«¿Les gusta la casa? Me la acabo de construir. Las estatuas me las trajeron expresamente de Italia. Ahora estoy preparándome otro domicilio en Malabo», aclara al periodista de EL MUNDO sin ningún recato.
Tiene 32 años y en los últimos seis, desde que regresó a Guinea Ecuatorial en 1995 -antes estuvo estudiando en Francia y Estados Unidos, y en éste último país siguió un curso de tres meses en las fuerzas especiales del Ejército, diplomándose como capitán honorario-, ha atesorado todo un pequeño imperio donde caben desde compañías madereras hasta productoras de música, una línea de aviación o una emisora de radio y televisión.
Pero sus aspiraciones no acaban ahí. El niega que la ex colonia española sea «una monarquía donde hay un rey y un príncipe. Yo no me he planteado nunca ser presidente», dice. Pero Faustino Sanz, uno de sus asesores y director comercial de Radio Asonga, no parece tan comedido. «Teodorín [así le apoda la población] quiere acabar con los viejos. Dice que la misma gente ha estado mandando en este país desde la independencia [1968] y que ya es hora del relevo. Le aseguro una cosa; si aquí tuviéramos unas elecciones libres y Teodorín se presentara contra su padre [el presidente Teodoro Obiang] le ganaría fácilmente», apunta.
Reales o no sus posibilidades políticas, lo cierto es que Teodorín se ha convertido en un símbolo preclaro del desarrollo contradictorio que se observa en Guinea Ecuatorial al socaire del boom del petróleo que comenzó en 1992.
Por primera vez en décadas, en las dos principales ciudades del país (Malabo y Bata) se multiplican las obras públicas en carreteras y edificaciones. La maltrecha sala de llegadas del aeropuerto capitalino (en realidad era el almacén de la época colonial) será sustituida en breve por una nueva terminal que se sumará al coqueto pabellón presidencial construido ya en cristal. Dos flamantes hoteles se encuentran en vías de conclusión en esta misma ciudad. El Gobierno ha adquirido un DC-9 para las líneas aéreas nacionales. Se habilita también un nuevo puerto en Luba, en la isla de Bioko.
«En realidad, todo el país está en obras. Estamos asfaltando el 80% de las carreteras y estamos edificando 12.500 viviendas sociales para los más necesitados. Hace falta tiempo, porque los requerimientos son inmensos», precisa Carmelo Modu, viceministro de Obras Públicas y líder de la Unión Democrática Social.
Pero el propio Modu admite lo innegable. «Sí, también vemos cómo surgen nuevos ricos y no sabemos muy bien de dónde sacan el dinero», aclara.
Teodorín -hijo de Constancia Mangue, la esposa de Obiang, denominada aquí madre de la nación- sí sabe de dónde procede su fortuna y no lo oculta. Es propietario de dos empresas madereras, Sofona y Somagi, un negocio en el que se inició en 1995. Poco importa que desde 1997 ejerza como ministro precisamente de Bosques, Agua y Medio Ambiente (ya era asesor presidencial del mismo ramo en 1996) y que sea, por tanto, el encargado de analizar las concesiones comerciales en ese sector. «Yo empecé a ganar dinero por medio de la explotación forestal antes de entrar en la política», afirma.
Desde luego que su olfato empresarial no le ha fallado. Ahora compagina el negocio de la madera con los beneficios que le reporta Geasa (una compañía de aviación), Radio Asonga (emisoras de radio y televisión en Malabo y Bata) y su última creación: TNO Entertainment, una productora musical instalada en Beverly Hills (EEUU). «Yo soy joven y me gusta mucho la música... El rap, el funky... Soy muy amigo de la familia Jackson, en especial de Jeremy Jackson. Queremos promocionar la música de Guinea Ecuatorial en todo el mundo. El próximo 25 de septiembre lanzamos nuestro primer disco de rap, grabado por el grupo Wong-g. No he gastado mucho por ahora. Sólo 500.000 dólares [100 millones de pesetas]», precisa.
El teléfono móvil de Teodorín no cesa de sonar. Este es, quizás, el signo más emblemático de la nueva clase adinerada de Guinea Ecuatorial. El carácter guasón del guineano ya les ha otorgado un mote: los nadie-duerme. El aparato cuesta aquí entre 155.000 y 495.000 francos CFA (entre 38.750 y 123.000 pesetas), mientras que un taxista gana sólo 200 francos CFA (50 pesetas) por trayecto y el sueldo mínimo se sitúa en torno a los 75.000 francos CFA (18.750 pesetas). Pese a ello, Getesa, la firma que comercializa desde abril del 2.000 la red de GSM en el país africano, cuenta ya con 8.500 abonados sólo en Malabo.
«Sí, hay beneficios, pero para una minoría [el país lo componen 475.000 habitantes], mientras nos hundimos en la corrupción», denuncia Juan Nzo, dirigente del opositor Convergencia para la Democracia Social.
«Se pretende la existencia de unas inversiones públicas que no estamos viendo. Sólo en Mongomo [la provincia donde nació Obiang y su antecesor, Francisco Macías] se dieron créditos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. A todo Dios para hacer construcciones y asfaltado. Mientras tanto, hay denuncias graves de robo y desfalco descarado», precisa por su parte, Buenaventura Mosuy, líder del Partido Social Demócrata de Guinea Ecuatorial.
Que el dinero del petróleo ha disparado los casos de alquimia financiera -así los denomina un sarcástico periodista local- no lo niega ni el propio Teodoro Obiang o los diputados de su partido, el PDGE, que en noviembre acusaron a tres ministros de «desvíos» millonarios, incluido Miguel Oyono, ex responsable de Exteriores, al que señalaron por apropiarse presuntamente de la módica cantidad de 187 millones de pesetas. Oyono y Fernando Mabale, entonces ministro de Función Pública, fueron apartados del Gobierno, pero no así el ministro de Hacienda, Miguel Abia Biteo, que simplemente fue transferido a la cartera de Relaciones con el Parlamento.
Algo similar a lo que le pasó a Benigno Ondo, otra víctima de la campaña de moralización que ha lanzado en los últimos meses el régimen de Obiang. Antiguo director de un centro de salud de Malabo, Ondo fue arrestado en marzo de 2000 por «corrupción» y el pasado 27 de enero nombrado inspector general del Ministerio de Salud.
Curiosidades de la vida, la principal impulsora de las denuncias de los manejos cuando menos atípicos de la Administración guineana no ha sido otra sino Radio Asonga, la emisora propiedad de Teodorín. «A Teodorín le duele la corrupción. Que todos esos ministros tengan un montón de coches», aclara Faustino Sanz, mientras el periodista observa la media docena de vehículos que se encuentran aparcados en la residencia del responsable de Bosques.
Radio Asonga se ha convertido a su vez en el estandarte más visible del proyecto político auspiciado por Teodoro Nguema, que se apoya asimismo en la Asociación de Hijos de Obiang (Asho), una organización juvenil fundada a raíz de las elecciones municipales de 1995 que ganó la oposición. «Tengo el apoyo del pueblo. Podemos decir que toda Guinea está conmigo», añade Teodorín.
Ahora, Teodoro Nguema ha decidido plantear un primer envite al poderoso círculo que rodea a su padre. Personajes como el influyente Armengol Ondo. O el general Antonio Mba, director general de la Seguridad Nacional, que respondió de manera explícita el 12 de junio cerrándole la emisora de Malabo y ordenando que se le retirara la escolta oficial. Teodorín no quiere citar nombres, pero admite que mantiene «graves diferencias con los sectores conservadores del país». «Lo de la escolta me da lo mismo, pero no consiento que quieran hundir mi imagen», declara.
En unas manifestaciones que realizó a la agencia France Presse el mismo día que se entrevistaba con EL MUNDO, el hijo de Obiang atacó el «dominio» que, dijo, «ejercen los generales» sobre Guinea Ecuatorial y los acusó de haber «secuestrado el régimen». «Dictan su ley a todo el mundo», acotó.
Por de pronto, el pasado sábado, mientras toda la estructura del PDGE rendía pleitesía a su padre, reelegido como líder de esa agrupación y candidato a las próximas elecciones presidenciales, Teodorín se ausentó de manera manifiesta de dicha celebración.
Esa jornada, la turbamulta se desgañitó a favor de su jefe (así le llaman sus subalternos). «¡El mejor hombre, Obiang Nguema! ¡El mejor pastor, Obiang Nguema!», clamaban a coro el casi medio millar de asistentes al cierre del congreso del PDGE. Después cantaron el himno del partido. «¡PDGE es nuestra vía hacia el progreso y el bienestar...». Uno de los opositores asistentes al evento no pudo por menos que ironizar: «¡Qué canción tan adecuada, qué bien resume lo que pasa en el país».