OVNIanécdotas IV - Caballos en la pista
"Ya hemos dicho que la
investigación de denuncias de OVNI nos
llevó a recorrer el país por tierra, mar y aire... Así fue que en la fresca mañana del 29 de setiembre de 1965
abordamos en el aeropuerto de Carrasco una avioneta cuatriplaza de la Fuerza
Aerea Uruguaya. En ella lo hicimos por
el CIOVI, Milton, Dante y yo, Germán. El piloto era un joven oficial de dicha
Arma.
Todo indicaba que iba a ser una misión de investigación rutinaria. Iríamos a la
ciudad de Vichadero, Departamento de Rivera,
en donde recabaríamos información y testimonios sobre supuestas
observaciones ocurridas en la zona, para luego seguir hacia la ciudad de Rivera
con el mismo cometido.
El vuelo, aunque un poco ruidoso por el motor del aparato, transcurría en
calma.
Durante unos instantes, a solicitud del piloto, que debía consultar unos mapas,
Milton hizo su debut como piloto improvisado. Tomo el timón con ambas manos
debiendo realizar un gran esfuerzo cuando accidentalmente el piloto, con su
codo, abrió la ventanilla de su lado provocando un sacudón en la nave,
sorprendiéndonos a todos.
Costo bastante cerrar la misma y evidentemente Milton realizo bien la tarea por
cuanto permanecimos en el aire..sin desviarnos de la ruta trazada.
Un pequeño accidente, sin consecuencias, pero que fue el anticipo de cosas más
serias que ocurrirían después.
Ya sobrevolando el aeropuerto de Vichadero, nuestro piloto solicitó por radio
instrucciones para aterrizar. No obtuvo
respuesta.
Reiteró varias veces más el llamado y la respuesta fue la misma...un
inquietante silencio.
Decidió entonces aterrizar por su cuenta y riesgo y al acercarse al tierra nos
alertó que debíamos prepararnos porque la pista estaba en muy mal estado, llena
de pozos, y la cosa iba a estar muy movida.
Así fue, mucho ruido y movimiento al tocar tierra y carretear hasta que
la avioneta se detuvo.
Al descender de la misma y dirigirnos a la pequeña construcción que cumplía la
función de torre de control, etc, comprobamos que no había nadie. El lugar
estaba desierto y allí
se desvaneció la posibilidad de ir a la ciudad de Vichadero, distante bastante
lejos de ese lugar, por no tener ningún medio de transporte.
Decidimos, entonces continuar hacia la
ciudad de Rivera. Para poder irnos, tuvimos que mover entre los cuatro la
avioneta, para ponerla en la posición correcta para poder despegar.
Volvimos a transitar aquella pista desastrosa y entre ruidos y golpes nos
elevamos nuevamente.
Poco tiempo después, al sobrevolar el campo de aviación de la ciudad de Rivera.
nuestro piloto solicitó las correspondientes instrucciones de rutina. Esta vez
tuvo respuesta, pero la misma nos alertaba sobre la presencia de animales en el
campo y nos pedía que esperáramos en el aire hasta que pudieran espantar los
mismos.
Así se hizo y finalmente pudimos aterrizar, de forma más suave que en
Vichadero, no sin antes tener otra casi increíble sorpresa. A pesar de que se suponía que los animales
habían sido espantados, cuando la avioneta estaba a escasas decenas de metros,
meciéndose suavemente en el aire para tocar tierra, nuestros ojos azorados
vieron a un caballo blanco, echado justo a la derecha del inicio de la pista!
Menos mal que el animal
permaneció quieto. De haberse desplazado delante nuestro tal vez no estaríamos
escribiendo esto.
Pudimos realizar las tareas programadas en la ciudad, en donde contamos con la
colaboración de la policía local, que nos proporcionó un Jeep y chofer. Este
último resultó ser un pintoresco agente
que, con una permanente sonrisa, disfrutaba conducir el vehículo a gran
velocidad.
De vuelta en al campo que cumplía la función de aeropuerto y previo
reconocimiento del mismo por nuestro piloto, que no quería chocar contra algún
animal espantado, levantamos vuelo hacia Montevideo. El piloto puso el motor a fondo, y levantó en empinado ángulo
apenas pudo.
Salimos con luz diurna, pero a mitad de camino nos encontramos volando a
oscuras... No habíamos tenido en cuenta un atraso en la hora oficial que se
había producido y en realidad contábamos con una hora menos de sol...
Nuestro piloto nos informo entonces, muy preocupado, que no tenía autorización
para realizar vuelo nocturno y que además la avioneta no era la mas apropiada
para hacerlo.
Dos noticias no muy alentadoras y que a cientos de metros de altura en un
ambiente totalmente oscuro tuvieron un efecto tremendamente inquietante.
No se veía nada...El piloto encendió una luz roja que ilumino tenuemente la
cabina y para guiarse hacia nuestro destino usó el radiogoniómetro, sintonizando una conocida emisora de
Montevideo.
Luego de un rato sin ver nada, sólo oscuridad, comenzamos a vislumbrar debajo,
en tierra, algunas luces y finalmente en el horizonte la inconfundible
luminosidad de un aeropuerto, Carrasco.
Se pidieron las instrucciones correspondientes. Nos alertaron de una aeronave
de mayor porte a nuestra izquierda y finalmente nos adjudicaron pista en la que
nos posamos sin problemas.
Fue todo un alivio poner los pies en tierra. Le agradecimos por todo al
piloto, y caminando nos dirigimos a la
edificación del aeropuerto no sin antes darle una ultima mirada a aquel noble
aparato que lucía en su fuselaje el No. 74l...”
Germán S. Vázquez