Un Cuento de Conejos.... |
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Un Cuento De Conejos
Por Daya Ishaya
Había una vez, un sótano oscuro y enmohecido donde había muchísimas
jaulas de conejos. En algunas de estas jaulas había sólo un conejo,
mientras que en otras había dos, y en otras había tres, cuatro o
más. Pero una cosa es certera: todos y cada uno de estos conejos
vivían en una jaula. Nacían en ellas y vivían en ellas todas sus
vidas. No conocían otra cosa. De hecho, ni siquiera habían visto
a un conejo fuera de una jaula. Así que sus vidas seguían así, aceptadas por todos como algo normal...
Excepto para algunos conejos. Ellos sentían un deseo de ser “libres”
(¿pero qué podía significar esto?). Algunos anhelaban algo que
sus corazones deseaban con ansias, pero no estaban seguros qué era.
(Algunos de estos conejos se sentían culpables por desear otra cosa.
Después de todo, los conejos más viejos les habían dicho que esta
era una buena vida, la mejor que iban a tener, ¡y que tenían que
comenzar a disfrutarla y no quejarse más!)
Entonces estos peculiares conejos hicieron lo siguiente: intentaron
algo diferente. Los que vivían solos en sus jaulas empezaron a leer:
libros sobre espiritualidad, la búsqueda de la felicidad, manifestando
lo que uno desea. Sí, toda clase de cosas buenas...
Los conejos que vivían con otros conejos en la misma jaula comenzaron
a relacionarse entre sí para ver si esto colmaba sus anhelos.
Y otros conejos participaban en grandes debates y discusiones con
otros conejos desde sus jaulas: sobre el propósito de la vida, el ego, y sobre Dios.
Esto los mantenía muy ocupados, y les sirvió por un tiempo.
Un Nuevo Sonido Irrumpió En La Escena
Entonces un día, en medio de la normalidad del día, un nuevo sonido
irrumpió en la escena: ¡la puerta del sótano enmohecido se abrió
repentinamente y había alguien parado allí! Los conejos más viejos
eran los únicos que recordaban si alguna vez se había abierto. (“Sí,
era en el año ’22, después de la inundación que trajo las ratas
hacia aquí, sí”) ¿Podría esa misteriosa presencia acaso ser Dios,
cambiar los diarios sucios o traer una nueva clase de bebedero para conejos?
¡Era Dios! (¡Debía serlo!) Era el conejo más grande y más hermoso
que habían visto. ¡Qué milagro! Y hablaba (mientras que movía sus
grandes bigotes). Les habló de una hermosa pradera de donde el venía,
que estaba del otro lado de la puerta. Una extensión ilimitada,
con árboles verdes, colinas, cielo azul, y muchas, muchas cosas
ricas para comer. Y lugar de sobra para correr y arrojarse y jugar. ¡Sin necesidad de darios!
Los conejos pensaron que El Gran Conejo hablaba del más allá, el
gran cielo al que todos los buenos conejos ascienden cuando les
llega la hora. Pero “¡No!” les dijo. “Les hablo de lo que está al
alcance de ustedes ahora, su derecho de nacimiento.” El Omnipotente
Blanco les dijo que era lo más normal en el mundo tener acceso a
tal grandiosidad, tal abundancia, tal deleite. Y que todo lo que
debían hacer era abrir sus jaulas, trepar las escaleras y salir afuera.
Pero (ellos pensaron), El Conejo Majestuoso habrá olvidado cuánto
tiempo estos conejos ya habían vivido en las condiciones actuales,
cómo estas mismas condiciones definieron su vida real, y que si
cualquier conejo aspiraba a algo más grande, se le respondía a él
o a ella que debía ser “realista”. De hecho, esta realidad particular
era Verdad (con V mayúscula) para todos los conejos, ya que era
todo lo que ellos conocían. Se hubiera requerido mucho coraje para
un conejo especialmente curioso salirse del conocimiento colectivo
y experimentar algo diferente. Y qué desafío también, considerando
que cada conejo como individuo había sido criado en este ambiente, esta sociedad de creencia.
El Espíritu Santo, Otro Conejo Admirable
Entonces, cuando El Ilustrado Con Pelo los invitó a salir afuera
y experimentar por si mismos la gloria y la expansión de la realidad,
el sótano se llenó de voces de conejos.
Los conejos que habían leído libros espirituales hablaban de la
batalla entre el ego y el Espíritu Santo (era claramente otro Conejo Admirable, pero con alas).
Los conejos con títulos médicos y otras licenciaturas más avanzadas
hablaban de la necesidad de terapias y grupos de encuentro, para
ayudar a los conejos infelices a comprender y a aceptar sus vidas
en las jaulas del sótano. Otros conejos exclamaban la importancia
de encontrar la felicidad a través de la creatividad, ofreciéndose
como voluntarios para armar talleres de tejido, trabajos en madera y jardinería.
Los conejos más viejos, que eran los pilares de la sociedad, les
recordaban a todos que todos los conejos podrían concretar cada
uno de sus deseos y necesidades en el mismo sótano: amistades, educació
n, carrera, matrimonio... y luego alentaron a todos a “volver a
la realidad” y a no aspirar a fantasías que no habían sido comprobadas
(y por lo tanto eran muy sospechosas). Incluso fue sugerido que
se “ayudara” a recuperar la perspectiva de los conejos que intentaran
romper con la tradición – quizás un poco de reclusión serviría,
o encarcelación, o quizás un poco de terapia de shock. (Luego de
escuchar estas sugerencias, algunos de los conejos no tan valientes
inclinaron sus cabezas y resignaron su búsqueda por más.)
Se escuchaban ir y venir a las voces de los conejos a medida que
las ideas y sugerencias atravesaban el sótano resquebrajado de goteras.
Y El Exaltado permanecía callado, escuchando, observando. Entonces,
a medida que la mayoría parecía llegar a un acuerdo en que la vida
en las jaulas del húmedo sótano era la Verdad y la Realidad, y que
cualquier otra cosa era una pérdida de tiempo, El Noble habló sin
alzar la voz, y entonces todos debieron silenciarse y esforzarse para escuchar.
Un Extraño Poder Y Una Innegable Atracción
El habló de la necesidad de romper con las creencias y limitaciones
del pasado, de ir más allá de los mandatos de normalidad del inconciente
colectivo, de respirar libremente y jugar en la enormidad de lo
que es accesible para todos. De experimentar personalmente la vasta
abundancia de lo que uno es. Mientras hablaba, de su voz emanaba
un extraño poder y una innegable atracción que conmovía a todos
los habitantes del sótano. El silencio era ensordecedor.
Los corazones de algunos de los conejos se expandían y flotaban
en una vibración más alta, colmándolos de un regocijo desconocido.
Las mentes de otros conejos se expandían más allá de algo concebible
–y de repente podían comprender el significado de “pradera” y “cielo”
. Y la esperanza florecía en muchos de ellos. Suavemente empujaron
las puertas de sus jaulas, y vieron que se abrían de a poco.
Esto asustó a algunos de los otros conejos, algunos de los cuales
eran miembros de sus familias o de empresas en común o simplemente
amigos. Enviaron una señal de alarma, por una traición de las promesas
que no podrían convertirse en realidad. Y algunos de los conejos
que habían testeado las puertas de sus jaulas, las volvieron a cerrar
suavemente y retornaron adentro con un suspiro.
Pero otros abrieron las puertas de par en par y comenzaron a brincar
de a poco por el húmedo suelo hacia la escalera.
Esto asustó a otros conejos, quienes exclamaron “¡No pueden obtener
algo por nada a cambio!” y “¡Tienen que trabajar duro para obtener
la felicidad – esto es demasiado fácil!” y “¡No sean tan precipitados,
tómense su tiempo y piénsenlo!” Lo que causó que un cierto número
de conejos volviera atrás dudando, retornaran a sus jaulas, y se
encerraran otra vez con un suspiro.
Un conejo solitario continuó a través del suelo y comenzó a subir
las escaleras. A esta altura muchos exclamaron en llanto, “¡Yo pensaba
que me amabas!” y “¡Sólo piensas en tí mismo!” y “¡Te estás hundiendo
en tu ego!”, y tantas otras cosas que los conejos se dicen entre
sí para aferrarse a lo que conocen.
Expandiéndose Más Allá Del Inconciente Colectivo De Los Conejos
Pero el conejo continuó subiendo la escalera y antes de alcanzar
la cima espió por la puerta. Dándose vuelta, con una expresión de
alegría en su cara, exclamó: “¡Es verdad!” dijo “¡Hay una pradera
allí afuera! ¡Hay un cielo, y árboles, y un río, y todo parece extenderse eternamente!”
Y, a pesar de los llantos resonantes del Gran Inconciente Colectivo
de los Conejos, él saltó diestramente por el umbral y salió por
la puerta. Nunca más fue visto (aunque se dice que su espíritu los
visitó una vez para contarles sobre los grandes y gloriosos misterios
del más allá, pero como los conejos no creen en fantasmas, nadie lo escuchó).
Y la vida continuó en las jaulas del húmedo y enmohecido sótano,
y algunos conejos murieron y otros nacieron.
Nos vemos pronto,
Los Ishayas
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