La Hipótesis Extraterrestre científicamente considerada
¡Cuántos que ahora pretenden persuadirnos de la
efectiva existencia de extraterrestres en nuestro planeta Tierra, quienes
supuestamente van y vienen en sus naves a las que con ignorancia se les llama
“OVNIs”, no habían siquiera nacido cuando el Centro de Investigación de
Objetos Voladores Inidentificados (C.I.O.V.I.) daba sus primeros
pasos, animándose a atisbar el entonces misterioso mundo de los “platos
voladores” y la presunta inteligencia no humana que estaba detrás de ellos!
Estos noveles extraterrestristas, no saben lo qué era
entrar a la redacción de un diario, y provocar con la mera presencia, las risas
socarronas de los periodistas, aunque siempre alguno accedía a atendernos.
Éramos los “cruzados” de una causa perdida de antemano, los “locos” que
planteábamos la necesidad de investigar algo que la gente denunciaba andaba por
los cielos.
Arrancamos de cero. En Uruguay nadie investigó
de manera deliberada, organizada y continuada el tema, hasta que surgió el
C.I.O.V.I. Unos cuantos vinieron
detrás, luego de década y algo de haber hecho camino. Nosotros continuamos
impertérritos nuestra marcha y nuestra actividad que nunca se detuvo, ni
siquiera cuando al Uruguay le tocaron vivir horas aciagas.
Somos los primeros, somos pioneros, y sí, en el
ámbito de la investigación privada mundial, sabemos que somos de los mejores.
Lo afirmamos con pleno conocimiento de lo que hay por
ahí. Lo decimos con sensatez y por qué no, con orgullo.
La Hipótesis Extra Terrestre, o HET como se le ha
conocido por décadas en el ámbito ovnilógico, es tal, y nada más que eso: una
hipótesis entre otras. El Centro la manejó, inicialmente casi adoptándola como
la mejor, y luego, buscando otras alternativas, al ver que resultaba
insuficiente e inadecuada para explicar el fenómeno que estábamos investigando
y estudiando. Y en esto, nos sentimos acompañados por los mejores
investigadores y estudiosos mundiales, baste mencionar a dos de ellos (quienes no
los conozcan, que busquen referencias en la Internet): el Dr. Joseph Allen
Hynek, y el Dr. Jacques Fabrice Vallée.
Una exigencia absurda
Para algunos veteranos ovnílogos, tal parece que
abandonar la HET, o rechazar la explicación ET para el fenómeno en cuestión, es
una especie de herejía aborrecible, de incumplimiento de un dogma. Si no se
acepta que existen ET, no se puede declarar ser un ovnílogo. Según algunos –cuya cantidad no pasa de los
dedos de una mano— fuimos ovnílogos en el pasado, pero hemos dejado de serlo
ahora, por rechazar fundadamente la explicación ET.
Quienes así pretenden clasificar y encasillar a la
gente, no tienen base alguna para sustentar tan ridícula postura, y menos el
derecho de dictaminar quién es y quién no es ovnílogo, simplemente por
discrepar con lo que esos tales querrían representar como la “ortodoxia” en
ovnilogía.
Es lamentable que haya gente que aunque se ha
dedicado seriamente al tema, no haya evolucionado en 40 años, y siga pensando
como si el mundo todo, si los conocimientos científicos y si la tecnología
desarrollada en todo ese período, no nos obligasen a considerar todo el
fenómeno desde una perspectiva actual, y no de la que se podía tener en los
años 40 o 50.
Y algo más. A pensar con nuestra propia cabeza, y no
con ideas prestadas o instiladas deliberadamente, y menos aún a caer en
creencias, porque ¡claro está! las afirmaciones que se hacen desde una postura
de fe, nunca reclaman la exigencia básica de la evidencia que plantea el
conocimiento científico, que es, por su parte, transmisible, verificable y
actualizable.
Los emotivos partidarios de la ET, esgrimen
argumentos muy endebles y débiles, similitudes que no resisten el menor
análisis serio (“si fuimos a la Luna, por qué ellos no pueden venir acá”) y una
serie de retruécanos verbales, para querer que se acepten cosas como que “ellos
están entre nosotros”, “ellos se hacen invisibles”, “sólo se revelan a los
elegidos”, y “se comunican telepáticamente con nosotros”. Vaya lindo mito, en
el cual, religiosamente, algunos –más de lo razonablemente admisible— han caído
en creer. Con el debido respeto que nos merecen las personas de buena fe, les
decimos ¡que la inocencia les valga! Pero no se dejen engañar, manipular, y
principalmente estafar. ¡Cuiden su dinero!
Las “evidencias” apuntan a otra cosa
En un campo más aparentemente racional, se pretenden
presentar como evidencias relatos de sucesos, a veces respaldados por fotos –en
el 99.99% de mala calidad— o por detecciones radáricas (los ET no llegaron a
desarrollar la tecnología “stealth”), para sustentar que indudablemente andan
por ahí aparatos extraños, que dejan huellas, y que hacen maniobras
inverosímiles, e imposibles de realizar por ningún ingenio humano, ¡desde 1947
a 2007!
Estancados como estarían en su desarrollo
científico-tecnológico, estos ET, siguen haciendo las mismas maniobras, y
mantienen las mismas características en 50 años. ¿No llama esto la atención?
Respecto a luminosidad u opacidad, maniobras,
velocidades, alturas, persecución de aviones, observaciones por pilotos, etc.
recomendamos muy sinceramente a estas personas que se tomen el trabajo de leer
el documento del Reino Unido, que fue secreto durante 27 años y que sólo
circuló entre quienes tenían derecho a acceder al mismo como autoridades,
titulado: “Unidentified Aerial Phenomena in the U.K. Air Defence Region:
Executive Summary - Scientific & Technical Memorandum No. 55/2/00”
revelado públicamente el 15 de Mayo de 2006.
Por supuesto, está en inglés y hay que dedicarse a
leer sus 464 páginas, pero no tienen desperdicio. Lo importante de este
documento es que nunca fue pensado hacerño público, de modo que no se trata de
una maniobra de ocultamiento de información, o de demolición de datos, para
engañar a la gente. Se trata de un documento de muy alto valor, que sólo se
manejó en ciertos círculos militares y científicos del Reino Unido.
El ovnílogo tiene el deber ético de informarse y
actualizarse. Es una necesidad vital e indispensable. Lo mismo que estar al
corriente de cuanta cosa está experimentándose, ya está operacional o lo va a
estar, en el ámbito aeronáutico y espacial. Porque ciertamente, surcan los
cielos del mundo muchos objetos de formas y características no convencionales,
extrañas, pero...fruto de la tecnología del “homo sapiens”.
Y ahora –para que nadie crea que soslayamos
deliberadamente, o no nos atrevemos a encarar el tema— vamos a discurrir sobre
la posibilidad de vida extraterrestre, desde un punto de vista
científico.
Hasta este mes de abril de 2007, no se ha podido
obtener evidencia directa de la existencia de vida extraterrestre.
La NASA tiene previstas varias sondas para seguir
explorando planetas y lunas vecinas, en procura de encontrar dichas
evidencias. Obviamente estamos hablando
de vida en formas elementales, lo cual ya sería de por sí, un extraordinario
acontecimiento en la historia de la ciencia y de la humanidad toda.
Se ha detectado indirectamente la presencia de
presuntos planetas en otros sistemas de nuestra galaxia, la Vía Láctea. En algunos casos se han podido obtener
imágenes en la gama del infrarrojo, de cuerpos que han resultado mucho más
grandes que nuestro vecino Júpiter, y gaseosos, por tanto, difíciles de
contener vida, aunque la validez de tales imágenes está en disputa.
No obstante, esos planetas pueden tener lunas y
pueden haber cinturones de polvo y rocas que eventualmente podrían ser
portadores de aminoácidos o formas elementales de vida.
Pero esto es todo, por ahora.
La paradoja de Fermi y la ecuación de Drake
Muchos entusiastas de los ET, hacen referencia a la
ecuación de Drake, pero estamos seguros que no saben desglosarla, ni por qué
surgió esa ecuación. Y menos conocen tal vez, la paradoja de Fermi, debido a la
cual Drake procuró dar una respuesta con su ecuación.
Haciendo un poco de historia, en la década de los 40s
se había reunido un grupo de físicos, y luego de un almuerzo comenzaron un
animado diálogo en el cual se consideró que dada la extrema antigüedad del
Universo y la vasta cantidad de estrellas, la vida extraterrestre debería ser
común. Fue entonces cuando el Físico ítalo-estadounidense Enrico Fermi (Premio
Nobel de Física en 1938 y constructor del primer reactor nuclear experimental
en la Universidad de Chicago) preguntó a sus contertulios: “¿Dónde están?”.
Fermi se planteó por qué –de existir una multitud de civilizaciones
extraterrestres avanzadas en nuestra galaxia, la Vía Láctea-- la evidencia de
tales civilizaciones, como sondas, naves espaciales o radio-transmisiones,
nunca se había encontrado.
La paradoja de Fermi tal cual la define
brevemente la NASA, consiste en “la
aparente contradicción entre la alta probabilidad de la existencia de
civilizaciones extraterrestres y la falta de contacto con tales
civilizaciones.”
Dicho más explícitamente, “El tamaño y la edad del
universo sugieren que deben existir muchas civilizaciones extraterrestres
tecnológicamente avanzadas. Sin embargo, esta creencia parece lógicamente
inconsistente con la falta de evidencia observacional en su apoyo. Por tanto, o
la suposición inicial es incorrecta y la vida tecnológicamente avanzada es
mucho más rara de lo que se cree, las actuales observaciones son incompletas y
los seres humanos no han detectado aún otras civilizaciones, o las metodologías
de búsqueda son fallidas y se buscan indicadores incorrectos.” (Wikipedia)
La primera parte de la paradoja tiene que ver con la
dimensión de nuestra Vía Láctea y del Universo. Se calcula que hay unas 250 mil
millones de estrellas en nuestra galaxia y unos 70 sextillones de estrellas en
el universo visible. Eso es 70 seguido de 21 ceros. Aún si se pensara en un efímero número de estrellas que pudieran
tener planetas con vida inteligente, la cifra sería igualmente muy grande, y
tan sólo en nuestra Vía Láctea.
En cierta manera, esta consideración también parte de
la base del llamado “principio de mediocridad” según el cual nuestra Tierra no
tiene nada de especial, y sería un planeta más.
La segunda parte de la paradoja, se relaciona con la
capacidad de una civilización para vencer la insuficiencia o escasez de
recursos, lo cual tiene que llevarle a colonizar nuevos lugares donde habitar,
primero dentro del sistema de su propia estrella y luego en los sistemas
planetarios de otras estrellas. Dado que no existe evidencia en la Tierra ni en
ningún otro lugar del Espacio de un intento de colonización por extraterrestres
luego de 13 mil millones de años de historia del universo, o la existencia de
otras civilizaciones inteligentes es muy rara, o las presunciones sobre lo que
haría una civilización inteligente son erróneas.
Algunos autores han tratado de calcular cuánto tiempo
le llevaría a una civilización inteligente expandirse en la galaxia, y las
cifran varían entre 5 y 50 millones de años, lo cual del punto de vista humano,
es un enorme tiempo, aunque sea muy poco en una escala geológica y menos aún en
una cosmológica.
Por otro lado, se calcula que aproximadamente un 10%
de las estrellas de nuestra galaxia son semejantes al Sol, y que hay
aproximadamente un millar de estrellas en un radio de 100 años luz de nuestro
Sol.
Tratando de responder a la pregunta inicial de Fermi,
el radioastrónomo Frank Drake desarrollo en 1961 la siguiente ecuación:
N = R* fp ne fl fi fc L
según la cual:
N = Cantidad de civilizaciones en la Vía Láctea cuyas
emisiones electromagnéticas son detectables
R*= Tasa de formación de estrellas adecuadas para el
desarrollo de vida inteligente
fp= Fracción de esas estrellas con sistemas planetarios
ne= La cantidad de planetas, por sistema solar, con un
ámbito adecuado para la vida
fl= La fracción de planetas adecuados en la cual realmente
aparece la vida
fi= La fracción de planetas en los cuales emerge vida
inteligente
fc= La fracción de civilizaciones que desarrollan una
tecnología que libera señales detectables de su existencia hacia el Espacio
L = La extensión del tiempo en que tales civilizaciones
liberan señales detectables hacia el Espacio
(explicación del Instituto
SETI)
Esta ecuación justamente ha inspirado y sustentado la
labor del Instituto SETI hasta el presente.
Los críticos a la ecuación de
Drake sostienen fundamentalmente que no hay datos empíricos para adjudicar los
valores de la misma.
Del 3 de Septiembre al 1º. de
Octubre de 2002 se detectaron cinco pulsos de radio en un período de 7 horas, y
cada pulso tuvo una duración de 10 minutos, separados por aproximadamente 77
minutos de silencio. Esas señales se conocen como GCRDJ1745-3009.
“No ha habido nada acerca de ellas más allá del hecho de que se encienden
y apagan, que indique un origen tecnológico. De modo que aún estamos con eso, y
una de las primeras cosas que vamos a estar haciendo con el Dispositivo del
Telescopio Allen y nuestro instrumental SETI es explorar la parte interior de
los 20 grados cuadrados en el plano intergaláctico porque hay una cantidad de
estrellas a lo largo de esa línea de observación. Pero también vamos a
verificar si vemos algo con nuestro particular instrumental que ha sido
optimizado para encontrar señales tecnológicas, en oposición a señales
astrofísicas.
De modo que va a ver un gran seguimiento astronómico sobre esto porque
aún no tenemos un buen modelo para lo que ellas son.” Esto es pues, lo más actual en lo que está embarcado el Instituto SETI y
lo que puede saberse sobre esas señales. La rareza de la Tierra ¿Será que todo nos parece tan simple, habitual, normal, cotidiano, que no
nos hemos puesto a pensar alguna vez sobre la enormidad de factores todos
interrelacionados en su justa proporción y medida, que han permitido que se
formara –tal cual es— nuestro planeta,
que evolucionara en la forma en que lo hizo, y que pudiera ser sustento de la
única vida inteligente que por ahora conocemos? Afortunadamente, hay científicos que sí lo han pensado. El geólogo Peter Ward, y el paleontólogo, astrónomo y astrobiólogo Donald
Brownlee son autores de un libro titulado “Rare Earth: Why Complex Life is Uncommon in the
Universe” (Extraña Tierra: Por qué la Vida Complea No es Común en el Universo). En
el mismo establecen que las posibilidades de que ocurran nuevamente todas las condiciones que se dieron
para que se formara la Tierra, son raras; por lo tanto la vida inteligente ha
de ser rara también. En otras palabras, la vida tal cual la conocemos, es un fenómeno muy
“sui-generis” en el Universo. Si ello es así, hay científicos que deducen que
la vida inteligente extraterrestre ha de ser también tan rara que los humanos
nunca haremos contacto con ella. Otra teoría sostiene que aunque las condiciones necesarias para la vida
fuesen comunes en el universo, la formación en sí misma de vida, --un complejo
dispositivo de moléculas que son capaces
simultáneamente de reproducción, de crear y extraer todos los
componentes básicos para constituirse por sí mismas a partir del medio
ambiente, y de obtener energía en forma tal que se autosustenten-- , debe
finalmente ser un acontecimiento muy
raro aún en mundos que pudieran tener las adecuadas condiciones originales. Quienes discrepan con esta manera de pensar, sostienen que si existen
condiciones en el Universo para que se dé la vida humana, entonces el Universo
cumple con esas condiciones, dado que la vida humana existe. Por tanto, la
hipótesis de la rareza de la Tierra confunde la forma en que surgió la vida en
nuestro planeta, con una conclusión uniforme respecto a cómo la vida debe
surgir. En tanto la probabilidad de que se den las condiciones específicas que
han permitido el desarrollo de vida inteligente en la Tierra sea muy escasa, no
obstante, la vida compleja puede no requerir exclusivamente las condiciones de
la Tierra para poder evolucionar. Superar la visión tecnológica humana Dicho todo lo anterior ¿queda aún la posibilidad de que alguna presencia
extraterrestre pudiera detectarse en nuestro planeta? Si así es, hay que hacerse un planteo totalmente no-humano, o fuera de
nuestros actuales esquemas, respecto de las formas en que otra civilización
inteligente puede explorar galaxias y mundos vecinos, y eventualmente
colonizarles. Los círculos científicos consideran que un tipo de sonda como la
propuesta por el matemático y físico húngaro-estadounidense John von Neumann,
podría explorar exhaustivamente una galaxia como la Vía Láctea en menos de 500
mil años, con una inversión relativamente pequeña en materiales y energía, si
se le compara con los resultados a obtener. Una sonda von
Neumann es un navío espacial no tripulado, diseñado para investigar un
determinado objetivo y transmitir información a su sistema de origen. Se
trataría de máquinas inteligentes que se replicarían a sí mismas, --lo que von
Neumann llamó “Ensambladoras Universales”. Si una sonda de tal tipo encuentra evidencia de vida primitiva, o de una
cultura de bajo nivel, puede estar programada para permanecer durmiente, para
observar silenciosamente, o para hacer contacto, y aún interferir o guiar la
evolución de la vida en el lugar que ha encontrado. Vale aquí recordar el
“monolito” en la Luna, de la novela de Arthur Clarke “2001: Odisea del
Espacio”, que manejaba esta idea. En este segundo caso, tendríamos una sonda de Bracewell, físico e ingeniero eléctrico australiano que desde
1955 ha trabajado en la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de
Stanford, en California, EE.UU. La Enciclopedia
de Astrobiología, Astronomía y Vuelos Espaciales, define de esta manera una sonda de Bracewell: “Un aparato espacial automático hipotético, enviado por razas
tecnológicas con el objeto de hacer contacto e intercambiar información con
otros seres inteligentes en la galaxia. Bracewell discutió su posibilidad en
1960. Bracewell argumentó que “sondas mensajeras” interestelares, como él las
llamó, ofrecían una alternativa atractiva al convencional encare de SETI de
escuchar por señales extraterrestres y, de tener éxito, embarcarse en un lento
diálogo a través de muchos años-luz.” Desde fines de la década de 1950, se ha llevado a cabo una exploración
cada vez más amplia de nuestro sistema solar y no se ha encontrado la más
mínima evidencia de que haya sido jamás visitado por colonizadores alienígenas,
ni se ha descubierto ningún tipo de semejantes sondas. Pero, aún estos planteos que suponen naves y sondas materiales, no van
mucho más lejos de lo que la presente tecnología humana permite imaginar para
un futuro no muy lejano. La tarea presente y futura ¿Es posible que una civilización inteligente, procedente del Espacio o de
un universo paralelo, nos esté explorando sin que nos demos cuenta? Responder a esta interrogante exige ubicarse en el planteo hecho por el
astrofísico italiano Dr. Massimo Teodorani, que reproducimos en su totalidad
en esta página Web, en el trabajo científico titulado “Física desde los Datos OVNI” y que hemos recogido en nuestra
conferencia “Y...¿si los
OVNIs existen?”. Quizás, siguiendo su planteo y esquema de trabajo, pueda realmente
descubrirse la existencia de una tecnología no-humana entre nosotros. Hablamos entonces de sondas exploratorias energéticas, capaces de recabar
información y enviarla a un puesto de origen. Pero también podemos concebir
ingenios exploratorios que sean en sí mismos formas de vida productos de
ingeniería biológica creadas mediante biología sintética, las cuales incluso
podrían desintegrarse en determinado momento, sin dejar evidencia. O bien puede
tratarse de un sistema de recolección de datos mediante nanotecnología molecular,
el cual puede estar alrededor nuestro y pasar completamente desapercibido e
indetectable. Esto, supera largamente la presencia de artefactos materiales en forma de
naves, con tripulantes incluidos, lo cual a esta altura, resultaría para una
civilización altísimamente desarrollada, un anacronismo, algo obsoleto. En resumen, si somos explorados o visitados por una civilización
extraterrestre, ello implicaría el uso de tecnologías mucho más avanzadas que
las expuestas por los partidarios de la HET. Y eso está aún por verificarse.
Es la tarea presente y futura para los ovnílogos que quieran llevarla adelante. Milton W. Hourcade Virginia, abril 15 de 2007