Se ha denominado "epopeya" a esta hermosa y admirable gesta realizada por
un grupo de gente de la más diversa condición: obreros, militares,
profesionales, campesinos, etc., quienes, unidos por una amenaza común
provocada por la acumulación de agua de la desembocadura del Lago
Riñihue debido a los deslizamientos de cerros por el terremoto,
veían con espanto la inminente tragedia que se originaría
en los pueblos río San Juan abajo, de ceder repentinamente estas
accidentales represas naturales - como era inevitable - y no trepidaron
en desafiar la desgracia en un operativo hasta hoy asombroso, trabajando
contra el tiempo y las malas condiciones climáticas hasta lograr
su objetivo.
Un testigo presencial autorizado como el periodista Luis Hernández
Parker es quien puede relatar de mejor modo aquel glorioso episodio contra
la adversidad:
“La
primera vez que Pierre Lehman, de la CORFO, y Reinaldo Haernecker, de ENDESA,
conocieron las proporciones que tomaría la erupción acuática,
se quedaron helados. El Riñihue es un lago goloso que se alimenta
de otros inmensos lagos de esa vasta hoya hidrográfica que ni siquiera
respeta la frontera con Argentina, pues le quita aguas también al
lago Lácar.
Cuando su nivel aumenta en un metro, significa que tiene 200 millones de
metros cúbicos más; los que debe vaciar en el San Pedro y
Calle-Calle, y de allí al río Valdivia. Como el tercer cerro
tiene una altura de 24 metros, significa que 4.800 millones de metros cúbicos
pasarían en una horripilante avalancha hacia el mar, arrastrando
inmensos árboles, puentes de Malihue y Antilhue, y los dos puentes
de Valdivia. Todo esto descendería como una tromba levantando en
vilo las casas, aserraderos, haciendas e industrias que bordean estos ríos
y la casi totalidad del radio urbano quedaría anegado y en parte
llevado al mar. Esta vez fue explicable el discreto silencio sobre las
consecuencias de un rebase de cuatro mil 800 millones de metros cúbicos.
Habría sido enloquecer a una población que ya probó
amargos frutos de un terremoto y de un maremoto y que vibra al escape de
los temblores, con casas destruidas, sin agua, luz, ni servicios de alcantarillado.
Porque esa es la vida del valdiviano y de la cual no escapan ni los pasajeros
del hotel Pedro de Valdivia ni los oficiales del regimiento "Caupolicán".
El sismo igualó a las clases sociales.
Inquietud
La primera vez que con Carlos Jorquera viajamos en un jeep al Riñihue
(97 kilómetros por caminos serpenteados: seis horas ida y vuelta),
a nuestro paso por Los Lagos, Pellelhue, Pishuinco, sus moradores nos detenían
para formularnos preguntas llenas de angustia.
-¿Vienen del Riñihue? ¿Y cómo está eso?
¿Cuándo bajará el torrente?Nos contaban, además,
que la mitad de la población vivía en los cerros a la cruel
intemperie del frío. En las noches en que la lluvia abre una pauta
y levanta la cortina del cielo, el espectáculo de cientos de fogatas,
en las colinas, lejos del río, habría sido hermoso si no
se supiera que cada fogata era como un SOS desesperado. Cuando la camioneta
de la radio de la Universidad de Concepción bajó el viernes
del Riñihue y se quiso conversar con la gente de Los Lagos (bajos)
se encontró con un escenario de Grand Guignol: nadie en las casas.
Eran las 9 de la noche.
Las viviendas estaban con sus puertas abiertas como invitando al peregrino
a pasar y recibir hospedaje. Pero se sabía por qué ventanas
y puertas estaban abiertas de par en par: se esperaba al implacable huésped
no invitado: el agua. Debía encontrarlo todo fácil; ningún
obstáculo; desocupados los sótanos, y sin leña la
leñera para que su paso fuera menos destructor.
-¿Dónde está la gente? -preguntaron los muchachos
de la Universidad de Concepción a dos carabineros que hacían
ronda con el corazón apretado.
-En los cerros. Allá donde se ven arder las fogatas.
El embrujo
La inundación de Valdivia atrajo como un imán despavorido
a los periodistas de todo el mundo. Desde Nueva York, París, Buenos
Aires, Río de Janeiro, se anunciaron camarógrafos de los
noticiarios de cine y televisión. Los diarios, revistas y agencias
noticiosas de Santiago destacaban a sus reporteros gráficos y cronistas.
El regimiento "Caupolicán", los comedores de "La Protectora", y
la hospitalaria casa de Raúl Mera Mera, en Picarte, recibieron a
los colegas, algunos de los cuales se "largaron" desde el "Bosco" de Santiago,
directamente a Valdivia, y buscaron todos los caminos y medios para subir
al Riñihue. Se encontraron con cerros desplomados y con un lago
que no mostrara su terrible energía.
La segunda vez que llegaron Ercilla y radio Minería, en helicóptero,
se divisó hasta la grácil figura de un velero que, aprovechando
la crecida del lago en la tarde plácida, había llegado hasta
el primer taco. Allí se mecía con el viento y la ondulación
quieta del agua como una invitación al turismo y al descanso. Pero
no es turismo el que se está haciendo. Recordé entonces,
a tantos seres amigos que me habían dicho que alguna vez vendrían
a descansar a Los Lagos.
Al rememorar sus rostros y sus nombres; al recordar otras visitas gratas
a estas regiones, me alegré de que no estuvieran aquí, junto
a esta furia sosegada. Pero me sentí también orgulloso de
ser chileno y periodista, porque tenía la oportunidad de divulgar
lo que el técnico, el soldado y el obrero de mi patria estaba realizando.
Suma de esfuerzos
La lucha contra el lago une inteligencia con la constancia y el sacrificio;
el cálculo apresurado y febril del ingeniero, del fotógrafo,
del especialista en suelos y del mecánico; desde la acción
de la FACH hasta el humilde obrero que duerme a la intemperie y que ni
siquiera pueden cantar cuando se asoma la cara grande de la luna. Sólo
hay tiempo para combatir y el combate consiste, en síntesis, en
lo siguiente:
•Si se hubiera dejado que las aguas crecieran sin control, el nivel del
Riñihue habría llegado a la cima del tercer taco; a 24 metros
de altura, o sea, 4 mil 800 millones de metros cúbicos se habrían
abalanzado hacia el mar sin respetar nada.
•En las crecidas normales del invierno el rebase del Riñihue es
de 400 metros cúbicos por segundo; el rebase anormal, de no intervenir
el hombre para abrirle un canal en la garganta asfixiada, habría
sido de 3 mil metros cúbicos por segundo al principio y luego de
cantidades imposibles de calcular al disolverse el tercer taco.
•El rebase se habría realizado en cinco horas. En cinco horas se
habrían vaciado 4.800 millones de metros cúbicos, es decir,
la inundación casi total de Valdivia y la destrucción de
los pueblos ribereños.
•La epopeya del Riñihue consiste en impedir esta erupción
violenta del "volcán" Riñihue, para lo cual se realizan dos
obras simultáneas: se le abren canales en su desagüe del San
Pedro, y se tapan las bocas por donde se alimenta el lago.
•Mientras 27 tractores bulldozer trabajan en el tercer taco que contiene
las aguas para romper ladera que baje la cima de 24 a 15 metros (lo que
significa que se deben vaciar 3 mil millones de metros cúbicos),
al mismo tiempo se tapan los accesos en el río Enco que entrega
las aguas del Panguipulli, y obras similares se realizan en el Calafquén
y en el río Llanquihue que conduce las aguas de los lagos Neltume
y Pirihueico. Al mismo tiempo, en el Enco se lanzaron hasta hoy (lunes)
35 mil sacos de cemento para "tapiarlo" y tres bombarderos de Cerro Moreno,
de Antofagasta, al mando del capitán de bandada Silva, se preparan
para dinamitar un roquerío en el San Pedro, para construir una represa
que ayude a contener las aguas del Riñihue.
•En aquellos recodos angostos del San Pedro también se pondrán
cargas de dinamita o se bombarderán desde el aire. Enormes rastrillos
están listos para enderezar los árboles que se crucen en
el río y que hagan tacos".
•Aquí en Valdivia y en las riberas, la población sabe cuándo
debe evacuar, 24 horas después de la señal de alarma, y que
no será antes del 23, según me lo dijo desde Santiago, Humberto
Díaz Contreras, gerente de la CORFO. Toda esta gigantesca obra del
hombre, contra el Riñihue, no se realiza para que se cante o se
obtenga un premio en literatura. Se quiere y se tiene la certeza de que
el rebase será controlado. No será enloquecido ni vertiginoso
como lo desea el agua, sino con cierta pausa domeñada. Así
esperan los técnicos que el desagüe se verifique a razón
de mil doscientos metros cúbicos por segundo, y que el lago evacuará
su exceso en un mínimo de 48 horas y hasta de cinco días
con buena suerte. Las medidas se tomaron y sólo falta esperar, navegando
en la zozobra.
Afortunadamente
para todos, el éxito coronó tan magnífico esfuerzo
y muchas vidas fueron salvadas. Esta vez, después de tantas desgracias,
hubo un final feliz. Los chilenos debemos sentirnos orgullosos de
contar con tal calidad de gente.
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