17 de marzo

5 de junio del 2003

El Che y la caída de Frondizi

Mario Pacho O'Donnell
Argenpress.info


Jorge Carretoni había sido dirigente de la juventud de la Unión Cívica Radical Intransigente, el partido del presidente Arturo Frondizi. Pertenecía al sector más izquierdista del partido gobernante que abrevaba su ideario en Moisés Lebensohn, un destacable teórico de orientación filomarxista. Lo entrevisté en Buenos Aires, el 3 de agosto del 2002, para mi libro 'Che'.

En julio de 1961 lo cita Frondizi en su despacho y lo asigna a la reunión de la CIES en Punta del Este, donde es enviado como asesor del CFI (Consejo Federal de Inversiones). Sin embargo su misión será otra: hacer contacto con el Che Guevara, aprovechando su amistad con el gordo Rojo.

Las reuniones transcurren en la más estricta reserva, sin que se enterase el canciller argentino, Adolfo Múgica. En nombre de Frondizi, Carretoni le propone al Che un encuentro en Buenos Aires y le sugiere la conveniencia de que también fuese recibido por el presidente de Brasil, Jãnio Quadros. De eso se ocupará con éxito otro operador secreto y hombre de confianza de Quadros, Celso de Almeida. También hay reuniones reservadas con el asesor personal del presidente Kennedy, Richard Goodwin, que seguía las tratativas con especial interés y seguramente transmitía sus vicisitudes al presidente norteamericano.

Carretoni viaja a Buenos Aires de ida y de vuelta tres o cuatro veces, pues el secreto prohibía la utilización de la vía telefónica ya que Frondizi estaba jaqueado por las fuerzas armadas y sus bien equipados servicios de informaciones. Guevara, por su parte, esperaría la respuesta a su consulta con Castro, que fue prudentemente afirmativa.

El interés de Frondizi en el encuentro era mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, hacer mérito y así ganar algo de aire circunstancias en las que estaba acosado por los gremios peronistas, por los planteamientos de fuerzas armadas antiperonistas y anticomunistas y siempre dispuestas a asaltar el poder, y por una situación económica que empeoraba día a día. Su objetivo era intermediar en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, gravemente deterioradas luego de los sucesos de Playa Girón, y jugar a favor del interés norteamericano en convencer a Guevara de la inconveniencia del ingreso de Cuba al Pacto de Varsovia, principal preocupación del presidente Kennedy en aquellos días. Carretoni me dirá, más de cuarenta anos después: 'Imagino que Frondizi estaba en condiciones, durante el encuentro, de ofrecer al Che alguna ayuda acordada con Kennedy y le garantizaría el apoyo de Argentina y Brasil, los dos países más importantes de la región'.

La visa de ingreso al país la extiende, a espaldas del embajador argentino en Uruguay, Gabriel del Mazo, el consejero Rodolfo Recondo. Carretón alquila un pequeño Piper matrícula 439 CX-AK P por veinte mil pesos de entonces para cruzar el río de la Plata que separa a Montevideo de Buenos Aires, y una mañana a las 6 am está todo listo para la partida.

Relata Carretoni: 'Mi instrucción establecía que Guevara debía viajar solo, por lo que al pie de la escalerilla le extiendo la mano para despedirme.

-¿Usted no viaja? -me pregunta el Che.

-No, ésas son mis instrucciones.

-Entonces yo tampoco viajo -dijo cortante, y dando media vuelta se alejó, temiendo seguramente que se tratase de alguna trampa tendida por la CIA o por algún otro enemigo. Recordaría que su gran amigo Camilo Cienfuegos había muerto en un sospechoso accidente aéreo. Yo sentí que el mundo se derrumbaba y que la trabajosa operación estaba a punto de fracasar, por lo que opté por transgredir mis instrucciones y subir al avión'.

Durante el trayecto de cuarenta y cinco minutos, Guevara durmió plácidamente apoyado en el hombro del director para Asuntos Latinoamericanos de la cancillería cubana, Ramón Aja Castro. Cuando el Piper aterrizó en el pequeño aeropuerto privado de don Torcuato, esperaba la custodia presidencial a cuyo frente estaba un elegante y ceremonioso capitán de fragata. 'Descendí primero y aconsejé al Che permanecer en el avión hasta que yo le hiciera señas de que estaba todo bien'.

Sin darle tiempo a nada el jefe de la custodia se dirigió hacia Carretoni y haciendo la venia, bien aleccionado, le informó que había sido designado para custodiarlo y que respondía por su seguridad con su propia vida. No hubo tiempo de aclarar la confusión porque el comandante Guevara ya descendía la escalerilla. 'Nunca olvidaré que al capitán de fragata Fernando García, de la sorpresa, se le cayeron los blancos e inmaculados guantes sobre la pista'.

Llegaron a la Quinta Presidencial de Olivos a las nueve de la mañana y enseguida Frondizi y Guevara se encerraron en un pequeño salón a solas. Antes el presidente dio orden a la custodia de esperarlo en el salón contiguo, quizá con la intención de que demorasen en dar aviso a sus respectivas fuerzas armadas. La reunión duró tres horas y su resultado no sería auspicioso para el presidente argentino pues derrocado algunos meses más tarde, y uno de los pretextos del golpe militar sería su encuentro clandestino con el 'jerarca comunista comandante Guevara', como rezaría el comunicado golpista. En cuanto al presidente brasilero, no sólo recibiría al Che sino que además lo condecoraría públicamente para dos semanas más tarde renunciar misteriosamente a su cargo. En lo que hace a las relaciones Estados Unidos-Cuba un año después se produciría la crisis de los mísiles.

'Nunca olvidaré - me confiesa Jorge Carretoni, conversando en el living de su casa- que cuando estaba por despedirme, Frondizi me preguntó.

-Carretoni, ¿dónde va a dormir esta noche?

Sorprendido, le respondí de forma automática:

-En mi casa.

El presidente me tomó del brazo y me habló en voz baja:

-Ni se le ocurra. Váyase lejos por un tiempo y llévese a su familia'.

Es que la Guerra Fría tenía momentos muy calientes.

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