La Cueva de los Vinagrillos

por Susana Ibarra de Pint

Planear un viaje a un lugar hermoso ya visitado se hace siempre con gran deleite y, al llegar allí, es un poco como volver a casa. Así nos sentimos John, Jesús y yo cuando, para el primero de enero, decidimos celebrar el ano nuevo en ese pequeño paraíso escondido en un bosque a 60kms. de la costa y, por lo mismo, un lugar en donde la constante humedad favorece la vida animal y vegetal.

A sólo unos pasos de nuestro campamento hay un manantial de agua tibia lo suficientemente profundo pare permitirle a uno nadar. Esta deliciosa piscina” se encuentra enmedio de una mesa espesísima de bosque tropical. El agua se divide luego en risueños riachuelos en cuyas orillas viven múltiples familias de ranas que se empeñan en cantar día y noche. ¿Podríamos haber soñado una mejor manera de dar la bienvenida a 1989?

EN BUSCA DE LA CUEVA

El mismo día que llegamos, Jesús y yo hicimos una caminata en busca de una Cueva de la que, tiempo atrás, alguien nos había hablado. Por supuesto, íbamos con binoculares a la mano. ¿La razón? La variedad increíble de pájaros que pone al lugar dentro de un marco infinitamente hermoso.

Un lugareño nos mostró la entrada a una Cueva que el día siguiente los tres fuimos a explorar. La entrada misma es un hueco de 3.5mts. de ancho por 1.25mts. de alto, rodeada por pedazos tremendos de mármol dinamitado. Si, desgraciadamente esta bella zona está desapareciendo debido a la desmedida explotación de este material.

Al entrar, pesamos la vista alrededor y tuvimos la impresión de encontrarnos en una “Cueva en serio” Pues frente a nuestros ojos se abrió un cuarto enorme (45mts. x 35mts) con paredes muy hermosas y concreciones gigantescas. Entrando, en el lado derecho, hay una inclinación de tierra suelta que lleva a una caída de unos 2mts. Hubo entonces que buscar por el lado izquierdo un lugar que facilitare la bajada y, manos a la obra, comenzamos la búsqueda de conexiones a otras posibles secciones de la Cueva. Obviamente empezamos por donde bajamos pero solo encontramos un hueco y continuamos con la parte central en donde hay un conjunto rocoso que nos dio esperanzas. Con algo de dificultad bajamos hasta un túnel al que Jesús entro. Nada, El túnel terminaba después de 12 ó 13mts. Fuimos a otro y... tampoco. Parecía que los túneles se multiplicaban y tuvimos que dividirnos, John buscaría por allá, Jesús por acá y.... ¿yo? Bueno, tal vez porque he llegado a sentirme bien, dentro de esa dimensión de la naturaleza, también yo me asigné uno. Para llegar allí tuve que subir unos tres metros chimeneando. Normalmente en situaciones perecidas pido ayuda a mis compañeros pero esta vez decidí hacerlo yo sola. Esa decisión me ayudó a coordinar mejor mis movimientos, a buscar bien los puntos de apoyo. En una ocasión tuve que ponerme en uno posición prácticamente con los pies hacia arriba pero lo hice con una facilidad que yo misma me sorprendí. Llegué luego a una sección que iba hacia abajo y había lugares tan estrechos que, en momentos, casi dudé que podría caber. Por fin llegué al estrecho túnel que iba unos 2 o 3Mts, y terminaba en una pequeña cámara en la que viven unos murciélagos.

¿ALACRANES O QUE?

Mientras John tomaba fotos, Jesús y yo fuimos a explorar el último túnel que quedaba: nuestra última esperanza y... nada. Nos unimos pues a John a quien se le ocurrió que tenía que tomarme unas fotos sentada en una gruesa estalagmita rota “Ponte así, ahora ponte asá”, y cuando el suplicio terminó, al poner los pies en tierra descubrí que casi habla pisado una criatura con el aspecto de un alacrán muy gordo y sin cola, con unas antenas y unas patas larguísimas. Habiéndolos visto antes en fotos me di cuenta de que era un Vinagrillo. Encontramos luego otro más grande... y otro todavía más grande que, por así decirlo, muy solemne se puso en pose para que John y Jesús le tomaran unas fotos de acercamiento. Nos encontramos luego otros en distintos lugares (de allí el nombre que le dimos a la Cueva).

La verdad es que amo tiernamente a los animales y a estos animalitos pues... digamos que los respeto. Me pregunté entonces, con algo de escalofrío corriendo por mi cuerpo, con cuántos me habré encontrado mientras exploraba mí túnel, ¡Menos mal que no lo supe!

¿VAMPIROS O MURCIELAGOS?

Después de explorar la Cueva regresamos al campamento bastante enlodados y un baño nos supo a gloría. Cerca de “la piscina” hay una cuevita y, casi a la entrada, se encontraban unos grupos de murciélagos -ó vampiros- que, por alguna razón, parecieron no temernos. Nuestra certeza de que podrían ser bien una cosa o la otra se debió a que observando el suelo, notemos que había guano tanto de murciélago como de vampiro (mientras que el de los primeros puede disolverse como en polvo, el de los segundos tiene el color y la consistencia del chapopote).

“Ahora mismo podemos saber qué son”, dijo Jesús izando su red para cazar mariposas. Realmente a mi no me interesaba saber qué eran y la idea de traicionar su confianza me hizo sentir bastante malestar, ¡Zuuuuum! y, en cuestión de segundos, cinco de ellos estaban en la red.

Mi curiosidad, sin embargo, venció mis sentimientos de ira contra Jesús y John, y me acerqué también. Cuatro de ellos escaparon y, al que quedó, con cuidado lo tomó Jesús por las alas. Era murciélago, sí (de los que tienen hoja nasal), de especie muy pequeñita. Su pelo gris claro, casi azulado, parecía tan suave que no resistí la tentación de tocarlo, tratando, eso sí, de no dejarme pillar por sus diminutos dientitos con los que trataba de defenderse.

Mientras John rápido preparaba la cámara éste también escapo seguramente no muy feliz de verse forzado a hacerlo en plena luz del día.

¿Y la foto? Aunque diría que ninguno de los tres dudamos de la inteligencia de los animales, de todas formas nos asomamos a ver si se había quedado por allí algún despistado. Más tontos fuimos nosotros al haber dudado: Todos habían escapado tal vez a al punto más recóndito de la Cueva -¡o quién sabe sí a otra Cueva!- en donde podrían tener un poco de paz lejos de los insensibles humanos.

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