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Cartilla de noticias Edición N° 54
12 de abril de 2002

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?Hay un momento mágico cuando los hijos pueden darse cuenta de sus propias acciones? Existe algún momento maravilloso cuando los padres pueden ser meros espectadores en la vida de sus hijos, y decir “Es su vida” y no sentir ganas de entrometerse?

Durante mis años 20, pasé un rato en el pasillo de un hospital, esperando que los médicos pusieron unos puntos en la cabeza de mi hijo. Pregunté “?cuando uno deja de preocuparse?” Y la enfermera dijo “cuando han pasado la etapa de los accidentes.”

Durante mis años 30, me pose en una sillita en el aula de la escuela, para oír como uno de mis hijos hablaba sin cesar en clase molestando a todos, y parece estar en camino a una carrera de fabricar bolsas para papas. Como leyendo mi mente la maestra dijo, “No se preocupe. Todos pasan por esta etapa. Luego se puede sentarse, relajarse y disfrútalos. Mi madre sonrió ligeramente y no dijo nada.

Cuando estaba en mis 40, pasé una vida esperando que suena el teléfono, regresar el auto, que abre la puerta. Una amiga dijo, “No te preocupes, en unos pocos años no tendrás de que preocuparte. Serán adultos

Seguí sufriendo sus fallas, estaba atormentada por sus frustraciones, absorbía sus desilusiones. Mis amigos me aseguraban que cuando los hijos se casaban podría desprenderme y vivir mi propia vida. Quería creer esto. Pero me molestaba la sonrisa tibia de mi madre y su “pareces pálida, ¿estas bien?”en ocasiones O “llámame cuando llegues. ¿Estas deprimida de algo?”

?Es posible que los padres están condenados a una vida de preocupaciones? Sería que la preocupación el uno por el otro se pase de una generación a otro como una antorcha para iluminar las debilidades humanas y miedos de lo desconocido? ¿ la preocupación es una maldición, o es un virtud que nos eleva a la forma más alta de vida?

Un poco de información básico para servir de telón de fondo para empezar. Neiman Marcus es una tienda muy cara, el tipo de lugar que vende una remera común de $8 en $50. Este historia verdadera toma lugar en el sucursal en Dallas, Texas.

Las clientas estaban terminando una ensalada en la cafetería de la tienda en cuestión, y decidirán un poco de postre. Como ambos les gustan las masitas, decidieron probar las masitas propias de la casa. Lo encontraron tan deliciosa, que una de las clientas pidió la receta. La camarera dijo frunciendo el seno que no entregan la receta, pero que lo podían comprar se querían.

Preguntaron cuanto, y ella respondió “Sólo dos-cincuenta,- es una ganga”las clientes estaban de acuerdo y pedían que lo agregan a la cuenta.

Pasaron los días y llegó la cuenta de Visa, y la carga para Neiman Marcus era de $285. Lo miraron de nuevo, y se acordó que había gastado unos $9.95 para las ensaladas, y $20 por un pañuelo de cuello. Al mirar al fondo vio “Receta de masitas -$250”

Este fue terrible! Llamaron al departamento del contador de Neiman y informó que la camarera había dicho dos cincuenta, que no quiere decir doscientos cincuenta, ni importa como se mira la frase.

La tienda se quedó firme. Se negaron de devolver el dinero, porque ya habían visto la receta. Se negaron rotundamente devolver ni un centavo. La clienta explicó al departamento de contabilidad las cláusulas que corresponden al engaño en el estado de Texas. Amenazó denunciarlos, a la Oficina de Mejoras Comerciales, y al Colegio de Abogados por practicar el engaño.

La cliente terminó diciendo, “En cual caso, Uds. tienen mis 250 dólares, yo ahora voy a tener mis $250 de diversión.” Y le dijo que iba a asegurarse que cada amante de masas de los EEUU con una cuenta de e-mail, recibirá una receta de Naiman Marcus valuado en $250, totalmente gratis. Trataron de persuadir a la clienta no hacer esto, pero ella dijo que era su justa recompensar por el engaño. Y bajó el teléfono.

En este momento, él sintió venir otra ola de gas, y justo ella estaba por sacarle la venda de sus ojos, cuando sonó el teléfono. Otra vez le hizo prometer no espiar hasta que regresará. Y se fue a contestar el teléfono. Él aprovecho para cambiar el peso de una pierna y se dejó ir. ¡No sólo era fuerte pero madura como un huevo podrido! Él sintió problemas para respirar y tanteo para su servilleta y abanicó el aire fuertemente. Empezó a sentirse mejor cuando le atacó otra ola. Levantó la otra pierna y ¡ppppffffrrrriiiiiiiiiip! Parecía un motor diesel, y olía peor. Casi se desmayó pero abanico sus brazos para disipar los efectos.

De nuevo las cosas regresaron a la normalidad, pero pppffffpooooow! Llegó otra ola de gas. Las ventanas se agitaban, las flores de la mesa tuvieron un ataque instantáneo de marchitarse. Y así paso las próximos diez minutos , agitando salvajemente sus brazos y cambiando el peso de una pierna a la otra para largar los sucesivas olas de gas. Pero fiel a su promesa, no se quitó la venda de sus ojos.

Cuando finalmente escuchó a su mujer despedirse en el teléfono, sus ataques parecían haber cesados y él habían logrado disipar los olores, Dobló su servilleta y se quedó sentado con una expresión de inocencia en su rostro.