Premio Nobel 1967
Escritor y periodista guatemalteco, nacido en 1899 en Guatemala y muerto en 1974 en Madrid. Interesado por las leyendas y mitos de su país, trabajó afanosamente por una literatura comprometida con los derechos y las necesidades de los más pobres. Fue embajador de Guatemala en Francia y recibió el Premio Nobel de Literatura en el año 1967. Sus principales sobras son: Sien de alondra (1948), Hombres de maíz (1949), Viento fuerte (1950), Week end en Guatemala (1956) y El señor Presidente (1946). Sus estudios en Francia y su amistad con Georges Raynaud y el escritor rnexicano J.A. González de Mendoza (con quien tradujo el Popol Vuh, libro sagrado de los indios quichés de Guatemala), determinaron su obra literaria, influida tanto por el surrealismo como por el mundo mágico de las leyendas de su país. Aunque Asturias era un excelente poeta (Sien de alondra, 1948; Ejercicios poéticos en forma de soneto sobre temas de Horacio, 1952 y Clarivigilia primaveral, 1956), además de dramaturgo y ensayista, desde siempre se le reconoció como novelista. Su nombre saltó a la fama a partir de su celebérrima novela El señor Presidente (1946). Por eso, cuando se le otorgó el Premio Nobel, en 1967, se hizo hincapié en su labor como novelista. El señor Presidente, empezada en 1923, sólo se publicó en 1946. J. Himelblau, en su libro The Sociopolítical Views of M.A. Asturias (1920-30), asegura que a raíz de la caída de Estrada Cabrera (el “señor presidente” de la novela), y el encumbramiento sucesivo de Orellana, no menos siniestro y traidor a los intereses del país, Asturias sufrió una honda desilusión política. Hay que tener en cuenta esta desilusión al interpretar El señor Presidente. Es, desde luego, un libro de protesta militante. Tal es, de hecho, el aspecto destacado casi unánimemente por la crítica: la descripción de un régimen dictatorial en términos de terror, maldad y muerte. En las cuatro cadenas de episodios que integran la trama predominan el miedo y la crueldad. Es más, la crueldad arbitraria se erige en sistema político. Como dice el Auditor de Guerra: «La regla de conducta del Señor Presidente es no dar esperanzas y pisotearlos y zurrarse en todos porque sí». De forma que la afirmación de Asturias que “el elemento característico es el miedo; no es un producto literario sino humano, real”, resulta plenamente justificada. La novela transmite magistralmente lo aterrador de tales regímenes. En ese sentido, pertenece a la gran tradición que se remonta hasta Amalia, del argentino Mármol, aunque su antecedente más directo sea el Tirano Banderas de Valle-Inclán. La última fase narrativa de Asturias comprende cuatro obras: El alhajadito (1961), Mulata de tal (1963), los relatos de El espejo de la sal (1967) y la novela histórica Malandrón (1969). En las tres Miguel Ángel Asturias, ya superado el momento traumático de su exilio y de la intervención Norteamericana en Guatemala, que reflejan la trilogía bananera y sus apendices, vuelve nostálgicamente a la tarea de “expresar el sentir y el pensar de las gentes de mi raza...”. Así, el humanismo socialista de Asturias, para llamarlo de algún modo, que le valió el premio Lenin (1966) antes que el Premio Nobel, queda arraigado en las creencias antiguas de su pueblo.
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