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PLATONISMO

Y CUENTO DE TERROR

(Patricio Alfonso)

 

" Te digo que todas estas cosas no son más que sueños y sombras: las sombras que ocultan el mundo real de nuestros ojos. Hay un mundo real, pero está más allá de esta apariencia y de esta visión..."

Estas frases, que aparecen en el que quizá sea el relato más conocido (1) del escritor galés Arthur Machen (1863-1947), parecen sorprendentemente calcadas del así llamado "mito de la caverna", de Platón. Fue Roger Caillois quien, distinguiendo las categorías de "fantástico" y "maravilloso", señaló a la primera como a un espacio cotidiano fisurado por una grieta. Un espacio de transgresión, asediado por la presencia de "lo otro", de aquello que acecha detrás de nuestro mundo y sus coordenadas. Esta definición de lo fantástico resulta enteramente funcional al platonismo, en cuya concepción nuestro universo no es sino una mera participación, una sombra del mundo verdadero, que es el de las ideas. (En sentido platónico, no psicológico. En aquel contexto las ideas son entes con realidad objetiva, más objetiva y más real que la de las cosas.) La estructura mencionada se encuentra implícita en las religiones, o, mejor dicho, en cierto estadio del desarrollo de la mentalidad religiosa (2), y se hace explícita cuando la religión se razona, transformándose en teología. Para Platón, el mundo de las ideas es el verdadero mundo, regido por el bien, mientras el universo de las cosas no es sino algo caído, una sombra. Esta concepción alcanzó su concreción máxima con Plotino y otros neoplatónicos. De igual modo, para el pensamiento religioso el ultramundo puede ser la fuente y a la vez la finalidad del mundo, como ocurre de hecho en la concepción cristiana. Sin embargo aquello "otro" – lo sagrado – no se agota en este su aspecto benéfico. En el cristianismo, el diablo ocupa una posición antipódica – si bien menguada por su condición de creatura – con respecto al Dios de la vida. (3). La ficción terrorífica se constituiría a partir de un énfasis en el aspecto oscuro de lo sagrado. Desde luego, un cuento de miedo no tiene por qué estar compuesto de elementos sobrenaturales, y quien lo dude puede preguntarle al doctor Hannibal Lecter. Por otra parte, lo fantástico no es forzosamente terrorífico. Puede dar lugar a la maravilla, al éxtasis. (Y aquí hago entrar en juego una concepción de "maravilloso" distinta a la proporcionada por Caillois.) No se trata, entonces, de una equivalencia estricta sino de un privilegio. Lo fantástico es un campo no exclusivo, sino privilegiado para el espanto. La razón de este énfasis hay que buscarla en el propio carácter transgresivo, desestructurante, de lo fantástico. Su fisura – aquella simbolizada por la grieta en el muro de la Casa Usher - puede volverse el comienzo de la locura. Así lo han percibido, clara u oscuramente, los autores de "cuentos de terror preternatural", según la expresión de Lovecraft. Para algunos de ellos – el propio Lovecraft, Machen, William Hope Hodgson - la ideología platonizante que subyace a sus relatos es enteramente consciente, explícita, y se transforma en la estructura formal de los mismos, constituyendo una visión de mundo que roza la teología.

Todo lo anterior resulta especialmente claro en el caso de Arthur Machen. No solo resulta platónico en forma explícita y muy evidente. También consigna la ambivalencia de lo sagrado. "Brujería y santidad (...) esas son las únicas realidades", dice en uno de los textos más sorprendentes producidos por la literatura fantástica, la primera parte de "El Pueblo Blanco." (4) Sabe, entonces, que lo suyo – el miedo – es un énfasis, no desconoce la vertiente luminosa de "lo otro", aunque esta no sea el tema directo de un artista "terrorífico". En este punto resulta sutilmente distinto de Lovecraft. El soñador de Providence era un ateo según propìa declaración, y se definía a sí mismo como "materialista mecanicista" y "monista dogmático" (5), mientras Machen parece haber sido un sujeto con inquietudes místicas. Tiende a probarlo su afiliación a la "Golden Dawn", así como su posterior reconversión al cristianismo. Lovecraft es en sus textos un pesimista que contempla un mundo asediado por potencias negras, sin atisbar posibilidad alguna de defensa. (6). En Machen se insinúa la partición del campo de lo sagrado. El espacio macheniano comienza a constituirse como tripartito, y no bipartito como es regla en el relato fantástico en general. Esta tripartición del espacio, la misma de la estructura religiosa tradicional, se muestra de manera clara en algunos cuentos maravillosos donde las hadas, haciendo causa común con los mortales, se enfrentan a las malvadas brujas. Y, si de acuerdo con Rosemary Jackson, lo propio de lo maravilloso es la elaboración de mundos alternativos (7), de las que nuestra propia realidad resulta ausente, como ocurre en la obra de Tolkien, lo que vemos desenvolverse en ellos es el conflicto de los dos polos de lo sagrado en estado puro. Aquí el platonismo ha desaparecido, puesto que ha desaparecido el sujeto realista, que es el sujeto del relato fantástico. Nos hallamos al otro lado del espejo, donde ángeles y demonios luchan desenmascarados. Pero no es este el mundo de los cuentos de miedo.

 

Notas.

  1. Arthur Machen. "El Gran Dios Pan." En "Antología de Cuentos de Terror.", Vol. III. Alianza Editorial, Madrid, 1982. Pág. 10.
  2. "La siguiente etapa importante es aquella en que el poder misterioso se concibe no en, sino detrás de los objetos y eventos." Julian Huxley. "Religión sin Revelación." Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967. Pág. 172. El subrayado es del autor.
  3. "(...) esa santidad no tiene en su origen el sentido restringido que le damos, referido únicamente a lo < sagrado que es bueno>, sino que también puede incluir a lo <sagrado que es malo.>" Id., Pág.160. 
  4. Arthur Machen. "El Pueblo Blanco." En "Antología de Cuentos de Terror." Ob. Cit. Pág. 73.
  5. Según Rafael Llopis. "Los Mitos de Cthulhu." Alianza Editorial, Madrid,1970.
  6. "Para Lovecraft- que, como he dicho, fue un terrible pesimista- no hay modo de defenderse de los Primordiales salvo, si acaso, por el azar. Los benévolos Dioses Arquetípicos, enemigos de los Primordiales a los que mantienen reprimidos mediante signos místicos, son en realidad creación de Derleth. Sólo al final de sus días e influido por éste, aceptó Lovecraft en sus últimos cuentos la posibilidad de defenderse del Mal, aunque sin especificar los métodos." Rafael Llopis. "Los Mitos de Cthulhu." Ob. Cit.Pág.36.
  7. Rosemary Jackson. "Fantasy: literatura y subversión." Catálogos Editora, Buenos Aires, 1986.

Patricio Alfonso

(Marzo de 2001)

© Patricio Alfonso

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