OVNIanécdotas
I – “Un carretero en el cielo”
El
29 de abril de 1958, junto con otros jóvenes y no tanto, entusiasmados y
perplejos por el misterio planteado por los OVNIS, fundamos el Centro de
Investigación de Objetos Voladores Inidentificados (ah! esa loca palabra final,
¿pero a quién se le ocurrió? se preguntará más de uno).
Ocurrió
que el 27 de abril del ‘58, tan sólo dos días antes, desde varios lugares del
interior, especialmente en Durazno, Tacuarembó y Rivera, diversas personas
efectuaron el avistamiento de tres objetos extraños en el cielo que produjeron
bastante conmoción.
Tanta,
que llenaron de cartas el despacho del Sr.Pedro Puig, a la sazón director de la
que se llamaba CX-24 “La Voz del Aire” (hoy, Nuevo Tiempo) una de las dos
emisoras de SADREP, junto con “Carve”.
Y
don Puig, ni corto ni perezoso, inició él mismo un programa radial que iba a las
9 de la noche, y tituló a rajatabla “El Programa de los Platos Voladores”. Por
entonces nadie hablaba de “OVNIS”.
Pues
ahí me aparecí con dos amigos más, y formulamos un llamado a los interesados en
investigar el tema para reunirnos, ya que había denuncias de observaciones de
cosas extrañas y nadie se dedicaba a averiguar qué pasaba por nuestros
cielos.
La
ocasión fue ese lunes 29 de abril, y de ahí que quedó marcado como fecha
fundacional.
Lo
interesante es que nos hicimos de las cartas recibidas por los avistamientos del
27. Recuerdo especialmente la de una familia O’Brien, y la de un cura párroco de
Paso de los Toros, que había adjuntado unos dibujos muy interesantes. Pero la
carta que nos dio la pista de lo que podía ser, fue la de un paisano que decía
que al paso de los objetos había quedado “un carretero en el
cielo”.
Nosotros,
todos nacidos y criados en Montevideo, no entendíamos ni jota del lenguaje
campestre. Y allí, reunidos en torno a una mesa en el apartamento de la calle
Guayabo 2515 donde vivía por entonces mi gran amigo Hermann Jegerlehner
(lamentablemente fallecido en 1989), nos devanábamos los sesos tratando de
interpretar qué era eso de “un carretero en el cielo”. (De paso les cuento que
nosotros mismos nos hacíamos el chiste de que el número del apartamento era el
mismo que el del Hospital Vilardebó… y nos decíamos, si algunos lo supieran, con
más razón nos llamarían “los locos de los platos
voladores”.)
Le
mandamos una carta al hombre del “carretero en el cielo” pidiendo aclaración. Y
el hombre respondió que era como un camino dibujado en el cielo. Entonces se nos
prendió la lamparita, y entendimos que lo que describía era una estela de gases
o de humo, en el cielo.
Por
unas semanas, el caso nos tuvo muy intrigados, y --novatos totalmente en ese
arte de interpretar y estudiar los testimonios y correlacionarlos con cosas
posibles para irlas descartando una a una hasta llegar a lo insólito-- pensamos
primero que verdaderamente estábamos ante algo extraño. Pero poco después
conseguimos información que nos permitió despejar toda
duda.
Se
había tratado del paso de tres aviones bombarderos británicos Avro Vulcan de ala
en delta. Unos enormes aviones, totalmente nuevos, y con un tipo de alas que
para estas latitudes eran totalmente desconocidas. Verdaderos triángulos
volantes. Los mismos habían partido de Ezeiza, Argentina, y atravesando
territorio uruguayo a gran altura, se dirigían a Brasil.
Es
fácil imaginarse por qué habían causado tanto revuelo y habían resultado para
los observadores, algo tan extraño.
Pero
nunca más nos olvidamos de aquella expresión, “un carretero en el cielo”.
Especialmente, por si llegaba a darse otra vez…
Milton W. Hourcade