España
- Guinea, 1969:
la
estrategia de la tensión
por
Xavier Lacosta
Las relaciones diplomáticas entre España
y Guinea Ecuatorial han sido cualquier cosa menos ideales desde que, el 12 de
octubre de 1968, el ministro de Información y Turismo, Excmo. Sr. D. Manuel
Fraga Iribarne, firmó la declaración de independencia con quien luego sería
el sangriento dictador Francisco Macías Nguema. Menos de 6 meses después,
casi siete millares de españoles abandonaron la ex colonia, dejando atrás un
patrimonio y una experiencia vital que la diplomacia española no supo, o no
quiso, defender. En los meses siguientes, Guinea iniciaría una cuesta abajo
económica y social debida precisamente a esa repatriación, de la que aún no
se ha recuperado pese al petróleo.
Pero, ¿en qué hechos concretos se originó
la tensión entre ambos países que devino en tan absurdo resultado? Un
detenido repaso a cada uno de los acontecimientos, no sólo a la ‘crisis de
las banderas’, revela una cierta voluntad de injerencia por parte española
en el devenir de la joven nación, lo que no disculpa las puras incitaciones a
la violencia hechas por Macías. Para comenzar a averiguar en qué
consistieron tales hechos -desde simples desaires a una ocupación militar-
hay que remontarse a la primera reunión de la Conferencia Constitucional de
Madrid, convocada en acatamiento de la resolución 2.230 de la ONU, entre el
30 de octubre y el 15 de noviembre de 1967 ([i]).
España había sido renuente una y otra
vez a ‘mover ficha’ para que Guinea Ecuatorial llegara a la independencia
de forma pacífica. Desde 1955, fecha en que los primeros independentistas -Acacio
Mañé, Atanasio Ndongo...- hacen llegar una primera petición a la ONU, este
organismo reconviene a España sobre Guinea en un mínimo de 9 ocasiones. En
tanto, España declara la región primero provincia (1956) y luego territorio
autónomo (1963), con el claro ánimo de que Guinea fuera tenida no como
colonia sino como ‘parte integrante’ de la nación.
Sorprendentemente, diez años después,
España rompe esta línea e invita en agosto de 1966 a que una delegación del
Comité de Descolonización de la ONU visite Guinea. El 10 de octubre, España
anuncia en la ONU que se iniciará el proceso de independencia, que constará
de una conferencia para elaborar la Constitución, la votación de ésta en
referéndum, seguida de elecciones generales y por último la independencia.
Este solo anuncio es ya un motivo de roces futuros, porque Macías -un
funcionario fiel condecorado por el régimen que padece una enfermedad mental
con brotes psicóticos muy violentos- era partidario de obtener primero la
independencia, y luego dotarse de Constitución sin la intervención de la
metrópoli ([ii]).
La conferencia reúne a 46 guineanos, de
los que sólo 10 permanecían con vida en 1979 cuando Teodoro Obiang derrocó
a Macías Nguema. Participan el Movimiento Nacional de Liberación de Guinea
Ecuatorial (MONALIGE, Atanasio Ndongo), Unión Bubi (Edmundo Bossio),
Movimiento de Unidad de Guinea Ecuatorial (MUNGE, Bonifacio Ondó Edu) y otros
grupos de manera que apenas ninguna etnia guineana queda sin representación ([iii]).
El clima de las reuniones sube grados hasta acusar a varios jerarcas del
franquismo: Nieto Antúnez, Carrero, Díaz de Villegas, de ‘hacendados del
capitalismo’. También se hacen patentes las maniobras de los delegados
bubis para intentar una independencia de Fernado Poo separada de Río Muni, lo
que contraviene la doctrina descolonizadora internacional.
En la sesión del 3 de noviembre, Macías
sorprende al resto de los delegados declarando su admiración por Hitler y su
fidelidad al régimen de Franco y critica a la prensa española; Atanasio
Ndongo le descalifica y se distancia de él. Macías se desliga del MONALIGE y
crea el ‘Secretariado Conjunto’ con otros delegados dentro de la
conferencia. El 15 de noviembre la metrópoli decide suspender la conferencia
de forma unilateral, lo que le vale una nueva reconvención de la ONU.
El 17 de abril de 1968 se abren de nuevo
las sesiones de la Conferencia, que se alargarán hasta el 22 de junio. En
esta segunda parte, España impone de facto un proyecto
constitucional, rechazando el aportado por Macías -redactado por su asesor
García Trevijano- y el de los partidos bubis que establecía que ‘Fernando
Poo es un estado soberano’. Hasta 33 delegados guineanos rechazan el
proyecto de la metrópoli, pero deben ‘tragar’: la representación española
afirma que sólo ayudará a la futura república si se aprueba esa constitución.
A partir de este momento, Macías se opondrá siempre a este texto
constitucional “que nos ha impuesto España” ([iv]).
Pero nada de esto se trasluce en la prensa
madrileña ya que, vista la expectación de la anterior fase, se han declarado
como secretas las actas de las sesiones. España, que entre 1950 y 1966 había
dilatado la independencia, insta ahora a acelerar el proceso: Ramón Sedó,
representante español en la Conferencia, ‘aclara’ que “España no
impone una Constitución, lo único que sí va a imponer es la independencia
para este año, con o sin Constitución”. El ministro de Exteriores,
Castiella, advierte a Gori Molubela, bubi, quien moriría asesinado en junio
de 1972: “Si la mayoría de la gente de Guinea vota en contra de esta
Constitución, España se lava las manos y abandona esto”. ¿Se puede
abandonar una colonia, como quien deja en la calle un armario viejo?
Lo que sí se trasluce en la prensa
nacional es el viaje de Manuel Fraga, el 20 de julio, a Santa Isabel, capital
de la colonia, para regalar unos estudios de TV cuya emisora, a 3.100 metros
de altura, es calificada por PYRESA como ‘la más alta de Europa (sic)’
por un coste de 26 millones de pesetas, con equipo directivo absolutamente
español. Fraga anuncia en ese acto nuevos regalos audiovisuales que nunca
llegarán. La TV resulta ser, con el tiempo, un regalo envenenado y una fuente
de problemas.
Y llega el momento del referéndum para
aceptar el texto constitucional. Macías, astuto, propugna la abstención.
España aporta un comité electoral, encargado de depurar el censo y verificar
el proceso, con participación de observadores internacionales. El censo de
1967 según el ‘Boletín Oficial de Guinea’, establece 46.835 habitantes
residentes en Fernando Poo, 200.106 en Río Muni y 2.000 en Annobón. Total:
248.941.
Pero esas cifras son más que dudosas:
existen entre 30.000 y 40.000 trabajadores nigerianos, que en virtud de un
acuerdo de emigración con España pueden establecerse como residentes al cabo
de tres años, hay 7.000 españoles -funcionarios, docentes, empresarios,
militares, finqueros, misioneros, médicos...- y cifras más bajas de
portugueses, cameruneses y gaboneses. Pero sólo los guineanos ‘de
nacionalidad española’, según el legislador, tienen derecho a votar en el
referéndum constitucional del 11 de agosto ([v]).
Los funcionarios españoles que depuran el censo, dirigidos por Ángel
Escudero y Jaime Castro García, establecen un cuerpo electoral de sólo
125.253 electores válidos. La depuración del censo afecta especialmente a la
población de Fernando Poo, en donde pueden ejercer el voto nada más que
16.446 electores ([vi]).
Ya sólo faltan las elecciones generales
para dar el salto definitivo hacia la independencia. Para esta ocasión, el
censo aparece crecido en cuestión de unas semanas, hasta llegar a los 137.755
electorales. Los comicios, a dos vueltas a partir del 22 de septiembre, son
ganados por quien se oponía a la Constitución, por Macías, al integrar en
su candidatura los partidos de Edmundo Bossio y Atanasio Ndongo, con el fin de
aislar a Bonifacio Ondó Edu ([vii]).
Llegados a este momento cabe realizar
diversas puntualizaciones sobre la sociedad de la colonia. Pese a las buenas y
autocomplacientes palabras de los dirigentes españoles ([viii])
sobre el alto nivel de renta per capita en Guinea, el monto de las inversiones
públicas o el número de camas hospitalarias, la realidad tiene otra cara muy
diferente: en 1968 sólo hay 5 médicos indígenas en toda Guinea y no existe
ni un solo economista guineano. Se calcula que en Río Muni hay 300 kilómetros
de carreteras, de los que sólo el 30 por 100 están asfaltados.
España ha impuesto un complejo sistema de
subvenciones y exenciones a las cooperativas agrarias, que dependen totalmente
del Estado paternalista para la adquisición de material y venta del producto,
y que sin embargo no funciona: en 1965, el Ministerio de Trabajo debe socorrer
al patronato de cooperativas con un préstamo de 43,5 millones de pesetas.
La metrópoli invierte menos de 700
millones anuales en el presupuesto colonial, su última aportación es de 104
millones de pesetas en obras públicas, en tanto el PIB ronda los 4.000
millones de pesetas. El sueldo de un bracero nigeriano es de 700 pesetas, el
de un funcionario de la colonia, 3.000; el de Bonifacio Ondó Edu, presidente
del Gobierno Autónomo, 35.000. El sueldo anual de Macías como jefe del
Estado en este ejercicio es de 516.000 pesetas, unos 17.200 dólares ([ix]).
Pero la economía diaria registra muy
escaso capital circulante, al punto que muy pocos pagan sus transacciones en
metálico y al momento, sino mediante ‘vales’ o recibos... que se hacen
efectivos al mes siguiente, cuando el estado español paga los sueldos de
militares y funcionarios o las subvenciones a los cooperativistas, lo que
significa una nueva inyección de dinero en metálico. Ante la proximidad de
la independencia y la desconfianza hacia lo que traiga ésta, muchos españoles,
particulares y empresas, deciden colocar su capital en España, con lo que se
‘evaden’, aunque de manera legal, hasta 2.000 millones de pesetas.
No existe un proyecto de presupuesto
general guineano a medio o lago plazo para aplicar al día siguiente a la
independencia, sino que todos, colonizados y metrópoli, confían en que todo
vaya a seguir igual, como una ‘prolongación’ natural del mismo estado de
las cosas. Por no existir, no existe ni proyecto de un banco estatal, ni de
moneda propia: el 13 de octubre de 1968 siguen circulando las pesetas
‘rubias’ con la misma paridad española como si no pasara nada.
En la firma del acta de independencia se
incluyen varios convenios entre ambas partes. Se prorroga el presupuesto
bianual de la colonia para lo que queda de 1968 y todo 1969, y se ‘ceden’
por ese mismo tiempo los funcionarios españoles de Hacienda, Puertos,
Correos, etc. que cobrarán sus sueldos de ese presupuesto cedido.
Así, en un protocolo semisecreto, se
prorroga igualmente la estancia por dos años de la Guardia Civil, la Armada y
el Ejército del Aire. Así, se crea en Madrid un ‘Mando de las Fuerzas Españolas
en Guinea' el 22 de septiembre de 1968, con un Comisario General para las
tropas españolas en Guinea, que es operativo hasta el 6 de junio de 1969. Así,
se obliga Guinea Ecuatorial a mantener las concesiones petrolíferas
realizadas por España. Así, se obliga también la república a la protección
de los españoles residentes.
En esa ebullición de gestos y buenas
intenciones, aparecen de tanto en tanto indicios de desconfianza. Por ejemplo,
un número indeterminado de guineanos ‘con nacionalidad española’
solicita su ingreso en distintas academias militares españolas, en la
esperanza de seguir siendo españoles el resto de su vida ([x]).
Pero las solicitudes no son cursadas: se quedan en un cajón de la
administración colonial. Es de suponer que parte de los solicitantes fue
muerto o padeció represión años después, es de suponer también que, quizás,
se convirtieran ellos mismos en represores.
La víspera de la independencia, Ondó Edu,
el perdedor de las elecciones, el rival de Macías, el presidente del Gobierno
Autónomo, el fang partidario de la independencia separada, es condecorado con
la Gran Cruz de Isabel la Católica. Otro gesto de España que no debió escapársele
a Macías...
Pero en fin, llega ese Día de la
Independencia del 12 de octubre de 1968, muy celebrado la víspera a cuenta de
la ‘paga extra’ concedida por el ya presidente Macías al pueblo. De nuevo
aparece Manuel Fraga para firmar las actas ([xi])
y se registran disturbios. Se planifican dos actos de firma, uno en Santa
Isabel y otro en Bata. En la primera localidad, a las 12.00 horas, los
guineanos vejan la estatua de Ángel Barrera, gobernador de la colonia en la década
de los 20. En Bata, horas más tarde, Infantería de Marina y Guardia Civil
crean un ‘pasillo’ de seguridad empleando la fuerza contra una muchedumbre
que, la noche antes, había quemado dos iglesias y amenazado claramente a los
españoles. Aviones y barcos hacia España comienzan a salir llenos de esposas
e hijos...
Y llega el día siguiente a la
independencia. Macías debió llevarse un disgusto al comprobar que el palacio
presidencial, la antigua residencia del Comisario General en Santa Isabel, había
sido previa y completamente vaciado de muebles y enseres por los funcionarios
españoles, que no dejaron ni el aire acondicionado: hay testigos que vieron cómo
los obreros tapiaban los boquetes.
Un funcionario de esa ya extinta Comisaría
General se presenta ante Macías como el embajador de España en Santa Isabel:
se llama Juan Durán Lóriga, es subdirector general para África del
Ministerio de Exteriores y durante semanas, como eficaz ‘tapado’, ha
cursado órdenes estrictas de actuación al equipo directivo español de la TV
en Guinea sobre qué políticos guineanos debían salir en pantalla y qué
tratamiento informativo debía dárseles. Algunos periodistas de la TV, por
orden de la superioridad, colaboraron en la campaña de Bonifacio Ondó Edu:
el ahora presidente no era el candidato favorito de la metrópoli. Entre Macías
y el embajador surge una antipatía mutua casi al instante.
Y pasan las primeras semanas, y llegan los
primeros incidentes. La policía y orden público se traspasa a la república,
con todas las fichas de los españoles que poseen armas, largas o cortas. Macías
ordena que sean entregadas todas las armas, y muchos coloniales las entregan
inutilizadas.
Ondó Edu, huido a Gabón temeroso por su
vida, es atraído de vuelta con engaños en los que colabora la embajada española.
Macías lo pone bajo arresto domiciliario. Pero al resto de sus partidarios,
que la Guardia Nacional -la antigua Guardia Territorial, creada y entrenada
por España-, localiza y detiene, los manda encerrar en la prisión de Black
Beach. Cuando el fiscal, funcionario aportado por España, se interesa por los
cargos, Macías lo expulsa del país.
Las nuevas autoridades guineanas, porque
lo han visto hacer así a las antiguas españolas, intentan imponer sus
criterios a su TV, la que les regaló Fraga. Y se encuentran con que no, con
que los directivos españoles no les obedecen, con el argumento de que no se
ha hecho una cesión formal. Directivos del ente que en la Villa y Corte
hubieran perdido la parte trasera de su anatomía ante un deseo levemente
insinuado por cualquier mandamás ministerial, espetan ahora a ministros y
secretarios de la nueva república que ‘dependemos de Madrid’ y no
reconocen su autoridad. Sí reconocen, en cambio, la autoridad de los censores
españoles que visan los programas en Madrid antes de ser pasados por la TV en
Guinea ([xii]).
Y llega un fin de mes, el de noviembre de
1968, y la república apenas tiene líquido para pagar a los nuevos
funcionarios guineanos pese a que España iba a aportar presupuesto. Claro, es
que ese presupuesto era para pagar a los funcionarios españoles cedidos y
poco más. Los coloniales comienzan a exigir pagos al contado, rompiendo el
sistema de ‘vales’, y esta frágil economía diaria comienza a
desmoronarse.
Y llega el mes siguiente, y quien aún no
es conocido como dictador empieza a quitarse la careta: el 14 de diciembre, en
Sevilla de Niefang, Macías anuncia por primera vez que va a constituir un
partido único “para unificar ideas” ([xiii]).
En tanto algún colonial comienza a oír a los fangs cómo, en lengua pamue,
se reparten la propiedad futura de tal o cual casa o negocio ([xiv])
de españoles y portugueses...
Ese mismo mes de diciembre, el día 30, es
expulsado por Macías otro funcionario español, el ex secretario del Gobierno
Civil de Fernando Poo, Fernando Rodríguez López Lammes, a quien se le había
pedido un informe sobre la creación del Banco de Guinea Ecuatorial SA por un
grupo de particulares. Resulta que entre esos promotores se encontraba ¡Francisco
Paesa Sánchez!
Veinte años antes de que Paesa fuera
conocido de todos los medios de comunicación españoles por su implicación
en la ‘guerra sucia’, la corrupción policial, el caso Roldán, etc., este
personaje tenía ya un curriculum vitae en Guinea Ecuatorial: había sido
desterrado de Río Muni años atrás, por estafa y malversación. Obviamente,
el ex secretario Rodríguez López informó contra la honestidad de semejante
individuo, lo que le valió la expulsión. Por contra, Paesa se convirtió en
uno de los asesores de Macías, y llegó a vender acciones del banco
misterioso en Londres y Ginebra.
Otra fecha clave del primer medio año de
independencia de Guinea es la del 10 de enero de 1969. Ese día, en un gesto
que es de creer se habrían cuidado mucho de realizar en España, los
funcionarios españoles ‘traspasados temporalmente’ a la Hacienda guineana
dimiten en bloque porque Macías, falto de líquido, no les hace efectiva la
‘paga de productividad’ o ‘bufanda’ de fin de año. La respuesta del
presidente esta vez no es la expulsión sino, por el contrario, la prohibición
de que abandonen el territorio. En un discurso se refiere a estos díscolos
burócratas con las palabras “mi Gobierno no puede consentir amenazas, es un
gobierno popular”. A finales del mismo mes de enero, Macías congela las
cuentas bancarias de los funcionarios de Hacienda.
En estas semanas de primeros de año, los
asesores de Macías, entre los que se encuentran abogados del Estado aportados
por España, calculan que el presupuesto general de Guinea en su situación de
independencia debe ser de 1.138 millones de pesetas, cantidad necesaria para,
al menos, pagar a la nueva administración. Pero el acuerdo con España de
prolongación de presupuesto estipula sólo 712 millones de pesetas para todo
1969.
Venciendo la antipatía mutua, Macías y
Durán Lóriga acuerdan que España aportará la diferencia, 400 millones,
pero con la ‘coletilla’ por parte española de no hacerlo de forma
inmediata, sino en cantidades prorrateadas mensualmente. Guinea se encuentra
así con escasa autonomía de previsión presupuestaria y en situación de
dependencia de los pagos mensuales de la antigua metrópoli ([xv]).
Y en TV se siguen negando a obedecer las
órdenes de los dirigentes guineanos. Armando Balboa -quien sería asesinado
apenas dos meses después- requiere que se instalen las nuevas antenas cuyo
regalo anunció Fraga en la visita del 20 de julio, o que se entregue su
importe a la Hacienda guineana. Ni caso.
Y es la misma embajada española en Santa
Isabel -luego Malabo- la que confirma a Armando Balboa que, en efecto, la TV
regalada por =raga a Guinea el 20 de julio de 1968 en solemne y herziano acto
no pertenece a la república por no haber un convenio de cesión. Mariano
Baselga, encargado de Negocios de la embajada, presiona además a Balboa con
que, si Guinea no quiere la TV, se desmonta y se lleva de nuevo a Madrid, toma
ya. Huelga decir que Armando Balboa sale bastante perplejo de la entrevista ([xvi]).
Los políticos guineanos se preguntan para qué y al servicio de quién está
la TV en Guinea, porque al servicio de Guinea no está, eso es claro.
El 14 de enero Macías acusa a la ex metrópoli
de crear un “bloqueo económico”, y amenaza con denunciar los convenios
“que ellos hicieron” anexos al acta de independencia, y que “no se
respetará la Constitución impuesta por España”. Dos días después, Macías
vuelve a declararse admirador de Hitler y le atribuye que “hizo posible la
libertad en África”, lo que es recogido por la agencia France Presse.
Tres días más tarde, el 19 de enero, Macías
acusa a un militar español de ‘espía’ y le expulsa del país. Se trataba
de Manuel Moreno Calderón, que en efecto tenía el empleo de comandante
dentro de la Asesoría Técnico Militar de los Servicios de Información de la
Presidencia en la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas, y había
pertenecido al mismo organismo de la Comisaría General de Guinea. Moreno
Calderón había acompañado a Fraga en su visita de julio de 1968, y visitó
a Macías cuando fue internado en una clínica de Madrid. El militar regresó
a Guinea invitado por TVE para visitar las instalaciones de la TV de Guinea
Ecuatorial: era uno de los censores de los programas destinados a ser emitidos
en Guinea.
En el mismo discurso en que anuncia la
expulsión del militar español, Macías asegura en público que las fuerzas
españolas en la Guinea Ecuatorial -tres buques de la Armada con secciones de
Infantería de Marina, dos compañías de la Guardia Civil con sede en Bata y
Santa Isabel, dos escuadrillas del Ejército del Aire compuestas por viejos
T6- “están a mi disposición para cuando yo las quiera emplear, pero no
para hacer espionaje” ([xvii]).
Y apenas tres días más tarde, el 22, un
incidente con un funcionario de Hacienda. El inspector de Tributos, Vicente de
los Ríos, está a punto de ser detenido por la Guardia Nacional junto con su
esposa en el aeropuerto de Santa Isabel, cuando la acompañaba para coger el
avión de Spantax rumbo a España. El embajador Durán Lóriga, que está
presente, hace valer su status
diplomático para oponerse a la detención. La esposa del funcionario sube
finalmente al avión, y Vicente de los Ríos se refugia más tarde en la
Comandancia de la Guardia Civil de Santa Isabel.
Y llega final de mes, y los funcionarios
guineanos no cobran. La pendiente hacia abajo se pronuncia. Macías ordena
buscar cajas secretas en el edificio de Hacienda, espeta a los funcionarios
españoles “que digan dónde está el dinero de Guinea Ecuatorial”. No se
explica que, con un PIB de 4.000 millones, no haya líquido: es evidente que
se ha independizado una colonia desmonetarizada, gran parte de cuyo capital
privado ha sido evadido y sin capital público ni proyecto presupuestario ni
económico de futuro.
Y ya en febrero, nuevo encontronazo con la
TV que, después que la URSS haya reconocido a Guinea Ecuatorial, emite
programas de un ‘anticomunismo molesto y dañino’ remitidos desde Madrid,
aderezados con comentarios racistas en series y películas
protagonizados por actores occidentales. El 12 de febrero se registra la
emisora del pico Basilé, a 3.100 metros de altura, en busca de una emisora
que presuntamente guía a aviones fantasma que abastecen de armas a los
rebeldes biafreños de Nigeria.
Y en febrero se inicia la ‘crisis de las
banderas’. En una visita a Bata, el 13, Macías cae en la cuenta que España
no mantiene sólo la enseña rojigualda en la embajada de Santa Isabel, sino
otras tantas en el consulado español de Bata, en la residencia privada del cónsul
y en el cuartel de la Guardia Civil. Son demasiadas, estima, y convoca al cónsul
para que sean reducidas a una sola. Y el cónsul se niega y transmite la
petición al embajador. Este también se niega de entrada, y por contra
propone que sea Macías quien, en un decreto, indique cuántas banderas están
autorizadas a exhibir cada legación diplomática en la república.
Por dentro, Macías debía estar como una
moto, pero por fuera parece admitir la sugerencia que le hacen a su orden.
Inicia una gira por localidades de Río Muni y aplaza su decisión hasta la
vuelta. Esto no quita para que el embajador español le caiga cada vez peor.
El director de TV, Luis Carrascosa, se pone altivo y espeta a Atanasio Ndongo,
vicepresidente del Gobierno de Guinea y ministro de Exteriores, que su único
jefe directo es el embajador Juan Durán Lóriga. Ergo, la TV que regaló
Fraga está al servicio de la embajada, es decir, de España.
A la vuelta de su gira presidencial, el 22
de febrero, Macías ordena personalmente que la Guardia Nacional arríe la
bandera rojigualda de la residencia del cónsul en Bata y la entreguen a éste.
Al día siguiente, 23, el cónsul recibe la orden de expulsión. Macías también
reclama el edificio del consulado, que España ocupa ‘ilegalmente’ al no
haber convenio para su cesión entre ambas naciones: excusa idéntica a la de
España con respecto a la TV.
El embajador ha llevado a cabo entre la
colonia española una campaña diametralmente opuesta a la de mantener la
calma. En conversaciones en público y en privado anuncia que “mientras la
Guardia Civil esté en el territorio la seguridad está garantizada, pero que
después él no respondería de lo que pudiera pasar”. Con ejemplos cercanos
como los del Congo o Nigeria, la frase es apenas una invitación velada a
dejarlo todo, coger el primer avión y largarse.
Tras el incidente de las banderas, Macías
se ve crecido en el resultado del pulso diplomático. Se registran ya casos de
palizas a coloniales por jovenzuelos guineanos, que asumen, empujados por Macías,
que se les están permitidos tales actos, que nadie –ni policía ni jueces-
les van a pedir responsabilidades. Algunos reciben armas, otros se sirven de
garrotes ([xviii]).
Muchos coloniales apenas salen de sus casas. Pero la desconfianza y violencia
no afecta sólo a los españoles: en la TV, los ‘becarios’ guineanos,
fangs y bubis, se enfrentan entre sí y se niegan a trabajar en equipo. También
son víctimas de agresiones callejeras los nigerianos, los portugueses, el
personal de servicio doméstico, los empleados fieles y los votantes y
partidarios de Ondó Edu. En las aceras hay manchas de sangre que nadie
limpia. El 25, Macías da un discurso en Río Benito y acusa a las madereros
de “asesinos que ya no nos robarán más”.
El 26, el propio embajador Durán Lóriga
recibe en Bata la orden de expulsión. Ni corto ni perezoso, ordena que para
la noche se ponga en marcha un plan combinado de ocupación militar de Bata y
Santa Isabel, preparado de antemano ([xix]),
consistente en un ‘repliegue sobre Bata, repliegue de Bata sobre la isla’.
En la noche del 26 al 27, se ocupan puntos neurálgicos: aeropuerto, Telégrafos,
estudios TV y radio, puerto, cuarteles de Guardia Colonial, Comisaría,
Guardia Marítima, Palacio Presidencial, Ministerios, y se bloquean los
accesos a la capital desde San Carlos, Rebola y Basilé. El cuartel general se
instala en la embajada española. El jefe máximo de la Guardia Civil,
comandante Luis Báguena, tranquiliza a los españoles de Santa Isabel. Se
solicita refuerzo de tropas a Las Palmas.
Pero en Madrid, Castiella aconseja a
Carrero que interrumpa la operación. El ministro del Aire, José Lacalle
Larraga, ordena el regreso de las tropas paracaidistas que salieron de Las
Palmas. El ministro de Asuntos Exteriores, Castiella, envía un radio al
embajador Durán: “Todo tiene que volver a la normalidad” ([xx]),
por tanto se le desautoriza. Hacia las 04.30 horas del día 27, fracasado el
apoyo, se ordena a las tropas españolas que desalojen sus posiciones,
mediando un acuerdo con las fuerzas guineanas, las cuales a su vez ocupan las
posiciones desalojadas. No hay enfrentamientos armados entre las tropas.
Macías se ve de nuevo acrecentado y, en
la mañana del 27, declara el estado de emergencia ([xxi]),
con toque de queda entre las 18.00 y 06.00 horas. Reclama la expulsión de la
Guardia Civil, considera rotas las relaciones con España. Envía un telegrama
a la ONU en que revela la movilización de fuerzas españolas y acusa de la
iniciativa al embajador de España, exige la retirada de tropas y el envío de
150 cascos azules. España confirma, mediante el embajador en ONU Jaime de
Piniés, que sólo retirará tropas cuando todos los españoles hayan salido,
y solicita observadores para certificar el pánico entre los coloniales y su
éxodo.
Franco también envía un Telegrama a la
ONU en el que, muy a la gallega, primero minimiza la actuación de “algunas
fuerzas de orden público” (¿es la Armada una fuerza de orden público?)
para luego advertir que las mismas actuaciones se alargarán hasta que la
situación lo exija. En resumen: primero se niega la intervención, luego se
admite.
Macías, ese 27 de febrero, emite por
Radio Ecuatorial de Bata un violentísimo discurso. La consigna general es
“que nadie ayude al blanco”. El mismo día, el consulado de Bata radia un
mensaje cifrado en que insta la huida de todos los españoles. A las 12.30, la
embajada española ordena la evacuación todos los españoles replegándose
sobre Bata y su aeropuerto.
Lo más trágico estaba por ocurrir. A las
15.30 horas de ese día, una barcaza con 33 personas refugiadas a bordo:
hombres, mujeres, niños de meses y braceros nigerianos, que procedía de la
explotación forestal Juan Jover SA, es tiroteada por personal militar y
paramilitar guineano a la altura de Río Benito. El español Juan José Bima
Martí, de 27 años, es alcanzado en la cabeza y muere instantáneamente. El
resto de los refugiados, entre ellos su esposa, son recogidos por el mercante
‘Kogo’. Todos ellos estaban desarmados y huían río abajo en cumplimeinto
de las órdenes del consulado ([xxii])
Este buque y el ‘Ciudad de Pamplona’,
con 400 españoles a bordo, reciben orden del embajador Durán Lóriga a las
02.00 horas del día 28 de no tocar Fernando Poo, sino de dirigirse hacia
Canarias.
En la mañana del 28, el embajador Juan
Durán Lóriga, formalmente expulsado por Macías y desautorizado por su
ministro al negarle los refuerzos desde Canarias, quiere evitar que el
discurso de Radio Ecuatorial sea retransmitido por radio Santa Isabel y la TV.
No lo consigue por parte de la radio, cuyo director es el bubi Apolinar Moiche,
pero ordena directamente a los responsables de TV, que le reconocen como su único
jefe directo, que interrumpan el servicio durante todo el día: el discurso es
radiado, aunque no televisado.
Se registran ya signos evidentes de caos
económico y escasez de suministros. El jefe de Correos de Santa Isabel sufre
una paliza por parte de sus subordinados El trabajo se ha abandonado, hay
fincas quemadas y destruidas, los aviones y barcos van a tope. Pero no es una
evacuación: cada español se paga su billete. Los aduaneros guineanos se
apropian del contenido de las maletas, hay personas que apenas salen con lo
puesto y el pasaporte. Muchos pasajeros muestran contusiones en el rostro. Los
aviones despegan con 60 personas de más a bordo. El 2 de marzo, después de
dos jornadas tensísimas, Pan de Soraluce sustituye a Durán Lóriga. Este se
cruza en el aeropuerto de Santa Isabel con Atanasio Ndongo, y ambos se
abrazan. El 3, Ndongo telegrafía a Castiella para que retire la Guardia
Civil.
Y en la noche del 4 al 5 de marzo,
Atanasio Ndongo intenta dar un golpe de estado: invade en Bata el despacho vacío
de Macías, reduce la Guardia en las garitas, se duerme y es sorprendido por
el propio Macías, que le defenestra por un ventanal. Macías carga contra
quienes formaron Gobierno con él a raíz de las elecciones de septiembre:
encarcela y asesina a Saturnino Ibongo, embajador en la ONU, a Armando Balboa,
ministro de Información y Turismo; al todavía arrestado en su casa Ondó Edu,
etc. El propio Atanasio agoniza de sus heridas mientras Macías le saca
fotografías: como Hitler, que filmó la agonía de quienes atentaron contra
su vida al final de la guerra. Semanas más tarde, el tirano muestra orgulloso
esas fotos a John Barnes, periodista de ‘Newsweek’.
Esa misma mañana del 5, en uno de sus ya
rasgos característicos, Macías agradece a Pan de Soraluce la ‘neutralidad
de España’, para horas después acusar a España de injerencia y de planear
el golpe de Ndongo. Castiella y Fraga lo niegan, pero advierten que las tropas
españolas no se moverán hasta que acabe la evacuación de españoles ([xxiii]).
Ese mismo día, la ONU decide enviar observadores, que llegan el día 10 a
Santa Isabel y el 13 a Bata. La misión logra imponer un plazo de dos meses
para la retirada de españoles y tropas, que se hará en tres barcos de
transporte de la Armada que ya llevan la derrota del Golfo de Biafra.
Macías ordena la congelación de las
cuentas bancarias de los españoles para evitar una fuerte descapitalización
por parte de los repatriados Pero la orden no se cumple. Los bancos falsean
los libros -no hay entonces informática- para convertir el activo en pasivo o
números rojos y luego entregan el metálico a los colonos a escondidas,
burlando así el decreto presidencial. Hasta el saldo de la TV es escamoteado,
y luego depositado en la embajada de España. Apenas quedan 2.000 pesetas en
caja bancaria en toda la república.
En esos días, Guinea reclama formalmente
a la Guardia Civil de Santa Isabel que le sea entregado Vicente de los Ríos,
el subinspector de Tributos que a punto estuvo de ser detenido con su esposa
en el aeropuerto el 22 de enero de no mediar la intervención de Durán Lóriga.
El nuevo embajador, Pan de Soraluce, recomienda que se ea entregado. El
comandante Báguena exige una orden por escrito, que obviamente la embajada no
da. Báguena deja claro que no entregará ni a de los Ríos ni a ningún otro
de los españoles refugiados en la Comandancia, que suman ya centenares. Otros
tantos se han refugiado en la Comandancia de Bata.
Ambas dependencias de la Guardia Civil son
fortificadas con sacos terreros y puestos
de ametralladoras. Una noche, números del Benemérito Instituto hacen
una salida para obligar a punta de mosquetón a un grupo de braceros
nigerianos a que despeje el bosque para facilitar el ángulo de tiro de los
puestos. Se produce una protesta formal de las autoridades guineanas por este
hecho, que es desoída.
Las naves de la Armada tampoco permanecen
ociosas. Desde las baterías del acorazado ‘Pizarro’ se apunta al palacio
presidencial que, de acuerdo a un segundo plan de ocupación de Santa Isabel,
sería el edificio que recibiría el primer obús. Su impacto sería la señal
para que la Guardia Civil efectuara una nueva salida y ocupara parte de la
capital, esta vez con el respaldo artillero de los buques. Otros obuses
apuntarían a dependencias oficiales y de comunicaciones, incluyendo los
estudios y emisora de TV, cuyo personal español facilita a los artilleros
navales su posición exacta en el pico. El plan se pondría en marcha, caso de
ser necesario, para asistir a los tres transportes de tropas (los barcos
‘Aragón’, ‘Castilla’ y ‘Canarias’) que deben recoger a personal
de la Guardia Civil y españoles de Bata en la operación “Atlántica 69”.
El 21 de marzo, un Macías impaciente
exige de nuevo a Franco la retirada de españoles y tropas, antes del plazo de
dos meses acordado con los observadores de la ONU. Esta vez se lo pone en
bandeja a la diplomacia española: el secretario de la organización recrimina
a Guinea el incumplimiento del plazo ante el Consejo de Seguridad.
Dos días más tarde llegan los barcos de
transporte de la Armada; el ‘Canarias’, sin agua, y se empieza la evacuación
en Bata. Macías acuerda no interferir en la evacuación civil y militar, bajo
supervisión de observadores de la ONU y OUA. El 25 se inaugura el Banco de
Guinea Ecuatorial: presidente, Francisco Paesa Sánchez. Es un banco privado
que, sin embargo, emitirá moneda estatal; anuncia un capital de 210 millones
de pesetas y reservas de 700, que nadie se explica de dónde van a salir.
El 29 de marzo, efectivos de las Compañías
de Operaciones Especiales (COES), trasladados en los barcos españoles
disponen un malecón de emergencia cercano al acuartelamiento de la Guardia
Civil de Santa Isabel, por donde se hace la evacuación de los civiles. Los
miembros de la Guardia Civil evitan esta solución que tienen por deshonrosa:
arrían la bandera y efectúan un desfile por las calles de la ciudad, con
armas, vehículos y bagaje, antes de embarcar.
Entre ese día y el siguiente, el personal
de TV solicita a Pan de Soraluce autorización de repatriación, que la
concede. Se entregan las llaves de los locales a representantes de Guinea,
pero el personal técnico español asegura que el material, cámaras, equipos,
etc., formalmente regalado por Fraga a la república guineana, es ‘propiedad
del estado español’, y abandona el país con media tonelada de material
audiovisual.
El 5 de abril se certifica por los
observadores de la ONU que se ha llevado a cabo la ‘evacuación total y pacífica
de las fuerzas españolas’. En total, se repatriaron 6.800 españoles junto
con 514 vehículos. Las pérdidas patrimoniales y personales de los
repatriados son difíciles de evaluar. Desde 1996, el Ministerio de Exteriores
posee un censo con 379 afectados, que reclaman individualmente la suma de
11.300 millones de pesetas de 1969. Si se aplica un coeficiente de
actualización del 1.500 por 100, hecho esto con todas las reservas, aparece
la cifra de 169.500 millones de pesetas actuales en pérdidas sólo para este
colectivo ([xxiv]).
Un año después de la repatriación ([xxv]),
en marzo de 1970, Macías admite públicamente que ‘hemos sufrido una parálisis
total de nuestro mecanismo económico a causa del éxodo de la población española’.
La producción ([xxvi])
de cacao desciende de 40.000 a 11.000 toneladas, la de café baja hasta las
1.000 Tm. A un año del éxodo de los coloniales la economía ya no existe,
tampoco la educación ni la administración en general, ni la seguridad jurídica,
ni tribunales imparciales... Los guineanos debieron
padecer a Macías hasta agosto de 1979.
[i]/ Este artículo se basa en las siguientes obras: ‘Guinea, diez años de independencia’, artículo por Donato Ndongo Biyogo en ‘Historia 16’ nº 30, Información y Publicaciones SA, Madrid, octubre 1978; ‘Una merienda de blancos. Descolonización de Guinea 1936-1968’, artículo del mismo autor, en ‘Historia 16’. Extra IX, misma ed., Madrid, abril 1979; ‘Malabo, ruptura con Guinea’, Luis Carrascosa, ed. Mayler SA, Madrid, abril 1977; ‘Macías, la ley del silencio’, Ramón García Domínguez, Plaza y Janés SA, 3ª edición, Barcelona, mayo 1977; ‘El juicio contra Macías’, Alejandro Artucio, Comisión Internacional de Juristas, Ginebra, noviembre 1979; revista ‘Triunfo’, nº 583, Madrid, 11 agosto 1979; revista ‘Gaceta Ilustrada’, nº 1.193, Madrid, 19 agosto 1979; ‘Guinea Ecuatorial, reflexiones y comentarios’, Carlos Fleitas Alonso, no publicado, diciembre 1999 y ‘Cronología de Guinea Ecuatorial: 1950 / 1979. De la independencia al juicio contra Macías’, obra del autor, no publicada, Palma de Mallorca, mayo 2000. Deben citarse también los recuerdos orales de Juan José Otón, de Manuela Viedma, de Cecilio Buele –hijo de ‘papa’ Buele’-, y de Teófilo Lacosta -padre del autor.
[ii]/ Los analistas de la Villa y Corte no acaban de interpretar una contradicción total: mientras en la metrópoli no existen sindicatos libres, ni elecciones por sufragio, ni partidos políticos, todo eso sí existe ya en la todavía colonia. En septiembre, un mes antes de que se abra la conferencia, un editorial del ‘Ya’ sostiene de manera alegre que Guinea no se independice, sino que se convierta en un ‘estado asociado’ de España, ‘solución que en Puerto Rico ha dado tan buenos resultados’ y constituya ‘un estado libre asociado a otro más fuerte’. El más fuerte era España, claro. El más libre, por eliminación, debía ser Guinea. Si algún lector o periodista de aquellos tiempos se hubiera detenido en invertir los términos habría concluido que España tal vez fuera fuerte, pero no libre. Las ‘cabezas pensantes’ de España viven no en la utopía, sino en la inopia.
[iii]/ Las etnias de Guinea Ecuatorial son: bubis, fernandinos -mestizos de la ocupación británica: de Sierra Leona, desterrados y emancipados de Cuba- pagalos (annoboneses), ndowes, combes y bengas (pueblos playeros), bujebas, y fangs o pámues (ramas okak y ntumu) que pertenecen al tronco de etnias bantú centroafricanas. Los bubis tienen un concepto de familia cercano a la europea; se sienten a gusto con la administración española, que les otorga tierras, les facilita negocios, subvenciones, aplica la ‘ley de las 4 hectáreas’, les integra en cooperativas, mantiene las comunicaciones, etc.; sus creencias se adaptan al catolicismo. Leyendas orales de los fang y representaciones dramáticas narran su emigración histórica desde Camerún y Gabón, empujados por otros grupos. Presentan organización social en tribus y clanes. Poligamia, compra de esposas -más simbólica que real- con ekueles -puñales de hierro- y otros bienes a sus padres y parientes. Todo el clan ampara a las mujeres para proteger a viudas y huérfanos: por esa razón los maridos asumen los hijos que las esposas tienen con otros hombres. Estos son guerreros, cazadores; hasta la década de los 20 se enfrentan armados a la Guardia Colonial. Las mujeres deben ocuparse de la casa, de los hijos y del trabajo en el campo, que los fang desprecian. Fuertes tradiciones animistas: ofrendas materiales en esquinas y encrucijadas de los caminos, totemismo -sociedad de hombres leopardo, comunión de individuos con animales o ro a elemba- y necrofagia de los cadáveres de los antepasados para asumir rasgos de su personalidad. Los más viejos conservan la costumbre de tatuarse y limar sus dientes en punta. Principal institución social: la ‘casa de la palabra’, en donde todos los vecinos explican y resuelven públicamente sus diferencias ante el resto de la comunidad. Muchos fangs (caso de Macías) se integran en la administración colonial y asumen los modos y burocracia de la España de finales de los sesenta.
[iv]/ El texto constitucional en sí, demócrata y occidental, es diametralmente distinto a, y más avanzado que, los Fueros franquistas. Nueva contradicción política: mientras en la metrópoli aún se anatemizan las constituciones, a la colonia se le ‘impone’ una Constitución. Una de las disposiciones transitorias establece que se prorroga la vigencia de la legislación española, mientras no sea sustituida por una propia guineana. Este rasgo legal será vital en el fin de la dictadura nguemista, porque Macías será juzgado en septiembre de 1979 de acuerdo a la legislación española.
[v]/ Se trata de una contradicción más del régimen, con la bendición de la ONU: no pueden votar todos los residentes en unas elecciones que se pretenden por sufragio universal, pero los guineanos con nacionalidad española sí votan... para perder esa nacionalidad.
[vi]/ Resultados del referéndum constitucional: 72.458 votos favorables, 40.197 en contra, 2.198 votos nulos. La participación electoral fue del 56,3 por 100 en Fernando Poo y 97,1 en Rio Muni.
[vii]/ Resultados de las elecciones: en primera vuelta, Macías Nguema obtiene 36.176 votos, por los 31.941 de Bonifacio Ondó Edu. El MONALIGE de Atanasio Ndongo obtiene 18.300 votos, y la Unión Bubi de Bossio 5.000. Macías ofrece una alianza e integración en su gabinete a Atanasio y Bossio, para aislar así a Ondó Edu en la segunda vuelta: 68.310 votos para la coalición contra 41.254 para Ondó Edu.
[viii]/ Cabe reproducir estos datos por su discurso propagandístico: en 1962 se registraba una renta per capita de 332 dólares, la más alta de Africa. Se acusaba un 7,8 por 1.000 de mortalidad, la más baja de Africa, frente al 27 por 1.000 de la media en la banda tropical. De cada 7 habitantes, 1 estaba escolarizado. Una cama hospitalaria por cada 300 habitantes, mientras la media en la vecina Nigeria era de una por cada 2.700.
[ix]/ En el momento de su derrocamiento, la fortuna personal de Macías alcanzaba los 406.383.893 ekuelés, equivalentes a 13,540 millones de dólares, en un país en donde los funcionarios no cobraban, la población era obligada a trabajar para el Estado sin sueldo, no existía electricidad, tribunales, transporte, prensa...
[x]/ Tras la independencia, la madre patria se convirtió para los guineanos en España en la ‘madrastra patria’: los pasaportes españoles de los naturales de Guinea no se renovaron al extinguir su vigencia, quedando sus titulares en situación de ‘apátridas’. Ese fue el caso de ‘papa Buele’, en Mallorca, que ya sexagenario y tras medio siglo ininterrumpido de estancia en España vio con asombro cómo un funcionario se negaba a renovarle el pasaporte. Para arreglar su situación se le exigió que renunciara a la nacionalidad guineana ¡que nunca había tenido!
[xi]/ Curioso: no el ministro de Exteriores, sino el de Información y Turismo, representaba a España en los actos de la Independencia de la colonia.
[xii]/ Los programas vienen ‘en lata’ por avión. Esta TV tiene una cierta producción propia, informativos sobre todo, pero el resto de programación es la de la TVE de 1969: ‘Galas del sábado’, telefilmes, etc. Junto con los estudios y emisora se regalaron aparatos para fundar teleclubes, que acabaron en los domicilios de los prohombres guineanos.
[xiii]/ Después de un cuarto de siglo al servicio de la burocracia colonial franquista, Macías iba a aplicar lo que había aprendido, faltaría más.
[xiv]/ Testimonio de Juan José Otón, de la Imprenta Cervantes de Bata, quien habla pamue a la perfección.
[xv]/ En Madrid, el almirante Carrero Blanco, quien en noviembre de 1963 dijo en las Cortes ufanamente que “en Guinea no hay ninguna injusticia que corregir, ni mucho menos ninguna reivindicación que ejercer”, se opone a la concesión de créditos para Guinea propuesta por Castiella.
[xvi]/ En la actuales autonomías españolas existe un ‘consejo asesor’ integrado por representantes políticos de la comunidad que es oído por los delegados de RTVE tanto a la hora de fijar el tiempo y carácter de las programaciones y publicidad como a la de realizar contrataciones. Pero Guinea carecía de un ente de esta naturaleza que interviniera ante los directivos de TVE en su territorio: en rigor, la república tenía menos influencia y era menos influyente en los contenidos y horarios de su TV que las autonomías actuales en las delegaciones territoriales de TVE.
[xvii]/ ¿Hasta qué punto se creía realmente Macías lo que decía? Quizás se refería a que la Guardia Civil debía rendirle honores como hacía ante el Comisario General. Quizá entendía así el convenio para la estancia de tropas españolas después de la independencia. Pero, ¿ignoraba acaso que el Mando Unico de estas tropas era un órgano español?
[xviii]/ En su juicio en 1979, uno de los también acusados declarará que le oyó decir: “Esos chicos como no cobraban, se les debía permitir pequeñas diversiones contra españoles y contra sus enemigos políticos (de Macías)”. Se trataba del embrión de las terribles Juventudes en Marcha con Macías, una suerte de SS. Por el contrario, no he hallado referencias a vejaciones comparables de guineanos por parte de grupos de españoles.
[xix]/ No he podido determinar quién preparó ese plan. Parece claro que la orden para comenzar la acción partió del embajador, pero toda la mecánica del ‘operativo’ estaba ya preparada y ensayada. Quizás desde Plazas y Provincias Africanas, quizás desde la Dirección General de la Guardia Civil en combinación con los ministerios de Marina y Aire. Algunos coloniales mantienen que la Guardia Civil actuó por su cuenta, lo que no es así.
[xx]/ Y sin embargo en España nada era normal: desde febrero existía el estado de excepción, a raíz de los incidentes de primeros de año: ocupación policial de la universidad, suspensión de derecho de expresión, de inviolabilidad de domicilio, penas de destierro, detenciones policiales por tiempo superior a las 72 horas, restablecimiento de la censura previa...
[xxi]/ De nuevo aparece el burócrata aplicado que toma buena nota de las enseñanzas de sus antiguos jefes: si Franco, a quien admira, de quien es discípulo y ha sido servidor, decreta el estado de excepción, pues Macías igual.
[xxii]/ La viuda de Bima, Manuela Viedma, conserva el diario de a bordo con las declaraciones de los supervivientes recogidas apenas unas horas después de los hechos. “Todos se tiraron al fondo de la barca, menos mi marido que llevaba la rueda del timón”. Se les dispararon hasta obuses de mortero, que impactaban en el rio a dos metros del casco. Nunca ningún político guineano, de la dictadura o del exilio, ha dado razón de este hecho que pudo convertirse en una tragedia mucho mayor.
[xxiii]/ Nuevo rasgo de aplicación al modelo por parte del discípulo: en la imaginería del estado nguemista, la fecha del 5 de octubre de 1969 será denominada del ‘Alzamiento Nacional’.
[xxiv]/ Tras la caída de Macías, hace 20 años, ‘Cambio 16’ evaluó las exacciones de su dictadura en 50.000 millones de pesetas de la época. Pero, ¿cómo evaluar pérdidas de equipajes, ropas, mobiliario, objetos personales o de arte?¿Cómo evaluar toda una vida o estancias de 20 y 30 años?
[xxv]/ Los repatriados no regresaron a un país libre y democrático, sino a un estado franquista encajado entre la salida del estado de excepción español y el principio del caso Matesa. Las compensaciones de la Administración a los repatriados fueron ridículas, y en concepto de facilitar su reinserción en España, nunca de lo dejado atrás. A la viuda de Bima, único español asesinado durante la crisis, el Estado le concedió la cantidad de 107.000 pesetas, pero no le reconoció el derecho a pensión por viudedad. La diplomacia española, tan atenta a la 'vuelta a la normalidad' según el radio remitido al embajador Durán Lóriga, nunca forzó a Guinea para que volviera a la normalidad con respecto a las agresiones y exacciones sufridas por españoles.
[xxvi]/ La producción en 1967 fue de 40.000 Tm de cacao, 9.000 de café, 4.000 de aceite de palma, 340.000 de maderas, sin contar otros cultivos industriales como caña de azúcar, etc. Nunca se reflejan las cifras de las pesquerías del golfo de Biafra, que compañías españolas explotaban de una forma muy organizada. Otras explotaciones que también decayeron fueron las líneas aéreas y marítimas.