Los fanáticos de los coches, como cualquier otro aficionado de corazón, comienzan desde muy pequeños. El gusto por las formas brillantes, los detalles técnicos y alguna marca en particular, se va marcando desde que se es muy niño y se sueña con manejar algún vehículo "cuando yo sea grande".
Pocas veces lo había visto tan de cerca como en un reciente viaje a la ciudad de México, cuando regresaba en un lustroso Mercedes Benz S500. Las imponentes medidas y la mejestuosidad de las proporciones del vehículo ya había provocado más de una mirada de admirada envidia en otros conductores.
Varios piropos de los más variados estilos me habían dirigido (bueno, al "Meche", para ser sinceros) en las esquinas en que la luz roja marcaba alto.
Sin embargo, ninguno fue más sincero que el recibido en una gasolinera del estado de Michoacán. Obligado a detenerme para cargar combustible, circulé a muy baja velocidad frente a unos vendedores de duraznos, de los que en esa zona abundan al borde de la carretera. Mientras esperaba que el tanque se llenara, vi correr hacia mí a un niñito de unos siete años con dos bolsas de duraznos en una mano y otra cosa, que de momento no reconocí, en su mano derecha.
Pensé que el niño venía a insistir en que le comprara duraznos, pero no. Sus pequeños ojos oscuros brillaban resaltando la morena piel curtida por el sol, mientras recorría embelesado la carrocería del S500.
Lo miré intrigado mientras el niño daba vueltas alrrededor del carro, se agachaba y revisaba a conciencia todos los detalles. Finalmente, volteó y me miró con una sonrisa que quería disfrazar su timidez, "¿Me deja tomarle una foto a su carro? Esta rete-bonito"... Con esa mirada y la sonrisa, de haber podido se la habría regalado...Finalmente, tomó las fotos y me pidió que le tomara una foto junto al carro. Preferí sentarlo al volante y tomarle una foto.
"Cuando sea grande", me dijo, "voy a tener uno de éstos", con tal convicción y seriedad, que casi puedo visualizarme dentro de treinta o cuarenta años, leyendo en alguna revista sobre el magnate de la exportación de duraznos mexicanos que gusta de coleccionar Mercedes-Benz y que tiene en su oficina una vieja foto ya descolorida de su niñez en la que sonrie a la cámara al volante de un S500.
Eduardo Aragón
Reportaje tomado del suplemento Autos del periódico Público, del 1 de Julio de 1999
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