Página Principal

Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

 

 

EN ALGUN MOMENTO HAY QUE EMPEZAR

 

 

 

            En algún momento hay que empezar si no queremos morir sin haber vivido.

 

            Voy a hablar de las virtudes cardinales: justicia, prudencia, fortaleza y templanza para sugerir conductas efectivas para nuestro actuar, de tal forma de tratar de ser cada vez más “personas” y no dejarnos llevar por lo que algunos denominan “instinto animal”.

 

            Vivimos en un mundo, nuestro mundo, tan dolorido e injusto como nunca nos hubiéramos atrevido ni siquiera a imaginarlo.

 

            Digo que vivimos en un mundo dolorido porque hacemos colas interminables, muchos carecemos de las cosas más elementales, hay niños que mueren de hambre, el sistema de salud sin recursos, secuestro y asesinato de nuestros familiares, vecinos y amigos.

 

            Injusto porque sentimos que no somos tratados en forma justa en donde la palabra justicia significa darle a cada uno aquellos que le corresponde como derecho.

 

            En un mundo así, ¿qué sentimientos serán los más dominantes y destrozadores?. Serán la depresión e irritación; la tristeza y la rabia; el derrotismo y la revancha. Es normal, en estas circunstancias vernos invadidos de tales sentimientos. Desgraciadamente tenemos que reconocerlo, esto es normal. Pero esos sentimientos son como un barril de pólvora, y si no acertamos a controlarlo a tiempo, pueden explotar prematuramente y arrastrarnos a una ruina, ya sea personal (salud física o mental) o ya sea social. Puede conllevarnos a hundirnos en el pesimismo derrotista y contagioso, no hallando otra solución que huir.

 

            Por eso, en circunstancias como esta, lo prudente no es lanzarse como loco, a la toma de decisiones drásticas. San Ignacio aconseja que cuando uno está dominado ´por sentimientos negros lo prudente es esperar.

 

            Espera el que... es capaz de ver en el presente doloroso un camino hacia un futuro mejor.

            Espera el que... tiene ojos que miran más allá, siempre más allá y con esperanza.

            Espera el que... saber jugar a sembrador: siembra el presente con la seguridad puesta en Dios, de recoger el 30%, 60%, 100% de su trabajo.

 

            Debemos tener prudencia. La aspiración de los hombres es tener justicia, se logra escogiendo, después de un estudio minucioso, cuales son los medios adecuados. Esto es lo que caracteriza a la prudencia.

 

            La justicia dice qué es necesario hacer, la prudencia cómo hacerlo.

 

            A la prudencia también la llaman previsión, porque previene las dificultades que pueden presentarse y actúa de conformidad. Las peores faltas en contra de la prudencia son la falta de atención al reflexionar, impulsividad al decidir y carencia de determinación al actuar.

 

            ¿Por qué motivo se abandona el camino de la justicia?. Los dos motivos principales son la seducción y la amenaza. La seducción te atrae, la amenaza te saca del camino justo. La moderación resiste a la seducción y la FORTALEZA resiste a la amenaza.

 

            FORTALEZA significa permanecer firmes en el bien, aun cuando se presente el peligro. Las características de la FORTALEZA es el comenzar algo con empeño y constancia.

 

            El ejercicio de la FORTALEZA requiere más paciencia que heroísmo. Es fuerte aquel que a pesar del miedo permanece vigilante y tranquilo. El arrogante (que no es el fuerte) se vuelve ridículo cuando quiere ser respetado sin haber hecho nada extraordinario.

 

            Un verdadero hombre es aquel que sabe controlarse porque domina sus impulsos, al hacer esto actúa con templanza. La Templanza nos hace libres porque impide que nos dejemos dominar por lo que queremos.

 

            Las personas que guían a un pueblo deben necesariamente poseer la virtud de la Templanza, porque reciben con más frecuencia regalos extremadamente seductores y no deben actuar con soberbia, ya que esta es peligrosa, porque se niega a ver de frente la realidad.

 

            Termino estas ideas como comencé. En algún momento hay que comenzar a cambiar, actuar lo más cercano a Dios, en búsqueda de la excelencia, ya que la perfección es de Dios pero la excelencia es del hombre. A continuación un relato para la reflexión:

 

            Había una vez un bandido que no podía resistir lñas enseñanzas de Buda y decidió matarlo. Una mañana afiló bien su espada y se encaminó al desierto. Halló al anciano en oración, ensimismado, los ojos cerrados; cuando Buda abrió los ojos, miró sereno al bandido y viéndolo con la espada le dijo dulcemente:

 

-         Si vas a matarme, ayúdame a satisfacer un último deseo.

-         ¿Cuál?, rugió el bandido

-         Corta por favor, una rama de ese árbol.

De un solo tajo el bandido cortó la rama y se quedó mirando amenazador a Buda. Este le dijo:

-         Ahora, por favor, vuelve a poner la rama cortada en el árbol.

-         ¿Estás loco?, le gritó el bandido. Esto nadie lo puede hacer.

-         Entonces, el loco, eres tú, porque destruyes irreflexivamente lo que luego no puedes reconstruir.

-         ¿Sigues aún decidido a matarme?

 

En situaciones como esta por la que estamos pasando, destruir es lo más fácil (irritarse, maltratar, agredir, sacar la pistola, abandonar, deprimirse...). Todo eso es fácil y bien fácil. Podemos hacerlo con un solo golpe de espada, con un solo gesto de descontrol. Pero lo difícil, lo imposible, es lo que viene después: reponer lo hecho.

 

 

                                                                            Dra. Raiza Hernández.

                                                                 Medicina Familiar. U.E. Fermín Toro




Página Principal