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Max Weber

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Ética de la convicción  

El problema de la elección de los valores no se introduce en la ética de la convicción (Gesinnungsethik). La moral de la con­vicción incita a cada uno de nosotros a actuar de acuerdo con sus sentimientos, sin referencia explícita o implícita a las conse­cuencias. Max Weber ofrece dos ejemplos, el caso del pacifista ab­soluto y el del sindicalista revolucionario.

El pacifista absoluto rehúsa incondicionalmente usar las armas o matar a un semejante. Si imagina que con este rechazo impide las guerras, es ingenuo, e ineficaz en el plano de la moral de la responsabilidad. Pero si no tiene otro fin que actuar de acuerdo con su conciencia, si el rechazo mismo es el objeto de su conduc­ta, su actitud es sublime o absurda —poco importa— pero irre­futable. Quienquiera afirme: antes la prisión o la muerte que ma­tar a mi semejante, actúa de acuerdo con la ética de la convicción. Puede criticársele, pero no demostrar que se engaña, pues el autor no invoca a otro juez que su conciencia, y la conciencia de cada uno es irrefutable en la medida en que no alienta la ilusión de transformar el mundo y no ambiciona otra satisfacción que la fi­delidad misma. En el plano de la responsabilidad, puede ser que los pacifistas no eliminen la violencia y que sólo contribuyan a la derrota de su patria. Pero estas objeciones no conmueven al moralista de la convicción. Asimismo, el sindicalista revolucionario que ha dicho "no" a la sociedad, indiferente a las consecuencias inmediatas o lejanas de su rechazo, en la medida en que se com­prende exactamente a sí mismo, escapa a las críticas científicas o políticas de quien se sitúa en el plano de los hechos.

Max Weber afirmó si­multáneamente: "Ambas máximas éticas se oponen en un antagonismo eterno que es absolutamente imposible superar con los me­dios de una moral fundada puramente sobre sí misma" (Essais sur la théorie de la science, pág. 425), y: "La ética de la convicción y la ética de la responsabilidad no son contradictorias, y por el contrario se completan mutuamente y constituyen en conjunto al hombre auténtico, es decir un hombre que puede aspirar a la «vo­cación política»" (Le Savant et le politique, pág. 199).