesor, Pocas; no sólo restableció el orden en el caos reinante, sino que también su habilidad como general produjo la derrota de los eslavos, los persas, y otros enemigos menores. Capitalizó las reformas empezadas por Mauricio y dio al ejército quizás su más alta eficacia desde el principio del imperio. Una contribución original que realizó, es significante; fortaleció la defensa de bizantino con una reestructuración política del imperio que tuvo un impacto directo en la preparación militar.
Reorganizó además el sistema tributario anterior el cual era un instrumento para la organización política o militar, y le dio a cada general un área exclusiva de donde podía reclutar sus tropas. El número de tropas asociado con cada provincia no era uniforme, y variado según las necesidades militares del distrito y la disponibilidad de tropas. El número de tropas derivado de una provincia podía llegar hasta 12,000 hombres. Sin embargo, la confianza bizantina en la caballería frecuentemente dictaba que la infantería se dejara como guarnición y se movilizaran una fuerza de 4,000 a 6,000 efectivos de caballería. Al igual que las reservas locales, la caballería de una provincia fronteriza respondía para rechazar invasiones de los eslavos u otros enemigos rápidos en la frontera. Si no podía rechazarlo, se esperaba que este contingente retrasara el avance del enemigo hasta que los contingentes de provincias vecinas movilizaran tropas al sector amenazado. Dentro de la provincia, la organización de la turma, descriptá antes, y las unidades más pequeñas eran la estructura normal. Los distritos más pequeños, llamados clissurae, eran subdivisiones interiores que defendían un paso particular o las comunicaciones; y daban una oportunidad excelente a un comandante joven, ambicioso para mostrar su temple a la cabeza de un pequeño contingente de infantería o caballería.
Inicialmente, Heraclio organizó las provincias orientales en seis. Después una séptima fue agregada, para dar a la armada un lugar de reclutamiento y de aprovisionamiento. La provincia naval no proporcionó tropas de tierra, y confió en las provincias vecinas su defensa. Por 950, el número había crecido a 15 provincias, y en el auge de su desarrollo, el sistema incluyó más de 30 provincias. La provincia era la casa de soldado, que era además granjero; un soldado establecido en la provincia, que se volvió la médula permanente del ejercito bizantino. Como el soldado recibía tierras y solo una modesta paga; esto relevaba al estado de una carga económica muy alta. Este sistema proporcionado el ejército básico y la organización política de bizantino desde mediados del siglo VII hasta el colapso del imperio unos 700 años más tarde.
El progreso del arte de guerra del imperio dependía de la habilidad de comandantes de adaptar las tácticas y la estrategia a una variada gama de enemigos. Pero el proceso de seleccionar del mejor método para tratar con un antagonista específico no se dejó al azar. Unos 300 años después de que Mauricio codificó sus reformas del ejército en su Strategicon, otro emperador, Leo VI el Rey Mago (886-912), refino la doctrina bizantina y su política cuando escribió su tratado "Táctica". Apareciendo en el año 900 aproximadamente, el Táctica repitió en varios de sus capítulos la política perfilada antes por Mauricio. En algunos temas, el libro de Leo era simplemente un esfuerzo para contemporaneizar las escrituras de Mauricio, presentando la misma filosofía básica en una edición más leíble. Sin embargo Leo no fue solo un recopilador; en el Táctica, dio a la historia un registro claro de la viabilidad y eficacia de la institución militar bizantina.
El tema central del Táctica es una filosofía defensiva para el imperio basado en reducir al mínimo el gasto de tropas, material, o dinero. La decepción del enemigo, su soborno, y cualquier artimaña eran tan útiles al comandante bizantino como el valor, fuerza, y habilidad del soldado. Leo no tuvo ningún inconveniente en sugerir que el empleo del comandante una tregua para ganar ventajas en el terreno o tiempo para aumentar el poder de combate. La estratagema empleada por Belisario contra el rey persa, Chosroes, o los sobornos repetidos que Justiniano distribuyó a los francos y persas fueron tratados por Leo como estratagemas diestras que evitaban una lucha costosa. Uno de los trucos favoritos de los bizantinos, aplaudido por Leo, era el despacho de cartas de traición a los comandantes subordinados contrarios, mientras se percataban de que a lo menos una de las cartas llegara a manos del general enemigo. Leo expresó sólo desprecio por la caballería a lo largo del resto de la cristiandad. Reuniendo la experiencia de siglos de luchar contra una variedad de enemigos, Leo dio a su tiempo y a sus sucesores una estrategia detallada para cada antagonista.
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