Hace poco tuve la suerte, gracias al espacio de cine que transmite la Televisión Española Internacional, de ver la película "90 millas". Fue la selección para esa noche del ciclo latinoamericano, que más bien debería llamarse "cubano argentino", por la primacía que se la da a las obras provenientes de esos países.
Se trata de una película dirigida por Francisco Rodríguez Fernández y con guión de Jorge Herrera Pereira. Presentada como originalmente española, cuenta con un elenco cubano de primera, en el del que vale destacar las figuras de Leonel Valdés, Enrique Molina y la veterana Daysi Granados. En la reseña que aparece en la página de la TVE se dice lo siguiente:
"90 millas es una alusión directa a la distancia que separa las costas de Cuba y Estados Unidos. Una familia cubana abandona la isla de forma ilegal, en una pequeña y rústica embarcación de fabricación casera, y padece una trágica odisea mientras atraviesa el estrecho de Florida."
Es la tragedia de una típica familia cubana que se lanza a la aventura del balsero, con la incorporación a última hora del amigo que les transportaba a la playa (interpretado por Alexis Valdés). Se trata de la deudora de un cine que ha hecho del naufragio -que otra cosa es el "balserismo" cubano, un naufragio guiado por el afán de llegar a Estados Unidos- un tema apasionante. La película hace gala de inteligencia, explotando las posibilidades dramáticas que ofrece un escenario tan estrecho como lo es una balsa.
Allí hay de todo para atraer la atención del espectador: el conflicto inevitable que se genera entre el bisabuelo -inmigrado de España-, la hija, el esposo obrero, el niño, el bebé, el homosexual, el ex novio despechado y la joven madre que sacrifica su vida por todos, alimentado con la leche de sus pechos al bebé, al hermano y al amigo que una vez la amó, como gesto noble para salvar del hambre a los últimos sobrevivientes. Como ingrediente adicional está el encuentro con los traficantes de drogas que asolan el Caribe, para quienes gustan de un cierto grado de acción.
Es la tragedia de la pérdida de los seres queridos a manos de tiburones y la tormenta, pero también es la comedia de este pueblo que hace del bonche su método de evasión en los peores momentos, y para el que mucho sirve la faceta cómica de Alexis Valdés. Este último se trata de un actor que una vez más tiene la suerte de interpretarse a sí mismo, un cubano típico de nuestra época.
Los realizadores han tenido cuidado de no atacar directamente al régimen cubano. Cuando se escucha la guarda frontera de la isla, sólo es para alertar a otros balseros contra el acto suicida, no para acosarlos y mucho menos hundirlos. El ataque es mucho más directo a los Estados Unidos por la manera en que sus burócratas entorpecen los contactos entre familiares cubanos. Sin embargo, si se rasca un poco, se descubre la denuncia implícita que hace un cine no controlado del todo por el gobierno cubano en el hecho que una familia trabajadora, que ni siquiera porta la ideología disidente, tenga que marcharse de su patria para darle un futuro a sus nuevas generaciones, del mismo modo en que lo hacen miles de africanos que intentan llegar a España dejando la vida en el intento. Al final de la película hay una referencia a estos seres humanos, que en definitiva están hermanados en la tragedia con los personajes de "90 millas". Se trata de aquellos a quienes los guardacostas españoles, a decir de los medios, "rescatan" de sus sueños a esos para quienes la propaganda turística es una burla y cuyo enemigo más temible no es el traficante, que de alguna manera le saca de la miseria, sino el respetable policía que vende por una paga la conciencia y no tiene escrúpulos en devolver al hambre y a veces a la muerte a quien sólo quiere ganarse la vida honradamente en un país industrializado. Esto no se dice claro, pero el cargo de conciencia es evidente entre los que realizaron esta película sobre un tema tan "lejano".
Es una película para pensar no sólo en los balseros de Cuba, sino también en los desgraciados emigrantes subsaharianos que corren frente las costas de España la misma suerte que los cubanos ante las de América. También habla de todos los que por una razón u otra -que en el fondo son las mismas: los malos gobiernos- hemos tenido que dejar el lugar en que nacimos para enfrentar las barreras de los policías, aduanas, la xenofobia del nativo y hasta los olvidos de quienes ya nacionalizados y asentados en su nación de estreno, dan la espalda al inmigrante, olvidando que balseros, en generación más o menor cercana, somos todos.
Réplica y comentarios al autor: carlosm_estefania@hotmail.com
Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.
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