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Orisha mayor. Para algunos es el padre de Changó, el gigante de la Osha. El orisha de la tierra seca, deidad del desierto. Patrón de los caminantes y porteadores, protector de los trabajos con fuerza. Es el báculo de Obbatalá. Su temperamento es belicoso y violento. Su refugio es la palma. Es amigo de cargar a los niños y ponérselo sobre sus hombros. Se le reconoce por sus pasos largos y porque alza mucho las piernas al andar. No puede ir a la cabeza de nadie. Sus días son el miércoles y el 16 de cada mes. Su número es el 9 y habla en el diloggún por Osa-meyi. Sincretiza con San Cristóbal en el catolicismo. Sus hijos son hombres violentos y coléricos, físicamente poderosos. La ternura suele desarmarlos. Son amigos de los niños y de las mujeres con apariencia frágil. El dueño de la tierra.
Aggayú y Changó son dos santos en uno; adorando a Changó se adora a Aggayú.
Cuando un hijo de Changó está abatido, le ruega a Aggayú. Éste le traspasó a Changó el derecho de la palma, y los dos imperan en ella. Ambos se visten igual, ambos son reyes, tienen los mismos temperamentos coléricos y belicosos, comen lo mismo; dos santos que no pueden separarse.
La palma tiene un valor religioso tan sagrado como la ceiba: “La ceiba es del Santísimo, la palma de Santa Bárbara.”

 Color rojo vino.


 

Patakí de Aggayú Solá


Aggayú Solá era un gigante poderoso y temido: el dueño del río que se precipitaba desde lo alto. Acostumbraba ayudar a cruzar la corriente, pero siempre exigía que le pagaran.
En cierta ocasión, le hizo el favor a Yemayá (otros informantes dicen que a Ochún), quien no tenía con qué pagarle y tuvo que acostarse con él para contentarlo. De esta unión nació Changó, aunque Aggayú no supo nada. El gigante era tan temido que dejaba la puerta de su casa abierta de par en par; aunque la tenía abarrotada de viandas y frutas, nadie se hubiera atrevido a entrar. Un día, sin embargo, Changó, que es muy fresco, se metió en la casa, se lo comió todo y hasta se acostó a dormir en su propia estera. Cuando Aggayú volvio del campo y vio el espectáculo, sin pensarlo dos veces agarró a Changó y lo tiró dentro de una hoguera que, por supuesto, no ardió. Entonces lo cargó y lo llevó a la orilla del mar para ahogarlo, pero Yemayá apareció y, muy solemne, le hizo saber que era su propio hijo.
No por eso se acabaron los problemas. En cierta ocasión Changó pasó por Orunzale y vio que la gente del pueblo andaba como los zombies. Changó se empeñó en saber quién era el rey del pueblo; tras muchos esfuerzos, descubrió que era Aggayú y fue a verlo. "¿Para qué tú quieres saber quién es el rey?", dijo Aggayú encolerizado. Y Changó le contestó: "Papá, es que este pueblo no puede tener a la cabeza un rey tan fuerte. Todos andan muy mal, no oyen, no contestan, no hablan. No quiero que sigan sufriendo". Fue así cómo se pusieron de acuerdo y, desde entonces, Changó va "a la cabeza de los hombres en lugar de Aggayú, que va a los hombros". Es por eso que los hijos de Aggayú tienen esa perfecta comunión con Changó y dicen: "Changó con oro para Aggayú".

 

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