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LOS COLEGIOS ROMANOS DE ARTÍFICES



     Los Escritores alemanes de la historia de la Institución, tales como Krause, Heldmann y algunos otros, fueron los que descubrieron primeramente, o al menos anunciaron al mundo por primera vez, la relación que existía entre los Colegios Romanos de Arquitectos y la Sociedad de los Francmasones.
     La teoría de Krause sobre este asunto se encuentra principalmente en su obra titulada Die drei altesten kunsterkunde. Afirma que la doctrina de la Francmasonería tal como existe ahora, con todas sus características religiosas y sociales, políticas y profesionales, su organización interior, sus formas de ideas y acciones, se debe a los Colegios de Artífices o Collegii artificium de los Romanos, los que pasaron con muy pocos cambios característicos a las Corporationen von Baukunslern, o "Gremios Arquitectónicos" de la Edad Media hasta la organización inglesa del año 1717; así es que pretende una identidad casi absoluta entre los Colegios Romanos de Numa, 700 a. C., y las Logias del s. XIX. No necesitamos, de acuerdo con su proyecto, referirnos a una época anterior en la historia, ni considerar ninguna otra serie de acontecimientos, ni molestarnos con ninguna otra influencia por el origen y el carácter de la Francmasonería.      Es a Numa, el segundo Rey de Roma a quien los historiadores, en seguida de Plutarco, atribuyen la primera organización de los Colegios Romanos; aunque según las conjeturas razonables justas de Newman, es probable que una organización semejante existió anteriormente entre los habitantes albaneses, comprendiendo así a los artífices toscanos residentes. Pero es de admitirse que Numa les proporcionó esa forma que han conservado sucesivamente.
     Numa, al ascender al trono,, encontró a los ciudadanos divididos en varias nacionalidades, las que provenían de los romanos, los sabinos y los habitantes de los pueblos y lugares inmediatos de poca importancia, quienes, por un acto de preferencia o por la fuerza, se les hizo cambiar de residencia a las riberas del Tíber. Esto dio origen a una separación de ideas y opiniones y a una idea constante de desunión. Pero el objeto de Numa era el de destruir por completo estos elementos rivales, y de establecer una identidad perfecta de sentimiento popular, de tal manera que podríamos usar las frases de Plutarco, que son alusivas, "la distribución de los pueblos puede constituir una mezcla armoniosa de todos y para todos".
     Con este objeto estableció una religión común, y dividió a los ciudadanos en curias y tribus, cada curia y tribu consistiendo de un cuerpo mezclado indiferentemente de romanos, sabinos, y de otros extranjeros naturalizados de Roma.
     Conducido por la misma sagacidad política, distribuyó a los artesanos en varios gremios o corporaciones, bajo el nombre de Collegia o "Colegios". A cada colegio le fueron asignados los artesanos de una profesión particular, y cada uno tenía sus reglamentos locales, seculares y religiosos. Estos colegios se desarrollaron con la misma rapidez que la República, estableciendo Numa también desde su origen nueve Colegios, siendo éstos el Colegio de Músicos, de Orífices, de Carpinteros, de Tintoreros, de Zapateros, de Curtidores, de Forjadores, de Alfareros, y el noveno compuesto de todos los artesanos que no eran aptos en estos oficios, y que por lo mismo no estaban comprendidos en los títulos anteriores, y que posteriormente aumentaron en gran número. Es cierto que fueron abolidos, o trataron de abolirlos ochenta años antes de la Era cristiana, por un Decreto del Senado quien observó con celo su influencia política, pero fueron revividos veinte años después, estableciéndose de nuevo por la ley del tribuno Clodio, que revocó el senado Consultor. Continuaron activos bajo el imperio, extendiéndose en las provincias, y aun sobrevivieron hasta la decadencia y caída del Imperio Romano.
     Ahora bien, investiguemos la forma y organización de estos colegios, y al mismo tiempo tratemos de detrminar de determinar la analogía que existe entre ellos y las Logias masónicas, si es que existe dicha analogía.
     La primera reglamentación, que era indispensable, consistía en que ningún Colegio podía formarse de menos de tres miembros. Tan indispensable era esta regla que la expresión tres faciunt collegium "tres forman un colegio", llegó a ser una máxima de la ley civil. Era del mismo modo tan rígida la aplicación de esta regla, que el cuerpo de cónsules no obstante que se nombraban "colegas", y que poseían y ejercían todos los derechos colegiados, nunca fueron reconocidos legalmente como Colegio, por la razón de que consistían de dos miembros solamente. Se sorprenderá fácilmente el lector con la identidad de este reglamento de los Colegios y el de la Francmasonería, el que con igual rigor requería tres Masones para construir la Logia. El Colegio y la Logia requieren igualmente tres miembros para ser legales. Un número mayor puede proporcionarle más eficiencia, pero no puede hacerla más legítima. Esto, entonces, es la primera analogía que existe entre las Logias de los francmasones y los Colegios Romanos.
     Estos colegios tenían sus oficiales respectivos, quienes se asemejaban muy singularmente en condiciones y deberes a los oficiales de la Logia masónica. Cada Colegio lo presidía un jefe o presidente, cuyo título de Magister se traduce exactamente por la palabra inglesa "Master". Los oficiales inmediatos eran los Decuriones. Eran análogos a los "Vigilantes" masónicos, pues cada Decurio presidía una sección o división del Colegio del mismo modo en que encontramos en la mayor parte de los rituales ingleses antiguos y continentales, la Logia dividida en dos secciones o "columnas", en cada una de las cuales presidía uno de los Vigilantes, por cuyo conducto se transmitían las órdenes del Maestro a "los hermanos de su columna". Había también en los Colegios un Escriba, o "secretario", quien llevaba el registro de sus procedimientos; un Thesaurensis, o "Tesorero", quien tenía a su cargo el fondo de la comunidad; un Tabularius, o guardador de los archivos, equivalente al "Archivero" moderno; y finalmente, como estos Colegios combinaban la adoración religiosa y singular con sus labores ordinarias, había a cada uno de ellos un , o sacerdote, quien dirigía las ceremonias religiosas, y era exactamente equivalente al "capellán" de la logia masónica. En todo esto, encontramos otra analogía entre estas instituciones antiguas y nuestros cuerpos masónicos.
     Otra analogía se encontrará en la distribución o división de clases que existía en los Colegios Romanos. Así como las Logias masónicas tienen sus Maestro masones, sus Compañeros masones y sus Aprendices, del mismo modo los Colegios tenían sus Seniores, "superiores", o directores del oficio, y sus jornaleros y Aprendices. Los miembros no se nombraban, de igual manera que los francmasones "hermanos", porque este término fue adoptado primeramente en los gremios o corporaciones de la Edad Mdia, y en realidad es la descendencia del sentimiento cristiano; pero, como hace observar Krause, estos Colegios, por lo general, se dirigían bajo el sistema o costumbre de una familia, de donde proviene la apelación de hermano que se encuentra de vez en cuando entre las apelaciones de familia.
     El carácter parcialmente religioso de los Colegios Romanos de Artífices, constituye una analogía muy singular entre ellos y las Logias masónicas.. La historia de estos Colegios demuestra que se había otorgado un carácter eclesiástico a estos Colegios al tiempo de su organización por Numa. Muchos de los talleres de estos artífices se erigieron en la proximidad de los templos, y su curia, o lugar de reunión, se comunicaba generalmente con el templo. La deidad a la que se consagraba dicho templo la adoraban peculiarmente los miembros del Colegio adyacente, y se constituía en el dios protector de su arte u oficio. En el transcurso del tiempo, habiendo sido abolida la religión pagana y modificado el carácter religioso de estos Colegios, los dioses paganos acogieron, mediante las influencias de la nueva religión, a los Santos cristianos, uno de los cuales se adoptaba siempre como el protector de los gremios modernos, el que, en la Edad Media, tomó el lugar de los Colegios Romanos, y de este origen proviene entre los Francmasones la dedicación de sus logias a San Juan de la costumbre semejante que existía en las Corporaciones de Arquitectos.
     Estos Colegios verificaban juntas secretas en las que transaban los negocios que consistían de iniciaciones de neófitos en su Fraternidad, y de instrucciones místicas y esotéricas a sus Aprendices y jornaleros. Eran, en este concepto, sociedades secretas semejantes a las logias masónicas.
     Acostumbraban contribuciones periódicas o mensuales, las que donaban los miembros para el sostenimiento del Colegio, por cuyos medios se acumulaban un fondo común para la ayuda de los miembros indigentes o el auxilio de extraños destituidos pertenecientes a la misma sociedad.      El gobierno les permitía que fundasen su constitución y que decretasen estatutos y reglamentos para su propio gobierno. Estos privilegios se engrandecieron paulatinamente ampliando sus reglamentos, de tal modo que en los últimos días del imperio, los Colegios de Arquitectos especialmente se encontraban investidos con poderes extraordinarios referentes a la vigilancia y dirección de los constructores. Aun la distinción tan popular que se encuentra en jurisprudencia masónica, entre "legalmente constituidas" y logias clandestinas", parece encontrar una similitud o analogía en este caso; porque los Colegios que habían sido establecidos por autoridad legal, y que por lo mismo, tenían derecho al goce de los privilegios de acuerdo con las Instituciones, se decían collegia licita, o "colegios legales", mientras que aquellos que formaban asociaciones voluntarias, no autorizadas por el decreto expreso del senado o el emperador, se llamaban collegia ilicita, o "colegios ilegales", los términos e ilicita equivalían exactamente en su importancia a las logias y clandestinas de la francmasonería.
     En los Colegios los candidatos para admisión se elegían del mismo modo que en las logias masónicas, por la votación de los miembros. En relación con este asunto, la palabra latina que se usaba para expresar el arte de admisión o recepción es digna de consideración. Siempre que alguna persona era admitida en la Fraternidad del Colegio, se le consideraba cooptatus in collegium. Además, el verbo cooptare, empleado casi exclusivamente por los romanos para significar la elección en el Colegio, proviene de la palabra griega optomai, "ver, contemplar". Esta misma palabra da origen, en el griego, a la palabra epoptes, espectador u observador, o aquel que ha adquirido el último grado en los misterios Eleusianos; en otras palabras, iniciado. Así es que, sin exagerar mucho la ingenuidad etimológica, podríamos decir que cooptatus in collegium significaba "ser iniciado en el Colegio". Esto es al menos singular, pues la interpretación más general, de cooptatus es "admitido o aceptado en la Fraternidad", o lo que es lo mismo "libre de todos los privilegios del gremio o corporación"; y resulta que la idea es la misma tal como se transmite entre los Masones por el título de "Libres y Aceptados".
.      Finalmente, sabemos por Krause que estos Colegios de obreros hacían uso de los implementos de su arte o profesión en forma simbólica en otras palabras que cultivaban la ciencia del simbolismo; y en este sentido, en efecto, más que a ningún otro se encuentra una analogía sorprendente entre los colegiados y las instituciones masónicas. Lo que hemos manifestado no puede negarse; pues como la organización de los Colegios participaba, como ya se ha demostrado, del carácter religioso, y, tal como se admite que toda la religión del paganismo era eminentemente y del caso todo simbólica, en consecuencia toda asociación que estaba basada o cultivada bajo el sentimiento mitológico o religioso, debe cultivar también el principio del simbolismo.
     De este modo he demostrado en pocas palabras, pero suscintamente, que en la forma, la organización, el modo de gobierno, y las prácticas de los Colegios Romanos, existe una analogía entre ellos y las Logias masónicas modernas que es evidentemente más que accidental. Es de suponerse que mucho después de la disolución de los Colegios, la Francmasonería, en el establecimiento de sus logias, intencionalmente adoptó la organización colegiada como un modelo por el cual estableciera su propio sistema, o puede suceder que dicha semejanza ha sido el resultado de una sucesión de asociaciones originadas entre sí, en las que figuran en primer término los Colegios Romanos.
     Este problema puede determinarse solamente por la investigación de la historia de estos Colegios, y de las otras instituciones similares que la sucedieron finalmente en el progreso de la arquitectura en Europa. Debemos entonces estar preparados para investigar con el conocimiento de la teoría de Krause, y determinar si las logias deben su origen a los Colegios sólo por su forma, o por la forma y substancia.
     Ya hemos visto que en el tiempo de Numa, los Colegios Roamnos eran únicamente nueve. En los años subsiguientes de la república el número aumentó gradualmente, y casi todos los grados o profesiones tenían su colegio particular. Con el adelantamiento del imperio, su número fue mucho mayor y sus privilegios se extendieron notablemente, al grado de constituir un elemento importante en los cuerpos políticos. No ocupándome más de los otros Colegios, me limitaré solamente a los Collegii Artificium, "los Colegios de Arquitectos" como los únicos cuya condición e historia corresponden al asunto de cuya consideración nos ocupamos.
     Los Romanos se distinguieron desde un principio por el espíritu de colonización. Tan luego como sus armas victoriosas habían subyugado a un pueblo, antes que todo se designaba a una parte del ejército a que formase una colonia. Entonces el barbarismo e ignorancia de los habitantes nativos se reemplazaba por la civilización y el adelantamiento de sus conquistadores romanos.
     Los Colegios de Arquitectos, ocupados en la construcción de edificios seculares y religiosos, se esparcieron desde la gran ciudad a las municipalidades y provincias. Siempre que se construía una nueva ciudad, un templo o palacio, los miembros de estas corporaciones eran convocados por el Emperador desde los puntos más distantes, para que en la comunidad de labores tomasen parte en la construcción. Los jornaleros podían emplearse, lo mismo que los "peones de cargo" del templo judaico en las labores más burdas y humillantes, pero la vigilancia y dirección de las obras se confiaba únicamente a los "miembros aceptados" -los cooptati- de los Colegios.
     Las colonizaciones del Imperio Romano fueron dirigidas por soldados legionarios del ejército. A cada legión se agregaba un Colegio o corporación de artífices, que se unía con la legión en Roma, a la que acompañaba en las campañas, acampando en donde la legión acampaba, y marchando siempre a su lado, y cuando colonizaba permanecía en la colonia para plantar la semilla de la civilización romana y enseñar los principios del arte romano. Los miembros del Colegio construían fortificaciones para la legión en tiempo de guerra, y en tiempo de paz, o cuando la legión permanecía estacionaria, construían templos y casas.
     Cuando Inglaterra fue subyugada por las armas romanas, las legiones encargadas de la conquista llevaban consigo sus Colegios de Arquitectos. Una de esas legiones, por ejemplo, la de Julio César, avanzando hasta la frontera norte del país, estableció una colonia, la que bajo el nombre de Eboracum dio origen a la ciudad de York, tan famosa después en la historia de la Masonería. Existen inscripciones y restos arquitectónicos que atestiguan la obra grandiosa realizada en la Isla de Bretaña por estas asociaciones de arquitectos.
     El Druidismo era en ese tiempo la religión predominante de los antiguos bretones. Pero la tolerancia del Paganismo pronto originó una mezcla armoniosa de las ideas religiosas de los arquitectos romanos con la de los sacerdotes druidas. Mucho antes de esto, la cristiandad empezaba a esparcirse en las Islas británicas; por lo que, haciendo uso del lenguaje enfático de tertulia, nos recuerda la frase: "Bretaña, inaccesible a los romanos, fue subyugada por Cristo". Las influencias de la nueva fe no tardaron mucho en sentirse en los Colegios y la etapa inmediata que existe en su historia es la relación de su asunción de la vida cristiana y la doctrina.
     Pero las incursiones de los bárbaros del norte en Italia demandaban la fuerza entera de los ejércitos romanos para defender la integridad del Imperio. Bretaña fue abandonada, y los nativos, en unión de los colonos romanos, que se habían establecido entre ellos, tuvieron que ser abandonados para que se defendiesen por sí mismo. Éstos fueron arrojados pronto del país, primeramente por los Pictos, vecinos feroces, y después por los sajones o corsarios de los mares vecinos, a quienes los ingleses habían requerido incautamente para su ayuda, en las montañas de Gales y las islas del Mar de Irlanda. Los arquitectos que fueron convertidos al cristianismo, y que permanecieron en el país después de salidas las legiones, se unieron a ellos, y abandonando toda relación con la institución materna, se convirtieron después en corporaciones simples o sociedades de arquitectos, cuya organización si hubiese desempeñado siempre sus trabajos en la misma forma aun se conservarían en nuestros tiempos.
     Posteriormente cuando toda Inglaterra se encontraba en posesión de los invasores sajones, los bretones, encabezados por los monjes y sacerdotes, y acompañados por sus arquitectos, huyeron a Irlanda y Escocia, cuyos países civilizaron y convirtieron, y cuyos habitantes fueron instruidos en el arte de la construcción por las corporaciones de arquitectos.
     Siempre que hacemos un estudio del aumento de la cristiandad en los países incultos o paganos, y la conversión de sus habitantes a la verdadera fe, nos interiorizamos en la propaganda del arte de construcción en los mismos lugares por las corporaciones de arquitectos que fueron los sucesores inmediatos de los Colegios legionarios, por razón de que la nueva religión requería iglesias y en su tiempo las catedrales y monasterios, así como la arquitectura eclesiástica rápidamente sugirió mejoras en el estado.
     En el transcurso del tiempo, toda la construcción religiosa y todos los conocimientos arquitectónicos que se habían extendido en el norte de Europa, se concentraron en las regiones remotas de Irlanda y Escocia de donde los misioneros regresaron a Inglaterra convirtiendo a los sajones paganos. Del mismo modo el venerable Bede nos refiere (Histori eclesiástica, libro III, c. 4, 7) que la Sajonia Occidental fue convertida por Agilberto, Obispo irlandés y la Anglia Oriental, por Fursey, misionero escocés. De Inglaterra estos misioneros activos, acompañados por sus devotos arquitectos, pasaron a Europa y reanudaron sus esfuerzos eficazmente en la conversión de las naciones escandinavas, las bendiciones de la cristiandad y los adelantos del mundo civilizado.
     Es digno de mencionarse que en todos los registros antiguos la palabra Escocia se usa por lo general como un término genérico para indicar tanto a Escocia como Irlanda. Lo más probable es que este error provino de la relación inmediata, y de las comunicaciones sociales y geográficas de los escoceses y los irlandeses de la parte norte del país, y quizás también, de la inexactitud general de los historiadores de esa época. De esto ha provenido la opinión generalizada de que Escocia fue el principio de donde surgió la Cristiandad de las naciones del norte, y que el mismo país fue la cuna de la arquitectura eclesiástica y de la Masonería Activa.
     Este error histórico, por el cual la gloria de Irlanda ha sido confundida en la de su país hermano, Escocia, ha sido preservado en muchos de los idiomas a la vez que en diversas tradiciones de la Francmasonería moderna. Tenemos como ejemplo la historia de la Abadía de Kilwinning como el origen de la Masonería, historia que es aun favorita de los Francmasones de Escocia. De aquí proviene la tradición de la montaña apócrifa Hereden, situada al noroeste de Escocia, donde tuvo lugar la primera Logia Metropolitana de Europa; de aquí proceden los grados superiores de los escoceses, o Maestro escocés, que forman parte sumamente importante en la Masonería filosófica moderna; y es de donde aparece el título de "Masonería Escocesa", aplicado a uno de los ritos principales de la Francmasonería el cual no tiene otra relación con Escocia, sino únicamente en el sentido histórico, debido a las corporaciones de arquitectos, y que es común en toda la Institución.
     Es necesario relatar las disputas religiosas que surgieron entre los cristianos originales de Bretaña y el poder papal, las que después de muchos años de controversia terminaron con la sumisión de los Obispos británicos al dominio del papa. Desde que la autoridad papal se estableció firmemente en Europa, la jerarquía católica romana se apoderó y retuvo los servicios de las corporaciones de arquitectos y éstos, bajo la protección del papa y los Obispos, se esparcieron por todas partes y en forma diligente operaban como "francmasones viajeros", en la construcción de edificios eclesiásticos y reales.
     Desde entonces encontramos a estas corporaciones de arquitectos ejerciendo su arte en todas las naciones, mostrando en todas partes, como dice el Sr. Hope, por la identidad de sus designios que fueron instruidos y dirigidos por principios aceptados universalmente, y revelan en todos sentidos las características de las corporaciones o gremios. En nuestros días, ese encadenamiento que los liga con que se encuentran en Roma aún no ha sido destruido.
     Ya hemos expuesto la historia, ahora nos resta conocer la deducción necesaria. No puede negarse que Krause es exacto en su teoría de que la incunábula -la cuna o suelo nativo- de las Logias Masónicas modernas se encuentran en los Colegios Romanos de Arquitectos. Esa teoría es correcta, si observamos solamente la forma exterior y el método de trabajo que emplean las logias. Todo aquello que las distingue como gremio o corporación lo deben a los Colegios, y especialmente las favorece el carácter arquitectónico de estos Colegios, por el hecho, tan singular en la Francmasonería, de que su simbolismo religioso -por el que se distingue de todas las demás Instituciones- se funda en los elementos, instrumentos y lenguaje técnico del arte arquitectónico.
     Pero cuando estudiamos a la Francmasonería bajo su aspecto más elevado, y cuando la consideramos como la ciencia del simbolismo, cuyo simbolismo se refiere del todo a un solo principio, especialmente, a la elucidación de la gran doctrina de la inmortalidad del alma, el estudio o demostración de las dos vidas, la presente y la futura; entonces, debemos ir más allá de los Colegios de Roma, que eran únicamente asociaciones activas; debemos referirnos entonces a esa figura de representación simbólica, que es más antigua, y que se encuentra en los misterios antiguos, que es donde se enseña precisamente la misma doctrina, y en la misma forma exacta. Aunque Krause, en verdad, no omite del todo el referirse a los sacerdotes de Grecia quienes según su opinión, fueron de algún modo el origen de donde los Colegios Romanos derivaron su existencia; pero no hace el estudio del asunto con la obstinación que su importancia requiere. Da en su teoría a los Colegios un grado de superioridad a que en verdad no tiene derecho.

 

 

Mackey, A. Gallatin (1981)    Enciclopedia de la Francmasonería. México, Grijalbo, 4 tomos.

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