El Forum för levande historia (Foro para la historia viva) se creó por encargo del gobierno sueco el 1 de junio de 2003. Su misión es trabajar por el desarrollo de la democracia, la tolerancia y los derechos humanos, tomando como punto de partida el holocausto judío. Trabaja sobre la historia como una manera de comprender el presente, sobre la base de la filosofía de que Suecia, en particular, y Europa, en general, siguen viviendo bajo la sombra y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Dicho foro cuenta con una sala de conferencias y exposiciones ubicado en la parte antigua de Estocolmo, donde se suelen organizar muestras fotográficas y seminarios extraordinariamente interesantes. Lo mismo nos encontramos una exposición sobre el destino de los refugiados bálticos devueltos por Suecia, que sobre los vínculos de la sociedad sueca con el nazismo.
La penúltima vez que estuve en aquel lugar, si mal no recuerdo, fue para escuchar el debate "La relación de Suecia con la Alemania Nazi"; en éste participaba una profesora de alemán de la Escuela Superior de Södertörn, Birgitta Almgren, a quien le sigo los pasos hace tiempo, pues se ha especializado en un tema fascinante para mí: la adoración que tenían los nazis por los países nórdicos. Ella es autora de varios libros sobre el tema. El más reciente "Drömmen Om Norden" -algo así como "El sueño sobre lo nórdico- trata de la infiltración nazi en Suecia entre 1933 y 1945. Aquella tarde, como oponente de la escritora, se encontraba el alemán Helmut Müssener, profesor emérito de literatura alemana en la Universidad de Uppsala. El moderador fue John Chrispinsson, de la sección de historia de "Vetenskapsradion" (Radio Científica) de la Radio de Suecia. Tuve la oportunidad de escuchar a Birgitta Almgren decir lo mismo que en otras conferencias suyas a las que había asistido, así como lo que significaba Suecia para los alemanes desde del punto de vista étnico y cultural, del papel jugado por los germanistas como difusores del nazismo y sobre la resistencia silente que habían ofrecido ciertos círculos intelectuales suecos ante esta penetración; una resistencia que la investigadora descubrió estudiando los informes que hacían los agentes nazis en la academia sueca. También quiso destacar el desconocimiento existente por parte de la sociedad sueca acerca de lo que pasaba en Alemania, algo que cuestionó, de forma más que vehementemente, Helmut Müssener, en un legítimo intento por demostrar que la responsabilidad del nazismo no fue sólo alemana, sino también del resto de Europa, en particular Suecia. De paso se habló mucho de la influencia histórica alemana en la lengua y cultura sueca. Fue en definitiva una noche enriquecedora.
Otra conferencia fue anunciada en este centro durante marzo pasado, y naturalmente no me la he perdido. El título es "Príncipe heredero en 1939, nazi en 2006". Se trataba, en esa ocasión, de un debate sobre el valor de los símbolos y cómo éstos se interpretan en los medios de comunicación. Resulta que ese mismo mes el periódico liberal Expressen publicó un artículo titulado "El padre del Rey le da dinero a los nazis", donde se ve una foto con Gustavo Adolfo, padre del actual rey, introduciendo dinero en una alcancía sostenida por un nazi como ayuda para el invierno de 1939. A continuación, el socialdemócrata Aftonbladet publicó "El padre del rey en casa de Hitler", con el subtítulo "El amigo de Göring" y "La Casa Real lo niega". El artículo está ilustrado con fotos en las que el rey Gustavo Adolfo le da la mano a Hitler. Se trata de fotos encargadas por el ministerio de propaganda nazi, y que fueron obtenidas por los periódicos de la enciclopedia en internet Wikipedia. Tanto las fotos como los textos desaparecieron de la red una vez publicados los artículos. Sacadas a la luz cincuenta años después, cuando los nazis son derrotados, desataron el escándalo.
La respuesta del monarquismo no se ha hecho esperar y ha encontrado el mejor francotirador posible: la presidente de la Federación de Mujeres Socialdemócratas, Nalin Pekgul, para colmo musulmana y de origen extranjero. El 24 de marzo, Naline abrió fuego desde las páginas del periódico Dagens Nyheter con el artículo "Socialdemokraterna måste slopa kravet på republik" (Los socialdemócratas deberían soltar la exigencia de la república). La musulmana defiende a capa y espada a la monarquía sueca, en la que ve un signo de identificación nacional para los extranjeros, y un instrumento de valores democráticos. Quienes conocemos cómo funciona la política sueca, donde las expresiones de este tipo son más el resultado de un consenso que la exposición del ideario individual, recibimos una señal de hasta qué punto el rezago feudal pervive en un partido moderno como el socialdemócrata. Por supuesto, el artículo ha sido reseñado por la pagina de los monarquistas del país escandinavo (http://www.monarki.nu), y como dato interesante nos encontramos una imagen de la Reina Victoria, con la consigna del Che Guevara: "Hasta la victoria siempre".
Esta noche Forum invitaba a un café y bocadillos -de los cuales los visitantes dieron buena cuenta sin dejar ni las migas-, así como a escuchar el panel conformando por el director de cine Roy Andersson, el periodista Per Svensson, jefe de la sección de cultura de Expressen, y la PhD Ester Pollack, docente de la facultad de Periodismo, Medios y Comunicación. El moderador fue el periodista Ulf Andersson, muy bueno en su papel de provocador.
Quizás lo más interesante fue la exposición fotográfica que allí había. Tras el panel podía contemplarse un complejo escultórico en el que una prisionera, presumiblemente de un campo de concentración, era sostenida e inyectada bajo la vigilancia de un soldado alemán; en la pared opuesta estaba la foto de un doctor nazi y un texto que explicaba cómo se especializó en experimentar con prisioneras, torturándolas mientras buscaba formas de esterilización.
Sobre el panel, a la derecha, podía verse la foto de una demostración de graduados suecos del preuniversitario (se les reconoce por la peculiar gorrita blanca que usan como festejo de fin de curso) protestando contra la "importación de judíos". Había, además, fotos donde se enlazaban la aristocracia sueca y el nazismo. Había una foto de un obrero y, bajo de ella, información sobre las empresas que comerciaron con Alemania, así como afiches de cine, libros prohibidos y textos relativos al Instituto Racial de Uppsala, que hacían referencia a las esterilizaciones que tuvieron en Suecia hasta mucho después de la eliminación del nazismo y que de alguna manera eran parte de la ideología de la perfección eugenésica.
El debate trató de centrarse en la capacidad que tenían las imágenes tanto de cambiar la historia como de ser manipuladas por los medios. Emergieron datos interesantes, como el hecho de que el padre de Silvia, la reina actual de Suecia (de origen germano-brasilero), había militado en el nazismo, aún cuando éste lo negara. Se especuló sobre lo que habría pasado en caso de que Suecia cayera bajo la égida alemana, llegándose al consenso de que el país se habría adaptado a tal situación del mismo modo que hicieron los daneses, cuyos políticos nacionales se encargaron de la administración.
Sin duda había cierto tono justificador entre algunos de los panelistas. Uno de ellos afirmó que las buenas relaciones con los nazis, no volvía nazi necesariamente a quien las mantuviera, y recordaba que el actual rey de Suecia, Carlos Gustavo, había condecorado a Ceauşescu sin que ésto lo convirtiera en un comunista.
En cuanto a la incapacidad para ver lo que ocurría en sus narices, como sucedió con los aristócratas suecos que invernaban en Alemania, otro de los participantes, para ser exacto el moderador Ulf Andersson, trajo a colación el ejemplo de Jan Myrdal, célebre escritor sueco que había estado en la Kampuchea de Polpot y había escrito un maravilloso reportaje sobre el país y que nada había dicho sobre los crímenes del Khmer Rojo. Interesantes también fueron las preguntas del publico, como la de un señor que se paró para cuestionar las investigaciones históricas suecas, renuentes a exponer la idea de que después de Austria, fue Suecia el país más cercano que hubo a la Alemania nazi. La última intervención la hizo Charlota Haider, redactora del folleto titulado "La noche de los cristales", un estudio de Göran Leth, donde se muestra no sólo a la prensa que criticó al nazismo, sino aquella que contribuyó a crear un sentimiento de indiferencia cuando no de franca complicidad con la tragedia que vivían los hebreos bajo el nacional socialismo.
Exposiciones como está tienen un significado doble; por un lado muestra la capacidad autocrítica de la democracia, reconociendo los devaneos sociales con el totalitarismo; por otra parte, nos ayuda a comprender dónde están las raíces de ese nazismo que, a pesar de las formalidades democráticas, pervive en los países europeos, particularmente en Suecia, nación que al no ser ocupada por los aliados, no sufrió una desnazificiación radical como sus hermanos del continente.
Hay que pensar que la derrota del nazismo fue una casualidad histórica más que una necesidad. La falta de solidaridad entre las democracias europeas quedó manifestada en la guerra civil española, donde estalinistas, nazis y fascistas respaldaron mucho más a los suyos que a los republicanos. Terminada aquella guerra, nazis y comunistas se dieron las manos, comerciaron y hasta compartieron el antisemitismo. Todo habría seguido así si lo pírrico de la victoria rusa sobre los finlandeses no hubiese confundido a Hitler, y éste no traicionara a Stalin. Desgraciadamente, Hitler no fue capaz de sobreponerse a su desprecio por los eslavos, propio de un heredero plebeyo, pero heredero al fin del imperio austrohúngaro. No habría sido así de no ser por las oleadas de soldados movilizadas por Stalin en las regiones asiáticas, y contra las que nada podía la maquinaria militar nazi, destrozada en la retaguardia por las guerrillas ucranianas, yugoslavas y rusas. Si el nazismo no perdura hoy en Europa, no obedece a un grado particular de cultura democrática entre los europeos, sino más bien a factores externos a ellos. En primer lugar está el peligro que significó para Estados Unidos el hecho de que Stalin, con su impulso, habría podido expandir su imperio hasta las islas Azores. Los norteamericanos e ingleses, a fin de no permitirlo, optaron por desembarcar en Normandía, liberando a los europeos, más que de los nazis, quienes después del Día D apenas ofrecían resistencia, del imparable avance de los soviéticos.
Las libertades de las que gozan los europeos hoy en día obedecen en buena medida a un soplido externo, más que a una conciencia interna, y esto se ve a simple vista en el tratamiento que reciben los extranjeros en el continente. Es verdad que nos se les aniquila en campos de concentración como ocurrió con los judíos, pero igual que aquellos se les margina de cierto modo. Hace falta tomar conciencia de ello por el bien de la democracia.
Réplica y comentarios al autor: carlosm_estefania@hotmail.com
Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.
|