La
rosa y la estrella
Había un Sol, sí. Un enorme farol que alumbraba todo de día... y también de noche. De
día se notaba, por supuesto, tan claro como el día. Y de noche... siempre había una
noche y ahí estaba. Descansando, pero nunca se alejaba. Por ese Sol ella estaba viva. Era
su sostén, su fuerza, su alimento y... también su guía.
Ella, la Rosa, vivía un poco alegre... y un poco triste. Era alegre pues tenía su Sol,
su vida, su magia. A la vez era triste porque tenía soledad y sueños. Sueños de un
encuentro, de un latir y un caminar... Su más grande deseo era amar. Sí, encontrar un
compañero ideal al que pudiera amar.
Un día, un maravilloso día de esos que nunca se olvidan, la Rosa se arregló con su más
hermoso vestido sin sospechar lo que pasaría. Ese día... nacieron las estrellas.
Pequeñitos farolitos que le guiñaban el ojo y la hacían sonrojar y la hacían
emocionar. Hasta que llegó el momento de su encuentro... Y exclamó:
"¡Encontré mi Amor!
Esa Estrella que me llena el alma de calor y me colma la vida de ilusión. Esa, esa es la
elegida de mi corazón".
Vivió su idilio la Rosa con su Estrella mucho tiempo, pero nunca pudo echar a un lado su
tristeza pues su Amor estaba muy lejos de su alcance... Y si grande era su anhelo por
ella, más grande era la distancia que la separaba de su Estrella.
No empece a ésto, nunca desistió en su amor y en sus inmensos deseos de alcanzar su
Estrella. Sus sueños nunca terminaron, de la misma manera que nunca terminó esta
historia.
Yaz ©
agosto-97
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