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"Polo Zapote"

 

De Mérida la famosa
salí a las once del día
y llegué sin tener guía
a las tres a Villahermosa.
El Ave María preciosa
me blandieron en San Blas,
pasé por San Nicolás
y me fui para Acayucan;
para no caminar más
me desayuné en Toluca.
Lunes salí de Chihuahua
martes llegué a real de Minas,
miércoles por la mañana
me paseaba en la Marina.
jueves por ver a mi hermana
me fui pa' Guadalajara,
el viernes llegué a Tlaxcala,
sábado llegué a Aculzingo
y al otro día domingo
oí misa en Guatemala.

Lo conocí en la Laguna del Trapiche con su sombrero pajizo de cuatro pedradas, sus pies descalzos, su egregia figura y su temple de vaquero, a pesar de contar ya con cien años de edad comía un chopontil que se había asado en la quema de las vegas de zacate pará bajo un árbol de cocuhite y me decía que esta era la mejor comida, así natural y sin ningún condimento ni sal.

Le dije: -Don Polo, quisiera que me contara de su juventud, de aquella época cuando lazaban a la luz del relámpago para coger los Toros Cimarrones de la Hacienda de Hueyapan.

Sus ojos oscuros traspasaron el tiempo, viendo más allá del horizonte, y comenzaron a galopar en un caballo gateado llamado "El Arruga'o" que jalaba como un buey y era ligero como el mismo viento.

Don Marcos Santos, mayoral de "La Pitaya" y vaquero tlacotalpeño, no creía que un Toro Cimarrón podía quitarle la reata si lazaba a la vuelta, esos son puros cuentos decía. Así que fue con Apolinar Hernández Velázquez, mejor conocido como "Polo Zapote", un vaquerito de la Boca de San Miguel, que los cogía con una soga de veinte varas de cuero crudo amarrada a la cabeza de la silla de montar, y decían era de los mejores.

Se internaron en el monte buscando la Laguna de la Lagartera, donde abrevaban los animales al atardecer, ahí entre matas de cornizuelo y escuchando los cantos de las Popozcalas, esperaron a que apareciera el ganado cimarrón.

Los Toros Cimarrones habían sido ganado de pastoreo, cuando estaba en su apogeo la Hacienda de Hueyapan propiedad de Don Pedro Mimendi de Tlacotalpan; vino la Revolución y la familia Mimendi se fue del casco de la Hacienda y el ganado dejó de pastorearse, ya no había quien lo cuidara por lo que se esparció en los montes y se acimarronó.

Al término de la Revolución Don Pedro Mimendi y sus hijos regresaron a la Hacienda y pagaban un Azteca de veinte pesos en oro por cada Toro que cogieran y los enviaban al Naranjal para sacrificarlos y vender la carne.

Caía el atardecer cuando bajaron los animales a la laguna; Don Marcos Santos se le adelantó a Polo preparando la reata de lazar y enfundándose en la mano un guante de cuero. -Mejor amárrese. Le dijo Polo Zapote. -No va a aguantar el jalón y le puede llevar un dedo la reata. Enseguida contestó Don Marcos. -Por eso fue que vine a demostrar que si se pueden lazar a la vuelta Polo.

En la primera estremecida le clavó los acicates al caballo retinto, corrió de medio lado y como buen lazador que era le trabó la reata cogiéndole la cabeza a un Toro de tres años hosco chaparrón, una vez que el animal sintió la reata corrió hacia el monte iniciando la estampida.

Don Marcos dio vuelta a la reata y le chorreó el humo de la cabeza de la silla y empezó a acomodarse dándole espacio al Toro para jalarlo de lado y detenerlo.

Le dio tres vueltas a la reata y lo jaló por el costado, sin embargo el Toro de bastante peso (600 kg., mesteño y orejano; sin herrar y sin marcar en la oreja) y con mucha casta le dio un tirón casi tirándole el caballo y Don Marcos prefirió aflojar y perder la reata al sentir que peligraba su vida con una caída.

Polo Zapote vino de atrás revoloteando la reata y con certero lazo que se enroscó en forma de un ocho le cogió la cabeza y las manos, el Toro al sentir el tirón de la reata, que estaba amarrada a la cabeza de la silla, en vez de huir arremetió ajilándose contra el vaquero, enseguida Diego Juárez, vaquero de Boca de San Miguel, le tiró un pial cogiéndole de las patas y tumbándolo en el potrero su hermano Juan procedió a enjaquimarlo para posteriormente con una retenida (que son dos cuerdas amarradas del bozal del Toro un caballo jala por delante y otro retiene por detrás por si el Toro se ajila), llevarlo hasta El Naranjal.

Ya después Los Mimendi mandaron hacer un corral en la "Poza del Perol" del arroyo de teponahuazapa, este corral era de madera recia de moral y chicozapote y era tan grande que un vaquero podía caminar por encima de los estantes que lo formaban, allí cuando el ganado bajaba a tomar agua le cerraban la puerta y había que ser muy bragado para entrar a caballo a lazar los animales, pialarlos y tumbarlos para ponerles una jáquima.

De los vaqueros que recuerdo estaban Diego y Juan Juárez de Boca de San Miguel, Manuel Sánchez de San Juan de los Reyes, Abundio Vázquez de Suchiapa y don Ramón Quezada que se mató al caerse su caballo en una "torera" (que es un hoyo en la tierra que hacen los Toros), en esa ocasión dijo; hoy lazo mi Toro aunque pierda la vida y la perdió.

Historias como éstas era común escucharlas de los labios de Polo Zapote. Toros y vaqueros de una época gloriosa donde como decía Don Polo:

Desayunábamos a las cuatro de la mañana y de ahí a vaquear hasta la cena, y lo que nos consolaba era echarnos una toreada al atardecer, pero de Toros de Jobo o de Limón o de lo que hubiera.

En la región Llanera de San Juan de los reyes, Tres Zapotes y Boca de san Miguel Don Polo Zapote era el último vaquero vivo de los que lazaron Toros Cimarrones de la Hacienda de Hueyapan.

Don Apolinar Hernández Velázquez murió el 26 de noviembre del año de 1991, en Boca de San Miguel Municipio de Tlacotalpan, Ver., siendo el último Centauro de la Vaquería Jarocha de esa región.

José Ángel Gutiérrez Vázquez