CARLOS GOROSTIZA y EL PLANETA 1999

Un hombre que dijo no

El dramaturgo cuenta que su obra, “Vuelan las palomas”, es un fresco sobre la vida política y social de la Argentina, a partir de la historia de un soldado que en 1930 se niega a fusilar a un ciudadano.

Por Verónica Abdala

Para el ambiente cultural argentino, Carlos Gorostiza es ante todo un dramaturgo. Miembro clave de Teatro Abierto, el más recordado movimiento de resistencia cultural a la dictadura 1976-1983, y autor de una veintena de obras, entre ellas El patio de atrás, El acompañamiento, El pan de la locura y El puente, Gorostiza fue, además, funcionario del área cultural del gobierno de Raúl Alfonsín. Sin embargo, desde que tiene memoria, cuando llena formularios o completa las planillas de entrada a hoteles, la palabra con que define su profesión es “escritor”. “Me gusta la palabra, y creo que en este sentido hay divisiones muy caprichosas. Los poetas y los dramaturgos también somos escritores, aunque insistan en llamarnos de otras maneras”, explica en el día siguiente a la noche en que Vuelan las palomas fue anunciada ganadora del Premio Planeta 1999. El jurado, compuesto por María Esther de Miguel, Eduardo Gudiño Kieffer, Abelardo Castillo y el editor Ricardo Sabanes, seleccionó Vuelan las palomas, entre 382 obras. La obra cuenta “la historia de un hombre que se resiste a la violencia y a la vida absurda de los estampidos”, sintetiza Gorostiza, de 78 años, y autor de otras dos novelas, en una entrevista con Página/12.–Cuando saludó al público, en la ceremonia en que se anunció el premio, dijo que esta novela era muy importante en su vida, que era bastante más que un libro, que era como un hijo, o una hija. ¿Por qué?

Porque este libro me representa en todos los sentidos, y es fruto de un gran esfuerzo intelectual y afectivo. Comencé a escribirlo a partir de una imagen de mi infancia, que se me presentó de imprevisto. Después, mis amigos me convencieron de que mi creación era más hermosa de lo que yo creía, y de que podía ganar un concurso de belleza... Cosa que finalmente se dio.

¿Podría resumir el argumento de la novela?

Esta es la historia de un conscripto al que le ordenan un fusilamiento, en la década del 30. El se resiste, y deserta. Quema su uniforme y se va. En el momento del fusilamiento, vuelan las palomas. Ese sonido lo persigue durante toda su vida: en Francia, en España, en Venezuela y en México. Los tiros y las palomas. Lo importante, en este marco, es lo que le pasa a este personaje, la necesidad a la que se enfrenta, de tomar una decisión: la de la militancia activa o pasiva, la de la duda, la de la resistencia. Esta es la historia de ese hombre, que se enfrenta a La Gran Duda a la que se enfrenta en todo momento el intelectual. Mi personaje, Ignacio, es un intelectual, aunque él no lo sepa.

Su personaje se va de la Argentina en 1931, un año después del golpe militar de Uriburu a la segunda presidencia de Yrigoyen, y regresa en 1983, con la vuelta de la democracia, con Alfonsín. Es decir que el período durante el que se ausenta coincide con los cincuenta años de golpes militares que sufrió la Argentina...

Sí, durante estos cincuenta años estuvieron volando las palomas por el cielo argentino, asustadas por el ruido de los fusiles. Pero cuidado, yo no quise limitarme a hablar de la realidad argentina: la historia de la violencia es universal, y puede reconocerse en cualquier parte del mundo. El que hice es un fresco universal de la violencia y de las pobres víctimas de la violencia, representadas en la imagen de las palomas. –Un fresco universal que, de todas maneras, reflejará el punto de vista de un argentino...–Bueno, no creo que un argentino pueda llegar a escribir nada que no sea argentino.–En relación con su obra como dramaturgo, se ha afirmado que los grandes temas que la caracterizan son la soledad, la solidaridad, el desamparo, la Argentina y los argentinos. ¿Cuáles diría usted que son sus obsesiones artísticas? –Mis obsesiones aparecen siempre en mis novelas, y no siempre en mis obras teatrales. Creo que mi gran tema es la posición del hombre frente a la vida. El hombre tiene frente a sí el gran problema metafísico: Dios, quiénes somos, de dónde venimos y dónde vamos. Esas cosas, sin embargo, casi no las pude tratar hasta ahora. Porque, si veo un chico en la calle pidiendo plata..., me emociono y me siento en la obligación de contar eso, y las grandes preguntas siempre quedan flotando. Son la cuenta pendiente lo que todavía no escribí.

Posiblemente esos grandes temas o preguntas sean el trasfondo de las historias que narra...

Puede ser. De todos modos, creo que profundicé en mayor medida en Vuelan las palomas en lo que tiene que ver con estas cuestiones. En ese sentido, cumplí con una deuda, que pesaba sobre mi conciencia. Amo esta novela porque me representa plenamente, y uno, por sobre todas las cosas, se quiere a sí mismo.–¿Cuándo tiempo tardó en escribirla?–Comencé hace siete años, y en el medio pasaron muchas cosas. Creo que una novela requiere de un tiempo de reflexión y de sedimentación que quizás una obra de teatro no exige, porque permite pasar por arriba muchas cosas, y en cierta medida es más superficial. El proceso de escritura de una novela produce una suerte de monólogo interior muy poderoso y complejo que no da lugar a las velocidades y privilegia la profundidad.

¿Diría que ésa es la diferencia más notoria con que se enfrenta quien escribe novelas y quien escribe obras de teatro?

Sí, son procesos muy diferentes. En lo relativo a las historias, también hay diferencias notables. Hay escenas que nace teatrales, como hay otras que nacen para ser novelas. La historia de este libro, por ejemplo, nunca podría ser llevada al cine, como ocurrió con Plata quemada, de Ricardo Piglia (novela ganadora del Premio Planeta 1997). Sencillamente, porque no nació para ser transformada en representación o en imagen. Tiene otra esencia, y no es la de la representación. Así voy desalentando a cineastas que estén planeando proponerme filmar una película. Esta es una novela, nada menos y nada más que eso.–¿Tiene proyectos inmediatos para seguir escribiendo ficción?–Hay algo de eso. Por ahora, estoy atento a reconocer algunas imágenes que se aparecen sin aviso, como invitándome a seguir en esta dirección. Así nació Vuelan las palomas, y así seguramente nacerán otras. Son brotes, sonidos, colores, que no tienen forma pero que, como una música, anuncian su llegada. “No nos vana vencer”

Usted fue secretario de Cultura durante el gobierno radical, entre 1984 y 1986. ¿Qué diferencias reconoce entre la realidad cultural del país en la época de Alfonsín y la que siguió, durante el gobierno de Menem?

En la época de Alfonsín había un plan cultural concreto y elevado desde el punto de vista de su calidad. Todo esto después fue olvidado. Durante la década menemista hubo no sólo un vaciamiento cultural sino un absoluto vaciamiento nacional, que repercutió en todos los ámbitos de la vida política y social de la Argentina: el país fue vendido, y lo único que nos queda es el aire. El gas no lo tenemos, el petróleo no lo tenemos... Estos vendieron las joyas de la abuela, y después, ¡vendieron a la abuela! Si las cosas marchan es porque hay emprendimientos privados, porque la gente resiste y trabaja. Por que no nos van a vencer, como no nos vencieron en la dictadura los militares. En ese momento creamos Teatro Abierto. Ahora, es el republicanismo, la democracia, la que nos permitirá crear nuevas formas para que reviva la cultura.

¿Es optimista respecto del cambio que significará la asunción de la Presidencia por parte de Fernando de la Rúa?

Sí, soy optimista. No quiero que la esperanza me ciegue y me impida ver fallas o posibles dificultades que seguramente surgirán sobre la marcha... Es decir, me conformo, si no es posible un cambio radical, con que cambiemos al menos un poquito. Pero, bueno, creo que nos espera un tiempo mejor, más fértil. Creo en De la Rúa, como la mayoría. En estos días escuché que si lo vemos poniendo la mano en la lata no vamos a creer que está sacando plata sino que la está poniendo. Me pareció gracioso el comentario, y muy cierto. Uno de los mayores capitales que tiene De la Rúa es la credibilidad, incluso entre quienes no lo votaron. Estamos todos tan hartos de que nos roben...

Desde su punto de vista, el arte, y en ese marco la literatura, ¿son ámbitos que necesariamente deben apuntar al mejoramiento social y político de las sociedades?

Yo creo que sí. Pensemos en Petorutti, en Piazzolla, en Xul Solar. El arte sin concepto se da sólo en apariencia: el artista tiene una función social con la que cumplir, y no puede evadirse de esa responsabilidad que la sociedad le reclama.

Fuente: Página 12; Buenos Aires, Jueves 4 de noviembre de 1999