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ANECDOCRONICAS DE PALLASCA/ Bernardo Rafael Alvarez
Friday, 21 April 2006


DESVELOS MATEMÁTICOS Y UNA RESURRECCIÓN ANUNCIADA

 

 

Ningún pallasquino puede haber olvidado a don Lorenzo Paredes. Desconocer la cualidad pintoresca que era su sello sería como incurrir en una suerte de sacrilegio. Era el popular “Shinde”. Concentrarse los amigos frente a él, en su tienda ubicada en la esquina sur-oeste de la Plaza de Armas, era ineludible motivo de alegría; se libaba, moderadamente, a veces, unos vasos de cerveza y el aderezo principal de las reuniones eran las bromas, algunas suaves esporádicamente y casi siempre pesadas otras. Pero primaba la amistad, el respeto y las ganas de pasar un momento ameno, aun a riesgo de convertirse uno en lo que actualmente se llama “punto”, es decir, en víctima de las bromas que, en el furor de la emoción y la confianza, lindaban con el sarcasmo y la ironía mordaz. Pero había que aguantar, pues, o, mejor dicho, “tener correa”.


***

Una de las historias -inventadas por él, indudablemente- era la de un –según decía- “eterno y brillante estudiante” de secundaria en Lima que al llegar de vacaciones a Pallasca y recibir las excesivas atenciones de sus padres, fue alojado en un dormitorio que daba a la calle en el que habían colocado una cama, dizque de “dos plazas”, es decir, con dimensiones exageradamente mayores a las de la puerta de ingreso; la cama incluía, naturalmente, un colchón de plumas, mullido para ofrecerle un reparador descanso, frazadas gruesas, no de bayeta ("¿bayeta?, ¡pero si eso es para para los cholos!", fue el comentario, según las malas lenguas), sino de algodón, etc; a la cabecera, la imagen protectora del Corazón de Jesús. Aquella noche -contra todo pronóstico-, el imberbe no pudo dormir y al día siguiente, a la hora del desayuno (con leche recién ordeñada, biscochos, queso y huevos pasados) el doncel mostró unas tan pronunciadas ojeras y exagerados y repetitivos bostezos. El padre se sorprendió y quiso adivinar la razón de tan deplorable estado, y creyó haberlo logrado: cayó en la cuenta -cuándo no- de que su único hijo varón, aprovechando la placidez de la noche, se dedicó a leer. (“Mi hijo va a ser intelectual o científico, de eso no tengo duda; ¡será el orgullo de la familia!”) Pero no fue aquello lo que ocurrió durante la vigilia. “No he podido dormir –declaró el muchacho-, porque he estado tratando de resolver un problema matemático y lamentablemente me he quedado frustrado por no haber podido encontrar el resultado.” La emoción paternal fue mayor porque, claro, se sabía que es de sabios sacrificar las horas de sueño para dedicarlas a ocupaciones de esa laya. “Bien, hijo, le inquirió, ¿cuál era ese problema?” La respuesta fue inmediata y no menos asombrosa: “¿Cómo han podido lograr que una cama tan ancha ingrese a través de una puerta tan pequeña? Yo he aplicado todas las formulas geométricas, trigonométricas, etc., y no he podido encontrar una explicación.” El padre, cuya emoción en esas circunstancias ya podemos adivinar, hizo lo que cabía para dar la respuesta requerida: llamó al empleado encargado de cuidar los animales y hacer otros mandados y le pidió que diese la explicación que necesitaba el hijito de marras. El fiel servidor doméstico, ni corto ni perezoso, se la dio enfáticamente: “Tuve que desarmar la cama, pues, señor”.

***

 

Pero como a veces suele ocurrir (el rebote de la piedra puede golpear el propio rostro), en una ocasión el “punto” fue el mismo Lorenzo Paredes. Cuentan que un ingeniero cajamarquino que se había convertido en el cotidiano "caserito" de la chacota de "El Shinde" (se llamaba Macabeo Barriga, pero El Shinde solía llamarlo repetidamente así: “Macafeo Panza”.), decidió, para cortar definitivamente las bromas o burlas, llegar anticipadamente preparado con una respuesta rotunda e incontestable que sería el remedio definitivo. Nadie adivinaba lo que iba a pasar esta vez. Don Lolo comenzó a “batirle” con todo el ímpetu y la seguridad de su bien ganada capacidad de dejar mal parados (es un decir, lógicamente) a sus “víctimas”. El ingeniero, “con ajos y cebollas” le dijo lo que la rabia le inspiraba y, tras ello, extrajo de su bolsillo un revólver, colocó el dedo sobre el gatillo apuntando al pecho del ensoberbecido dueño de la tienda y en ese instante aterrado por lo que se le avecinaba, y presionó. El estruendo inundó el recinto y retumbó en toda la plaza de armas. Don Lorenzo cayó desplomado. Los amigos que participaban de la reunión, como no podía ser de otro modo, se abalanzaron a auxiliarlo. No encontraron una sola muestra de perforación, de rasguño y mucho menos de sangre. Desesperado, el yaciente exclamaba: “¡Busquen bien, por algún lugar debe haber ingresado la bala, por favor busquen bien, que me muero!” No era para menos. Macabeo Barriga, que solo empleó una bala de salva, se carcajeó a mandíbula batiente y, desde ese momento, dejó de ser para siempre, el objeto de las muchas veces excesivas burlas del inolvidable “Shinde” y, por cierto, dejó también de ser llamado “Macafeo Panza”. ¡Santo remedio, pues!

 

(21 de abril, 2006)


Posted by al4/alvarezbr at 11:20 AM EDT
Updated: Wednesday, 4 May 2022 8:19 PM EDT
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