LA CUEVA DEL TIGRE

En esta ocasión el contingente Zotz estuvo un poco reducido: Juan Blake con su hermanita Mónica y yo. La verdad es que sabíamos que, por lo mismo, nuestras actividades se reducirían prácticamente a búsquedas... aunque, muy dentro, deseábamos que encontrásemos algo mejor.

El simple hecho de "Ir a Paso Real" ha significado para el grupo, desde los primeros viajes, algo muy especial no sólo como espeleólogos sino también porque allí hemos tenido la oportunidad de convivir con la gente del lugar. A pesar de que John no iba con nosotros me sentí bastante bien; tenía la sensación de "volver a casa".

Doble Traccion

La vez anterior don Ginio nos había hablado de una cueva en la parte del cerro más cercana al pueblo. A la mañana siguiente de que llegamos don Ginio y una hermana de Arnulfo, Lorena, llegaron a nuestro "ranchito" -que es como los niños llaman a nuestro campamento. Me sorprendió que llegaran a pie. "Es que nos vamos a ir en el jeep", informó don Ginio. La verdad es que esa idea no me gustó en lo más mínimo pues no estoy acostumbrada a manejar en doble tracción en caminos como los que llevan a esos territorios. "No te preocupes," dijo Juanito, "no es nada del otro mundo ¡anímate!"... Y no me quedó otro remedio que animarme.

Ahi Vive el Tigre

La maleza estaba ya seca lo cual vino a facilitar el trayecto. El camino era el que siempre habíamos tomado para ir al Sótano de Paso Real aunque, a cierto punto, nos desviamos hacia la derecha. Algunas veces, debo confesar, sentía que me rendía pues gran parte hay que ir en subida por entre piedras descomunales o sobre el bordo de alguna zanja. ¡Un falso movimiento y nos la veríamos muy mal! Cuando por fin nos estacionamos sentí un gran alivio (y preferí no pensar en que tendríamos que regresar).

La cueva está no muy arriba de lo que es la falda y, en el camino, don Ginio insistió en que debíamos tener cuidado pues "a lo mejor sí es cierto que ahí vive un tigre".

La entrada es una cavidad de 2.60 Mts. de diámetro que conduce a un túnel de 5 Mts. de largo que va inclinado hacia abajo. Las paredes de la parte derecha están decoradas con nichos que contienen hermosas estalactitas, estalagmitas y columnas.

Belleza Cristalina

Dado que las posibilidades de que allí viviera un tigre eran casi nulas -pues no encontramos huellas del felino- Juan y yo bajamos ayudados por una fetucha hasta la entrada a un pozo que resultó de 3.90 Mts. de profundo y bajamos desescalando. En el fondo el camino se abre para dar lugar a un cuarto de 7 Mts. de diámetro, el cual es un verdadero tesoro en formaciones. Daba pena tener que pisar el precioso suelo que destellaba a la luz de las lámparas.

Nos asomamos para informarle a don Ginio sobre lo que habíamos descubierto y lo instamos a bajar y tal vez más por orgullo que por convencimiento accedió (si una frágil mujer podía hacerlo...).

Ya allí le hicimos notar la belleza del lugar y su primer impulso fue tomar una piedra para romper una estalactita que parecía estar labrada en cristal purísimo. "¡No, don Ginio!" le gritamos y aprovechamos para explicarle por qué esa formación y las demás debían permanecer allí intactas. Nos escuchó como estudiante a sus maestros.

Descenso en Elevador

Con don Ginio abajo, Mónica y Lorena de pronto se sintieron solas. "¡Queremos bajar!" comenzaron a gritar frustradas. Juan no esperó y dio instrucciones a su hermana para usar la cuerda y ayudarse a llegar al lugar para desescalar. La idea me asustó un poco pero dado que llegar al lugar no es especialmente difícil decidí no imponer mi opinión. Mónica tomó pues la cuerda y en un momento estaba allí. Lorena llegó luego. Al intentar desescalar -¡afortunadamente!- se asustó, pues la tarea no es exactamente para niños -sin experiencia- y decidió que debía existir otra solución...y yo respiré con alivio.

El Sótano de San Miguel

La siguiente era una preciosa mañana llena de sol y, con Arnulfo, nos dirigimos a San Miguel. Allí un amigo de Arnulfo nos esperaba y con él nos dirigimos a un cerro en el que se encuentra un pozo.

El trayecto fue ya una aventura encantadora debido a la vegetación y a la gran variedad de orquídeas y de exóticos pájaros que nos deleitamos en observar.

Nuestra intención, por supuesto, no era explorar el pozo sino solamente conocer su ubicación y saber un poco acerca de él.

La entrada es una abertura de un poco más de un metro de diámetro y es una especie de túnel que, como la cueva del Tigre, va hacia abajo. Juan hizo un descenso hasta el punto más posible dadas las circunstancias y su diagnóstico resultó bastante desfavorable para una exploración futura debido a que el techo y las paredes están formados por rocas a punto de desplomarse.

El área, sin embargo, continúa ofreciéndonos oportunidades maravillosas de aventuras igualmente maravillosas en tiempos venideros.

Susana Ibarra de Pint

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