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   Cuba: tierra de mujeres guerreras
por Carlos Manuel Estefanía
Director de la revista "Cuba Nuestra"
Estocolmo

Las mujeres y armas han tenido mucho que ver con Cuba. De esa isla venían -aunque no fueran cubanas- aquellas guerreras bravas que, junto a sus maridos y bajo el mando de Hernán Cortés, conquistaran México, y cuyo ejemplo más vivo fue la mulata Beatriz Bermúdez de Velasco.

De armas tuvo que saber doña Isabel del Bobadilla, cuando en ausencia de su marido Hernando de Soto, asumió la gobernación civil y militar de Cuba. Se convirtió en símbolo de amor y fidelidad, y su fuerza quedó reflejada en la estatuilla que de ella hizo el artista habanero de origen canario, Jerónimo Martín Pinzón (1607-1649). Y es así que Isabel quedó esculpida en la figura de giraldilla, con la cruz de la orden de Calatrava en una de sus manos, y se convirtió en el símbolo de La Habana. La figura hoy se guarda en el Museo de la Ciudad.

Y qué decir de la presencia en Cuba de una verdadera mujer de armas tomar, de la que por cierto Zoe Valdés ha sacado muy buen partido en su novela "Lobas de mar". Me refiero a la famosa pirata Ann Bonny, quien dejó a un lado sus peligrosas correrías un rato para dar a luz a su hijo en la isla.

Conspiradoras, capitanas y generalas en la Guerra de Independencia

Cuba es sin duda una tierra de bravas mujeres, y la mejor muestra de ello es la importante participación femenina en las guerras independentistas desarrolladas entre 1868 y 1898. Las cubanas espiaron, recaudaron fondos, se fueron a la manigua con sus esposos, allí parieron y enseñaron a sus hijos el uso del machete, curaron heridos y, en muchos casos, murieron en combate como los más valientes soldados.

En una época de clara diferenciación genérica, las cubanas transgredieron en más de una ocasión lo que se esperaba de su sexo cuando de la independencia se trató. Pero también aceptaron las leyes no escritas de la segregación sexual trabajando para la causa en clubes exclusivamente para mujeres independentistas. Así, durante la guerra de los 10 años (1868-1878) se encuentran varios ejemplos: La liga de las hijas de Cuba, creada por Emilia Casanova de Villaverde en Nueva York; Hijas del pueblo, que operaba en Nueva Orleans, y en La Habana; Hijas de la libertad, que actuó con filiales tanto en Cuba como en los Estados Unidos.

En la preparación y durante el desarrollo de la guerra del 95 proliferaron nuevamente los clubes revolucionarios femeninos. Muchos de ellos estaban vinculados al partido creado por José Martí. El Partido Revolucionario Cubano llegó a contar con 49 clubes de este tipo. Al final de la guerra las mujeres representaban el 37 por ciento de los delegados al PRC, es decir, contaba con unas 1,500 damas.

Hay nombres de mujeres que se repiten permanentemente en las crónicas de las guerras independentistas. Tales son los de Mariana Grajales, María Cabrales, Bernarda Toro (esposa de Máximo Gómez), Ana de Quesada, Lucía Íñiguez, Ana Betancourt, Amalia Simoni, Matilde Simoni, la capitana Adela, la comandante Mercedes Sirvén y la capitana Caridad Sousa, quien recibió el grado de las propias manos del generalísmo Máximo Gómez.

Veamos más detenidamente algunos casos. Comencemos por María Hidalgo Santana, mujer pobre y negra de Matanzas. Un día se le presentó desarmada ante el brigadier rebelde José Lacret Morlot, quien la aceptó en su tropa. En la batalla de la Jicarita, cerca de la ciudad de Bolondrón, al caer el abanderado, María Hidalgo enarboló la bandera al frente de la infantería. Al terminar la batalla, cayó sin sentido. Había recibido 7 heridas de bala. Sobrevivió hasta combatir en ocho batallas más, alcanzando los grados de capitán y muriendo en combate en la batalla de Bermeja.

Uno de los grandes servicios prestados por las cubanas fue en el área de ayuda a los heridos en combate, en el que destacara Adela Azcuy Labrador, nacida en la finca "Ojo de Agua" del municipio de Viñales. De carácter resuelto, la joven Adela cultivó desde su infancia la equitación y la caza, adiestrándose más tarde en el manejo de las armas de fuego, conocimientos que le servirían en la lucha por la libertad. En 1896 se incorporó a las fuerzas del Teniente Coronel Miguel Lores, en la zona de Gramales. Dado sus conocimientos farmacéuticos, quedó alistada como miembro de la Sanidad Militar, en donde adquiriría el grado de capitana. Se destacó en el combate de Loma Blanca, librado el 4 de octubre de 1896 a las órdenes del General Maceo, y en todos los que tuvieron lugar en la zona pinareña, donde desenvolvió sus actividades guerreras.

También en el campo de la asistencia médica se destacó Mercedes Sirvén Pérez. Procedía de una familia del oriente cubano. Nació en Bucaramanga, República de Colombia. Luego vino a Cuba, donde terminó la carrera de farmacia en la Universidad de La Habana en los comienzos del año de 1895. Con ese título se dirigió a Holguín. Allí se encontró con su hermano, el Dr. Faustino Sirvén, quien había decidido combatir por Cuba, y se llevaron gran cantidad de medicinas procedentes de La Habana. Enseguida se le extendió a Mercedes el diploma de Capitana de Sanidad en el Rancho de Palmarito del sur de las Tunas, donde quedó establecida su botica revolucionaria. En el año 1897 fue ascendida a comandante, grado con el que terminó la contienda.

Las cubanas no sueltan el arma tras la independencia

Nos consta la participación de la mujer, tanto en la lucha cívica como en la conspiración armada contra el presidente liberal Gerardo Machado. Las cubanas enfrentaron los golpes de porra y en algunos casos impidieron con su presencia los disparos de las ametralladoras de la policía. Asimismo, se dieron alianzas entre los grupos feministas y las organizaciones que combatían con las armas al machadato. Tal es el caso de La Alianza Nacional Feminista, que colaboró con Carlos Saladrigas y Joaquín Martínez Sáenz, fundadores del ABC. Esta alianza influyó en la redacción del manifiesto de la organización conspirativa, donde se incluyó el sufragio femenino como uno de sus objetivos.

La desaparición de Machado de la escena política no apartó a la mujer cubana de las armas. Joven Cuba, organización fundada por Antonio Guiteras a principios de 1934, contó con las mujeres para sus operaciones armadas. Para fines de 1935, Joven Cuba tenía unos 15,000 miembros en todas las provincias de la isla, entre los que no faltaba el elemento femenino. Ya Guiteras había manifestado su confianza en la mujer como actor político cuando desde su condición como Secretario de Gobernación designó a dos mujeres como alcaldesas: Caridad Delgadillo, en el municipio de Jaruco, y a Elena Ascuy, en Güines. Entre los miembros de su organización armada, Guiteras también contó con mujeres.

El 26 de julio, cantera de mujeres armadas

Tras el golpe de Batista de 1952, una nueva generación de cubanas tomó el camino. En el plano cívico surgieron el Frente Cívico de Mujeres Martianas y Mujeres Oposicionistas Unidas. Estas organizaciones femeninas buscaban el derrocamiento del régimen golpista como la prioridad fundamental de sus programas. En este ambiente no faltaron, por supuesto, las mujeres, como Urselia Díaz Báez, quien murió el día 3 de septiembre de 1957 al explotarle en las manos la bomba que manipulaba en el servicio sanitario para mujeres del teatro América.

Urselina pertenecía a los grupos de Acción y Sabotaje del 26 de julio, movimiento que fundó Fidel Castro tras ser amnistiado de su condena por el asalto al cuartel Moncada. En la dirección nacional de esta organización se encontraba Haydée Santamaría y la maestra María Antonia Figueroa, en cuya casa de México habrían de conocerse Fidel Castro y Ernesto "el Che" Guevara. Otra de las figuras femeninas del movimiento fue Melba Hernández, quien estaría presente entre quienes despidieron en el puerto de Tuxpan a los expedicionarios del Granma. Por su parte, la manzanillera Celia Sánchez Manduley sería la encargada de organizar la recepción de los expedicionarios y su traslado a la Sierra Maestra.

La historia no para

Con el triunfo de la revolución no terminó la vinculación de las mujeres y las armas en Cuba. Entre 1960 y 1966, muchos cubanos volvieron a conspirar y a alzarse contra el gobierno. El Escambray se convirtió en el corazón de esa lucha, la que dejó miles de muertos, incluidas mujeres.

Esperemos que un día los cubanos dejen de dispararse los unos contra los otros. Y quizás sean nuestras mujeres las primeras en decir adiós a las armas.

Réplica y comentarios al autor: carlosm_estefania@hotmail.com

Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.




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